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El Siglo de Pompeyo

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Por RAFAEL GUERRA RAMOS

El pasado 28 de abril se cumplieron 100 años del nacimiento de Pompeyo Márquez Millán y cinco de su deceso. Admitida como cierta la afirmación de Picón Salas, el siglo XX en Venezuela se inicia con la muerte de Juan Vicente Gómez, porque ninguna de las grandes convulsiones ocurridas en el mundo hasta entonces (la I Guerra Mundial, la revolución agraria mexicana, la revolución bolchevique rusa, la reforma universitaria de Córdoba en Argentina) trascendió los muros levantados por la tal vez más primitiva y siniestra tiranía del continente, padecida por los venezolanos durante casi tres décadas.

Las emotivas y ruidosas manifestaciones estudiantiles del 28, tan brutalmente reprimidas, fueron aires premonitorios. Al general Eleazar López Contreras —discípulo, fiel compañero de armas y sucesor del Benemérito, con el sobreentendido encargo de perpetuar su sombra— le corresponde el mérito (por esas no tan raras ironías de la historia) de encarnar el tránsito de la barbarie a la civilización.

Durante ese período se desarrolla el interés político del adolescente Pompeyo Márquez. A la edad de 15 años experimentó el gusto de considerarse “preso político” en una celda policial. Posteriormente, a los 17, nuevamente preso y confinado durante 6 meses en El Jobito, en la remota localidad fronteriza de Puerto Páez. Ya, entonces, se le podía considerar un veterano “activista político” con méritos para suscribir la militancia partidista, la cual inicia afiliándose al Partido Democrático Nacional (PDN), cuna y escuela de la mayoría de los más importantes líderes participantes en hechos decisivos de los destinos del país. Poco después lo haría en el Partido Comunista.

El general Isaías Medina Angarita no solo conservó los avances progresistas y democráticos heredados, sino que los profundizó y amplió al nivel de las democracias latinoamericanas más avanzadas de entonces. En este contexto transcurre el proceso de transformación del “activista político” Pompeyo en cuadro dirigente del Partido Comunista.

Pompeyo fue siempre un hombre de acción, dotado de una capacidad de trabajo excepcional, genuino representante de una generación de líderes políticos para quienes teoría y práctica son cara y sello de una misma moneda. Sin haber pasado por la universidad estaba dotado de una amplia formación humanística y política. Así lo demostró en su fecunda labor parlamentaria. En sus memorias nos dice que bajo la persecución policial en su larga vida clandestina perdió “más de 4.000 fichas y 168 resúmenes de libros de economía, de sociología, de historia venezolana, universal y de algunos países en particular”. Pero no sólo era un lector voraz, acucioso y disciplinado, también supo buscar y tener a su alcance profesionales eminentes de diversas disciplinas que le proporcionaban oportunamente conocimientos y la información necesaria. Dejó escritas más de veinte obras sobre economía, política e historia, algunas de ellas generaron polémicas en círculos nacionales e internacionales, como la respuesta a Fidel Castro por sus reiteradas injerencias en la política venezolana, plasmada en su obra La vigencia del PCV no está en discusión.

En abril de 1951 se celebró la 6ª Asamblea Nacional del PCV, clandestinamente, y eligió secretario general a Jesús Faria, quien estaba preso, por lo que se designa como secretario general encargado a Pompeyo Márquez, quien cumplía 29 años. Comenzaba la larga travesía del escurridizo Santos Yorme, convirtiéndose en símbolo y leyenda de la lucha clandestina contra la dictadura impuesta por el golpe militar que derrocó a Gallegos.

Los comunistas, con su combatividad y política unitaria, contribuyeron significativamente a obtener la resonante victoria electoral (30 de noviembre 1952) contra la dictadura y su candidato presidencial Pérez Jiménez. Es este el primer gran reto que asumió Pompeyo en la alta jefatura política del PCV. Luego vendría la revancha. A partir del golpe del 2 de diciembre, la Seguridad Nacional —SN— comenzó a cubrir con su sombra siniestra todo el territorio del país. En el seno del Partido Comunista de Venezuela (PCV) se desarrolló una intensa discusión teórica y política inspirada en el enaltecimiento del desarrollo personal de sus activistas y cuadros dirigentes; ahondando en el estudio y revisión autocrítica de su línea política, alianzas y acciones contra la dictadura. Buscaba precisar los errores y acometer las rectificaciones necesarias, asegurar los aciertos e incentivar el ingenio, en el marco de las difíciles condiciones propias de la clandestinidad. Era indispensable profundizar en el estudio de las causas de los errores y de la conducta dirigente, en el estudio de la realidad nacional y su importancia decisiva para la elaboración de la estrategia y tácticas políticas. Otros partidos comunistas en el continente transitaban por situaciones similares, como el caso del Partido Comunista de Brasil, cuyo mayor cognomento residía en la aplicación de la estrategia adecuada, acorde con la realidad existente e interpretando el anhelo y las potencialidades del pueblo en función de alcanzar los objetivos.

El éxtasis, sin saberlo aún, se aproximaba con la convocatoria al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), al cual asistió Pompeyo en su calidad de secretario general encargado del PCV. Pompeyo, buscado “vivo o muerto” por el aparato represivo de la dictadura, burló todos los controles de la Seguridad Nacional y salió en 1955 de Caracas con destino a Moscú, gracias al eficiente dispositivo que existía en la frontera entre Venezuela y Colombia, creado por el PCV y con el apoyo del Partido Comunista Colombiano, con el deliberado propósito de sacar y meter clandestinamente dirigentes y activistas de la lucha antiperezjimenista.

Este viaje de Pompeyo constituyó para el PCV un salto cualitativo extraordinario.  Producto de su presencia personal en el célebre Congreso del PCUS, de su visita a China y a varios países europeos, así como de su relación personal con la mayoría de la dirigencia de los más importantes PC del mundo, trajo a su regreso un pensamiento totalmente renovado, fresco, en el que abundaban formulaciones audaces contra el dogmatismo, contra el sectarismo, una visión más amplia sobre la política y sus alternativas. Del XX Congreso del PCUS trajo el contenido del discurso de Nikita Kruchev en el cual revela ante el mundo los crímenes cometidos por Stalin durante su prolongado mandato y los perversos efectos del culto a su personalidad.

Después del regreso de Pompeyo, el PCV realizó el XIII Pleno de su Comité Central. El informe del secretario general encargado estaba impregnado del impacto recibido en su viaje, de sus vivencias en nuevas inquietudes, de todo lo nuevo aprehendido. Sugiere que todo está en discusión, que busca encontrar el camino y, por lo tanto, debe partir de la premisa de que nadie es dueño de la verdad. Que el camino más corto y seguro para encontrar la verdad es el de la libre confrontación de ideas con autenticidad.

A partir de esta reunión del CC se generó en el seno del PCV una amplia discusión que fue generando iniciativas y propuestas, entre ellas —la más afortunada y celebrada— la creación de la JUNTA PATRIÓTICA, de cuya relevancia se ha ocupado y se seguirá ocupando la historia.

En la dilatada y hazañosa vida política de Pompeyo se registran importantes aciertos y errores. De estos últimos el propio Pompeyo se ocupó muchas veces, con autenticidad, con valentía, animado siempre por el propósito de superarlos y extraer las enseñanzas positivas. Reconoció, por ejemplo, como un error histórico el alzamiento armado contra el gobierno de Rómulo Betancourt y en general contra el sistema democrático. “Error histórico” lo llamó el propio Pompeyo. Un error que ponía en tela de juicio grandes aciertos suyos y del partido, como lo fueron su heroica y decisiva participación en la lucha contra la dictadura militar y en su derrocamiento. Siempre le resultó muy difícil a los comunistas explicar su alzamiento contra un gobierno nacido de unas elecciones libres y limpias, en las cuales jugamos un papel prominente en su organización y en su conducción, elecciones que elevó al PCV a ser una de las principales fuerzas políticas del entonces Distrito Federal.

Pero ese mismo Pompeyo (junto con Gustavo Machado, Jesús Faría, Guillermo García Ponce, Teodoro Petkoff, Eduardo Machado), con determinación y coraje, auspició e impulsó desde el Cuartel San Carlos, donde estaban presos, la política de “paz democrática”, utilizando el seudónimo de Carlos Valencia.  Dijo Confucio, con sabiduría milenaria, “El mal no está en tener faltas, sino en no tratar de enmendarlas”. Por supuesto, esta rectificación debe ser agregada a sus aciertos.

Cuando ocurrió la invasión de las tropas aerotransportadas soviéticas a la indefensa Checoeslovaquia, arrasando la hermosa Primavera de Praga, Pompeyo, Teodoro y junto con ellos un grupo miembros de la Dirección Nacional del Partido Comunista y de la Juventud Comunista reaccionamos en solidaridad con el pueblo checo y la soberanía de su país. En el seno del Comité Central y del PC y de la Dirección Nacional de la JC se generó un debate que progresivamente creció y se extendió por todo el cuerpo de ambas organizaciones. Teodoro publicó su libro Checoeslovaquia, el socialismo como problema.  Esta obra avivó el fuego del debate interno que se venía librando y progresivamente se convirtió en un profundo deslinde ideológico y político. Las declaraciones del secretario general del PCUS y la dura condena de un editorial de Pravda, órgano oficial del gobierno soviético, en contra de su libro, fue interpretada por el viejo y más reconocido liderazgo del PCV como una orden de expulsión contra Petkoff. La firme oposición de Pompeyo y la de un importante grupo de calificados miembros del CC lo impedimos. De todas maneras, la profundidad del deslinde hizo inevitable la separación de la mayoría del partido y la casi totalidad de la JC en diciembre de 1970 y con la fundación del MAS en enero de 1971.

Es importante tener en cuenta que el MAS no nació como una organización unida monolíticamente, sino como un “Movimiento de Movimientos” (así se concibió y se le denominó internamente). En el segundo día de instalada la Asamblea Constituyente se separó un pequeño grupo liderado por Alfredo Maneiro que fundó La Causa R, hoy día bajo la dirección de Andrés Velásquez.

A lo largo de su vida, hasta el momento en que la mayoría de los fundadores fundamentales nos separamos de la vida del MAS, coexistieron dos grandes corrientes en su seno, la “pompeyista” y la “teodorista”. Ninguna de las dos denominaciones tuvo connotaciones de adhesión personal de carácter caudillista. Una característica muy propia del MAS siempre fue la irreverencia y el rechazo al culto a la personalidad.

Con Pompeyo se separó la mayoría de la militancia del PCV. En el MAS él siguió siendo la referencia mayoritaria. Siempre se le consideró como un gran organizador, dotado de una proverbial capacidad de trabajo; la cordialidad, el espíritu de conciliación, de respeto frente a la divergencia y el sentido del humor eran peculiaridades propias de su carácter que le acercaban con simpatía y cordialidad a las gentes.

Teodoro, a su vez, encarnaba una inteligencia brillante, dotado de una vasta cultura y de un especial gusto por la teoría. A esos atributos se añaden el coraje para exponer sus ideas y defenderlas. Fue buen escritor, buen expositor y extraordinario orador, Sin ser periodista se convirtió en uno de los más sobresalientes directores de la prensa escrita de Venezuela. Teodoro fue uno de los dirigentes políticos más carismáticos de su tiempo y, sin duda, el más carismático del MAS, a pesar de transmitir en algunas ocasiones la impresión de ser irascible.

Estas cualidades que he referido sobre Teodoro y Pompeyo se hacen evidentes con la fuerza cuantitativa del MAS muy superior a la del PCV.  Es así como nace el más importante referente de la izquierda venezolana, bajo una concepción doctrinaria socialista democrática, pluralista, descentralizada y no dogmática, cuya siembra y extensión a lo largo y ancho de la geografía nacional tuvo en Pompeyo Márquez uno de sus más acrisolados propulsores.

Queda pendiente en el debate las razones de nuestro deslinde del MAS, en el ocaso del pasado siglo, junto a Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Argelia Laya, Eloy Torres, Freddy Muñoz, Víctor Hugo D’Paola, entre otros hombres y mujeres que dimos vigor y vigencia a una organización que dio sentido democrático y originalidad a la izquierda venezolana. Resulta insólito e inexplicable que con un liderazgo de tal relevancia nos hayamos dejado arrebatar por unos oportunistas de turno una organización como el MAS, quienes sin recato alguno se pasearon en 1998 por los caminos del más grotesco oportunismo, evidenciado en el salto mortal de ir del apoyo a la exreina de belleza Irene Sáez a la del comandante Chávez; momento en el cual el partido da comienzo a su deriva, quedando de ella hoy día una deplorable franquicia.

La actividad de Pompeyo no cesaba. Hasta hace unos días antes de morir escribía dos artículos de prensa semanales, a pesar de su precaria salud, sobre los asuntos más importantes del acontecer político nacional e internacional, a los cuales hacía seguimiento su olfato de periodista nato con la agudeza política que le acompañó a lo largo de la vida.

La Venezuela de hoy exhibe uno de sus más trágicos momentos, plagada de cada vez más agudos problemas que hacen de la amada patria por la que entregó su vida Pompeyo una nación en escombros. Con una diáspora nunca antes vista, con crecientes cuadros de miseria y de deterioro de su infraestructura, sin duda de la más calamitosa existencia para los venezolanos, como nunca antes en la vida republicana había padecido, a lo cual se agrega la dolorosa orfandad de liderazgo político.

La república se debate entre la tan necesaria preservación y fortalecimiento de la democracia, a la cual Pompeyo Márquez dedicó en sus años longevos sus últimos esfuerzos físicos e intelectuales, y la agudización del estilo gobernante plagado de autoritarismo, visos de militarismo y sectarismo que tanto combatió Pompeyo. Y combatía con denuedo la autocracia porque chocaba contra sus principios y valores, y porque, a decir de Jean-François Revel, “los modelos autocráticos se proyectan directamente sobre el miedo, la mentira y la obediencia y, por consiguiente, sobre el pensamiento débil”.