Por FERNANDO FALCÓN V.
El presente trabajo está basado, fundamentalmente, en documentos aparecidos en diferentes archivos después de la aparición de la obra de Asdrúbal González Sitios y Toma de Puerto Cabello. Transcurridos 50 años desde la edición de dicha obra, ha sido posible encontrar nueva documentación que enriquece nuestro conocimiento sobre aquellos hechos, mediante aspectos inéditos. Resaltan entre ellos el hallazgo del “Diario Militar de la toma de Puerto Cabello”, insertado en el Tomo LXVIII del Archivo de Guerra y Marina en los fondos documentales del Archivo General de la Nación y que, sorprendentemente, había pasado desapercibido por los investigadores. Igualmente, el hallazgo del Boletín N° 1 del Sitio de Puerto Cabello publicado en el “Iris de Venezuela”, número 94, correspondiente al 31 de octubre de 1823. Recientemente, la Academia de la Historia del Estado Carabobo acaba de publicar con autoría de Fernando Falcón y José Alfredo Sabatino Pizzolante el texto Materiales para el estudio de la Toma de Puerto Cabello (1823), en el que se añaden más de 80 documentos inéditos o existentes en recopilaciones documentales y que no pudieron ser utilizados por nuestro recordado Asdrúbal González. Sea este artículo un homenaje a la semilla por él sembrada.
Las operaciones del sitio
Una vez tomada la decisión de establecer nuevamente el sitio de Puerto Cabello, las operaciones militares comienzan el 23 de septiembre de 1823, cuando tres compañías del Batallón Anzoátegui y una de Lanceros de Honor forman la línea de contravalación sobre la Plaza. Paralelamente a esta acción, el general Páez deja alistados los buques que debían establecer el bloqueo marítimo de la plaza y a su vez transportar los elementos de artillería necesarios para completar las líneas sitiadoras.
Los días 23 y 24 el general Páez envió parlamentarios a la plaza a fin de conseguir una rendición pacífica, pero en ambos casos la contestación del brigadier Calzada, jefe español, fue negativa. Mientras tanto, se practicaban reconocimientos en las áreas en que se iban a colocar las baterías de artillería, sufriendo el fuego de los defensores. Además, el planeamiento del sitio implicaba la formación de dos líneas de abastecimiento y operaciones. La primera, marítima, se establecería para recibir desde La Guaira el material de Artillería necesario para atacar los baluartes y fortificaciones de la plaza. La segunda, terrestre, se organizaría desde Valencia, por el Camino Real, para desplazar tropas, municiones y abastecimientos hasta el Cuartel General de la operación, ubicado en la Alcabala de Paso Real, sitio en que convergen el curso del río San Esteban y el camino a El Palito.
El día 26, llegan los buques de guerra “Urica” y “Pichincha”, comenzando el desembarco del material de artillería bajo el fuego enemigo. Para el día 1° de octubre se establece la batería del Trincherón destinada a combatir las flecheras enemigas que impedían los trabajos de desembarco del material de guerra. Para el día 4 se refuerza la línea de sitio con dos compañías de infantería y un piquete de caballería haciendo un total de 488 hombres en la línea sitiadora.
Entre los días 8 y 12 de octubre se termina de completar la línea de las baterías con capacidad de hacer fuego sobre la plaza, estableciéndose piezas de artillería en San Luis, Santa Bárbara y en Los Cocos para dominar la boca del río San Esteban e impedir el acceso al agua por parte de las tropas sitiadas.
El día 13 las tropas españolas hacen una salida con un efectivo de 70 hombres a fin de tomar la batería de Los Cocos y recuperar el acceso al agua, pero fue rechazada por la segunda compañía del batallón Anzoátegui.
Para el día 18 se estableció una nueva batería en la esquina de La Caridad y conjuntamente con la situada en Los Cocos comenzaron el bombardeo sobre la Casa Fuerte y la línea exterior de las fortificaciones enemigas. Los generales Páez y Bermúdez, que se encontraban haciendo un reconocimiento en el sector, fueron lastimados por una parte de la pared de la casa en que estaban observando, que cayó por el fuego de la artillería enemiga.
Entre los días 19 y 28 de octubre continúa el bombardeo sobre las posiciones enemigas, dándose la circunstancia de varios duelos artilleros entre las dos fuerzas en pugna produciéndose bajas en ambas partes. Para el 20 de octubre, tres buques de guerra y seis flecheras cerraban la boca del puerto y completaban el bloqueo naval a la plaza.
El día 28 de octubre culmina el asedio y toma del Fortín Solano mediante capitulación de los 30 soldados que lo ocupaban. La toma del fortín privó a los defensores de las señales acústicas y visuales mediante las cuales comunicaban a la plaza los movimientos de las tropas sitiadoras.
El día 3 de noviembre termina de instalarse la batería del rebote ubicada en la playa frente al baluarte de la Princesa, lo que permitía atacar dicha fortificación y para el día 4 todas las baterías de artillería constituían una línea desde Los Cocos al oeste hasta El Rebote al este, con tres baterías ubicadas en la Plaza de la Constitución, La Caridad y la Matanza en el centro del dispositivo sitiador y distantes unos 200 metros de las fortificaciones principales del adversario. El mismo día se iniciaron los trabajos de desvío hacia el oeste de la desembocadura del río San Esteban.
El día 31, el general Páez intima la rendición de la plaza amenazando con pasar a cuchillo a la guarnición en caso de no rendirse. La negativa del brigadier Calzada y las noticias de una probable expedición marítima desde La Habana para auxiliar la plaza terminaron de incidir en la decisión de tomar la plaza por asalto.
El asalto
Desde principios de noviembre, el general José Antonio Páez comienza a planear el asalto a la plaza fuerte de Puerto Cabello. A tales efectos solicita el día 2 al ministro de Guerra de Colombia, el envío de dos batallones de infantería como refuerzo para poder llevar a cabo la operación. El mismo día arriba a la línea de sitio el batallón Granaderos de la Guardia al mando del teniente coronel Pedro Celis, trayendo un efectivo total de 300 hombres.
Para el día 4 de noviembre Páez informa nuevamente al ministro de Guerra acerca de sus planes para asaltar la plaza por la zona de la laguna cubierta de manglares, sector no fortificado ubicado entre el baluarte de La Princesa y la batería Constitución. En dicha comunicación delinea el plan de hacerlo a pie pero informa que no cuenta con los prácticos necesarios para vadear con éxito la ruta y llevar a cabo un golpe de mano.
El día 5 se presentó en horas de la mañana el teniente coronel Andrés Elorza con 100 lanceros del Regimiento de Honor que se encontraban en Maracay con lo que se completó la fuerza destinada al asalto. Ese mismo día el batallón Granaderos de la Guardia releva al batallón Anzoátegui de la Guardia en todos los puestos de la línea de sitio para que dicha unidad se preparara para el asalto final.
En horas de la noche Julián Ibarra, puesto por su dueño o amo, Jacinto Iztueta, a disposición del general Páez y práctico en los vados de la laguna, conjuntamente con el capitán de Caballería Marcelo Gómez, y los tenientes José Hernández y Juan Albornoz llevan a cabo el reconocimiento de la laguna y sus manglares adyacentes llegando hasta la población y descubriendo que la ruta se prestaba para el paso de tropas a pie aunque con dificultad, debido al lodo y la arena.
El día 6 se termina de desviar el río San Esteban privando a la plaza de agua y se comienzan igualmente los preparativos para el asalto final. Se escoge el día siguiente a las 10 de la noche para el inicio de la operación debido a que la luna creciente se había ocultado por el horizonte oeste, lo que garantizaba la completa oscuridad de la noche. Además en cuarto creciente la marea es mucho más baja en la zona lo que permitía el desplazamiento sin ser detectados por el enemigo que ya no contaba con las señales ópticas provenientes del Fortín Solano, el cual había pasado a manos de las tropas sitiadoras el día 28 de octubre.
A las 5 de la mañana del día 7, las cinco baterías de artillería comienzan a abrir fuego sobre la plaza hasta las 11 de la noche con el fin de llamar la atención los defensores y fatigarlos para que aquella noche lo encontrásemos desapercibido y rendido de cansancio, a la vez que proteger el desplazamiento de las tropas que ejecutarían el asalto.
El mismo día, en horas de la noche, se toma la decisión de ejecutar el Plan de operaciones para la toma de la plaza. Dicho plan consistía en una infiltración por el lado este de la plaza, el cual no estaba fortificado, pues los planificadores de la defensa del lugar y los ingenieros militares españoles habían considerado siempre dicha zona como inaccesible para cualquier tropa enemiga debido a las dificultades del terreno. Dicha infiltración seguida de un asalto general a las fortificaciones estaba a cargo de 400 hombres del batallón Anzoátegui y 100 lanceros del Regimiento de Honor. De igual manera se preveían dos operaciones de diversión simultáneas con el esfuerzo principal. La primera de ellas consistía en un ataque frontal a las fortificaciones de la línea exterior de la plaza a cargo de la compañía de cazadores del batallón Granaderos de la Guardia (112 hombres) y la otra un ataque de las cuatro flecheras disponibles al baluarte de El Príncipe y al muro protector que se extendía desde dicho baluarte hasta la batería de El Corito.
A las 10 de la noche del día 7 se inicia la operación con el desplazamiento de la fuerza de asalto terrestre organizada en dos columnas de marcha, encabezadas por el teniente coronel Manuel Cala, mayor del batallón Anzoátegui y del teniente coronel Andrés Elorza, jefe accidental del Regimiento de Honor. Para la operación en sí, se destinaron 5 secciones de asalto: la compañía de granaderos, capitán Francisco Domínguez, y 1a., capitán Pedro Rojas con 50 lanceros, todo al mando del teniente coronel Francisco Farfán, se destinó a ocupar las baterías princesa y príncipe; la 2a Compañía, capitán Laureano López y 25 lanceros con el capitán Juan José Mérida, al muelle; la 3a., su capitán Joaquín Jerez al Corito; la 4a., su capitán Gabriel Guevara a la batería de Constitución; 25 lanceros con el teniente coronel José de Lima a la puerta de la estacada, quedando de reserva la compañía de cazadores al mando del capitán Valentín Reyes.
Las columnas de marcha emprendieron su movimiento desde la Alcabala de Paso Real, sitio donde se ubicaba el Cuartel General de Páez hasta la playa del Rebote, lugar situado en el extremo este del dispositivo de los sitiadores y desde donde empezaría la infiltración. Toda la tropa iba sin uniforme y prácticamente sin ropa llevando solamente sus fusiles, cananas, sables y lanzas. Igualmente se estableció la palabra PÁEZ como el santo y seña acústico de la operación, para poder reconocerse en la oscuridad.
Después de cuatro horas desplazándose en completo silencio y sorteando los obstáculos del fango y las raíces de los manglares, las columnas de ataque tocan tierra a las dos y media de la mañana, en un lugar intermedio entre el baluarte de La Princesa y la batería Constitución.
Casi inmediatamente después de la reunión de la primera columna de ataque en el sitio de concentración (donde actualmente está ubicada la Plaza Salom) los centinelas dieron la alarma y hubo de procederse al asalto de forma inmediata, procediendo a ocupar con rapidez los baluartes de La Princesa y el Príncipe y la puerta de La Estacada. El cansancio de los defensores, producto del continuo bombardeo que cesó cerca de las 11 de la noche del día anterior, les restó capacidad de reacción y la mayoría de ellos fueron pasados a cuchillo.
Cuando la segunda columna de ataque ingresó a la plaza procedió a la captura de la batería Constitución, el muelle y la batería de El Corito, última posición tomada por las tropas de asalto.
Simultáneamente con el ataque principal se efectuaron los dos ataques secundarios previstos. La compañía de cazadores del batallón Granaderos llevó a cabo un ataque frontal sobre la línea exterior constituida por una empalizada de estacas, una Casa Fuerte que se encontraba parcialmente en ruinas y un pequeño fortín llamado El Tamborete. Estas fortificaciones estaban ocupadas por 90 hombres que hicieron férrea resistencia a los 112 hombres del ataque, causándole una pérdida de 6 muertos y 17 heridos. Una vez recibida desde la plaza la señal de haber sido tomados los baluartes principales, la compañía de cazadores procedió a retirarse, pero la guarnición defensora, viéndose rodeada solicitó a Páez capitulación, la cual fue negada y se rindió a discreción. Las fuerzas navales sutiles atacaron la batería de El Príncipe con fuego de cañón y metralla, dañando también la muralla adyacente.
El ataque por tres flancos distintos debilitó la resistencia de los defensores y media hora más tarde todas las fortificaciones y objetivos habían caído en poder de las tropas de Colombia. La pérdida de los defensores consistió en 7 oficiales y 156 soldados muertos, cayendo prisioneros el propio brigadier Sebastián de la Calzada, 30 oficiales y 213 soldados. Igualmente fue capturado abundante material de guerra consistente en 60 piezas de artillería de todos calibres, 620 fusiles, equipamiento militar diverso y todo cuanto existía dentro de ella incluso lo relativo a propiedades particulares.
Las pérdidas totales de los atacantes consistieron en un oficial muerto y 20 heridos, entre ellos los integrantes de la flechera “Cumanesa”, heridos por el estallido del repuesto de pólvora durante el ataque.
Las tropas vencedoras saquearon el pueblo, viéndose los generales Páez y Bermúdez, que entraron con su Estado Mayor a las 6 de la mañana, en la necesidad de llamarlos al orden debido a los excesos cometidos y publicar un bando en el cual se amenazaba con pena de muerte a quienes en lo sucesivo efectuasen tales prácticas.
Quedaba por rendir el castillo San Felipe, donde 326 hombres bajo el mando del coronel Manuel de Carrera y Colina todavía resistían. A las siete de la mañana el general Páez envió un parlamentario con la intimación de rendición, la cual se repetiría al día siguiente.
El día 9 a las 11 de la mañana se entrevistaron con Páez los comisionados enviados desde el Castillo. El mismo general José Antonio Páez discutió los artículos de la Capitulación, que se firmó el 10 de noviembre de 1823. El día 15 de noviembre, las tropas españolas a bordo de los buques colombianos “Pichincha”, “Boyacá”, “Urica” y la goleta “Tártara” (fletada en Estados Unidos) conducirían a Santiago de Cuba a las tropas vencidas en la toma. Con su salida se arriaba el pabellón español en el Castillo de San Felipe y cesaba definitivamente la dominación española en Costa Firme.
*Fernando Falcón V. es licenciado en Ciencias y Artes Militares. Graduado de Estado Mayor. Profesor Titular en la Escuela de Estudios Políticos de la UCV. Director del Doctorado en Ciencias Políticas. Especialista en Historia Militar. Vicepresidente de la Academia de Historia del Estado Carabobo.
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