Por FRANK BRICEÑO FORTIQUE
Escrita casi toda la biografía de Ramón Piñango España, hay algunos pocos y pequeños detalles personales casi desconocidos, o al menos poco conocidos para muchos: sus pasatiempos.
Conozco al personaje desde su llegada al IESA en 1979 como profesor y puedo asegurar con pleno conocimiento de causa que desde el primer día absorbió su filosofía de acción y el espíritu del desarrollo institucional, sus principios de ética y excelencia, su visión de futuro de un país formado y desarrollado con una gerencia privada en que la responsabilidad social fuese una de sus atribuciones y prioridades y con una administración pública competente en su práctica y capaz de formular sus propias políticas.
Adicionalmente a sus obligaciones académicas y de alta dirección en el IESA, a las cuales Piñango le ha dedicado y sigue dedicando muchísimo tiempo pro bono, especialmente después de su jubilación están, entre ellas, la dirección de la revista Debates, la coordinación académica de cursos y programas, y ser guía de muchos profesores, alumnos y exalumnos.
Ramón, además de ser un hombre muy serio, varias veces deja deslizar un fino sentido del humor. Ha sido un excelente hombre de familia, dedicando parte del tiempo a sus aficiones, una de ellas la crianza de perros de raza doberman, hasta su presentación en concursos; e incluso haber participado en exposiciones con uno de raza pointer. Otra de las aficiones a las que dedicó un tiempo fue a las artes plásticas haciendo instalaciones con madera y de vez en cuando intentando con la pintura.
Y una muy importante virtud de Ramón es la fidelidad con sus amistades, con quienes tiene la confianza suficiente de no solo compartir y apoyar sino también discernir y, cuando es el caso, señalarles sus errores para evitar que sean repetidos. ¡Eso es un amigo!
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