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García Bacca, filósofo navarro-venezolano

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Por CORINA YORIS-VILLASANA

Al hablar de la filosofía en Venezuela, hay nombres insoslayables. Tal es el caso de Juan David García Bacca.  Nació con el siglo XX, 1901, en Pamplona; falleció en Quito, 1992. Quedó huérfano de padre a muy temprana edad, apenas contaba 11 años y entró a estudiar en el colegio de los padres claretianos de Alagón. Más tarde, ingresó al Seminario Claretiano en Cataluña, y realizó sus estudios de novicio en Cervera. Con tan solo 15 años, hizo su primera profesión religiosa; completó sus estudios entrando a formarse en Filosofía y Teología con los jesuitas en la Universidad de Cervera; estudió Moral y Derecho en Solsona y fue ordenado sacerdote en 1925. Esa brillantez intelectual que hizo su aparición desde su infancia le valió un gran reconocimiento por los superiores claretianos y culminó en Bélgica su formación filosófica y teológica en la Universidad de Lovaina. Allí también se destacó y obtuvo su doctorado en Teología. Pero García Bacca se enamora de las Ciencias; no solo estudia con mucho entusiasmo Física Atómica y Teoría de la Relatividad en el Institut für theoretische Physik de Múnich, sino que se interesa vivamente por el Álgebra, Teoría de Números, Cálculo Infinitesimal, Ecuaciones Diferenciales, Geometría y Topología. Este momento de formación lo culminará obteniendo la licenciatura en Filosofía en 1934 y el doctorado en la misma disciplina en 1935, con la tesis titulada Ensayo sobre la estructura lógico-genética de las ciencias físicas en la Universidad de Barcelona. Es interesante enfatizar que el jurado examinador de la tesis estuvo conformado por Xabier Zubiri, Joaquim Xirau, Carreras Artau, Jaume Serra Hunter y Pedro Font Puig, nombres estrechamente asociados con la Universidad Autónoma de Barcelona. En una extraordinaria entrevista, publicada en la revista El Basilisco, 1981, a J. Ferrater Mora, este hace una breve descripción académica de casi todos estos filósofos, que bien vale la pena releer.

Llega así 1936 y García Bacca entró al concurso que ofreció la Universidad de Santiago de Compostela para la cátedra de Introducción a la Filosofía y lo ganó. Sus biógrafos narran que su intención era irse a la Universidad Autónoma de Barcelona, pero fue el año del estallido de la Guerra Civil española, conflicto bélico que le costó a España, según cifras oficiales, más de 600.000 muertos y el exilio de más de 200.000 personas, entre los cuales se encontraban inestimables profesionales e intelectuales, pérdida muy valiosa para España. Este malhadado momento de la vida española imposibilita que García Bacca entre a ejercer su cargo en la cátedra de la Universidad de Santiago de Compostela y, mucho menos, concretar su sueño de irse a la Universidad Autónoma de Barcelona.

De tal manera que, casi intempestivamente, y tomando en cuenta su clara oposición a la insurrección, García Bacca deja España y se va a París. Cuando termina la Guerra Civil, García Bacca emprende su exilio a Latinoamérica. Estos dos episodios marcaron hondamente al filósofo; no solo abandona la orden religiosa, sino que le da un brusco giro a su pensamiento (1).

Etapa claretiana y de formación lógico-matemática de J. D. García Bacca

Hay momentos en la vida de los pueblos que marcan para siempre a sus ciudadanos. En España, donde históricamente han existido varios momentos de destierro, la emigración suscitada por la Guerra Civil española ocasionó un éxodo masivo; la cruenta guerra alcanzó una connotación internacional sin precedentes.

En la mañana del 1° de abril de 1939, se leyó en la radio un parte que decía: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. En cualquier reseña de aquellos días se narra que en Alicante había miles de personas buscando barcos para huir del país. Así fue como millares de españoles vinieron a Latinoamérica, en especial a México, Argentina o Venezuela. Otros lo hicieron finalmente, a pesar de las penurias, a distintos países de Europa, sobre todo a Francia.

Sin duda alguna, el exilio marca la vida de García Bacca. Este acontecimiento truncó completamente su vida, reorientándola por caminos que muy poco antes ni siquiera podía imaginar.

En casi todos los estudios que he leído y consultado sobre García Bacca, hay una frase que se repite con distintos giros, según el rasgo estilístico del analista, pero siempre con igual significado, frase que yo misma he parafraseado: “La Guerra Civil y el exilio actuaron en García Bacca como desencadenantes de una profunda crisis vital, de fe e intelectual que le llevaría a romper con su orden religiosa y a dar un brusco giro a su pensamiento”. Sin embargo, esa etapa y la ruptura no es precisamente la más analizada o comentada.

Por ello me referiré brevemente a esa etapa de la que poco se habla como he señalado. Tres son las publicaciones esenciales para adentrarse en esta época: J. D. García Bacca (2000). Confesiones. Autobiografía íntima y exterior, Barcelona, Anthropos. Jorge M. Ayala (2004). J.  D.  García Bacca. Biografía intelectual (1912­1938). Carlos Beorlegui (2019). “La etapa claretiana de J. D. García Bacca. Contraste de interpretaciones”, en Pensamiento, vol. 75 (2019), núm. 286.

En la presentación de las Confesiones. Autobiografía íntima y exterior, Juan F. Porras Rangel realiza una breve reseña donde apunta con mucha precisión que ese texto es una narración valiente del recorrido que hace García Bacca para conquistar su autonomía. Al leer las Confesiones y detenerse uno en la trayectoria claretiana y su alejamiento de la Iglesia, puede observarse que en nuestro filósofo quedaba aún la impronta de esos años. Al recordar una invitación que le hicieran al Congreso Internacional conmemorativo del VII Centenario de Tomás de Aquino, contribuyó enviando “Del ente y de la esencia; comentarios por Fr. Tomás Cayetano, O. P.”, traducción del latín por Juan David García Bacca, publicado en 1974 por la UCV. Esa obra tuvo una gran recepción en el Congreso y al recordar este suceso, García Bacca escribe: “En mi opinión, no se ha escrito obra de Metafísica no solo igual, menos aún superior (…). Tal fue mi homenaje a Fr. Tomás de Aquino. Empleando una vez más la metáfora significativa del odre: La Filosofía y Teología tomista fue el primer vino —filosófico y teológico— que en mi entendimiento y alma se vertió. Qué y cuánto de su aroma perdure en mis obras es punto tratado aquí. Sabrán —si no continuamente, sí de cuando en cuando— al sabor, al aroma del primer vino”.

En su obra, Ayala ofrece un conjunto de detalles fundamentales que permiten una mejor aproximación a la vida de García Bacca en los años anteriores al exilio. A su vez, ese acercamiento posibilita relacionar toda su producción con mucho más acierto.

Ayala tuvo acceso a cartas entre García Bacca y sus superiores religiosos, hecho que le permitió detallar los viajes a Múnich, y después a París, Lovaina y Friburgo. Beorlegui dice, con respecto a estos detalles que: “En esas cartas se puede apreciar la pasión extraordinaria con la que se dedica al estudio y a aprender de otros centros superiores de estudio, con objeto también de aplicarlo en los seminarios claretianos de la provincia de Cataluña. Esta pasión no la abandonará nunca, ni siquiera en medio del conflicto de la guerra civil”.

Pero Ayala hace algunos comentarios que no son favorables al filósofo. García Bacca en Confesiones expresa que, durante su etapa claretiana, llegó a sentirse secuestrado y quería pensar libremente. Esas palabras expresan un estado de ruptura con su vida religiosa, pero no una expresión de desprecio hacia la orden religiosa a la que perteneció. El espacio limitado de este escrito impide que me explaye más, pero recomiendo para los interesados los libros que cité al principio de este apartado.  Coincido con Beorlegui cuando dice: “[De esas expresiones] no se deduce que toda su vida entre los claretianos haya sido una farsa, que se expresa y aclara, por fin, cuando deja la institución para marcharse a América (…). Pero de ninguna manera resulta lógico querer ver por ello, desde el inicio de su entrada en la orden unas intenciones torcidas e interesadas, como parece indicar Ayala en diversos momentos del libro”.

Además de esta etapa, llamémosla escolástica, como lo denominan algunos analistas de su obra, se da paralelamente un período durante el cual realiza los estudios del tomismo conjuntamente con la investigación sobre lógica, física y matemáticas. No es un simple paso por las ciencias; García Bacca llegó a formar parte de instituciones como la Asociación Catalana de Matemáticas. Ha sido considerado en España como uno de los pioneros en los estudios sobre la lógica formal. En muchos de los artículos que pueden leerse sobre esta fase de su trayectoria se le reconoce como una autoridad en lógica.

Exilio en Latinoamérica

García Bacca decidió exilarse y viaja a Ecuador; aceptó la invitación que le había sido ofrecida por la Universidad de Quito. Inició así su destierro en Hispanoamérica, donde pasó el reto de su vida. Allí conoce a quien poco tiempo después se convertirá en su esposa, María Fanny Palacios; en 1942 viaja a la Ciudad de México, contratado por la Universidad Nacional Autónoma de México, país que acogió a un número muy importante de ese exilio español.

Años más tarde, 1946, viajó a Caracas, invitado por la Universidad Central de Venezuela, donde participó activamente en la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras. Esta convocatoria fue hecha por Mariano Picón Salas y fue compartida con otros filósofos españoles, también exilados en México, como José Gaos, Eugenio Ímaz, Manuel Granell y otros. De ese grupo, solo Juan David García Bacca y Manuel Granell permanecieron definitivamente en Caracas. Se nacionalizó venezolano; recibió un Doctorado Honoris Causa por la UCV; fue Decano de la Facultad de Humanidades y Educación y director fundador del Instituto de Filosofía. Paralelamente ejerció la docencia en el Instituto Pedagógico de Caracas. Su actividad profesoral fue continua, sin interrupciones, hasta el momento de su jubilación en 1971.  En 1979 vuelve a Quito y allí permanece hasta su muerte en 1992.

Durante estos años, pueden observarse dos de las marcadas fases de su filosofía: la influencia de Ortega que dura hasta que transita por el ontologismo existencialista de Martin Heidegger.

Llegamos así a su decantación por el marxismo, influencia que resulta determinante en su pensamiento, como bien lo señala C.  Beorlegui: “Si hasta 1960 los suelos filosóficos en los que se apoya su pensamiento habían sido, tras su primera etapa neotomista, el raciovitalismo orteguiano, el historicismo diltheyano y el ontologismo existencialista de Heidegger, a partir de la fecha indicada su referencia fundamental fue el pensamiento de K. Marx”.

El giro que da en su pensamiento se produce como resultado de muchos elementos que se conjugan: son los años muy peculiares de Hispanoamérica, políticamente hablando; influye también la conocida invitación que le hizo A, Machado a “filosofar para el pueblo”. Es la época de su mayor producción y madurez filosófica. Queda pendiente una deuda con el gran filósofo que fue Juan David García Bacca y sirvan estos artículos de hoy en el Papel Literario para invitar a analizar su vasta obra.


Referencias

  1. He tomado los datos biográficos de J. D. García Bacca de Roberto Arechaga, “Juan David García Bacca, un humanista a la altura del siglo XXI”, como también me he valido del artículo de Carlos Beorlegui, «El pensamiento de Juan David García Bacca, un filósofo navarro desconocido» y de la página web de la Fundación García Bacca. Para la etapa claretiana he manejado tanto a C. Beorlegui en su estudio “La etapa claretiana de J. D. García Bacca. contraste de interpretaciones”, como a Jorge M. Ayala, D. García Bacca. Biografía intelectual (1912-1938) y las Confesiones de García Bacca.