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Francisco Herrera Luque: «Al doctor Fausto le salió psiquiatra»

Francisco Herrera Luque (1927-1991), psiquiatra, diplomático, novelista y ensayista. Autor de éxito, escribió libros que recibieron amplia acogida sobre figuras de la historia venezolana como Bolívar, Piar y Boves, o los tres volúmenes de “La historia fabulada”. La entrevista que sigue salió en 1983, a propósito de la publicación de “La luna de Fausto”

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Ya está listo para irse al pasado y así lo manifiesta. Afuera ruge el presente, golpea muros, paredes, cristales, en forma de lluvia tormentosa que para los conductores es una cortina flotando y ondeando en cámara lenta. Una cortina de agua que deja siluetas engañosas donde antes había edificios, casas, árboles. Toma el teléfono sin cables y “toca” un número. Se despide de alguien.

La lluvia es como un gato jugando con el ratón de los colores: muestra que ha atrapado entre sus colmillos de niebla el verde intenso, casi artificial, de la grama.

Más allá de los cuadros de Tovar y Tovar, de los sólidos objetos de arte de otras épocas, en un alejado recodo de la casa, una cocinera hace sopa y el olor de esa sopa se viene de visita hasta donde el escritor y editor de Pomaire, José Cayuela, habla con el escritor-psiquiatra Francisco Herrera Luque, sobre los últimos detalles de un viaje.

Cayuela dice que Pomaire es una editorial internacional que, como todas, edita libros con intención de acuñar un éxito en cada tiraje. Tiene un reducido grupo de autores que sostienen las ventas de la empresa “y no debería decirlo, pero uno de esos escritores es Pancho”. Le dice Pancho a Francisco Herrera Luque y éste lo trata de Pepe.

“Pepe me motiva a escribir, siempre me anda animando”, comenta Herrera Luque.

Cada uno de los libros de Herrera Luque ha sido un éxito de venta en el país y fuera del mercado venezolano. Cuando comenzó a combinar y mezclar los hechos históricos con la ficción, realizó uno de sus deseos más ambiciosos: ser novelista.

En 1972 publicó Boves, el Urogallo; en 1975, En la casa del pez que escupe el agua; en 1979 aparece la obra Los amos del valle y en 1981 surge La historia fabulada. Este último libro es un ejercicio literario repleto de sátira.

Cada uno de sus libros los escribe, por disciplina, siete veces. Cuando terminó Los amos del valle, que fue un trabajo de tres mil horas, dijo que no iba a escribir más. Estaba seguro de que se le había ido la inspiración. Por eso, todos los proyectos de novelas que tenía en la mente los metió como fragmentos en La historia fabulada, los dejó allí y siguió con su psiquiatría.

Herrera Luque explica: “Desde 1953 me apasionaba la personalidad del Welser Felipe Von Hutten, quien llegó a Venezuela en 1535. Pero no tenía el tema, la historia, hasta que supe que estuvo ligado a Fausto. Entonces, cuatro años después de escrita mi última novela, surgió en mi mente la inspiración. Otra novela”.

―Que será más universal ―interrumpe Cayuela, explicando que abarca Europa y Latinoamérica, aparte de mostrarse francamente atraído por el tema.

―¿Cuál es el hilo que une a Hutten con Fausto? ―preguntamos.

Francisco Herrera Luque detalla:

―El doctor Fausto le hizo una profecía en Alemania cuando se disponía a embarcarse para Venezuela en busca de El Dorado. Tanto la presencia de Fausto y de su semblanza, son rigurosamente históricas, al igual que lo que le dijo a Hutten cuando le trazó su horóscopo.

―¿Existió Fausto entonces?

―Goethe, sin saber que Fausto había sido un personaje de carne y hueso, lo convirtió en uno de los dos personajes más importantes de la literatura universal.

Francisco Herrera Luque ha titulado su nueva novela La luna de Fausto. Le falta reescribirla y para ello necesita hacer la ruta de Felipe Hutten y rastrear a Fausto. Solo unas diez horas antes de partir hacia España y Alemania se desarrolló la entrevista.

La luna de Fausto

Herrera Luque se enfrenta a un tema mucho más apasionante y difícil que los anteriores. En el diván de su creatividad deberá acostar a Fausto y a Felipe Von Hutten. Tendrá que viajar al pasado con mucha imaginación para atrapar la atmósfera y la verdadera personalidad de los protagonistas.

Herrera Luque no se permite abordar la historia sin documentación certera, ni pone en juego su ficción sin comprometerse de alguna manera con el invento. No será un suceso extraño que en Alemania alguien le oiga hablando con un tal Fausto sin que ese señor se vea por parte alguna.

Felipe Von Hutten era un noble alemán, de la primera aristocracia y muy ligado afectivamente a Carlos V y a su hermano el archiduque Fernando, futuro emperador de Alemania.

La historia de La luna de Fausto transcurre en tres ambientes: Alemania, España y en la Venezuela que comienza a descubrir a los europeos. Entre estos europeos destaca Hutten por sus peripecias.

―Como en mis obras anteriores, la trama y la semblanza de los personajes históricos se ajustan en lo fundamental a hechos reales o tenidos como tales por los cronistas y los historiadores. Hace más o menos tres meses me bajó la inspiración, que me había abandonado desde hace cuatro años. Al igual que otras veces dejé fluir, como si fuese una catarata, todo lo que quería salir. En esta fase no se atiende ni el estilo, ni la precisión ni otros detalles. La narración surge por sí sola, sin esquemas preestablecidos.

―¿Es ese su método? ¿es espontáneo aún investigando tanto sus temas?

―Cada escritor tiene su método. Uno, cuando se sienta ante la máquina, no sabe aún lo que va a salir. De pronto surge un personaje con gran fuerza y vigor, sea de ficción o histórico, del que no teníamos la menor idea que hablaríamos o que rebasó nuestros propósitos.

―Esto ¿detiene su labor?

―Como creo que toda novela debe continuar siendo un relato, debe tener un planteamiento, un desarrollo y un final. De lo primero que me ocupo, y a veces sale sin mayor esfuerzo desde el primer momento, es tener una sólida columna vertebral de la narración. Eso es lo que tengo en este momento. Luego habrán de pasar dos o tres años, porque la obra la escribo siete veces.

―¿Cuándo considera que la obra está lista?

―Cuando me la quita el editor― responde, con ciertas ganas de reír, que marchita antes que surja una carcajada.

Luego dice que “las galanuras literarias se añaden desde el principio o un poco después, dejando para las últimas versiones la atención específica del asunto. Porque luego de tener la columna vertebral, viene la parte de la precisión histórica y geográfica, que consume mucho tiempo. Siempre recorro los espacios y parajes por donde transcurren mis obras de novela histórica, pues me son indispensables a la inspiración”.

―Por eso se pasará varios días entre Würzburg, Ausburgo, Staufel, Sevilla, Sanlúcar y Canarias…

―Sí. También pienso ir a El Tocuyo y Quibor. De allí viajaré hasta Coro, a través de la Sierra y repetiré el periplo tantas veces hecho por Hutten, de Coro hasta San Felipe y Barquisimeto, por el camino de la costa. Necesito para mi creación dejarme empapar por el ambiente. Debo ir hasta las cabeceras del Amazonas, donde se dice que Felipe Von Hutten halló El Dorado, pero lo veo muy difícil, salvo sobrevolar la zona.

―Al terminar ese recorrido ¿le da trabajo al psiquiatra que hay en usted?

―Suele surgir, después de un recorrido así, la última versión, la definitiva, y me aboco entonces al tratamiento psicológico de los personajes de acuerdo a su tiempo histórico.

Generalmente hace que sus manuscritos los lean sus amigos antes de entrar en imprenta. Trata de escribir tomando en cuenta opiniones que surgen “de las personas más sencillas hasta el más encumbrado intelectual”.

Su primera novela: rota

Francisco Herrera Luque, amenazado por una sopa que debe tomarse antes de hacer el viaje (“tómese su sopa doctor, mire que entre ese papelero se pasa horas sin comer nada”, le dice la cocinera), observa que la lluvia persiste en aplastar flores y mover limpiaparabrisas.

Cuenta que desde los 15 años escribe, pero la psiquiatría ha sido una vocación muy fuerte. “No la dejaría jamás”. A la literatura lo lanzó Luis Augusto Germán Orihuela: “él fue quien me metió en esta vaina”, comenta.

Siendo muy joven escribió una novela que nunca se editó: Las memorias de doña Engracia, una señora decente. No se editó porque una señora la leyó y la rompió acto seguido.

“Ser psiquiatra me ayuda en la perspectiva, pero más me sirve el hecho de que yo he vivido, conozco la vida”, dice.

―¿Por qué no escribe del presente?

―Escribo del pasado porque le rehúyo al presente. Si escribiera sobre el presente tendría que irme del país ―responde.

Es un hombre fornido, con eterna cara de estudiante. Se nota alto y enfant terrible, aún estando sentado quietecito delante de los retratos de sus bisabuelos, pintados por Tovar y Tovar.

Habla otra vez de su novela y señala que Fausto se opuso al viaje de Hutten, le vaticinó lo que iba a suceder. Los Welser eran la primera transnacional que hubo en el mundo. Tenían un capital de 15 toneladas de oro, la mitad de la flota española, bancos alemanes, eran traficantes de armas, de sederías, pedrerías, y eso le fascina. Igualmente la personalidad de un caballero aristócrata como Felipe Von Hutten, quien anduvo por el trópico con tantos forajidos. Recrea el impacto surgido al descubrirse unos a otros simultáneamente, aborígenes y europeos.

Detallará en su novela hechos insólitos como cuando el secretario del Rey de Francia se comió a un muchacho, o la de un europeo que disecó a un indígena. Los indígenas varones fueron excluidos en el proceso de colonización: los caquetíos tenían mujeres muy bellas, le decían a su tierra El valle de las damas “y allí 490 españoles e indias se dieron un banquete mutuo, una cosa orgiástica”.

“Creo ―expresa de improviso― que mi novela debería llamarse El despertar, pero sonaría muy cursi, aunque se trata de eso: de un despertar”.

Pepe Cayuela opina a esta altura de la conversación que Los amos del valle es una novela con valor estético. Hace el comentario porque considera que las obras de Herrera Luque son vistas a veces por la crítica como obras de menos valor literario que otras. Pone como ejemplo el caso del certamen Rómulo Gallegos y expresa que Los amos del valle tiene tanto valor literario como las mejores piezas que allí participan.

Herrera Luque piensa que después de escribir un libro en el cual se trabaja con realidad y ficción, recreando la realidad y creando en ella y en su entorno, el escritor cambia, se transforma. “A mí me pasa que salgo cambiado cada vez que escribo un libro… el autor ya no es el mismo”.

“La ficción es lo más difícil y a veces resulta ser más verdad que la verdad”, apunta.

Dice eso antes de partir en busca de los lugares por donde pasó Hutten, del vínculo que unió a este con un Fausto de carne y hueso. El gato blanco de la lluvia ha soltado, relamido y extenuado, al ratón verde de la grama.

Se maneja el concepto de que al enfant terrible generalmente no le gusta la sopa, y para muchos, Herrera Luque es un “terrible” de la literatura venezolana.

Quizás por eso, cuando su esposa se une a la insistencia de que debe probar la sopa, hacer un alto en su trabajo y alimentarse, el escritor expresa por lo bajo:

―Pepe: tienes que tomar sopa tú también… estás trabajando mucho.

José Cayuela agarra el maletín y despidiéndose aprisa “porque tengo una cita de negocios” le responde al atravesar la puerta:

―Dile a Fausto que se la tome.

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