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La gripe Maduro

“Maduro es malo desde temprano y tonto hasta tarde. Le quita ceros al Bolívar, lo ancla al fondo del mar. Elimina de facto el subsidio a la gasolina, confisca las nóminas de las empresas, sube los impuestos, alucina criptomonedas”

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Por ALEJANDRO CASTRO

La gripe española mató entre veinte y cuarenta millones de personas en un año. Se llevó por igual a Max Weber y a Apollinaire. El viernes 17 de agosto aparece Maduro diciendo tener una “infectación” mientras anuncia su contagio. El país, con el estómago en un puño, espera ver cuál será el saldo final de esta influenza. Ahí está Delcy, que tiene (debajo de eso que llamaremos rostro) cada vez menos cuello y más papada. Ese día lleva puesto, como es su costumbre, un acto de terrorismo estético. No le basta ser fea (más por dentro que por fuera y ya es decir), se esfuerza. Ahí está, en pleno, la Corte de los Milagros. Maduro se sopla los mocos, golpea la mesa y se aplaude a sí mismo, habla con una audiencia imaginaria, gesticula, mueve los hombros y los puños, se balancea cuando dice la palabra balancear. Si no fuese tan peligroso, si sus acciones no estuviesen matando (y torturando y exiliando) a tantísimas personas, daría lástima.

Frente al gravísimo dilema que tenemos desde hace ya tiempo los venezolanos, decidir si lo suyo es maldad o estupidez, hemos llegado a concluir que no son términos excluyentes entre sí, que, para nuestra desgracia, se puede ser malo y estúpido. Maduro es malo desde temprano y tonto hasta tarde. Le quita ceros al Bolívar, lo ancla al fondo del mar. Elimina de facto el subsidio a la gasolina, confisca las nóminas de las empresas, sube los impuestos, alucina criptomonedas. Dice: “Medio Petro” y se muerde la lengüita iletrada para no decir lo que todos sabemos que quiere decir y no es gracioso. Lo mismo Jorge Rodríguez, el otro de los gemelos del mal, que no pudo aguantarse y añadió con inquina días después: “Les metimos medio Petro”. Vaya si lo sabemos.

Mientras tanto, la oposición está más o menos liquidada. Ahora mismo contengo un poco la respiración para no arremeter contra ellos. ¿Cómo culparlos? ¿Desde dónde hacerle frente a este monstruo? ¿Con qué medios? ¿Bajo la protección de qué Estado de derecho? ¿Y con el respaldo de quién, si los que no están buscando comida están arrastrando el equipaje en autobús, en lancha, en mula o a pie? ¿Con el respaldo de quién después de casi veinte años de hambrear y embrutecer a los muchos y echar a patadas a los pocos?

Y encima nos indignamos porque no “hacen nada” mientras nadie hace nada sencillamente porque no hay nada que hacer. Es la Venezuela siria de Tareck El Aissami, Venekistán: estamos en guerra y la gente no decide las guerras. Más de diez mil judíos murieron durante la revuelta del gueto de Varsovia, más de diez mil, enviaron a los cuarenta mil restantes a los campos de exterminio. Las guerras no las deciden ni siquiera los que tienen las armas, sino los burócratas con voz de mando sobre los que tienen las armas. Si usted está leyendo esto probablemente no pertenece a ninguno de esos dos grupos, que no saben leer.

Nos queda apenas triste la palabra, los discursos más o menos certeros, más o menos abatidos o coherentes. Cuidemos, entonces, la palabra y dejemos la narcopendejada de ponerle “narco” de prefijo a todo, acaso narcopretendiendo que eso narcoactivará a los gringos para narcoinvadirnos y narcosalvarnos de los narcomalditos que nos narcogobiernan. Cuidemos la palabra, que es todo lo que tenemos.

Mientras tanto, la gente no tiene qué comer, no tiene electricidad ni agua. Es la Venezuela etíope de Fidel y Chávez. El sur del país está damnificado, anegado en lodo. El occidente, a oscuras, como el oriente. Reina la malaria y el hampa. Mientras tanto, vuelven a inflamar el fuego fatuo del magnicidio a ver qué sale. Si aquí por “magno” quieren designar “grande” estaremos de acuerdo por una vez. Que más que grande sería el objetivo, enorme, voluminoso. Maduro Falstaff: cobarde, gordinflón, inútil y pedante. En ese sentido, me parece que el término correcto sería tiranicidio, pero, en cualquier caso, ni lo uno ni lo otro: solo circo, que se robaron el pan.

Pero, cuidado, que el payaso haciendo magia es un peligro, no da risa, da pánico. Con todo y circo encerraron a Requesens arbitrariamente, lo encerraron y, a esta hora, está siendo torturado en el Sebin, la cloaca más tenebrosa, el estercolero moral del chavismo. Desde ahí, desde alguna de las tumbas de esos matones, filtraron un video tan espeluznante como indescriptible, quizás con la intención de quebrar lo que ya está quebrado: nuestra esperanza. Al respecto Diosdado, dado como nunca al Demonio, en uno de los capítulos más desoladores de nuestra historia reciente, dijo y la cita es textual: “cada quien expresa su nerviosismo de la manera que su cuerpo le diga”. Cuan largo sea el tiempo de mi vida, yo voy a recordar eso.

Maduro y su combo harán cualquier cosa para intentar conservar el poder porque saben lo que pasará apenas lo pierdan. Tendrán que dar cuenta de los gravísimos crímenes que han cometido. Es incluso comprensible. Yo los exhorto: llévense todo lo que puedan, hagan lo que tengan que hacer, vamos, medio Petro, Petro y medio, adelante… Que uno de estos días será nuestro turno y –con justicia verdadera, sin saña ni tumbas– nos volveremos a ver.

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