Al pensar en olvidados uno de los más resaltantes es Gabriel d’Empaire (Maracaibo, 18 de agosto de 1885 – Caracas, 10 de octubre de 1971). Quizás su manera de ser, aislado e introvertido, haya ayudado. Nunca tuvo una sola exposición, ni siquiera colectiva. Y su obra quedó para la desmemoria. Sabemos que estudió en el Colegio Cedestrón en Curazao por diez años. Un lugar donde los marabinos enviaban a sus hijos a que aprendieran idiomas y comercio. Habló correctamente inglés, francés e italiano. Para 1903 viaja a Caracas a estudiar arte, inicialmente, con un caballero francés de apellido Durban (no identificado) y luego, en la Academia de Bellas Artes con el pintor Antonio Herrera Toro. A raíz de la ruptura desde 1909 hasta la aparición del Círculo de Bellas Artes (1912), que ocurre por discrepancias con el director Herrera Toro por la manera de dar las clases de arte. Así las cosas, d’Empaire se queda con la Academia. Alumno aventajado de Herrera, este lo recomienda al entonces director de la famosa revista El Cojo Ilustrado –Jesús María Herrera Irigoyen– y comienza a trabajar como ilustrador de la revista. No tenemos la fecha exacta en que se inicia en estas labores pero estimamos que debe haber sido por 1909. De tal manera, que todas las bellas iluminaciones hasta 1915 –donde ocurre el cierre de la revista– fueron producto de la mano de d’Empaire.
Se establece en una casa de Cruz Verde a Velásquez y se dedica totalmente a su oficio de pintor –ciertamente era muy difícil en esos años que un artista se dedicara a su vocación. Aparte de pintar paisajes, también hacía muchos murales para casas.
En 1911 se casa con Carolina Estrada Montufar –descendiente de María Antonia Bolívar– con la cual procrea once hijos, diez hembras y un varón. Para ese tiempo pintaba paisajes, marinas, bodegones y de manera insistente, rosas. Por recomendación de Herrera Toro, la viuda de Arturo Michelena le solicita sus servicios para restaurar algunas piezas de su marido. Se genera una amistad. Y a partir de ese momento empieza a reproducir las piezas de Michelena. Fue así que copia La vara rota, Miranda en la Carraca, La joven madre, desnudos y diversas piezas del maestro Michelena. En pago, comparten obras, ella de su marido y él, le pinta una vista de su casa en La Pastora (colección Museo Arturo Michelena). En una visita a Caracas el entonces Presidente del Perú –Manuel Prado Ugarteche (período 1939-1945), se enamora de la pieza Pentesilea del maestro. El Presidente Isaías Medina (período 1941-45), como una atención, recurre a sus oficios por recomendación de Doña Lastenia de Michelena –para que le haga una copia.
En 1948 se va a Caraballeda, donde vive seis años. Ahí pinta marinas y escenas populares. Se hace amigo de Armando Reverón –quien le pinta un retrato. Fueron amigos, pero nunca se identificó con su pintura. Su familia lo recuerda siempre, como un ermitaño en su habitación, con la única compañía de sus cuadros –a los que les hablaba en francés–, y una persistente pipa que nunca le abandonó. Se aisló voluntariamente para negar todo lo que ocurría a su alrededor, incluso en el arte.
Obra esencialmente académica. Destacan los paisajes y las marinas. Quizás porque es donde se percibe su impronta personal. Hay piezas de pequeño formato donde la precisión del trazo recuerda detalles fotográficos. La delicadeza de las mismas delata que fueron pintados con un pincel de un solo pelo. Así es la fineza del trazo. Y aunque no formó parte del Círculo de Bellas Artes sí termina abrazando sus temas. Suponemos que d’Empaire decidió no tomar caminos empedrados que le impidieran una vida calmada y plácida. Fue una pintura valorista. Si hubiese delimitado planos cromáticos hubiera sido un colorista de vanguardia. Los que ahora miramos esas pinturas siempre nos habíamos preguntado su completa negación en vida a exponer. ¿Temor a sentirse señalado por sus contemporáneos? ¿Inseguridad? ¿Rechazo? Estamos seguros que si Gabriel d’Empaire hubiese sido más arriesgado en su pintura pudiera haber llegado a caminos infinitos. Lo afirmamos porque hay piezas en las que parecía quería abrazar un estilo menos académico y más audaz. Quizás le faltó la valentía o pensó que esa vía podría llevarlo a la ruina. Finalmente tenía que alimentar a once hijos.
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Ilustraciones
(1) Dibujo de Gabriel d’Empaire realizado por Armando Reverón; carboncillo y tiza sobre mazonite; 1948; 61 x 49 cm; firmado; colección privada
(2) s/t (muro con trinitarias); óleo sobre tela sobre madera; firmado; sin fecha; medidas: 28 x 17 cm (a la vista); colección privada
(3) Diana Cazadora; óleo/tela/madera; firmado; sin fecha; medidas: 10 x 16,5 cm (a la vista); colección privada