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Ernesto Maragall. Cuando lo cotidiano se nos hace invisible

Décimosegunda entrega de la serie “Artistas olvidados”, por Beatriz Sogbe: “siempre apegada a los cánones clásicos. Una obra robusta y contundente. Fue maestro de escultores y no solo deja la inmensa huella de su trabajo, sino una familia llena de méritos ciudadanos”

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Caracas tiene lugares idílicos que poco se disfrutan. Uno de los mejores espacios resueltos por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva fue el Museo de Bellas Artes de Caracas. Inaugurado, en 1938, por el Presidente Eleazar López Contreras es, precisamente, el atrium central de la edificación que tiene un encanto que muchos perciben, pero pocos analizan. La edificación posee un sabio manejo de la proporción y la escala, en un estilo neoclásico, el cual converge en un espejo de aguas y donde una mestiza recostada sobre una mano da una sensación de serenidad, mirando a un estanque con nenúfares. Es un lugar que transmite un efecto contemplativo. El Museo se encuentra al Oeste del Parque Los Caobos –y a tan solo unos metros– el ruido y el frescor de la fuente de Venezuela vuelve, nuevamente, a ser descanso para el espíritu. Las piezas de la fuente son una alegoría de las cinco regiones de Venezuela. Una obra encargada por el entonces Gobernador de Caracas, el Comandante Guillermo Pacanins. Y el escultor que hizo tanto la mestiza como la hermosa fuente fue Ernesto Maragall (Barcelona, España, 1903 – Caracas, Venezuela, 1991). Su historia es el encuentro de dos mundos, pero en este caso no de choque, sino por lo contrario, de poesía, arte, entrega y amor.

Ernesto Maragall fue el octavo hijo de Joan Maragall –el poeta de Cataluña–, quien fue el único amigo personal que tuvo el arquitecto Antonio Gaudí. Su hijo Ernesto desde muy joven se siente atraído por el arte y decide estudiar en la Escola de Bells Oficis de Barcelona. Se inicia en la escultura con Pablo Gargallo y en cerámica con Llorens Artigas. A los seis meses de su ingreso, el centro docente fue clausurado por el dictador José Antonio Primo de Rivera, por considerarlo una institución de carácter “catalana-separatista”. Angustiado por el cierre, visita al amigo de su padre, el escultor José Llimona –uno de los representantes del modernismo catalán. Y este le acoge en su estudio.

Su madre, ya viuda, y teniendo clara su inclinación por la escultura, lo manda por unos meses a Italia y Francia. Regresa a Barcelona. Posteriormente, vuelve a París, donde vive cinco años. Allí se reencuentra con el pintor Josep María Sert (tío del reconocido arquitecto Josep Luis Sert), Juan Junyer –el discípulo predilecto de Picasso–, y Llorens Artigas. Picasso visita su taller en París y conoce al escultor Aristide Maillol. Este le invita a exponer en su Galería –la de Madame Drouet–, y ahí expondrá junto con su hermano José.

Regresa a Barcelona en 1933 y allí conoce a su vecina, la venezolana Fina Mac Gill Sarría. Los Mac Gill habían sido desterrados de Venezuela por el General Juan Vicente Gómez por la participación de su hijo, en el golpe del Falke, en 1929. El Coronel chileno Samuel Mac Gill había sido contratado, a fines del siglo XIX, para hacer una reforma de la Escuela Militar. Se casa con la venezolana Lola Sarría, pero viendo las arbitrariedades de la dictadura gomecista, se identifica con los ideales libertarios de los más jóvenes. Cayó en desgracia con el entonces dictador Gómez. Huye a París, pero por instrucciones del gobierno venezolano es expulsado y se va a Barcelona. Había dejado en Venezuela a su hijo Julio Mac Gill, quien fue hecho preso por Gómez y, posteriormente, muere en el Castillo de Puerto Cabello. Murió apegado a sus ideales. El Monumento a los caídos de la generación del 28 –ubicado entre la Plaza del Rectorado y la denominada tierra de nadie en la Universidad Central de Venezuela– es también un homenaje a su cuñado Julio Mac Gill.

En 1936 se casa Ernesto Maragall con Fina Mac Gill y, a consecuencia del estallido de la Guerra Civil Española y habiendo fallecido el General Gómez, la familia vuelve a Venezuela. Llega con una Beca del Ministerio de Educación para dar clases de escultura en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas. Hace amistad con Carlos Raúl Villanueva, Miguel Otero Silva, Arturo Uslar Pietri, Francisco Narváez, Abel Vallmitjana y Tomás Sanabria. Poco tiempo después invita al poeta José Pijoan a Caracas donde ambos analizan las diferencias entre el paisaje europeo y la exhuberancia del trópico. Para Maragall sus mujeres representaron siempre a Venezuela. La vida de los Maragall Mac Gill, por donde se le viera, siempre estuvo alterada por los vaivenes políticos que, reiteradamente, los seguían.

Las piezas del indio desnudo (Los precursores) y el Monumento a las Batallas en el Paseo Los Próceres, la Plaza de los Símbolos y Bernardo O’Higgins, en Caracas, son de su autoría. Igualmente, en Barcelona, el Monumento a la Sardana (Palacete Albeniz), la Dona Marinera (Lloret de Mar, Gerona), la Alegoría al coloquio entre la montaña y el mar (avenida diagonal y Paseo de Gracia, Barcelona), la Oda nova a Barcelona (Jardín de Cervantes, Barcelona) dan cuenta de que Ernesto Maragall siempre mantuvo un vínculo importante entre Cataluña y Venezuela.

La obra de Ernesto Maragall tuvo siempre influencia de Aristide Maillol. A nuestro juicio menos rígida, pero siempre apegada a los cánones clásicos. Una obra robusta y contundente. Fue maestro de escultores y no solo deja la inmensa huella de su trabajo, sino una familia llena de méritos ciudadanos. Su hijo el escultor Julio Maragall es el autor del Bolívar civil del Parque Vargas, en la Avenida Bolívar. Y su nieto, Juan, es un educador que ha dejado profunda huella, a su joven edad, en las escuelas mirandinas.

Hoy que nuestras familias se dividen por la diáspora es importante resaltar el mérito de la familia Maragall que nunca rompió sus vínculos con su tierra natal. Ni tampoco con la tierra que los acogió. Un ejemplo de nunca abandonar nuestras raíces y de dar lo mejor, en el mundo que nos toque. Las piezas de Ernesto Maragall están por toda Caracas. Son tan cotidianas para nosotros, que no nos hemos percatado de que estamos rodeados de ellas. Y lo que no sabe la gente es la hermosa historia que hay detrás de ellas.

Nuestro agradecimiento al arquitecto y escultor Julio Maragall Mac Gill por aproximarnos a la vida de su padre.

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Imágenes

(1) Imagen aérea de La fuente de Venezuela, cuando estaba ubicada en la Plaza Venezuela de Caracas (fotografía 1957)

(2) Maqueta de una mestiza de La fuente de Venezuela; bronce; circa década 50; medidas: largo = 32 cm; pieza única; colección privada

(3) La Mestiza; bronce; 1938; Colección Museo de Bellas Artes de Caracas

(4) Imagen del maestro Ernesto Maragall

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