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Entrevista con Linda D’Ambrosio

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Por ANNIE VAN DER DYS

La palabra “mecenazgo”, nos explica la Wikipedia,  es un tipo de patrocinio que se otorga a artistas, literatos y científicos para que desarrollen sus obras, sin que haya de por medio una devolución económica de los servicios a corto plazo. Pero no podemos decir, por eso, que se trata de un apoyo desinteresado. El mecenas obtiene “una remuneración de carácter íntimo (placer estético, moral, intelectual o la satisfacción de la vanidad), además de una operación de relaciones públicas que puede llegar a ser muy útil, por cuanto justifica su posición social y mejora su reputación”, aclara la mencionada fuente.

Radicada desde hace más de veinte años en España, Linda D’Ambrosio  es una suerte de mecenas contemporáneo. Posee una licenciatura en Educación, una Maestría en Artes — mención Estética— y ha realizado posgrados en el área de Gerencia Cultural y Gerencia de Proyectos Socioeducativos. De hecho, ella cree que fue la formación como educadora lo que la llevó a la promoción cultural.

—Yo creo que la acción cultural es la educación extra curricular. Es educación permanente. Es estar al servicio de un concepto de comunicación con el que yo comulgo y que fue el que propusieron en los años setenta y ochenta Edgar Fauré y otros autores en el informe “Aprender a ser”. Decían que las ciudades ofrecían múltiples oportunidades de aprendizaje que no perdían vigencia, como ocurre con el conocimiento escolar. Cuando aprendes en la vida real te actualizas permanentemente. Digamos que es mi vocación de educadora lo que me trae hasta la gestión cultural, donde hay siempre posibilidades de interacción, de aprendizaje, de crecimiento personal.

D’Ambrosio cuenta con una sensibilidad especial para reconocer el talento en cualquier área en que éste aparezca. Posee muchos y muy buenos contactos y, sobre todo, una voluntad imparable que la  ha consolidado como un referente obligado dentro del ámbito de la producción y gerencia  cultural; una pasión que se enraiza, además, con la sensibilidad de ayudar a los venezolanos que llegan a España.

—Fundamentalmente trabajamos para los creadores venezolanos. Hemos hecho trabajos para artistas españoles y de otras nacionalidades, pero digamos que esto nace porque yo me doy cuenta de que hay una cantidad de venezolanos posicionados en lugares privilegiados, influyentes, y de los cuales yo nunca había oído hablar.  De allí surge “Venezolanos  de Ultramar”. Y luego, a partir del año 2017, cuando comienzan a llegar una gran cantidad de artistas, de creadores de todo tipo, que necesitaban visibilizar su trabajo, tenía una serie de colaboradores que me permitían ofrecer soporte al trabajo de esos creadores. Comunicar el trabajo de esos artistas. Porque, finalmente, ese es el trabajo de la  gestión cultural: comunicar.

—Creo que la emigración que sigue llegando en la actualidad no se diferencia mucho de la que arribó en el 2017 —reflexiona sobre cómo ha sido el proceso migratorio venezolano de estos últimos años—. La gente se sigue sintiendo igual de desarraigada, quizás quien arribó en aquel momento se ha adaptado, ha estabilizado su situación, pero sigue viniendo gente que está pasando por el mismo proceso. Sigue existiendo la necesidad de visibilizar al creador, de abrir las fronteras al intercambio cultural entre españoles y venezolanos.  La necesidad de proyectar lo que somos y lo que hacemos como país.

Linda D’Ambrosio es más que una promotora cultural de talentos consagrados. Es una mujer empeñada en ser la hada madrina que haga posible el contacto entre los artistas recién llegados y un público que los reencuentra o los descubre. Le preguntamos cómo llegan estos artistas a sus manos.

—-La verdad es que lo que más funciona es el boca a boca. Alguien que quiere montar algo, y llama a alguien, quien a su vez lo remite a mí. Y creo que nunca hemos dicho que no, al menos que nos demos cuenta que tenemos una limitación real para acometer el proyecto. Pero en general la idea es apoyar a todo aquel que lo necesite.

Es tanto el volumen de trabajo que llega a manos de Linda que ha creado una productora D’Ambrosio Producciones, bajo cuyas señas se realizan  docenas de eventos anualmente.

—D’Ambrosio Producciones fue la manera de darle una estructura a un fenómeno que en la vida real se estaba produciendo: la colaboración de personas que estaban trabajando juntas, sin que tuvieran una personalidad. Era difícil para  ese grupo de personas identificarlas en un cartel, por ejemplo. En la práctica, es una agencia de comunicaciones y de gestión cultural que oficializa lo que de facto existía.

—Lo que me mueve en este trabajo es la satisfacción personal. Uno de los problemas más importantes que enfrenta la gente cuando llega es que identifica lo que es con lo que hace. Pero  llegas acá y ya no puedes ejercer. Entonces tienes una crisis de identidad. Todo aquello que ha sido tu vocación, tu formación, todo aquello con lo que te identificabas, antes de pasar por el proceso migratorio, lo pierdes. Y uno de los trabajos de D’Ambrosio Producciones es abrir ventanas para que la gente pueda hacer lo que es su verdadero trabajo. ¿Eres fotógrafo? Pues expongamos tu trabajo. ¿Eres diseñador gráfico? Sé diseñador gráfico. ¿Eres comunicador? Comunica.

De alguna forma lo mismo me pasa a mí, yo recobro quien soy a través de mi trabajo. Yo amo lo que hago, me encanta la  gente, aprendo, disfruto del  reto que es diseñar un proyecto, construir las estrategias para vincular al creador del producto cultural con el público, lograr una convocatoria exitosa. Pero lo que más me mueve es la vocación de hacer. El deseo de ser útil, el aprendizaje que es continuo y enriquecedor. No lo hago solo por dinero, claro que el dinero se necesita, y es importante, pero en el pasado no dejé que eso me impidiera llevar a cabo los proyectos que llegaron a mis manos y que consideraba productos valiosos y que necesitaban ser mostrados.

¿Y cuál es el presente de Linda D’ambrosio?

—En este momento básicamente estoy trabajando en la divulgación de eventos. Y además estoy involucrada en la producción de la gira europea de Ilan Chester, a quien admiro no solo como profesional sino por su calidad humana.

Linda D’Ambrosio tiene, además, una faceta como escritora. Tan diversa como ella misma. Por un lado publicó Ramón de la Plaza. Vida e ideario estético, editado por la Asociación Cultural Isolda, 2016. También Venezolanos de Ultramar, 26 biografías de venezolanos que han alcanzado el éxito fuera del terruño (Editorial Lector Cómplice, 2016), y Calendario, también de Editorial Cómplice, textos de Linda D’Ambrosio e ilustraciones de Nidia Tabarez, relatos  sobre una relación amorosa fragmentada, rota y dolorosa.

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