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Habla Padilla y parte el mundo en dos

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Por NELSON RIVERA

La noche en que Heberto Padilla habló

A las 9 de la noche del 27 de abril de 1971, Heberto Padilla, sentado frente al micrófono, habla. Encadena 12 mil palabras.

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En la madrugada de ese día, luego de pasar 37 días preso en calabozos de la Seguridad del Estado cubano, ha sido liberado. Nacido en enero de 1932, Padilla es cubano, poeta, narrador, periodista y políglota: además del español, domina otras seis lenguas.

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Habla por 50 minutos, ante una audiencia atónita y cautiva. Salvo el sonido fugaz que algunos de los espectadores hacen para encender el siguiente cigarrillo, la voz de Padilla lo ocupa todo. Es un Padilla magnético, elocuente, histriónico. Hechizado por su propio verbo. Frente a un centenar de escritores y artistas, Padilla escenifica su peculiar auto de fe: denuncia y sentencia de sí mismo. Vibrante monólogo de autoinculpación.

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Habla en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. La escena ha sido preparada por funcionarios de la Seguridad del Estado. Han elaborado la lista de los asistentes y los han citado. En el lugar hay cámaras que filman los hechos y agentes que controlan la entrada. Bajo la performance de Padilla, el espacio se reconvierte: ahora es una pequeña sala de teatro, donde cada palabra tiene eco. Larga reverberación.

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Hay calor, humedad visible, la lenta humareda de los fumadores, colillas en el piso, la austeridad del empobrecimiento. Y las palabras de Padilla.

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Habla y gesticula. Su cabeza baila sobre los hombros. Por momentos parece el muñeco manejado por un avieso titiritero. Aprieta la boca, la tuerce, toma una pequeña hoja de papel y la aprieta, la reduce, forma una pelotica entre las palmas de sus manos. Junta los hombros. Extiende los brazos como un ave rapaz. Con los minutos, el sudor le cubre el rostro. Los lentes, la nariz. La nariz, los lentes. El sudor. Una pátina de sudor. Sudor recubrimiento. El sudor de la tragedia.

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Padilla es una corporeidad que contorsiona. Como si un Padilla interior, guardado dentro de su cuerpo, se revolviera ante el Padilla que habla. Como si pugnara por salir. Como si estuviera a punto de estallar. Como si el Padilla que habla no pudiese domesticar al que ha estallado en su interior.

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Habla y dice: la generosidad de la Revolución ha autorizado el encuentro. Padilla lo ha solicitado y se le ha concedido. Por la generosidad de la Revolución. Por la generosidad de los compañeros de la Seguridad Nacional.

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La ha pedido mientras estaba detenido. Ha reflexionado a lo largo de muchos días. Y lo ha pedido, insiste. Lo he pedido. Los compañeros de la Seguridad Nacional.

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Contrarrevolucionario: tal el señalamiento. Habla Padilla y dice: hay fundamento. He injuriado y difamado. Es su vergüenza. La generosidad de la Revolución.

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Habla y dice: son errores imperdonables. Incalificables. Censurables. He sido venenoso. Agresivo. Acre.

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Persuadido por los compañeros de la Seguridad Nacional ha venido a decir la verdad. Por la generosidad de la Revolución.

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Habla Padilla: el escritor rebelde es un disfraz. Disfraz con que ocultaba su delito, su vergüenza: desafecto a la Revolución. Vulgar desafecto. Cuenta: lo discutió con los de la Seguridad Nacional. Su desafecto. Reiterado. Repetitivo. Su trabajo en contra y no a favor de la Revolución. Críticas de pasillo. Mala intención. Duplicidad.

Por la generosidad de la Revolución.

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Padilla encadenado: no se perdona no haber escuchado a quienes le advirtieron. Sin embargo, en los calabozos de la Seguridad del Estado ha visto sus errores. Lo ha pensado en la benévola atmósfera del calabozo y ha entendido la amoralidad de sus posiciones.

Por la generosidad de la Revolución.

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Narra. En 1966, al regresar de Europa, llega con la marca del resentimiento. Arremete contra Lisandro Otero, en El caimán barbudo. Arremete contra su amigo, que ha publicado la novela La pasión de Urbino. Despiadado. Peor: Otero le había prestado su casa de playa. Un mes. Pero eso no le ha impedido lanzarse contra Otero. Más grave aún: ha defendido a Cabrera Infante.

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Agente de la CIA. Resentido por excelencia. Cabrera Infante. Enemigo irreconciliable de la Revolución. La generosidad de la Revolución. “Como si la verdad no fuera más importante que el estilo literario”.

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Habla Padilla. No merezco esta intervención. No merezco estar libre. No merezco la polvareda internacional que se ha levantado. Desconocen mi vida de los últimos años. Deberían rectificar. “La Revolución cubana es superior al hombre con el que se han solidarizado”. Es justa. He analizado los hechos. Y los tribunales revolucionarios me han liberado. Tras “un mes de experiencia ejemplar”.

Por la generosidad de la Revolución.

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Venenoso. Petulante. Sin méritos revolucionarios. Malagradecido. Deseoso de sobresalir. Capaz de defender a un traidor. Dice Padilla de sí mismo. Por la generosidad de la Revolución.

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Y lo que es peor, dice Padilla, fue llevar sus posiciones hasta la poesía. “Yo inauguré el resentimiento, la amargura, el pesimismo, elementos que no son más que sinónimos de contrarrevolución en la literatura”.

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Entre muecas y largos espasmos, habla de su libro. Padilla: ¿Y qué es Fuera de juego? ¿Un libro para transformar la sociedad? “Una forma de importar estados de ánimo ajenos, experiencias históricas ajenas”. Nada menos: “Estados de ánimo ajenos”. Lleno de amargura, de espíritu derrotista, como si lo hubiese escrito un viejo filósofo, “enfermo del hígado”.

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Más inteligentes que yo. Más jóvenes que yo. Los compañeros de la Seguridad Nacional. La generosidad de la Revolución.

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Me separé de mis amigos. Me fui envenenando. Mis argumentaciones negativas y enfermizas. Mi línea incorrecta. Yo, resentido marginal. Yo, que “no tengo valentía alguna para tomar un fusil e ir a una montaña como han hecho otros hombres”.

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“Y no digamos las veces que he sido injusto e ingrato con Fidel, de lo cual realmente nunca me cansaré de arrepentirme”. Injusto e ingrato con Fidel. La generosidad de la Revolución. La inteligencia de los compañeros de la Seguridad Nacional.

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“Recuerdo que llegué a cuidarme más de los organismos de la Seguridad del Estado que de los enemigos de la Revolución”. Enemigos de la Revolución. Agentes enemigos. Conversar con el enemigo.

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Padilla: Peor para los que no entiendan el valor moral de la autocrítica de Padilla. Peor para ellos. Si no entienden. Peor. Por la generosidad de la Revolución.

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Agradezco sinceramente a la Revolución.

Agradezco sinceramente a la Revolución.

Sinceramente.

A la Revolución.

Por la generosidad de la Revolución.

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“Y si no ha habido más detenciones hasta ahora, si no las ha habido, es por la generosidad de nuestra Revolución”.

Por la generosidad de nuestra Revolución.

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“Y si yo estoy aquí libre ahora, si no he sido condenado, si no he sido puesto a disposición de los tribunales militares, es por esa misma generosidad de nuestra Revolución”.

Esa misma. Generosidad.

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“Para mí lo más importante es la ética de la Revolución”. La ética. La ética.

La ética de la Revolución.

Sí, la ética. La ética de la Revolución.

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La Revolución quiere:

Que no la traicionen.

Que no la obstaculicen.

Que no la denigren.

Que no la infamen.

Quiere críticos que la beneficien.

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“Quizás entre sus papeles, entre sus poemas, entre sus cuentecitos existen páginas tan bochornosas como muchas de las páginas que nunca se publicarán y que estaban entre mis papeles”.

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“Estaba tan mal, además, tan enfermo, tan feamente triste, tan corrosivamente contrarrevolucionario”.

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Feamente triste.

Feamente.

Corrosivamente contrarrevolucionario.

Tan enfermo.

Triste contrarrevolucionario.

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Padilla habla de sus delitos:

Publicar fuera.

Ganar la batalla afuera.

Imponer mis ideas.

De cualquier manera.

El extranjero.

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“¿Y qué otro modo tiene de ser revolucionario un escritor sino haciendo que sus opiniones privadas coincidan con sus opiniones públicas?”.

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Que coincidan.

Privado y público.

Único.

Por la generosidad de la Revolución.

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“La angustia moral tiene características muy extrañas, y porque yo sentía que aquella cárcel, aquella cárcel que yo estaba sufriendo, era una cosa de las más singulares que yo he vivido en mi vida. Porque yo sentía que aquella cárcel no era un blasón que se podía ostentar como un sacrificio contra una tiranía, sino precisamente una cárcel moral, justa, porque sancionaba un mal contra la Revolución y contra la Patria. Y escribía esos poemas febrilmente. Escribía esos poemas; era una suerte de catarsis desesperada”.

Una cárcel moral. La de la Revolución.

Moral.

Por la generosidad de la Revolución.

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No pueden.

Ustedes no pueden venir aquí.

Solo a escuchar la triste enumeración de un hombre que se arrepiente.

Arrepiente.

No pueden.

“Ustedes tienen que encontrar la comprobación, la identificación de sus propios defectos”.

Por la generosidad de la Revolución.

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Belkis, mi propia mujer.

Pablo Armando Fernández, amigo de cosas positivas.

César López, autor de un libro hermosísimo.

José Yánez, muchacho formidable.

Norberto Fuentes, joven de talento excepcional.

Manuel Díaz Martínez, a quien tanto admiro.

No me pueden desmentir.

No pueden.

Por la generosidad de la Revolución.

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Ha sufrido.

Ha acumulado amargura.

Resentimiento.

La he hecho sufrir.

Por los defectos en mi carácter.

Belkis.

No me puede desmentir.

Por la generosidad de la Revolución.

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Amigo que me ha prestado calor de hogar.

Últimamente está triste.

Enfermo.

Amargado.

Y, por lo mismo, contrarrevolucionario.

Pablo Armando Fernández.

No me puede desmentir.

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Ha hecho conmigo análisis derrotistas.

Ha llevado su poesía a la épica de la derrota.

Ha retenido momentos desagradables.

Lo ha enviado a España antes de que se publicase en Cuba.

Sabe que hay que rectificar.

César López.

No me puede desmentir.

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Cuánto se diferencia su poesía.

De hace dos años y la más reciente.

Derrotista.

La misma línea enfermiza que la mía.

José Yanes.

A quien la Revolución le ha dado todo.

José Yanes.

Que tiene un empleo dignísimo en La Gaceta de Cuba.

José Yanes.

Que tiene una esposa, doctora en medicina.

José Yanes.

No me puede desmentir.

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Me tiene afecto y me admira.

Conoció de cerca la lucha en contra de los bandidos.

En contra de los bandidos.

Cuánta diferencia.

Entre aquellos cuentos apasionados.

Por los combatientes revolucionarios.

Él, que había vivido tan estrechamente ligado

a  la Seguridad del Estado.

“A quien el organismos de la Seguridad del Estado le había puesto archivos para que hiciese la épica de aquellos soldados que habían combatido las bandas de mercenarios”.

Y decía.

No es justo que coincidamos.

“La Seguridad aparecía como gente que nos iba a devorar”.

Si antes se inspiró en Isaak Babel.

Ahora se inspirará más en la vida.

Norberto Fuentes.

No me puede desmentir.

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A quien tanto admiro.

A quien tanta amistad debo.

Quien tantas muestras de solidaridad me dio.

¿Cómo es posible?

Desafecto, triste y amargado.

Manuel Díaz Martínez.

No me puede desmentir.

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Sus juicios sobre la Revolución no han sido justos.

La Revolución ha sido justa.

Este año le ha publicado dos libros.

Hermosísimamente impresos.

José Lezama Lima.

No me puede desmentir.

No pueden.

Por la generosidad de la Revolución.

**

No vi en la Seguridad del Estado.

No vi.

No vi la atmósfera que me habían anunciado.

Vi soldados cubanos.

Vi nuestro pueblo.

Con sentido de humanidad.

“Con una constancia en su preocupación por cada uno de nosotros”.

Preocupación.

Por cada uno de nosotros.

Por cada uno.

**

No hemos estado a la altura.

A la altura de esta Revolución.

No hemos estado.

La generosidad de la Revolución.

**

“¿A cuántas zafras, a cuántas ha asistido un número significativo de escritores?”.

A ninguna.

Zafras: a ninguna.

**

“¿Qué se nos exigía?

Convivir con nuestros campesinos y con nuestros trabajadores”.

Nuestros campesinos.

Nuestros trabajadores.

La generosidad de la Revolución.

“Ese fue uno de los esfuerzos más generosos que la Revolución ha realizado para acercar a nuestros escritores a la realidad viva de nuestro pueblo”.

Acercar a los escritores a la realidad viva.

Nuestro pueblo.

La generosidad de nuestra Revolución.

Siempre.

**

Fueron increíbles diálogos.

Ni siquiera me han interrogado.

Me han hecho ver mis errores.

La Seguridad no era.

El organismo férreo, cerrado, de mi imaginación febril.

No era.

Me han hecho ver mis errores.

Ha sido una larga e inteligente

Y brillante

Y fabulosa

Fabulosa.

Conversación.

Para asegurar generosidades como esta.

“Que a un hombre que como yo ha combatido a la Revolución se le dé la oportunidad de que rectifique radicalmente su vida”.

Para que la Revolución

no tenga nunca más.

Nunca más

que llamarnos a capítulo.

Nunca más

La generosidad de la Revolución.

Por la generosidad de la Revolución.

**

Nunca me cansaré.

Nunca.

La generosidad de la Revolución.

“Nunca me cansaré de agradecer a la Revolución cubana la oportunidad que me ha brindado de dividir mi vida en dos: el que fui y el que seré”.

Dividir mi vida en dos.

El que fui y el que seré.

Dividir mi vida.

Dividir la vida.

El que fui y el que seré.

Por la generosidad de la Revolución.


1 La mala memoria. Heberto Padilla. Prólogo: Nati González Freire. Editorial Pliegos. España, 2008.

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