Papel Literario

El nuevo traje del emperador Hamlet

por Avatar Papel Literario

Por CATHERINE MEDINA MARYS

Los abuelos cuentan que hace muchísimo tiempo vivió entre nosotros un emperador cuya gran obsesión era la moda. No era extraño encontrar al soberano con ropas hechas con los más finos hilos y bordados, que despertaban indignación entre sus súbditos hambrientos y adoración entre sus allegados.

La corte de este emperador le tenía tanto miedo que se privaban de llevarle la contraria hasta en el más insignificante de los aspectos. Y así fue como llegaron al reino dos estafadores que, haciéndose pasar por grandes tejedores, le prometieron al rey que podían confeccionarle el conjunto más increíble jamás visto por el hombre, hecho con una tela que se hacía invisible a los que no eran dignos de su cargo.

El emperador pagó una gran cantidad de dinero por este traje pero, como tenía miedo de descubrir que él no era apto para ser emperador, solía enviar a sus ministros y ayudantes a supervisar el trabajo. Ellos, incapaces de decirle que no veían nada, se limitaban a destacar el fulgor y la riqueza de un traje que, en realidad, nunca existió.

Hacemos vida en una sociedad que es intolerante a la crítica por considerarla un ataque y no un preocupado llamado de atención sobre lo que está mal, y cómo se puede mejorar. Nos limitamos, como la corte del emperador, a destacar bondades que no fueron tales, sea por agradar o por evitar conflictos de intereses.

La semana pasada, una renovada sala Ríos Reyna de la Fundación Teresa Carreño recibió con bombos y platillos las cinco funciones de Hamlet, la experiencia, el espectáculo de José Manuel Suárez que, con Daniela Alvarado encabezando un reparto completamente femenino, prometía una revisión original y contemporánea de una de las tragedias clave para comprender el legado de William Shakespeare.

¿Fue una experiencia? Lo fue, en toda la dimensión de la palabra. El director cumplió lo que prometió con una escenografía adecuada, música en vivo interpretada por la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, y un elenco de primeras actrices como Carmen Julia Álvarez, Nohely Arteaga, Elba Escobar y Grecia Augusta Rodríguez (entre varias otras) declamando sus líneas al son de la salsa y de la ópera.

Cuando se anunció que Daniela Alvarado interpretaría al melancólico príncipe de Dinamarca, muchos se cuestionaron si en verdad la heredera de Daniel Alvarado estaba preparada para el reto. En efecto, me atrevo a asegurar que Daniela es, posiblemente, uno de los mejores Hamlet que el mundo haya visto. Su interpretación fue rica y llena de los matices propios de un personaje que acaba de descubrir una traición gigantesca que le destroza el corazón, y que se debate constantemente entre ejecutar su venganza y no hacerlo.

Daniela Alvarado es la perfecta encarnación del “ser y no ser” shakesperiano, avalado por una sólida carrera teatral que incluye su participación en obras como Agosto, condado de Osage, original del ganador del premio Pulitzer Tracy Letts y dirigida por Orlando Arocha en el marco del III Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense, en 2018.

Grecia Rodríguez también rinde el mejor homenaje posible a la trágica Ofelia con su interpretación, en la que también hace gala de una técnica vocal que le permite hablar del peor de los despechos a través de la salsa, y el delirio en un aria de ópera. Rodríguez supo explotar la dulzura, la obediencia, el delirio y la locura de uno de los papeles isabelinos más codiciados por las actrices femeninas, con gran éxito.

Alvarado y Rodríguez nos demuestran que, cuando existe el talento, el sexo de tal o cual personaje se convierte en una característica y no en una barrera. Y el principal problema con Hamlet, la experiencia es que el resto del elenco no está a la altura de las actrices antes mencionadas.

Una de las grandes dificultades de presentar a Shakespeare en el siglo XIX es, precisamente, hacer que los textos floridos sean creíbles y comprensibles en el lenguaje actual. Más que interpretar sus textos, Nohely Arteaga (Gertudris) y Claudia La Gatta (Laertes) se limitan a declamarlos, incluso hasta el punto de llegar a la sobreactuación.

El director no logró cumplir lo prometido en la gacetilla de prensa, donde afirmó que “los personajes siguen siendo masculinos, siguen teniendo su esencia solo que están interpretados por mujeres sin pantomimas de hacer de hombre”. Lo que prometía ser un elenco trasgresor y una revisión actualizada del clásico se convirtió en un sencillo elenco de mujeres como Varinia Arráiz y Elba Escobar usando barbas postizas y engrosando la voz para fingir ser hombres, fracasando por completo en el intento de ser creíbles. ¿Acaso una buena actriz no está a la altura de interpretar a un hombre, sin recurrir a un disfraz? ¿Por qué una mujer no puede ser sencillamente una mujer, sin pretensiones de ser otra cosa?

El uso de la salsa fue accidental más que incidental, ya que dañó el efecto de varias escenas. Un momento tan conmovedor y trágico como lo es el delirio de Ofelia, posterior al asesinato del padre, se convierte en un cuadro de El pez que fuma gracias al uso imprudente de este género caribeño. Otras, como la pelea de espadas entre Hamlet y Laertes, emplearon fragmentos inconsistentes de himnos como Aguanile, que no hicieron sino restar tensión e impacto al duelo mortal.

Clas Producciones entregó un espectáculo de primer nivel, como suele hacer Claudia Salazar cuando firma producciones como Los Miserables, Casi Normal o La vida me sabe a Shakespeare, entre muchos otros. Pero, globalmente, el elenco no estuvo a la altura del reto que enfrentó.

La historia del emperador y su traje termina con el pueblo comentando atónito, pero en voz baja, que el soberano se haya atrevido a pasear desnudo después de que ninguno de sus consejeros se haya atrevido a advertirle. Algo huele a podrido en Dinamarca, y lo seguirá haciendo mientras nadie alce la voz ni señale lo que verdaderamente está en descomposición.