I’m bloated with language I can’t afford to forget
Estoy hinchada de un lenguaje que no puedo darme el lujo de olvidar
Warsan Shire
El breve y potente libro Teaching My Mother How to Give Birth (Enseñando a mi madre cómo dar a luz) de la poeta somalí nacida en Kenya, Warsan Shire, es un territorio mutante, puede recorrerse desde los bordes hacia el centro, y desde cada poema como una semilla, hacia la totalidad de la colección. En esta geografía de fronteras móviles, lo único que se mantiene es la periferia, o más aún: el margen como filo y riesgo.
En efecto, el desplazamiento que Shire dibuja en el mapa que es su libro, su libro como la palma de una mano, es un desplazamiento desde y hacia los bordes. Si te apartas de un precipicio para llegar a otro, no tienes más alternativa que seguir buscando, seguir desplazándote. Así mismo, el movimiento que dibuja Teaching My Mother How to Give Birth es inevitable, es incansable: ocurre desde la periferia que garantiza a Shire su procedencia keniana y somalí, hacia lo marginal que le ofrece como única salida su condición de migrante y la de los suyos, aquella que retratan las historias que compila. La rúbrica que todo lo sella: la circunstancia que le garantiza lo femenino como ventura. Shire no solo habla de sí misma a través de los testimonios de otras voces, de las voces que recupera. La autora sabe que ella misma es cada una de las mujeres sobrevivientes a la historia de guerra, violencia y desplazamiento, que su libro relata en un tejido impecable. Tan cuidado que logra, por eficacia simbólica, digamos, en virtud del verbo luminoso, y gracias a una postura política clara y valiente, que las mujeres sobrevivan, si no en el mundo real, en el libro que las cobija. Estas mujeres, Shire misma, así como su madre, están siempre aprendiendo a dar a luz y dando luz. Puntada en anverso, puntada en reverso.
La iniciación sexual natural de una joven keniana en un entorno agobiante, opresivo, feroz. La inocencia tan ligada al mundo natural, y la violencia aparentemente inevitable del primer encuentro cuando no hay palabras que medien ni palabras luego que expliquen lo ocurrido. El dolor, la tradición y el amor como inseparables de la constitución identitaria. La certeza de que por más que se dejen la tierra y la familia y hasta el idioma atrás, hay cosas que no cambian: el amor, por ejemplo. “Maymuun lost her accent with the help of her local Community College. Most evenings she calls me long distance to discuss the pros and cons of heating molasses in the microwave to remove body hair. Her new voice is sophisticated… She’s experiencing new things, We understand. We’ve received the photos of her standing by a bridge, the baby hair she’d hated all her life slicked down like ravines. Last week her answering machine picked up. I imagined her hoisted by the waist, wearing stockings, learning to kiss with her new tongue (Maymuun perdió su acento con ayuda del Colegio Comunitario local. Con frecuencia me llama larga distancia para conversar sobre los pros y contras de calentar melaza en el microondas para eliminar vello corporal. Su nueva voz es sofisticada… Está experimentando nuevas cosas. Nosotros entendemos. Hemos recibido sus retratos en un puente, el cabello de bebé que siempre odió, alisado como un barranco. La semana pasada la máquina contestadora respondió el teléfono. La imaginé tomada por la cintura, llevando medias de nylon, aprendiendo a besar con su nueva lengua)”.
Esto hace Shire con sus poemas: se mira / nos mira / nos permite mirar a la otra que también somos, al espejo. “God, do you know how difficult it is, to talk about the day your own city dragged you by the hair, past the old prison, past the school gates, past the burning torsos erected on poles like flags? When I meet others like me I recognize the longing, the missing, the memory of ash on their faces (Dios, ¿sabes cuán difícil es, hablar sobre el día en que tu propia ciudad te arrastró por los cabellos, frente a la vieja prisión, frente a las puertas del colegio, frente a los torsos incendiados, erigidos en postes como banderas? Al encontrar otros como yo, reconozco la nostalgia, la carencia, la memoria de la ceniza en sus rostros)”.
Cada poema en este océano atravesado a sal y a lágrima, a sangre y miedo, va tomando cuerpo y justificación en la medida en que la totalidad ¿de ese océano? ¿de la historia que el libro es? termina de cruzarse. Así va el cruce inacabable: desde la matriz hasta el color terracotta de una patria violenta; desde la violación de la hermana que eres tú misma a la guerra sangrienta que atropella, hiere y asesina al otro que también eres tú mismo. De la paternidad ausente y la deriva de la hija, al ahogamiento de quien huye en su recorrido hasta acabar en medio del mar. Incluso el cruce exitoso nunca lo es del todo, nunca es del todo completo, quien llega al otro lado a salvo encuentra como bienvenida la pregunta y la negación: ¿cómo llegaste y con qué derecho has sobrevivido? Quien migra y llega a salvo no se salva realmente del pasado inabarcable. Amor, orgullo, herida, muerte y dolor van todos en el tránsito junto a la identidad y el deseo y la posibilidad. Todos tatuados el la piel: “They ask me ‘how did you get here’? Can’t you see it on my body? (Me preguntan ‘¿cómo llegaste acá?’ ¿No lo ves en mi cuerpo?)”.
El dolor transmuta en rabia: “I want to make love but my hair smells of war and running and running. I want to lay down, but these countries are like uncles who touch you when you’re young and asleep. Look at all these borders, foaming at the mouth with bodies broken and desperate (Quiero hacer el amor pero mi cabello huele a guerra y a correr y correr. Quiero acostarme, pero estos países son como tíos que te tocan cuando eres joven y duermes. Mira estas fronteras, espumando por la boca con cuerpos rotos y desesperados)”.
Atravesando cada poema, un claro y fortalecido orgullo por ser quien se es: por venir de donde se viene, por haber llegado donde se llegó sin olvidar jamás quien se es. Por haber llegado hinchada de un lenguaje que no puedes y no quieres darte el lujo de olvidar. El epígrafe del libro no puede pasarse por alto y quien lo lee, así mismo, de dentro hacia afuera, desde la totalidad a la primera línea en la edición, desde el final hasta la primera página, en retroceso, como quien busca una semilla, un mensaje perdido, como quien lame una semilla sabiendo que hay más jugo, más sustancia, más verdad por explorar, agradece el resultado eficiente de la plegaria elevada: “Mother, loosen my tongue or adorn me with a lighter burden / Madre, suelta mi lengua o adórname con una carga más liviana” (Audre Lorde). La lectora conoce el desenlace. No fue aligerada la carga de Shire, ya se sabe lo que su madre le ha legado.
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Teaching My Mother How to Give Birth (Enseñando a mi madre cómo dar a luz)
Warsan Shire
Mouthmark Series (number 10)
Londres, 2011