Por NELSON RIVERA
Vivimos bajo la sensación generalizada de que Venezuela está al borde de un cambio inminente. Quisiera preguntarle por lo deseable: ¿nuestro país necesita reconstruirse o requiere de cambios muy profundos, estructurales?
Los venezolanos hemos recorrido, desde 1945, los caminos de la democracia. No solo como sistema sociopolítico; también como formación social y ciudadana. Igualmente lo habíamos hecho en lo concerniente al ejercicio de la libertad, tanto en lo político como en lo ético social y en el ejercicio de la ciudadanía. Hoy padecemos un serio deterioro del tejido ético-social, expresión de la deliberada demolición de la república liberal democrática. El privilegio histórico de poder recordar la democracia nos permitirá hacerla reanudar su curso de manera actualizada y creativa.
A lo largo de estos veinte años, en distintas oportunidades, los sectores democráticos han mostrado dificultades para acordar políticas unitarias frente a la dictadura. ¿Qué explica esta tendencia al desacuerdo? ¿Son negativos estos desacuerdos? ¿Hay en nuestras prácticas políticas una tendencia a la confrontación, aun cuando existan objetivos en común?
El ejercicio de la democracia no solo conlleva el de la libertad de disentir y de intentar compartirla cultivando el ejemplo y la persuasión. Solo que, como en toda escuela, en la de la inconformidad democrática no falta el alumno desaplicado que confunda la libre obediencia a la razón con la sumisión al despotismo. La historia, implacable, se encarga de “rasparlos”.
En medios de comunicación y redes sociales viene produciéndose un fenómeno: persistentes manifestaciones de nostalgia hacia el país previo a 1999. ¿Es posible que el deseo de cambio oculte, en alguna medida, un deseo de volver atrás? ¿Es retrógrado el deseo de volver atrás?
Sostengo la certidumbre histórica de que el arma secreta de la democracia venezolana consiste en que podamos recordarla; y ello como obra propia cuya ejemplaridad alcanzó reconocimiento mundial, mientras otros pueblos la anhelaban o apenas alcanzaban a imaginarla. ¿Sería porque los venezolanos siempre hemos ido por delante en nuestra historia?
¿Qué reivindicaría del período 1958-1998? ¿Es factible recuperar algunas prácticas de esas cuatro décadas?
Visto en función de la historia prospectiva, tal período arrancó en 1941-1945 y se halla en la fase crítica de su curso que denomino “La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia”; respecto de la cual abrigo la certidumbre histórico-prospectiva de que está históricamente cercana su culminación. Esta habrá de consistir en la conformación de una sociedad genuinamente democrática, puntera en América Latina.
¿Hay factores o energías en la cultura política venezolana que nos permitan ser optimistas ante la necesidad de cambio? ¿O es razonable la sospecha de que el deseo de un poder clientelar y distribuidor de subsidios, sigue siendo un paradigma de una parte importante de la sociedad?
Debemos tener presente la circunstancia de que la democracia venezolana ya no vive una crisis de instauración sino de desarrollo. En apenas cuatro décadas superamos lo procurado por otras sociedades en muy largo tiempo histórico. Nos corresponde asimilar y perfeccionar lo logrado, actualizándolo y enriqueciéndolo creativamente. Supimos hacerlo en 1959-1961; lo estamos haciendo ahora…
¿Fuerzas como la polarización, el revanchismo, la dificultad para escuchar opiniones distintas y la fragilidad de los liderazgos, deben preocuparnos? ¿Pueden ser factores que afecten la perspectiva de cambio?
¿Es lo enunciado en la pregunta otra cosa que el curso socio-histórico normal de la formación de una NACIÓN? ¿Más aún de la venezolana, nacida liberal-democrática en 1946-1947 y enfrentada hoy a la tarea de deslastrarse del militarismo arcaizante y del marxismo fósil; zafándose simultáneamente del asedio montado por el terrorismo y la delincuencia internacionales, según lo advertí como miembro de la Copre en 1984?
Se dice que el desafío que enfrentará Venezuela tras el cambio de régimen es inédito. ¿Comparte usted esa afirmación? ¿Venezuela debe enfrentarse a lo inédito?
Lo inédito de la situación vivida por la democracia venezolana es la asimilación de los efectos de la presencia, activa y creciente, de nuevos actores por ella misma generados o suscitados: la mujer ciudadana; la rescatada ciudadanía del analfabeta; el ejemplarmente actualizado ejercicio de la función pastoral de la Iglesia cristiana católica; la progresiva toma de conciencia del ciudadano-soldado; la maduración sociopolítica de la juventud; el rediseño del liderazgo político; el surgente neoinconformismo del intelectual. Esto, y más, deberá apoyarse en la sanción ejemplarizante, tanto social como jurídica, de las graves faltas cometidas mediante la dilapidación del patrimonio nacional y el desmedro de nuestra comprobada vocación democrática.