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Por FERNANDO LUIS EGAÑA

No puedo ser imparcial con Enrique Pérez Olivares. En mi modesta opinión, es uno de los grandes hombres públicos de la República Civil. Encarna en su larga vida pública el concepto de lo afirmativo venezolano de Augusto Mijares. Fue un académico riguroso del Derecho, fue un profesor que dejó poso en innumerables alumnos, fue un convencido de la Democracia Cristiana, que impulsó su doctrina y práctica en toda América Latina; fue un servidor público eficaz y discreto en todas las importantes posiciones que ocupó, entre varias: ministro de Educación, ministro de Información, gobernador del Distrito Federal; fue también un político de consensos y de garra, cuando debía, en el partido Copei, donde más que formarse, formó él a generaciones de dirigentes.

Fue un abogado activo y honorable, que le dio honra al Foro venezolano. Fue el impulsor y rector fundador de la Universidad Monteávila. Y todo ello que fue, y mucho más, lo alcanzó con un trabajo intenso y sereno, con un esfuerzo tan perseverante, que sólo se puede entender por su fe, esperanza y caridad,  de hombre penetrado por el amor a Dios.

Enrique Pérez Olivares fue un hombre humilde. Vivía en la verdad y la caridad. Con modestia en su casa de Prados del Este, junto a su esposa Marta Oramas, dama de deliciosa simpatía e inteligencia, y su hijo, Luis Enrique, mi hermano de toda la vida, un filósofo del arte, como pocos en el mundo, y un escritor y sobre todo poeta de reconocimiento general.

Si en Venezuela hubo un socialcristiano, que nunca dejó de serlo, en su convicción de la Doctrina Social de la Iglesia, y en su realización práctica en el mundo político, económico, social y educativo-cultural, ese fue, y es, Enrique Pérez Olivares. Pienso en especiales personas que comparten tal privilegio: Rafael Caldera, su maestro. Luis Herrera Campins, su compañero. Arístides Calvani, su colega. José Antonio Pérez Díaz, su primo hermano y compañero de convicciones políticas. Nectario Andrade Labarca, el alma de Copei en el Zulia. Y tantos otros y otras que el tiempo va olvidando, pero que siguen viviendo en tanta gente de buena voluntad.

Lo conocí no por la política sino por la familia. Muchos nexos vinculan la mía con la suya. Yo niño, lo veía en Maracay, donde vivía, y él visitaba a su hermano Manuel, vecino y casi tío mío. Ya era uno de los hombres más importantes del país, pero lo supe después, porque nunca percibí distancia sino afecto tranquilo y bueno.

El mismo afecto de cuando visitaba a Luis Enrique —mi Luigi— en su casa caraqueña. Recuerdo una tarde, llegando Pérez Olivares de París, en visita oficial, que nos sentamos todos en la mesita de la cocina para que nos contara de su viaje. Conmovedoramente lo recuerdo más pendiente de unos quesitos que se trajo de Francia que de los objetivos cumplidos en su visita…

Enrique Pérez Olivares vivía el Evangelio. Era su fundamento y su norte. Siempre con esa serenidad que da la paz interior, sean cuales fueran  las tormentas del exterior. En los años duros y  desgarradores de su partido, en el que llegó a desempeñar la Secretaría General, mantuvo el dominio de sí  mismo. Un don en medio de circunstancias tan polémicas.

La dimensión social y comunitaria de la vida humana fue para él una ocupación constante, tanto de su vida intelectual como de su quehacer profesional, dentro o fuera del gobierno. La vivía él mismo y sus ejecutorias, su trayectoria, lo confirman. Sin alardes. Pero con la fuerza del creyente en la superación social. Tengo certeza que amaba a Venezuela con todo sucorazón, y que gran parte de su fructífera vida se comprende por ese amor de patria.

No imaginaba un retiro o un descanso del guerrero. Nada que ver. La creación de la Universidad Monteávila fue una ilusión que hizo realidad, con una tenacidad inmensa. Una Universidad abierta, plural, moderna, e inspirada en los valores cristianos. La prematura muerte de Enrique Pérez Olivares, si es que eso corresponde, no dejó a la Universidad como un proyecto inconcluso. No. Le dio un valor especial. Un valor de memoria y honor.  De allí seguirá sus caminos, a pesar de los pesares.

Este libro, Educación para la libertad, que recopila unaparte del pensamiento formativo en temas ideológicos e institucionales, de Enrique Pérez Olivares, ojalá suscite el interés de los más jóvenes por conocer a los constructores de la Venezuela democrática. ¿Y por qué?  Porque serán el fundamento del renacimiento de Venezuela.

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