Por RAMÓN ESCOVAR ALVARADO
Prometeo
Alrededor de las ocho de la mañana del 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor ambulante en Tunicina, comenzó su jornada de trabajo. Un préstamo de doscientos dólares le había permitido comprar la mercancía que vendería ese día. La venta ambulante no requería autorizaciones en la zona de Bouazizi. Sin embargo, varios policías le decomisaron sus pertenencias. El joven pidió socorro en una estación policial. De forma desesperada preguntó si era necesario prenderse en fuego para que le devolvieran sus bienes. No le prestaron atención. Por esta razón Bouazizi cumplió su advertencia: se prendió en fuego. Así comenzó la “primavera árabe”.
Los grandes pensadores de nuestra época advierten acerca del carácter envilecedor del nihilismo, es decir, de ese fenómeno de pérdida de valores que afecta los aspectos más importantes del hombre moderno. En el nihilismo la política pierde su sentido de libertad y no hay parámetros morales. El hombre nihilista carece de identidad, es presa fácil del terror y cree haber tomado el lugar de su valor supremo (Dios). La vida en ese sórdido mundo es un absurdo y la muerte es una alternativa.
El nihilismo se contrapone a lo que hace setenta años Albert Camus, en su ensayo El hombre rebelde, llamó “rebeldía”. De acuerdo con el escritor francés, la rebeldía es una de las manifestaciones de la lucha del hombre por reivindicar la dignidad humana. El sentido del acto rebelde es rechazar la opresión y la injusticia. Es la afirmación de una línea roja de la cual un opresor no debe pasar. Su esencia es la solidaridad: a través de un acto logramos salir del estado de aislamiento e inspiramos a los demás a luchar por valores trascendentales. La rebeldía supone la capacidad de pensar, el ejercicio de ver al mundo desde la perspectiva del otro.
Para ilustrar el significado de rebeldía, Camus utiliza la metáfora de Prometeo, el titán de la mitología griega que le robó el fuego a los dioses para entregárselo a la civilización. El hombre rebelde, consciente de sus derechos y guiado por sus valores, ejerce la libertad para inspirar a los demás a iluminar el pasado y transformar el futuro.
Evolución
Albert Camus no fue un intelectual de ideas dogmáticas. El hombre rebelde es una reflexión honesta y crítica de un pensador que se deslastra de sus prejuicios para luchar contra el nihilismo de las ideologías utópicas. La obra demuestra la evolución del pensamiento político plasmado unos años antes en El mito de Sísifo. No se trata solo de un cambio de enfoque de lo individual a lo plural o del suicido al asesinato. Su mensaje es que la esencia siempre es más importante que la existencia y, por tanto, la utopía de la sociedad sin clases jamás puede justificar la violencia y el terror totalitario.
El mito de Sísifo acepta un postulado nihilista: nuestra existencia es un absurdo. La vida no es más que una interminable cadena en círculos de despertar-trabajar-dormir. Es como el mito de Sísifo, quien por haber engañado a la muerte fue condenado por los dioses a subir una enorme roca desde el pie de una montaña hasta su empinada cumbre. Al llegar a la cima, la roca se devuelve al punto de inicio y Sísifo debe repetir la labor por la eternidad.
¿Vale la pena vivir a pesar de que la vida es un absurdo? Camus responde que sí. Pero hay que vivirla aquí y ahora. Por eso debemos rechazar cualquier acción que busque acabar con nuestra vida biológica —suicidio físico— o aferrarnos a utopías —suicidio filosófico—.
El caso de Bouazizi es diferente al esclavo que se rebela porque “prefiere morir de pie que vivir arrodillado”. Para Camus, la alternativa válida a lo absurdo es la rebeldía y no el suicidio. Su ensayo nos invita a imaginarnos un Sísifo consciente de sí mismo, fortalecido por empujar la roca y dueño de su destino. La paradoja de la primavera árabe es que un acto suicida inspiró a millones de personas a rebelarse. Ellos son los rebeldes.
Debate
El hombre rebelde acabó con la amistad de Albert Camus y Jean Paul Sartre. La obra advierte que nuestra época es de “crímenes de lógica” que son cometidos por intelectuales que respaldan “campos de esclavos bajo la bandera de la libertad” y “matanzas justificadas por el amor al hombre”. Sartre consideró que esta crítica era una afrenta hacia él.
El desencuentro entre Camus y Sartre generó uno de los debates más importantes del pensamiento occidental contemporáneo. La discusión se resume en visiones antagónicas acerca de una misma pregunta: ¿es justificable la violencia por alcanzar la utopía comunista? Camus considera que no: el comunismo siempre conduce a la violencia porque pretende aniquilar todos los valores, viola la dignidad humana y, por esta razón, es injustificable. El hombre rebelde nos invita mantener nuestro espíritu de disidencia, a protestar contra la muerte y a luchar para devolver a la rebeldía su esencia de solidaridad en cadena.
El pasado cuatro de enero se cumplieron seis décadas del trágico fallecimiento de Albert Camus. Su legado al pensamiento contemporáneo nos enseña que todo escritor no es más que un artista de reflexiones honestas, con un profundo compromiso de colocarse del lado de los hombres que sufren la historia y no de los que la hacen.