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El totalitarismo con piel de oveja: ¿podrá la democracia sobrevivir al debilitamiento de la verdad?

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Por WOLFGANG GIL LUGO

“Hay que tener la mente abierta. Pero no tanto 

como para que se te caiga el cerebro al suelo”. 

Richard Feynman

A través de su distópica novela 1984, George Orwell puso de manifiesto una de las grandes amenazas para la libertad: la “neolengua”. Este término denota la forma en que el totalitarismo utiliza al lenguaje con propósito de manipulación ideológica, pues hace que lo falso sea verdadero y lo verdadero sea falso. La neolengua produce una disonancia cognitiva, una especie de hipnosis que dificulta ver la realidad.

Roger Scruton denuncia como formas de neolengua a todas las categorías que ha inventado la teoría critica para sacrificar a lo político, la resolución consensuada de problemas, en nombre del fanatismo del utopismo angélico. No se trata de resolver problemas particulares de personas concretas sino la solución abstracta y definitiva de seres incorpóreos que solo viven en la fantasía ideológica. Conceptos como “la superestructura” de Marx, la “episteme” de Foucault, el “Gran Otro” de Lacan son tecnicismos que pretenden someter a nuestro criterio independiente. 

Se nos invita a creer que nuestros conflictos no se pueden solventar si no es mediante una completa transformación, una revolución absoluta o, como el personaje del profesor explica en Elagente secreto de Conrad, con “la destrucción de todo lo que es”. (Scruton: Pensadores de la nueva izquierda, p. 283).

Después de la caída de la URSS, los revolucionarios abandonaron la vieja estrategia de tomar el poder por la fuerza. Ahora, el proyecto es corromper a la institucionalidad democrática desde adentro. A partir de estos presupuestos, es fácil comprender que el nuevo plan consiste en secuestrar la tolerancia. De esta forma, se ha sustituido la intolerancia comunista por la permisividad populista. Esto significa llevar la tolerancia hasta extremos que hagan imposible el respeto mutuo. 

La Nueva Izquierda encontró en la ideología posmoderna lo que necesitaba para la batalla cultural. 

Un mapa indispensable

El libro La posmodernidad en jaque, de Julio Borges Junyent y Javier Ormazábal Echeverría, nos ofrece un mapa para recorrer la intrincada región de la ideología contemporánea. A partir del contraste de los pensamientos del italiano Gianni Vattimo (1936-2023) con el británico C.S. Lewis (1898-1963), obtenemos una fotografía cenital de la cultura actual, así como de los peligros que implica para las sociedades abiertas, aquellas donde los individuos son sus propios dueños.

Este libro posee la virtud de criticar al neototalitarismo implícito en la Nueva Izquierda. Esto no implica que se ubique en una postura de extrema derecha. En esto se diferencia del libro La batalla cultural de Agustín Laje, quien denuncia, con fundamento, las estrategias neomarxistas en el contexto social de las ideas, pero, lamentablemente, toma una postura radical de signo contrario. En cambio, Borges y Ormazábal mantienen una posición mucho más equilibrada, al alejarse de los extremos ideológicos, como recomendaba Emerson, para hacer un mejor servicio a la democracia. 

Una comparación iluminadora

La originalidad del libro La posmodernidad en jaque consiste en someter a critica ese movimiento cultural desde la perspectiva de Lewis. Como representante de la corriente posmoderna, tomaron al pensador italiano Gianni Vattimo, quien podría ser catalogado como miembro de la izquierda heideggeriana. Otros componentes del sincretismo de Vattimo son su marxismo y su catolicismo, ambos en versión debilitada, según sus propios términos. 

C.S. Lewis fue el autor de la famosa saga fantástica de Narnia. Esto ha catapultado su nombre como un literato a nivel mundial. Mucho menos conocida es su obra de pensador filosófico. Su posición podría calificarse como la de un demócrata con base en el humanismo cristiano. Entre su producción conceptual, destaca el libro La abolición del hombre, donde denuncia las falacias que distorsionan la educación y, en consecuencia, ponen en peligro a la dignidad humana. 

Hay que tomar en cuenta que este libro de Borges y Ormazábal parte de un audaz supuesto hermenéutico: es posible evaluar a la posmodernidad a partir de un autor que había muerto antes de que surgiera dicho movimiento cultural. Así que es un buen ejercicio de imaginación conceptual. Por otra parte, esta obra es una sólida herramienta pedagógica. Comienza con un glosario que nos define, en forma muy didáctica, los términos filosóficos que se utilizan en este ensayo, tales como “debolismo” (el debilitamiento de la verdad), “deconstrucción”, “esencialismo”, “evento”, “Tao” y muchos más. 

Luego, la introducción consiste en la presentación sinóptica de las vidas y pensamiento de Vattimo y Lewis. El resumen de las ideas es hecho de forma muy sistemática, de manera que es fácil establecer coincidencias y, sobre todo, diferencias. 

A continuación, se desarrollan seis capítulos donde se destacan los contrastes de estos dos pensadores respecto a moral, educación, cultura, religión, democracia e historia. 

En estos seis capítulos, se responden las cuestiones que se anunciaban en la contratapa: “¿Qué tiene que ver la quema de cómics de Astérix con una madre que se empeña en castrar químicamente a su hijo? ¿Y la educación sexual escolar con los sistemas de vigilancia usados en China? ¿Y qué hay de unas esculturas invisibles de 15.000€ o de la ley de memoria democrática?”. La respuesta a todas estas preguntas es que la causa consiste en la disolución nihilista de la cultura y las locuras destructivas que detona. 

Finaliza este libro con una sección de conclusiones, donde se establecen los resultados de la crítica de Lewis a Vattimo en diferentes temáticas, tales como metafísica, razón, verdad, relativismo, historia, ética y democracia. Especialmente clarificador puede ser la lectura de la última sección, “La democracia débil” (p. 297). Allí se ven los efectos deletéreos del nihilismo sobre una sociedad abierta. 

Anatomía del debolismo

Vattimo debilita la verdad en nombre del relativismo. Existe una vieja trampa de los relativistas. Lewis bautiza a esta trampa como la Falacia del Innovador, la cual consta de dos pasos. En primer lugar, los innovadores afirman que todas las opiniones son verdaderas. Segundo, aseguran que su opinión es mejor que las otras. En el caso de Vattimo pretende descalificar como relativos todos los pensamientos fuertes, es decir, los que permiten el diálogo racional y que pueden oponerse a un régimen opresivo de corte totalitario. Luego, pasa a exaltar a los cambios revolucionarios. En tal sentido, Borges y Ormazábal afirman: 

Finalmente, y como corolario de estas conclusiones, el núcleo de este debate es que el problema de fondo no reside en la metafísica, la razón o la verdad en las numerosas experiencias que han llevado a la eclosión de la violencia en la historia humana y que el pensamiento débil denuncia. Por el contrario, el origen de la imposición y la violencia ha estado atado a sujetos históricos que claman haber absorbido, en la remisión histórica, una verdad que, como «revelación» de epifanías, ha monopolizado y convertido en dogmática una interpretación sobre el destino o condición histórica de una sociedad. (p. 300). 

Esta acusación contra el pensamiento débil se explica por sus dos aspectos irracionalistas. Por una parte, la negación de la verdad como correspondencia. En otras palabras, si no se acepta la existencia de evidencias, ya sean empíricas o racionales, que se puedan comprobar de forma intersubjetiva, se cae la afirmación del subjetivismo radical. Esto explica por qué se hace imposible el diálogo. En cuanto a este punto, Montaigne nos recuerda: “El primer rasgo de la corrupción de las costumbres es el destierro de la verdad” (El desmentir). 

El segundo aspecto es la afirmación de la verdad como develación del Ser, tal como la entiende Heidegger. Esto supone que el Ser no se identifica con Dios, sino con una realidad metafísica que se puede describir como el absoluto irracional. Dicha realidad metafísica no puede ser aprehendida a través de nuestro entendimiento.

En casos de crisis histórica, el absoluto irracional se revela emocionalmente a algún elegido, es decir, un líder mesiánico. Heidegger, a menudo, alude proféticamente a un héroe (tiene a Hitler en mente), quien deambula sin miedo por encima de la niebla y que es el único capaz de conducirnos hacia la tierra prometida. 

En un lenguaje más simple, la metafísica de Heidegger fundamenta un servilismo político ideal para el uso de los totalitarios. Este concepto de verdad nutre a un personaje como el que describe Franz Kafka, refiriéndose a su progenitor: “Tú estabas dotado para mí de eso tan enigmático que poseen los tiranos, cuyo derecho está basado en la propia persona, no en el pensamiento” (Carta al padre). 

En resumen, el debilitamiento de la verdad de Vattimo se puede ilustrar con la aguda frase de Groucho Marx: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?” (Sopa de ganso, 1933). 

Consecuencias nefastas de debolismo

La crisis de la democracia actual consiste en las amenazas de los populismos, tanto autoritarios como neototalitarios, los cuales son consecuencias de la combinación del subjetivismo radical y de los líderes mesiánicos. El subjetivismo radical convierte al ciudadano en un ensimismado egocéntrico, más preocupado por sacarse un selfie que por defender los derechos civiles. Mientras que el líder mesiánico aspira a destruir las instituciones democráticas. En resumen, esta nefasta pareja conspira para instaurar la dominación. 

Vattimo crea una falsa oposición: débil-fuerte. Podríamos conjeturar que es una corrupción de la inteligente oposición que propone A. N. Whitehead: persuasión-fuerza. Hay más civilización en la medida que la persuasión subordina a la fuerza. A partir del concepto de persuasión, podemos decir que es contradictorio afirmar que se puede interpretar libremente sin referencia a la verdad como correspondencia o a los valores. El debolismo niega la posibilidad de convencer de forma razonada. Por tanto, no existe forma de resistir al poder de los tiranos.  Al respecto, Borges y Ormazábal concluyen:

El pensamiento débil busca desmantelar los valores del Tao que han hecho posible el reconocimiento de los derechos humanos, así como la fertilidad de las democracias contemporáneas (p. 301). 

En este texto, el término “Tao” no hace alusión a la religión china. Más bien refiere a la resignificación que le brinda Lewis:  el conjunto de constantes que encontramos en todas las tradiciones espirituales de la humanidad. Más o menos coincide con lo que también ha sido llamado la ley natural o la filosofía perenne.  

El porvenir de la democracia

A nivel planetario existe una crisis de la democracia. Eso está atestiguado por una larga serie de títulos pesimistas, como El ocaso de la democracia de Anne Applebaum. Por otra parte, está el evidente surgimiento de amenazas externas, como las potencias autoritarias de China, Rusia e Irán, e internas, como los partidos populistas. Los autores de nuestro libro sospechan que el pensamiento débil es un elemento importante en esta crisis. 

El pensamiento débil produce un ciudadano anémico, el cual es incapaz de asegurar la continuidad de un sistema democrático. A este individuo se le ha extraído la fortaleza necesaria para defender una sociedad abierta. Al carecer de valores objetivos, el pensamiento queda a la deriva. Si solo cuenta con una inestable subjetividad, se es presa fácil de los despotismos. 

Por el contrario, necesitamos “insumisos”, como los que describe Todorov: disidentes, indóciles y no-violentos, es decir, lo mejor de la humanidad. Para cumplir con su misión, los insumisos deben poseer un pensamiento fuerte. En otras palabras, dichos rebeldes deben ser dueños de una mente crítica, es decir que esté en capacidad de establecer la verdad de las evidencias y la validez de los razonamientos. A esto hay que agregar que, además, posean claridad sobre los principios éticos, así como la fuerza de voluntad para enfrentar la opresión. 

La democracia no podrá sobrevivir a la pandemia del pensamiento débil. El mejor antídoto consiste en apostar por el pensamiento fuerte de los insumisos. Esta idea encuentra confirmación en Buckminster Fuller, quien, en una entrevista de 1981, expresó: “Nuestra supervivencia no dependerá de sistemas políticos o económicos. Dependerá del coraje del individuo para decir la verdad, y para hablarla con amor y no de manera destructiva”.


*La posmodernidad en jaque. Un debate entre C.S. Lewis y Gianni Vattimo. Julio Borges Junyent y Javier Ormazabal Echeverría. Editorial Libros Libres. España, 2023.

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