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El mercader: ¿comedia o tragedia o qué?

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Por LEONARDO AZPARREN GIMÉNEZ

¿Qué quiso decir Shakespeare con el enfrentamiento entre un cristiano y un judío por un préstamo en El mercader de Venecia? ¿Por qué y para qué mezcló una fábula de jóvenes enamorados con otra de intereses económicos y odios sociales y religiosos? ¿Por qué y para qué concentró su creación en la magistral figura de Shylock?

El mercader es el cristiano Antonio, propietario de una flota de buques que cursan los mares hasta México. Por su capacidad económica, pertenece a la nueva clase económica emergente y Shakespeare lo pone en evidencia cuando se ofrece garante de un préstamo que su amigo Bassanio se ve obligado a pedir a Shylock. Bassanio encarna la aristocracia decadente que ha dilapidado su fortuna “por llevar una vida de más fasto / de lo que mis escasos medios permitan” y aspira a Portia, “una dama en Bélmont, una rica heredera”. Antonio y Bassanio son los causales del entramado de drama y comedia de la fábula. Antonio apoya a su amigo, a pesar de no tener dinero de inmediato porque su fortuna está en los barcos que navegan. El mercader de Venecia apela a recursos que se encuentran en otras obras, tal la identidad del personaje que enriquece los equívocos de la intriga.

La identidad existencial siempre preocupó a Shakespeare la encontramos en varias de sus obras. Romeo, enamorado, se siente inestable aun antes de conocer a Julieta: “¡No soy Romeo! ¡Romeo no está aquí!”. Cuando Julieta sabe quién es Romeo le pide que renuncie a su identidad de Montesco: “Romeo, dile adiós a tu nombre”. El momento cúspide de la inestabilidad de la identidad es la duda de Hamlet “Ser o no ser”, seguido de Yago con “Yo no soy lo que soy”.

En El mercader de Venecia el recurso es el disfraz para ocultar la identidad del personaje. Si la identidad preocupa a Antonio (“Me es difícil conocerme a mí mismo”), Jéssica, la hija de Shylock, se viste de muchacho cuando huye con Lorenzo, su amante cristiano. En el tercer acto Portia anuncia que ella y Nerissa se disfrazarán de mancebos para ir a Venecia y participar en la principal escena de la obra: el juicio contra Antonio por la deuda de tres mil ducados y la decisión de Shylock de cobrar la libra de carne.

Los disfraces de Jessica, Portia y Nerissa son decisivos en el juego de equívocos de los amantes en el quinto acto, pues en la época de Shakespeare los personajes femeninos eran interpretados por hombres jóvenes. Las mascaradas venecianas se prestan para el equívoco incluso con picardía erótica. Habla Lorenzo, el amante de Jéssica: “¿Queréis prepararos para la mascarada de esta noche? / Yo ya tengo quien me coja la antorcha.”. Shylock ordena a su hija cerrar las puertas para no “mirar a esos necios cristianos con las caras pintadas”.

Las relaciones entre padres e hijos crean situaciones críticas por poner en evidencia el peso de la autoridad paterna y el desafío de los hijos. Portia cumple con la última voluntad de su padre antes de morir para elegir a quién aceptar como esposo. De ahí deriva Shakespeare las escenas con los tres cofres de oro, plata y bronce. Está presente el dominio de la autoridad sobre las nuevas generaciones y así lo acepta Portia.

Su lamento no es solo romántico; tiene connotación sexual: “Moriría tan casta como Diana, si no he de ser conquistada en el modo que indica la voluntad de mi padre”. En el juego de los cofres coincide el cumplimiento de la voluntad paterna con sus deseos cuando el afortunado Bassanio abre el de bronce y ve el retrato de ella. Final feliz de comedia.

Esto ocurre en las relaciones padre/hija cristianos. Otra situación es la relación padre/hija judíos: Shylock/Jéssica, quien se disfraza de muchacho para escapar con Lorenzo, aunque se avergüenza del disfraz. Ella no comparte las creencias de su padre y se complace con estar con Lorenzo, cristiano: “podré dar fin a mi ansiedad / y podré ser cristiana y vuestra amante esposa”.

El mercader abre y cierra con parejas de amantes. Bassanio tiene interés por Portia, rica heredera, pero carece de medios para rivalizar con otros pretendientes. Portia y su juego de cofres de oro, plata y bronce para saber con quién se casará. Jéssica se escapa de la casa paterna para estar con Lorenzo. Este mundo de amantes coincide con el problema económico e ideológico del contrato entre Bassanio y Shylock y la libra de carne de Antonio como garantía de pago, situación central del drama.

El encuentro de jóvenes amantes es, además, un juego de equívocos con anillos que cierra de manera festiva la obra con un olvido de Shylock y lo que él representa y significa desde una perspectiva religiosa e ideológica.

El préstamo solicitado al judío determina el drama de la fábula. La crisis económica de Bassanio lo obliga a solicitar un préstamo avalado por el “crédito en Venecia” de Antonio; pero Antonio no tiene liquidez porque su fortuna está en una flota de barcos que surca los mares hasta México. Así Shakespeare construye una de las ideas rectoras de su obra: una relación económica que desvelará un conflicto ideológico en la confrontación de un cristiano (Antonio) con un judío (Shylock). Economía y religión terminan siendo las dos caras de la misma situación.

La situación económica se complica cuando los barcos de Antonio naufragan, por lo que se ve obligado a enviarle una carta a Bassanio. Con la carta Shakespeare presenta el problema de la obra. La ley veneciana es estricta y Antonio pagará la deuda de tres mil ducados con su vida cuando Shylock le corte una libra de carne y se desangre.

Esta situación presenta el drama junto con la comedia en la persona de Portia, pretendida por Bassanio y de él enamorada. Por la amistad de Bassanio con Antonio, Portia está dispuesta a dar “el oro necesario para pagar veinte veces el valor de esa deuda tan insignificante” (III, ii, 305). Ella y Antonio hacen duras referencias a Shylock (“implacable acreedor” y “diabólica crueldad”). Así está presente un conflicto histórico: la situación de los judíos en la sociedad europea y su reacción. Shylock odia a Antonio porque “desprecia nuestra santa nación, y a mí me injuria”. Antonio lo llama hereje, perro carnicero y le escupió su levita hebrea “porque sacó provecho de lo que es mío”. Es decir, el odio entre cristianos y judíos con un ingrediente económico determina la actitud de Shylock con el préstamo.

Antonio, seguro de sus recursos económicos, aceptó las condiciones del contrato e, incluso, confió en devolver triplicada la deuda en dos meses. No esperaba el naufragio masivo de todos sus barcos. Las razones de Shylock para cobrar la deuda son radicales (“Le he de arrancar el corazón si no me paga”) para resarcirse de las ofensas recibidas de los cristianos, y cuando Salerio le pregunta para qué le servirá la libra de carne Shylock tiene la intervención más cruda de la obra, en la que Shakespeare presenta su aspecto ideológico más importante sobre la universalidad de la naturaleza humana:

¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos un judío, ni órganos, proporciones, sentidos, pasiones, emociones? ¿No toma el mismo alimento, le hieren las mismas armas, le atacan las mismas enfermedades, se cura por los mismos métodos? ¿No le calienta el mismo estío que a un cristiano? ¿No le enfría el mismo invierno? ¿Es que no sangramos si nos espolean? ¿No nos reímos si nos hacen cosquillas? ¿No nos morimos si nos envenenan? ¿No habremos de vengarnos, por fin, si nos ofenden? Si en todo lo demás somos iguales, también en eso habremos de parecernos. Si un judío ofende a un cristiano, ¿qué benevolencia ha de esperar? La venganza. Si un cristiano ofende a un judío, ¿con qué cristiana resignación la aceptará? ¡Con la venganza!

El texto es la summa de un propósito shakesperiano: discutir la naturaleza universal del ser humano. Los cristianos y el judío no vislumbran alguna reconciliación ni escatiman términos para referirse al otro. Según Salerio Shylock es una “apariencia de hombre / con tanta crueldad y avidez por destruir al hombre”, quien no abandona “sus odiosas razones sobre el contrato”. Por eso Shakespeare se cuida de que los personajes no mencionen el nombre de Shylock, si no “judío” y, ocasionalmente, “hebreo”.

La dimensión pública de Shylock está complementada con la privada, padre en crisis por la decisión de Jéssica de abandonar la casa paterna para huir con un cristiano. Shylock reacciona: “¡Mi propia carne y sangre… rebelarse así!” (III, i, 29). Reacción repetida en otras obras. En Otelo Brabantio se entera de que Desdémona se emparejó con Otelo y exclama: “¿Cómo pudo hacerlo? ¡Traicionar su sangre!”. La reacción de Shylock no es solo la de un padre ante la rebelión de su hija; es la de quien ve en esa rebelión un perjuicio económico porque ella se fue con un cofre lleno de joyas. La situación culmina con la cristianización de Jéssica: “Mi marido me ha de salvar, pues él me hizo cristiana”.

El enfrentamiento judeo-cristiano copa la parte central de El mercader de Venecia con importancia ideológica. Las escenas de los jóvenes amantes son propias de las comedias. El enfrentamiento, no; está encaminado al juicio en el que Shylock está decidido a cobrar la libra de carne, aun cuando le ofrecen multiplicar el monto de la deuda con recursos de Portia.

Ante la intransigencia de Shylock Portia, disfrazada de abogado, acepta el rigor de la ley que da a Shylock el derecho a cobrar la libra de carne, pero se apega estrictamente a la letra del contrato para desarmar al judío porque “este contrato no os concede ni una gota de sangre”.

Con legalidad y legalismo Shakespeare no le da a su obra un final dramático y sí de comedia. Bassanio compensa en algo al abogado que ha salvado a Antonio y le da el anillo que en una ocasión recibió de Portia con el juramento de desprenderse de él; lo mismo hace Gratiano con Nerissa, quien funge de asistente del abogado. Es la antesala del final gozoso del quinto acto en el que coinciden todas las parejas de jóvenes amantes en la casa de Portia.

La situación final tiene por objeto superar la tensión del juicio. Portia y Nerissa le reclaman a Bassanio y a Gratiano los anillos, hasta confesarles lo ocurrido. La reconciliación de los amantes coincide con la feliz noticia de tres de los barcos de Antonio en el puerto, cargados de riquezas. Y la invitación a ir a la cama. Un final pícaro de comedia amorosa, y un olvido del judío y su significación en las relaciones sociales.

Pero Shylock permanece como uno de los personajes gigantes del teatro universal.


*El mercader de Venecia (1600). William Shakespeare. Versión: Juan Carlos Grisal. Dirección: José Tomás Angola. Actores: Asdrúbal Blanco, Absalón de los Ríos, Rut Gruber, Edisson Spinetti, Virginia Rivero, Julio César Arana, Miguel Ángel Treccia, Karla Mosquera, Carlos Abbatemarco y Gerardo Soto. Caracas, mayo-junio de 2024.

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