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Geometrías orgánicas de María Angélica Viso

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Por SUSANA BENKO

Hace cuatro años tuve la oportunidad de entrevistar a María Angélica Viso y conocer las diversas etapas y series escultóricas que hasta ese momento ella había realizado. Varias cosas en ese entonces me llamaron la atención, entre estas su relación con la manufactura y el diseño de objetos, que fue su primer acercamiento a la tridimensionalidad desde los tempranos años noventa. Luego su decisión de dedicarse en pleno a la escultura que desarrolla con disciplina y pasión desde los finales de esa misma década. Pero, además, hay que decir que en aquella primera entrevista conocí a una mujer que no se amilana ante el trabajo arduo con los materiales, y que solo delega alguna faena cuando requiere de algún procedimiento o recurso tecnológico especial con el que ella no cuenta. De resto, todo lo hace María Angélica con sus manos: cortes, dobleces, ensamblajes, soldaduras y pintados. Y, por si fuera poco, ella misma instala sus piezas. Este continuo hacer sucede desde sus primeros trabajos en madera —en etapas muy tempranas— y luego los realizados en metal con láminas de acero al carbono o, como ahora, con aluminio. En resumen, es una artista que se caracteriza por superar cualquier obstáculo que encuentra en su camino. Ella decide, actúa, hace. Como escultora doblega la dureza del material para crear formas de apariencia flexible, tal como se ha distinguido cuando deshoja el hierro como si fuera un trozo de papel.

Pasaron ya tres años desde que María Angélica decidió residenciarse en Valencia, España. He seguido su proceso creativo a través de su cuenta de Instagram, @mariaangelicaviso, así como en la de su galería en Caracas, GBG Arts. Antes de partir ella se encontraba realizando las series Deshojando, Inserciones, Geometrías variables y Geometrías truncadas. Sin embargo, no mucho después, vi aparecer piezas cuyas formas se componían a base de curvas.

La primera obra la produjo en Caracas. Ya la artista tenía, antes de partir, una inquietud personal de cambiar y variar sus geometrías. Aprovechando desmontar “una de sus truncadas”, comenzó a indagar en nuevas formas hasta lograr configurar estos nuevos elementos de siluetas curvilíneas sobre un bastidor.

Esta nueva serie, titulada Geometrías orgánicas, tiene hoy día un alcance y una dimensión verdaderamente importantes. En efecto comenzó, a partir de entonces, un laborioso proceso de registro, análisis, selección y recolección de formas. Su percepción y visión sin duda se “afinaron” durante estos tres años de modo tal que su trabajo creativo, si bien deriva de una depurada investigación, al mismo tiempo se torna más libre y menos sujeta a la inflexibilidad geométrica. No obstante, no hay que perder de vista que esta nueva serie sigue siendo geometría pues deriva de la anterior claramente geométrica. Aquella experiencia inicial fue crucial, sin duda, pues la artista ha tomado conciencia de que estas formas —como los vacíos— existen en todo lo que nos rodea: en la naturaleza y también en la arquitectura, vista la construcción en su totalidad como en sus detalles estructurales. Al respecto, ha sido importante ver directamente las formas descomunales y modernísimas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias proyectadas por Santiago Calatrava en Valencia, donde ella reside. Pero lo mismo le sucede observando determinados ángulos de algunos objetos. “No tengo que inventar las formas —comenta María Angélica—, ellas me están llamando”. Para ello, la artista ha cambiado su modo de operar: “captura” imágenes, por medio de dibujos y fotografías, formas que extrae de la realidad generando a la vez otras nuevas en un proceso que podemos inferir equivalente a la proliferación de formas como ocurre en la realidad natural.

Además del entusiasmo por esta manera nueva de hacer y crear, hay varios aspectos que conviene señalar. El primero es la libertad con que ahora María Angélica realiza sus esculturas. Ello ha implicado tres interesantes variantes en la serie de las Geometrías orgánicas. Una primera se produce cuando compone diversas formas orgánicas sobre los bastidores; otra, a la inversa, cuando recorta dichas formas en una lámina que será obra y soporte a la vez. Aprovecha el vacío para generar otras posibilidades formales. La tercera variante, más libre y con posibilidades de trabajar en diversas escalas, resulta cuando deja definitivamente los bastidores o soportes y libera las formas recortadas para distribuirlas directamente sobre la pared como “formas en el espacio”. Esto le ha permitido realizar varios murales de gran formato como el que instaló en el Centro de Arte Villa Eugenia de Godella en Valencia de 9 metros y medio de largo.

Todo este proceso de liberación y ampliación en sus procedimientos escultóricos fue posible desarrollarlo fuera de Venezuela. En España ha logrado acceder a herramientas muy novedosas que le facilitan el trabajo. Igualmente, el cambio de material, de acero al carbono por aluminio, le ha permitido crear efectos de “profundidad” al utilizar doble lámina de distinto color para su serie de Dúos o Geometrías orgánicas bicolor. Asimismo, crear movimiento en el caso de las Geometrías orgánicas móviles o bien aumentar los tamaños en murales en gran formato. La ligereza del aluminio le ha permitido, por otra parte, viajar con sus obras, razón por la que ya tiene varias instaladas en Francia, España, República Dominicana, Estados Unidos e incluso en Caracas. Sin duda, María Angélica está viviendo una etapa de indudable amplitud.

Desde el punto de vista cromático, también hay novedades. Y en esto influye la enorme variedad de posibilidades que ha encontrado para la obtención de pigmentos y colores. El color en la obra de María Angélica es sinónimo de luz y vitalidad, por lo que este aspecto tiene particular importancia. Se le presentan ahora salidas novedosas como el mural en dorado cobrizo que presentó en su reciente muestra individual en la Galerie Annotiau, en Rodez, Francia. Fue particularmente interesante por el contraste que se dio entre esta obra “luminosa” frente a las paredes negras de la galería. Pero además de usar colores hasta entonces inexplorados, María Angélica está trabajando con otros procedimientos que le permiten crear efectos cromáticos diversos dependiendo del tipo de material y técnica que utilice. Uno de ellos es el uso de pinturas monocromáticas de última generación. Con estas no solo trabaja colores nuevos de fuerte intensidad, sino que al agregar unas partículas a la pintura le da a la pieza una apariencia metalizada o perlada. Como ella señala: “Esto le da profundidad al acabado”. Con las pinturas iridiscentes, por otra parte, puede crear cambios cromáticos según la incidencia de la luz y el desplazamiento del espectador. Estos cambios de color se producen por las microesferas de cristales que incorpora igualmente a las pinturas. Por último, están los anodizados que consiste en un proceso electroquímico que modifica la superficie de la lámina con una capa endurecida y pigmentada otorgándole mayor protección tanto al material como al color, idóneo para esculturas en espacios abiertos. Este es el único procedimiento que la artista requiere de la intervención de especialistas españoles. Con el anodizado ha logrado un brillo muy especial en colores intensos.

Estas novedades técnicas le permiten profundizar en sus planteamientos escultóricos manteniendo siempre el protagonismo en las formas y en el color y su adecuada integración a un espacio. Todo bajo una exigencia de perfección y pureza tanto en la manufactura como en el tratamiento técnico de las piezas.

No cabe duda de que estos tres años transcurridos han sido especialmente productivos para la artista. Además del descubrimiento de nuevos recursos técnicos y materiales, la concientización que ha adquirido acerca de sus procesos creativos redunda en una visión más profunda sobre su obra. Ha cambiado su relación con el mundo, con lo que le rodea, por lo que todo, visto en su esencia, es para María Angélica motivo para crear una obra de arte.

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