Una mañana en París quedo para hablar con uno de los grandes intelectuales franceses, el filósofo Luc Ferry (1951), Ministro de Educación en los años en los que Jacques Chirac fue presidente de la República francesa. Antes de profundizar en el movimiento transhumanista, que le llevó al estudio de ciencias biológicas durante tres años y se especializó en la secuenciación del genoma para escribir su libro La revolución transhumanista, comenzamos charlando sobre otros de sus libros: Aprender a vivir o La revolución del amor, en los que más que una actividad puramente reflexiva, describe la filosofía como una herramienta en la búsqueda de una vida buena: “La idea no tiene nada que ver con la felicidad tal como la entendemos comúnmente, sino con el problema de dar sentido a la vida. El sentido de la vida en nuestro momento histórico es el amor”, dice. La felicidad sería entonces la satisfacción de haber cumplido éticamente con aquello que nos exige el sentido que hemos dado a nuestra vida. Y añade: “Entonces el amor es el fundamento y el principio organizador de la familia, que no solo afecta a la vida privada sino que esta revolución del amor, que es la sacralización de las personas, traspasa a la vida pública. Lo que los civiles solicitan al Estado es la protección de su vida privada porque cuando ayudamos a nuestros hijos, en realidad estamos ayudando al futuro de la humanidad”.
―Y si seguimos adelante en su trayectoria intelectual, su último libro lleva por título La revolución transhumanista. ¿Qué es el transhumanismo?
―Hay dos campos diferentes en los que se divide el transhumanismo: uno, mejorar y reforzar la especie humana luchando contra la vejez y contra la muerte tanto como sea posible. Sin embargo, seguiremos siendo mortales siempre que la inteligencia se encarne en un cuerpo biológico, porque moriremos tarde o temprano. Y por otro lado el que se dirige al posthumanismo, la fabricación de una nueva especie, una hibridación hombre/máquina dotada de una inteligencia fuerte, autónoma y prácticamente inmortal.
―Entonces, la idea general del transhumanismo sería…
―Sería la transición de una medicina terapéutica a una medicina de reparación y mejora.
―¿Qué estamos mejorando? ¿Qué están reparando?
Se trata de aumentar la duración de la vida, hacer que las personas vivan más tiempo y en mejores condiciones. Los transhumanistas quieren hacer que la gente viva durante ciento cincuenta años, doscientos años, trescientos años, y me parece genial porque hay tantas mujeres que amar, tantos libros que leer, tantos idiomas que aprender… Así que morir a los cien años es una muerte prematura. El transhumanismo tiene como objetivo producir una humanidad que será joven y vieja al mismo tiempo. De modo que la idea aquí es construir una humanidad joven y experimentada.
―¿Qué le parece un futuro como el que defienden los transhumanistas radicales de eliminación de las desigualdades naturales humanas por causas genéticas, modificando el genoma humano?
―Gracias a las biotecnologías se está avanzando en la modificación del patrimonio genético de los individuos. Esta modificación sería de libre elección: “del azar a la elección”, es decir, apuntaría a corregir las desigualdades naturales. Para la corrección de las desigualdades sociales y económicas hemos creado la democracia, la protección social, el estado de bienestar y la seguridad social, que pretenden atenuar las diferencias entre ricos y pobres. Ahora tenemos que igualar las condiciones de aquellos que no han tenido suerte por naturaleza con los que sí la han tenido, porque han nacido con muy buenas cualidades naturales. En otras palabras, si tienes un niño que nace con cualquier defecto o enfermedad terrible, gracias a los avances biotecnológicos defendidos por el transhumanismo, que pueda vivir más tiempo y en mejores condiciones. Las investigaciones sobre transhumanismo se iniciaron en la Universidad de Rochester en Estados Unidos con ratas, y mostraron que vivían más tiempo modificando su genoma. Aumentaban su tiempo de vida hasta en un 30%. Esto demuestra que el proyecto es posible.
―¿Cuál es su opinión ante la posición más extrema del transhumanismo, conocida como el posthumanismo?
―El proyecto de Singularity University de Google, que es el que desarrolla el posthumanismo, es producir una inteligencia artificial fuerte. Consiste en producir neuronas artificiales que estarán en una base de silicio libre de carbono. De hecho, debido a que son materialistas en el sentido filosófico del término, estos investigadores creen que los humanos son máquinas, a diferencia de los cristianos que creen que los humanos están compuestos de cuerpo y alma. Entonces consideran que es solo una cuestión de complejidad y que un día construirán un cerebro no biológico. Al hacerlo, crearán una post-humanidad porque habrán producido una tecnología similar a la nuestra con conciencia, capacidades de libre albedrío, con libertad, emociones, ira, miedo, celos y amor. Se habrá producido un cerebro real pero sobre una base inmortal porque no será biológica. No creo en esto porque para tener sentimientos, necesitas tener un cuerpo, pero los investigadores de la post-humanidad se defendieron diciendo que todos los sentimientos se encuentran en el cerebro.
―Pero si esto fuera así, asusta, ¿no?
―Aunque yo no creo en la post-humanidad, Stephen Hawking, Bill Gates y Elon Musk sí creen que sucederá. Por eso firmaron una petición en julio de 2015 con eminentes científicos e investigadores de todo el mundo sobre los peligros de una Inteligencia Artificial que se hiciera fuerte. Musk cree que es la mayor amenaza jamás inventada por la humanidad.
Le pregunté al CEO de Facebook de inteligencia artificial, quien es la personalidad más importante en este campo, si él cree que vamos a lograr esta inteligencia artificial fuerte. Respondió que sí y que solo es cuestión de tiempo.
Entonces para mí, no hay razón para luchar contra el transhumanismo porque todos quieren vivir más tiempo y tener más experiencias, y más inteligencia. Mientras que el post-humanismo será peligroso para la humanidad porque nos convertiremos en mascotas domésticas, debido a las capacidades superiores que poseerán estos híbridos.
―Todo esto que hemos hablado sobre los peligros de la manipulación genética y la inteligencia artificial fuerte sugiere la necesidad de una regulación ética y política. ¿Es usted optimista a este respecto?
―No soy pesimista, pero necesitaremos regulaciones, que serán difíciles por tres razones: primera, para los políticos es muy difícil de entender, ya que sus conocimientos en ciencias son escasos. Segunda razón, los cambios en las investigaciones son demasiado rápidos y continuos. Y tercera, la globalización. Si el reglamento es solo español, alemán, francés o italiano, no sirve para nada porque prohíben un cierto número de cosas en un lugar y no en otros. Por ejemplo, en Francia rechazan la inseminación con esperma de un desconocido, pero por otro lado está autorizado en Bélgica y Londres. Esto se vuelve inútil e insignificante porque estimula el turismo médico. Entonces, es inútil restringirlo solo en algunos países. En nuestra opinión, debería ser al menos en toda Europa o en todo el mundo.
―¿Cree que estas investigaciones sobre las manipulaciones genéticas se hacen por altruismo o para ganar dinero?
―¡Por ambas cosas! ¡Exactamente como los laboratorios! Trabajé mucho tiempo con laboratorios farmacéuticos, y ganan mucho dinero. Imagine que en lugar de tener una crema que combate las arrugas, tienes pastillas que destruyen lo que llamamos la senescencia o células viejas. Estas células se multiplican en el cuerpo cuando alcanzamos los 50 años y causan canas, arrugas y cánceres. Nos hacen envejecer y enfermar. Muchos biólogos están trabajando en esta cuestión de cómo destruir estas células senescentes. ¡Imagínese cuánto dinero ganarán estos laboratorios o biólogos si se descubre una pastilla que destruye estas células!
―¡Sin lugar a dudas! En lugar de comprar la crema, millones de mujeres y hombres preferirían la pastilla…
―Es así, no solo traerá mucho dinero, sino que será de gran ayuda para la humanidad. Hace cinco años, el biólogo Raymond Schinazi descubrió un medicamento para curar la hepatitis C, la peor, en seis semanas, y tuvo éxito en el 98% de los casos. Este tratamiento fue bastante caro y costaba unos $50.000, pero fue maravilloso porque muchas personas podrían beneficiarse de él y recuperar la salud. Así que creo que la gente sigue deseando vivir más tiempo y, por lo tanto, los beneficios de la inversión en biotecnología son absolutamente enormes y esta es la razón por la cual Google invierte miles de millones de dólares en biotecnología.
―¿Ha hablado con alguien sobre las investigaciones que se están realizando con las células cancerígenas en busca de volverlas mortales?
―¡Sí, por supuesto! Es muy interesante. Las actividades de Google se basan en la inteligencia artificial que trata sobre el genoma o el ADN de la secuenciación de células cancerosas. Estas células son casi inmortales cuando se intenta matarlas. Entonces, una vez secuenciado el ADN de una célula cancerosa, tiene la información sobre sus puntos débiles y por tanto cómo atacarla. Este método se llama terapia de precisión o terapia personalizada. Después de discutir mucho con el CEO de Google, me dijo que el cáncer será vencido en 20 ó 30 años gracias a la inteligencia artificial y a la alta tecnología, pero que tendrán éxito. Laurent Alexandre también me dijo que los médicos no serán el factor decisivo en esta lucha, sino las computadoras. Mientras el cerebro humano tarda 40 años en secuenciar el genoma de un tumor canceroso, la inteligencia artificial lo hace en 1 minuto. Y esto permite detectar y atacar la debilidad de las células cancerosas con medicamentos muy eficaces. Esta inteligencia artificial también tiene consecuencias en la economía colaborativa y en la biotecnología.
―Como dice usted en su libro, la economía colaborativa se ha hecho posible gracias a la infraestructura que es internet y sus redes de comunicación, con ejemplos como Uber, Airbnb, BlaBlaCar… ¿Cómo cree que va a afectar esta nueva organización económica basada en compartir a un sistema capitalista como el nuestro?
―¡Este es un capitalismo puro y duro! La novedad en la economía colaborativa es que los no profesionales pueden competir con los profesionales gracias a la infraestructura tecnológica. Se trata de objetos conectados dentro de un teléfono inteligente con solo tres cosas: inteligencia artificial, big data y captor. Internet brinda a los jóvenes no profesionales, no hoteleros, no restauradores la oportunidad de competir con profesionales. ¡Este es el capitalismo schumpeteriano! La innovación hace posible competir con profesionales, como Uber con los taxis. Para comprender mejor, hay que leer Antígona de Sófocles.
―¿Qué nos enseña la lectura de la obra de Sófocles sobre estas star-ups?
―Hay un patrón de conflicto entre Airbnb y los hoteleros, Uber y los taxistas, o BlablaCar y las compañías de alquiler de automóviles. Todos los conflictos son violentos, como el conflicto que enfrenta a Antígona y Creonte. Creonte era el rey de Tebas, y dice a su sobrina Antígona: “no podemos hacer una ceremonia fúnebre para mi sobrino Polinices, hermano de Antígona, que traicionó a la ciudad”. Antígona responde: “pero él es mi hermano y yo lo amo, así que no quiero que se lo entreguen a los perros o pájaros, quiero una ceremonia fúnebre para él”. Este es el conflicto entre Creonte y Antígona, que los dos tienen razón. Los griegos consideran que este es un conflicto trágico, porque no es entre lo bueno y lo malo sino entre el bien y el bien. ¡Airbnb tiene razón! ¡Los hoteles tienen razón! Es un conflicto entre legitimidades equivalentes. Los accionistas privados de Airbnb dicen, “déjennos poner nuestras habitaciones en el mercado”. Los hoteleros dicen, “pero nosotros tenemos desventajas en las normas: de seguridad, de fuego, empleados, cargas sociales… es una competencia desleal”. Ambos tienen razón, eso es lo que es interesante.
―¿Y cuál es la opinión de sus colegas?
―Los intelectuales franceses son pesimistas sobre el transhumanismo. Están en contra de la economía colaborativa y del nuevo mundo que está por venir. Sin embargo, la disminución de la pobreza en el mundo es el hecho más importante al final del siglo XX. El mundo está mucho mejor hoy que antes: existen derechos humanos, derechos de las mujeres, la democracia y muchas otras cosas están mejorando. Pero nuestros intelectuales dicen lo contrario; les desagrada la globalización, el transhumanismo, las nuevas tecnologías y cualquier otra cosa en el campo de la ciencia y la economía. El primer objetivo de la filosofía antes de tratar de comprender el significado de la vida es comprender nuestro mundo. Y dos cosas están sucediendo: la primera es la globalización y la nueva tecnología, y la segunda es la revolución, la revolución del amor y la del transhumanismo que está cambiando nuestro mundo. ¡Muy interesante!
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