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Eugenio Montejo continúa girando con la tierra

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Por ALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

Eugenio Montejo sigue su viaje por la tierra. Mientras ésta gira su poesía se enmarca en la relevancia de sus imágenes. Montejo continúa su aventura, su larga navegación por las palabras, su elevada y nunca cerrada conclusión: su vida entera en unos volúmenes que lo siguen consagrando, que lo habilitan, una vez más, a ser uno de los poetas más brillantes de la lengua castellana.

Eugenio Montejo respira felizmente en estos dos primeros tomos donde toda su poesía y todos sus ensayos se hacen una hermosa realidad en la que estuvieron involucrados Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini, quienes fueron los responsables de que la Editorial Pre-Textos lanzara al mundo este par de libros que ya han comenzado a recorrer el mundo de los lectores de habla castellana. Queda a la espera un tercer volumen donde la bibliografía tendrá su espacio.

La vida de Eugenio Montejo está en estas páginas. Allí viven su poesía y sus ensayos, su manera de ser, su personalidad, sus silencios, susurros y sonidos. El Eugenio Montejo que vivió en Maracay y Valencia. El Montejo caraqueño. El Montejo de la Universidad de Carabobo y la revista Poesía. El Montejo de Güigüe y Patanemo. El Eugenio Montejo nacional e internacional. El poeta Eugenio Montejo, el siempre celebrado. El doctor honoris causa de muchas universidades. El poeta, el encargado de escribir la belleza, los giros de la tierra.

El Montejo multiplicado en sus heterónimos. El niño Montejo de Chamario. El Montejo completo, todo Montejo en su Blas Coll y demás heterónimos, envueltos por el cuaderno de sus distintas personalidades, de los tantos alter ego que lo iluminaban.

2.-

Aquí entonces está el Montejo en Élegos (1967), Muerte y memoria (1972), “Algunas palabras” (1976), “Terredad” (1978), “Trópico absoluto” (1982), “Alfabeto del mundo” (1987), “Adiós al Siglo XX” (1992), “Partitura de la cigarra” (1999), “Papiros amorosos” (2002) y ”Fábula del escriba” (2006) con las “Diez pavanas”, Tiempo y trastiempo” y “Poemas misceláneos”.

Todo el cuerpo escrito de quien se dedicó a hacer de su vida un hecho poético. Montejo en toda su extensión, en toda la extensión de sus palabras y distintas voces, contenidas en los fantasmas que lo acompañaron al vaciarse como el Otro en la hoja en blanco, venido del taller donde nació la constelación de su oficio, la harina cósmica de su poesía.

En la introducción escrita por López Ortega y Miguel Gomes quedó dicho:

“Eugenio Montejo siempre se consideró un autor de su siglo, a tal punto que publicó, en 1992, un libro con el cual quiso despedirlo: Adiós al siglo XX. El énfasis se hizo aún más obvio con su muerte temprana en 2008, que no le permitió ver el ‘terrestre dominio’ del milenio que despuntaba. Fallecido antes de cumplir los setenta años, fueron sus contemporáneos quienes lo acogieron como uno de los más importantes poetas venezolanos y, sin duda, como uno de los esenciales del orbe iberoamericano”.

Esta entrada resume el hacer de quien no dejó de escribir pese al torbellino que lo acosaba: la realidad de su país, “el país más verde de la tierra”, el del trópico “tatuado en las pupilas”. La torpeza histórica de su tierra natal no lo desvió de su camino, trillado por los tantos reconocimientos nacionales e internacionales que recibió su poesía y su personalidad.  Y como una despedida, dejó escrito: “Si vuelvo alguna vez/ será por el canto de los pájaros”.

A diario, su poesía es bocado de los tantos que lo leen “corpóreo o incorpóreo, / levitando en mí mismo”.

Este volumen que recoge toda su poesía es una joya que debe recorrer el mundo, como el mundo recorre su poesía en el decir de todos sus lectores.

3.-

El segundo tomo, “Ensayo y géneros afines”, comienza con unas palabras de Montejo como introducción de su primer trabajo reflexivo, La ventana oblicua:

“Diversos son los autores que en esta hora nos advierten sobre el bizantinismo que procrea la abundancia de comentario en torno a la obra de creación literaria. De las falacias atribuidas a la extenuación de la era alfabética, ésta de urdir en cualquier estadio una interpretación (a la que otros más tarde recurren mediante un procedimiento que parece abrirse al infinito) se ha vuelto, más que una manía sospechosa, un deleznable atributo de enrarecimiento”.

Es decir, Montejo hace una crítica de la posible desaparición de las palabras, de las escritas y hasta de las que se oran desde la boca colectiva: toda la ensayística de nuestro autor se concibe desde ese temor, el de la desaparición de la “era alfabética”. Por eso escribe con insistente pasión, para que no se borren las palabras, para que la tecnología no destruya el intento más inteligente humano: haber aprendido a inventar los signos y símbolos lingüísticos creados por un hombre analfabeta.

Ensayar significa salvar esa peligrosa posibilidad.

Por eso vuelve a decir:

“Así, al cabo de toda tentativa por aclararnos el hallazgo original de la obra, de su repercusión que concierne a sus custodios tácitos, cada uno segrega, como la araña, su parte de luz y de niebla, queriendo elevarla tal vez a más aire, según la oblicuidad de su ventana, el límite de su devoción y su frágil mirada en la tierra”.

No pierde la perspectiva el poeta en la medida en que la tierra gira: continúa su afán en estos textos que engrosan su paso por la tropicalía de su existencia:

“La ventana oblicua” (1974), “El taller blanco” (1983) y “Prosas misceláneas”, cuya cronología abarca desde 1966 hasta el 2011. Textos que publicó o que dejó engavetados para ser publicados luego de su partida definitiva. Textos que desandan los pasos que no dejó de andar por todas las tierras que lo visitaron.

Conferencias, ensayos, crítica, análisis, palabras para celebrar y recibir diversos premios, doctorados, obituarios, homenajes: todo un inventario de escrituras que lo convirtieron en el polígrafo que sigue siendo en mano de los lectores.

Desde su “coligrafía”, Eugenio Montejo insiste, vive, respira en estos bellos volúmenes que Pre-textos acaba de entregar como joyas al mundo de habla castellana.

Eugenio Montejo continúa girando con la tierra.

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