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Germán Carrera Damas: De Guarichito pescador a historiador del mundo

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Por LOURDES FIERRO BUSTILLOS

La Calle del Baño de la gobernadora (ca. 1930)

—A las tres y media de la tarde se cerraba la calle y pasaban a bañarse las autoridades con sus familias…

Cuando Mercedes Damas del Castillo, de tradicional familia cumanesa, cumplió dieciséis años, se casó con el próspero comerciante de Cariaco Antonio Carrera, se fueron a vivir a Cumaná, en una casona al lado de la iglesia de Altagracia, en la calle que desembocaba en el río Manzanares. Ella se llevó su piano; él, sus libros e ilusiones y se pusieron a inventar una familia. En aquella tierra temblorosa, un año después del terremoto de 1929, nació el segundo hijo de la pareja, y lo llamaron Germán. El Salón Azul fue el nombre que Antonio dio a su casa de comercio, reabierta en Cumaná; nunca fue a la escuela, pero era buen lector, sensible a la poesía y conocía bien Azul, de Rubén Darío. En aquella bodega con gran depósito, olorosa a frutos, Antonio continuó con el negocio familiar de acopiar, reempacar y vender tabaco, café y frijoles a las casas alemanas. Le iba tan bien, que el primer carro que rodó por Cumaná, un AC Action, ensamblado en Alemania, le pertenecía.

Guarichito pescador libre, desnudo (ca. 1938)

—Algo lejos ya de la costa, nos desnudábamos y, al regresar, nos vestíamos…

Como tantos niños del Cumaná de entonces Germán corría desnudo y libre por las playas del río y del mar. De madrugada, por la costa de Caigüire, se trepaba en algún peñero y salía al mar del golfo de Cariaco con pescadores guaiqueríes. Faenaban desnudos, tal vez por costumbre o porque cuidaban mucho su escasa ropa; no abundaban las telas en aquella ciudad, sólo había un telar donde se fabricaba la tela burda de algodón que vestía el común. Guarichito y libre, Germán sabía mucho del mar y de pescar, de frutos maduros, de pilar maíz con sus dos manos… chon, chon... No sabía leer, no había escuelas todavía.

La biblioteca de bahareque (ca. 1939-1943)

Papá me enseñó a leer; mamá, la materia más importante: Humanidad…

Antonio ordenó un día: hagamos un cuarto de bahareque en el patio, por si hubiera un terremoto. Todos ayudaron. Germán tuvo que amasar barro con paja y fueron tantos los días bajo el sol que su cabello se aclaró y lo llamaban “pelo’e paja”. Caña sobre caña, patuque tras patuque, el cuarto quedó listo, lo pintaron de azul, metieron los libros y su papá colgó una tabla donde escribió: BI-BLIO-TE-CA. Aquel fue un día importante para Germán porque recibió su primera clase de lectura; en adelante, padre e hijo leyeron juntos en feliz complicidad. Años después, cuando cumplió trece años, su papá le regaló y le dedicó su primer libro de Historia Universal, traducido del inglés; sabe que tiene todavía este libro, pero no lo encuentra. Por las tardes, cuando refrescaba, se metía por la ventana la música del piano de Mercedes, de quien cuenta Germán que en varias ocasiones dio señales de vida: sabía de compositores, música, poesía y, cuando hizo falta, armó algún zaperoco.

Triunfar en la vida (ca. 1947)

—No les dejaré una herencia importante, les regalaré la oportunidad de prepararse para triunfar en la vida…

¡Tremendo mandato condicionado!: sin preparación no habría triunfo. Vivían entonces en Caracas, en la esquina del Zamuro mientras Germán estudiaba bachillerato en el Fermín Toro. Pero, con preocupación, Antonio observaba que su hijo leía mucho sobre el marxismo.

—Hijo, le decía, el socialismo no tiene futuro.

—Pero, papá, respondía Germán sabiondo: usted ni siquiera ha leído a Marx, ni el Anti Düring de Engels…

—No los he leído, respondía Antonio, pero he vivido: el socialismo ignora la condición humana…

Y, tal vez, para alejarlo de tales lecturas, o porque le atraía mucho la ciudad luz, Antonio reunió a su familia y dijo:

¡Todos a París! (ca. 1947)

Fue peor; en la París de la postguerra el socialismo burbujeaba en cada esquina y Germán, libre como guarichito en Caigüire, terminó inscrito en el Partido Comunista. Tenía dieciocho años cuando, con amigos venezolanos, comunistas, enviaron un telegrama a Caracas protestando por el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos (24 nov 1948). La represalia no se hizo esperar y terminaron, todos, en la clandestinidad: Germán no podía estudiar, ni trabajar, ni regresar a Venezuela, cautiva ya de un gobierno militar. En París lo interrogaron y lo siguieron por todas partes hasta que el jefe de la policía lo declaró no-peligroso. Ahora sí podría prepararse, estudiar.

Comenzó por inscribirse en la Facultad de Derecho de la Universidad de París, donde, para ser admitido, debía hablar perfectamente francés. ¿Cómo?, ¿si faltaban apenas tres meses para los exámenes? Germán decidió que, si iba todos los días al cine continuado del vecindario, por el precio de un boleto, podría ver varias veces la misma película y aprendería francés. Así fue, y aprobó el examen. Aprendió mucho durante el año y medio que duró su paso por Derecho hasta un día, comenzando 1950, cuando decidió que aquello no era lo suyo. Por entonces había abandonado sus lecturas marxistas, desencantado de la gran farsa que resultó ser el socialismo científico que lo había entusiasmado, por entonces, además, se develaron los horrores del estalinismo. Abandonó la militancia. Antonio y su segundo hijo volvieron a ser los lectores compinches de antes.

Por entonces intentó por otro camino: la Escuela de Estudios Políticos y le encantó. Lo bueno fue que pudo trabajar y estudiar pues, como leía perfectamente el francés del siglo XIX, le encargaron la traducción de documentos del intervencionismo francés en México (1838-1867): ¡200 microfilms! De este esfuerzo resultaron no sólo su tesis y su licenciatura, sino también su amor por la Historia.

Vivía todavía en París cuando un profesor, que lo venía observando, le preguntó:

¿Y por qué usted no se va a México? Podría venir la guerra otra vez…

Quién así le habló fue nada menos que Salvador Azuela (1902-1983), decano de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Germán regresó a su casa, contó lo ocurrido y Antonio, sabio y viajero, lo decidió en un segundo:

¡Todos a México! (ca. 1956-1958)

Estaba en un salón de clases con otros aspirantes a ingresar en la prestigiosa maestría de Historia del Colegio de México cuando el profesor José Miranda (1903-1967) los interrogó así:

—¿Quién de ustedes tiene vocación de pobreza?

—Germán levantó la mano y dijo: Yo…

¿Qué es lo más viejo que ha leído del francés del siglo XVIII?, repreguntó Miranda;

—Voltaire, dijo Germán.

—Hmmmm, usted es la persona que yo necesito

Y fue así como quedó dentro, en un mundo totalmente nuevo, regido por exigentes historiadores. Tiempo durísimo fue aquel por su pobreza: vivía con cien dólares mensuales y con visa de estudiante no podía trabajar. Enterado de sus vicisitudes el profesor Daniel Cosío Villegas (1878-1976) tuvo una idea: Germán trabajaría ad honorem, como auxiliar de investigación del profesor Miranda cuyo secretario cobraría algo adicional a su sueldo, por supuestos trabajos extra y, con este excedente, se remuneraría al venezolano. Aceptó, estaba salvado, saldría de la pobreza…, pero ¿triunfar en la vida? ¿Qué deseaba ser?

Durante dos años trabajó y estudió día y noche hasta que se dijo:

—Historiador, esto quiero ser.

—Y ¿qué quiero hacer?

—VENEZUELA, se dijo.

Con tan claros objetivos todo fluyó: estudió Venezuela y hasta publicó en México sus investigaciones sobre Boves, Bolívar, la historiografía venezolana y el que llama su librito sobre la renovación de los estudios de Historia en Venezuela. Tenía veintiocho años y la maestría en Historia. Ahora podía regresar, sabía a qué iba.

La carta cerrada (8 de abril de 1958) 

—A un amigo

Se decía en México que quienes volvían a sus países, si habían sido comunistas, morirían; y que los comunistas activos los execrarían y no podrían trabajar. Germán intuía, además, que su visión crítica de la historiografía venezolana molestaría a colegas de prestigio. Su maestro, el historiador Alfonso Reyes, presidente del Colegio de México, previendo estas dificultades, le envió un sobre cerrado, una referencia tal vez, por si algún acaso… Lo guardó, sin abrirlo.

En Venezuela se organizaba de nuevo la democracia; el nuevo gobierno envió entonces un avión a México para repatriar a los exiliados y Germán lo abordó. Llevaba en su equipaje un sueño, un objetivo vital: abrir nuevas rutas a la historiografía venezolana para fortalecer la conciencia nacional e impulsar la democracia liberal republicana.

Mi Alma Mater (ca. 1964-1970)

—Soy producto de la Universidad Central de Venezuela…

Siguió por el pasillo hasta el decanato y entregó la carta cerrada a la secretaria. El decano sabía de exilios, era el filósofo español Juan David García Bacca (1901-1992), venezolano desde 1952. Germán se devolvía ya cuando escuchó que lo llamaban:

Señor, señor, el decano lo va a recibir

Se saludaron y García Bacca, con la carta abierta en una mano, le dijo:

Yo no sé dónde ni cómo, pero desde este momento usted trabaja aquí.

Su maestro lo recomendaba como investigador confiable en lo privado y cumplidor de compromisos. Esa carta le abrió las puertas del difícil medio académico venezolano de aquel tiempo: revalidó materias, obtuvo la licenciatura en Historia y se doctoró en la institución que, en adelante y para siempre, sería su Alma Mater.

La felicidad al precio de un mediecito (ca. 1964)

Ella, la que ya no está, pero nunca falta...

Alida nació en Maiquetía; se conocieron en la universidad cuando él era asistente de investigación y ella trabajaba en la administración de la biblioteca. No tardaron mucho en descubrir sus muchas afinidades hasta que, en una tarde caraqueña, rosada de sol poniente, al salir del trabajo él la invitó al Gran Café de Sabana Grande. Se ubicaron, pidieron un cafecito y, entre una cosa y otra, de pronto, él se la quedó mirando a los ojos muerto del susto y le preguntó: Alida, ¿te quieres casar conmigo? Directa y segura como era, ella dijo: SÍ… Todavía hoy Germán ríe cuando afirma que el amor de su vida le costó un mediecito.

La Escuela de Historia (ca. 1965-1970)

La Historia es un saber que va adquiriendo el carácter de ciencia, a medida que alcanza toda su potencialidad

Renovación. Siso Martínez le propuso, y Germán aceptó, ser el director de la Escuela de Historia; ahora podría impulsar la renovación de los estudios de Historia en su universidad. El movimiento renovador estalló en 1968: la Central estaba intervenida, militarizada, su autonomía violada y la Escuela enviada a morir en casas de por ahí. La Historia, se decía, servía para la Pedagogía o la Academia, pero no se aceptaba su potencialidad como Ciencia de lo social. Meses después, la Escuela volvió a su predio ucevista con nuevo plan de estudios, plantilla profesoral dispuesta al cambio, criterios de evaluación que premian el ejercicio del método crítico antes que la simple narración cronológica.

Planificación. Una feliz coincidencia entre Germán, Héctor y José Agustín Silva Michelena condujo (ca. 1970) a la creación del Área de estudios socio-históricos del Centro de Estudios del Desarrollo (UCV). Mucha valentía científica se necesitó para enfrentar estereotipos nacidos del estudio de otras realidades. Las publicaciones resultantes, por novedosas, no han tenido todavía suficiente impacto en las políticas públicas que deberían llevar más felicidad a este pueblo. La Historia, como disciplina, debe aún desarrollar el método prospectivo; ¿habrá que esperar mucho? En la mesa de discusiones de aquel Cendes abierto a la Historia, al futuro, participaron destacados profesionales de la disciplina en el mundo:  Ruggiero Romano (1923-2002), Anouar Abdel Malek (1924-2012), John Lynch (1927-2018), Manuel Moreno Fraginals (1920-2001), John Lombardi (1942), Nicolás Sánchez Albornoz (1926) y más; cada uno, en su oportunidad y según el proyecto, favoreció el desarrollo del conocimiento sociohistórico favorecido por aquella apertura cendista.

Refundación. Desde los años 80 se notaba en Venezuela un peligroso estancamiento de la democracia; Germán formaba parte de la Comisión para la Reforma del Estado (Copre) donde insistía en la urgencia de promover, más que el cambio en algunas leyes, un gran esfuerzo nacional para definir objetivos y compromisos para el futuro. El Pacto para la Reforma se firmó en 1990, pero el apoyo político inicial se fue derrumbando hasta que la Copre y sus avances, quedaron como una puerta entreabierta al futuro, y dejó de funcionar en 1999. ¿Se evitó así resolver el urgente y grave problema de cómo permitir a la nación expresarse para refundar, en paz, al Estado? Seguramente sí, se tuvo miedo al conflicto implícito, aunque resolver esto entonces habría evitado, tal vez, la conflictiva ruptura del tiempo que siguió. No estaban las conciencias preparadas para enfrentar y superar aquel reto que aún sigue planteado. ¿Lo estarán ahora?

Historiador del mundo (ca. 1995-2023…)

Como embajador, Germán tuvo oportunidades para estudiar la Historia de otras sociedades. Su bibliografía reciente revela mayor comprensión de la Historia global en su descomunal complejidad y transición. Desde Unesco, colaboró y dirigió equipos de investigadores que publicaron títulos como: Historia del Desarrollo Científico y Cultural, Historia General del Caribe, la de América Latina, de América Andina… y, la más llamativa, la Historia de la Humanidad. Hoy día y siempre, en la extensa y sólida obra escrita de este venezolano hallarán los interesados inspiración para cuando llegue el momento, que llegará, de vencer prejuicios y miedos, y reintegrara la sociedad venezolana, fracturada, mas no destruida, en el riquísimo continuum que es su propia Historia.

¿Triunfar en la vida? (ca. 2023)

¿Cuánto de aquel guarichito, pescador desnudo, hay en este Historiador del mundo? Su fresco sentido del humor, su sabiduría de la Historia que lo impulsa a emprender nuevas aventuras del conocimiento, enormes como su mar; el amor a la libertad para explorar, descubrir, expresar, ser; el esfuerzo honesto para enfrentar oposiciones y criticar al poder… Mirándolo bien: el Germán de hoy sigue abrazado a sus afanes de Historiador; sabe que sus lectores estudian el tiempo histórico para ordenar el futuro, sobre bases históricas confiables. Estas pinceladas muestran apenas las influencias que lo marcaron: Antonio fue un filósofo de la Historia pragmático y un padre, convencido de que estudiar para realizar los sueños era triunfar en la vida; Mercedes, mujer de su tiempo, culta y responsable, se fue un día como la reina Maab de Rubén Darío, caminando sobre un rayo de sol.

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