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El desasosiego ontológico del Pessoa múltiple

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Por ELIZABETH ROJAS PERNÍA

Los recónditos escondrijos del sentimiento y los estratos más oscuros y ciegos del carácter son los únicos lugares del mundo donde podemos sorprender auténtica realidad en formación

William James

Un poema es un objeto hecho del lenguaje, los ritmos, las creencias y las obsesiones de este o aquel poeta y de esta o aquella sociedad

Octavio Paz

I

Las voces múltiples, a través de los heterónimos, que adopta la poesía de Fernando Pessoa (1888-1935), es ya un planteamiento en sí mismo, un hecho poético, más allá de los temas sobre los cuales medita en sus poemas y otros textos. La necesidad de expresar el mundo interior y el mundo que observa a través de diversos autores literarios, auto-gestados o auto-manifestados, remite a una experiencia inmanente y trascendente, a la vez, que ya estaba incipiente en la obra de su entrañable amigo, el poeta Mario de Sa-Carneiro (1890-1916), prematuramente truncada. Obra y vida que ejerció una importante influencia en Pessoa. No fue solo al revés.

Es posible relacionar la particular experiencia vital de Fernando Pessoa —que en él es igual a literatura— junto a sus heterónimos, con algunos planteamientos filosóficos sobre el movimiento del Espíritu. Desde su honda y abarcante concepción, Hegel plantea que el Absoluto se vierte y manifiesta en Su creación, en las particularidades del mundo finito, físico, y alcanza su máxima realización en el espíritu humano. Para lograrlo, niega la inmediatez de su conciencia interior para expresarse en el mundo de espacio y tiempo, y, nuevamente, niega esta condición —para superarla dialécticamente— y recupera su esencia infinita. Así el movimiento del Espíritu Absoluto va de la conciencia del objeto separado del sujeto al conocimiento absoluto: sujeto cognoscente y objeto conocido se vuelven uno. La naturaleza infinita de Dios solo podía expresarse haciéndose finito en la naturaleza: negación de un estadio para acceder a otro superior. Todo está implícito en el estado original del Ser que se hace explícito en su devenir.

¿No resuena el espíritu hegeliano —guardando las obvias distancias— en la necesidad de Pessoa de negar su yo inicial, la consiguiente y necesaria despersonalización en múltiples yos heterónimos —con vidas, interpretaciones del mundo y códigos estéticos propios—, como una manera de superarlo y acceder a conocimientos superiores, porque de otra forma, de haberse mantenido confinado a la estrecha individualidad de Fernando, no hubiera podido conocer todo lo que le fue dado desde la expansión de ese ser inicial, que ya portaba todas las potencialidades que luego emergieron separándose de su origen?

En particular, en su Estética, Hegel concibe las formas del arte no como apariencias ilusorias, sino conteniendo más realidad que las existencias fenoménicas del mundo real. El Espíritu Absoluto no está más allá de su creación, es el proceso creador mismo. Y el ser humano es un cocreador de la realidad.

Las configuraciones que adopta el arte en Pessoa, mediante sus heterónimos —con sus diversos modos de sentir, de meditar, de hacer poesía— contienen realidad. Y él diría que realidad divina. Manifestaba verse a sí mismo como un mensajero o un intermediario entre la humanidad y un ser que la trasciende. La necesidad y propósito de Pessoa de sentirlo todo, de todas las maneras posibles —como Dios— lo lleva a aceptar —él dirá que no los inventaba, que sus heterónimos existían ya en él y se iban manifestandoa esas voces múltiples que lo habitaban, que lo usaban como vehículo de expresión y se independizaron, y a compartir ese Drama em gente con ellos. No estaba solo Pessoa en esta vivencia.

En su autobiografía, Recuerdos, Sueños, Pensamientos, Carl Gustav Jung relata sus profundas experiencias psíquicas, no ordinarias, de aparición de figuras de la mayor significación, cuya autoría él, sin duda, no se atribuye, Filemón y otras figuras de mis fantasías me indicaron el crucial hallazgo de que hay cosas en la psique que yo no produzco, sino que se producen ellas mismas y tienen su vida propia. Filemón representaba una fuerza que no era yo mismo… En mis fantasías sostenía conversaciones con él y decía cosas en las que yo no había pensado conscientemente. Porque observé claramente que era él quien hablaba y no yo… Fue él quien me enseñó la objetividad psíquica, la realidad de la psique… Entendí que hay algo en mí que puede decir cosas que yo no conozco ni pretendo… Desde un punto de vista psicológico, Filemón representaba un conocimiento superior… Y lo cierto es que me transmitió muchas ideas reveladoras.

Más adelante Jung, como psiquiatra, explica que tal caudal de imágenes inconscientes pueden perturbar a los pacientes mentales, pero que es también el origen de la imaginación mitopoyética (1) que se ha ido disolviendo en nuestra era racional, aunque este tipo de imaginación está presente en todas partes. O expresado por Mario de Sa-Carneiro, Lo imposible existe, nos rodea, pero la mayoría lo ignora.

II

En estos versos del poema Partida, Sa-Carneiro proclama su ethos: lo único que importa es la estética, para él la poesía. Y finalmente lo dice alto y claro: ¡siento saudades de haber sido Dios!     No hay manera de vivir, de sentir, de expresar tales vivencias si no se está poseído por cierta locura. Él mismo llegó al vértigo de afirmar que la poesía solo se logra en el paso de la lucidez a la locura, como si la lucidez —la cordura— fuera limitante, estrecha e incapaz de abrazar todo lo que es.

Me encara un deseo de escapar

  del misterio que es mío y me seduce.

Pero enseguida me venzo. Su luz

no hay muchos que la sepan reflejar.

        Porque reacciono. La vida, la naturaleza,

¿qué son para el artista? Nada de nada.

Lo que debemos es saltar en la bruma,

correr en el azul en busca de belleza.

            Asoma a lo lejos la bandada de quimeras…

¡Qué apoteosis inmensa de los cielos!

     El color ya no es color —¡es sonido y aroma!

Me vienen saudades de haber sido Dios…

El novelista inglés Edward Morgan Forster se refiere a esta experiencia, En el estado creador, el hombre sale de sí mismo. Baja, como si dijéramos, un cubo al pozo de su subconsciencia, y saca algo que está normalmente más allá de su alcance. No está al alcance de la mano, nunca, la experiencia numinosa; poseerla, experimentarla, supone salir de los confines habituales de lo humano, y eso implica, claro está, un tipo de locura, ir más allá de lo normal.

Recordemos, en este contexto, la frase de Sócrates, en el Fedro de Platón, donde expresa que Nuestras mayores bendiciones nos vienen por medio de la locura… Pero sólo serán bendiciones si proceden, no de una vulgar locura, sino a condición de que nos sea dada por un don divino. Por ello, se cuida de aclarar a cuáles locuras se está refiriendo cuando postula que ése es el origen de nuestras mayores bendiciones. Veamos cuáles son, para ubicar a nuestros dos poetas portugueses modernistas.

La locura profética, que procede de Apolo

La locura telésica, o ritual, auspiciada por Dionisio

La locura poética, dada por las Musas

La locura erótica, propiciada por Afrodita y Eros.

El anuncio que hace Pessoa de la futura aparición de un Supra-Camoens, como el responsable del resurgimiento de la poesía en portugués de importantes consecuencias para la cultura occidental    —que sería él mismo—, habla de una intuición-convicción de algo que parecía ya estar sembrado en su psiquismo y del cual él era una suerte de médium y canal. O, apoyándonos en Platón, esa visión profética fue una locura propiciada por Apolo.  Y ese personaje genial cuyo nacimiento él vaticina, justifica su afirmación, Con una falta tal de literatura como la que hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse, él solo, en una literatura? Tengo el deber de encerrarme en la casa de mi espíritu y trabajar cuanto pueda y en todo cuanto pueda para el progreso de la civilización y el ensanchamiento de la conciencia de la humanidad. ¡Nada menos! Tal hazaña no parece posible sin la asistencia de algún dios.

Sabiendo que tanto para Sa-Carnerio como para Pessoa la poesía era una experiencia total, devenir en múltiples personajes heterónimos parece inevitable; volverse literatura si de abarcarlo todo se trata. Divina locura poética.

Es preciso aclarar, sin embargo, que si estos poetas estuvieron tocados por la locura profética y la locura poética —Apolo y las Musas como sus patronos— en sus búsquedas y hallazgos estéticos, esto no los eximió de sufrir otro tipo de locura, la ordinaria. Sabemos que una profunda depresión llevó a Sa-Carneiro, con apenas veinticinco años, a la despersonalización literal, el suicidio,

     Yo no soy ni yo ni el otro,

                                              soy tan sólo algo intermedio:

pilar del puente del tedio

que va desde mí hasta el Otro.

Y sabemos también de las enormes dificultades de Pessoa para vivir en la habitualidad del mundo, para relacionarse con otros, los de afuera,

Hay entre mí y el mundo una niebla

que me impide ver las cosas como realmente son: 

como son

para los demás.

Incluso si se trata de vínculos amorosos. En una carta a su fallida novia Ofélia Queiroz, reconoce, Toda mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala, lo que sea, lo que pueda ser. Todos (…) tienen que convencerse de que soy así, de que exigirme sentimientos —que considero muy dignos, dicho sea de paso— de un hombre común y corriente es como exigirme que sea rubio y con los ojos azules. Quizás porque como declaró su heterónimo Bernardo Soares, mi patria es la lengua portuguesa. Fuera del lenguaje es un extranjero.

Era inocultable, por otro lado, su afición al alcohol —se jactaba de ser como una esponja para absorberlo— causa probable del deterioro de su salud y de su muerte a los cuarenta y siete años. Su biógrafo y amigo Joao Gaspar Simões relata, El mal se había implantado hondo en su naturaleza corroída. Algunos amigos ya lo habían encontrado, a deshoras, ebrio y sucio. Bebía, bebía y bebía para asfixiarse. De nuevo, sabemos que no fue Dionisos su patrono en esta afición etílica. La embriaguez báquica es de naturaleza ritual.

La despersonalización, la disolución del yo, entonces, puede tener dos caras: puede ser expresión de enfermedad psíquica o puede ser manifestación de la bendición de algún dios. Estos poetas parecen haber sido tocados por ambas locuras.

III

En carta a su amigo Armando Côrtes Rodrigues, del 19 de noviembre de 1914, Pessoa admite sentirse en tal estado de abulia que la define como un estado de no-ser, en el cual solo atina a escribir fragmentos, fragmentos, fragmentos, como fragmentaria sentía su personalidad. En este verso que inicia su famoso poema Tabaquería, firmado por Álvaro de Campos, sentimos ese no-ser, y al mismo tiempo la dualidad de ser vasto, la paradoja propia de su poesía,

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo

O, aún con Álvaro de Campos, nuevamente la paradoja de lo real y lo imaginal, entre lo presente y lo que lo precede, lo verdadero y lo falso,

Me siento múltiple.

                           Soy como un cuarto

                         con innumerables espejos fantásticos

                                 que dislocan reflejos falsos,

                                     una anterior realidad

                                         que no está en ninguno y está en todos.

Según el propio Pessoa relata, en una carta a Adolfo Casais Monteiro (1908-1972), su universo ficcional comenzó a construirse cuando siendo él solo un niño de seis años creó su primer heterónimo, Chevalier de Pas, con quien sostuvo una correspondencia ficticia. No es descabellado pensar que la semilla de la fragmentación quedara sembrada en la psique del pequeño Fernando al tener que enfrentar diversas fracturas desde muy temprano en su vida: la muerte de su padre cuando él solo contaba cinco años; el posterior casamiento de su madre con un hombre, con cuyos hijos tendría que compartirla en adelante; la sustitución de su Lisboa natal por Durban, en Sudáfrica, a los siete u ocho años;  y, no menos importante, la imposición de una nueva lengua, el inglés, ajena a su portugués materno, en la cual comenzará a escribir. No fue poco para una psique infantil inmensamente sensible.

No hay alma más amante o tierna que la mía, 

alma más repleta de bondad, 

de compasión; 

sin embargo,

no hay alma tan solitaria como la mía —solitaria,

hay que advertirlo, no por circunstancias exteriores, 

sino interiores

El poeta Robert Hass  ha dicho que otros modernistas como Yeats, Pound o Elliot inventaban máscaras a través de las cuales hablaban ocasionalmente…. Pessoa inventaba poetas enteros.         La diversidad de sensibilidades estéticas, cosmovisiones de cada uno de sus autores literarios, revela la necesidad de Pessoa de crear este universo como única manera de intentar dar respuestas a su insistente pregunta sobre el arte y la poesía. Abarcar la multiplicidad de miradas sobre la vida y el mundo que lo habitaban —y que se le imponían— era también una forma de buscar cauces a su desasosiego.

En Aspectos dice, El autor humano de estos libros no conoce en sí mismo personalidad ninguna. Cuando acaso siente una personalidad emerger dentro de sí, pronto ve que es un ente diferente del que él es, aunque parecido; hijo mental, quizás, y con cualidades heredadas, pero (con) las diferencias de ser otro. 

Más allá de los principales —Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis—, Pessoa llegó a crear más de setenta y dos heterónimos. En esta exageración podemos constatar el empeño del artista de vivir enteramente la literatura que él era. Fingir es conocerse, como expuso taxativamente en su famoso poema Autopsicografía, Bernardo Soares, autor también de esa obra fundamental de la literatura del siglo XX que es El libro del desasosiego.

De nuevo en Aspectos, Pessoa declara que La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se pararía. Apología de la inconsciencia, del no pensar. ¿Hay aquí confesión de locura ordinaria? ¿O se trata de un tenaz rechazo al mundo frenéticamente racional, laico, en el cual les tocó vivir a él y a su generación?                                                           

No sé cuántas almas tengo 

a cada momento cambio. 

Continuamente me extraño. 

Nunca me vi ni encontré. 

De tanto ser, sólo tengo alma. 

Quien tiene alma no tiene calma. 

IV

Acerquémonos también a Oriente —y reconozcamos las resonancias de fondo, que no de forma, con Occidente— y hurguemos en el sentido de las siguientes palabras de los Upanishads para ahondar un poco más en la comprensión de las vidas y estéticas de Sa-Carneiro y, aún más, de Pessoa:

Aquello que el ojo no puede ver, pero que hace posible que el ojo vea: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí. 

Aquello que no puede oírse con los oídos, pero que hace posible que el oído oiga: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí. 

Aquello que no puede pensarse con la mente, pero que hace posible que la mente piense: sabed que no es otro que Brahma, el espíritu, y no lo que la gente adora aquí.

Brahma es el informe, la esencia que posibilita todo lo que luego se manifiesta en el mundo de las formas. Es notable la manera en que estos antiguos textos del hinduismo expresan la condición velada y manifiesta de la realidad: vemos, pero es el Espíritu quien posibilita nuestra visión, aunque a Él no podamos verlo directamente. Lo mismo ocurre con el resto de nuestra actividad sensorial y con nuestra capacidad mental. Y, además, nos advierten sobre la confusión humana de adorar la realidad manifiesta, confundiendo lo manifestado con el Espíritu, lo invisible. En esta sabiduría cada ser tiene su dharma, y el dharma humano es unirse con la divinidad, así como el del ave es volar y el del pez es nadar. El atma, o alma individual, es expresión de Brahma, o Alma Universal, y su destino y propósito es reunirse.

¿No nos recuerda esta mirada la búsqueda de estos poetas confinados a un cuerpo y a una personalidad humana, pero intuyendo o sintiéndose vasijas de una esencia divina infinitamente mayor, y enloqueciendo por encontrar formatos de expresión poética, vital, esas verdades? ¿No está Pessoa aludiendo a esta condición cuando a propósito de la muerte de su entrañable amigo Sa-Carneiro escribe estas palabras?

Nada nace grande que no nazca maldito, ni crece noble que no se agote, creciendo

¡Si es así, que así sea!

¡Los dioses lo han querido así!

¿No hay un eco de los Upanishads también a este verso del amado/amante Walt Whitman —Pessoa ha sido definido como un Whitman renacido— de su Canto a Mí mismo?

Y lo invisible se prueba por lo visible,

hasta que lo visible se haga invisible

y sea probado a su vez

¿Y no es quizás lo mismo que logró experimentar Alberto Caeiro —el maestro de los otros heterónimos— cuando pudo expresar en la calma acalorada del siguiente verso un sentido de trascendencia devenido de la más cercana corporeidad?

Por eso cuando en un día de calor,

me siento triste de gozarlo tanto,

y me acuesto estirado en la hierba,

y cierro los ojos calientes,

siento a todo mi cuerpo acostado en la realidad,

Sé la verdad y soy feliz.

En este recostarse en la hierba sintiendo la tristeza que produce tanto disfrute de un día de verano ocurre la hierofanía, el universo todo se revela en la quietud y simplicidad del momento, y el cuerpo, la sensibilidad, es la vía para conocer la verdad que produce felicidad. Lo sagrado está también en este mundo. El poeta, libre de otras verdades oficiales, lo sabe.

¿No es su necesidad de expandirse mucho más allá de su individualidad biográfica —de su yo confinado y confinador— y de crear (o dejarlos salir…) otros profusos yos, necesariamente poéticos, además, una fuga, una salida, hacia el ámbito espiritual, para observarse y sentirse desde allí, y regresar a intentar poner en palabras los hallazgos? ¿No puede la despersonalización ser una búsqueda necesarísima cuando se porta tanta simiente pujando por emerger?

Como si estos poetas aceptaran la invitación de Whitman, cuando en un verso de su poema Poetas futuros, les dejó la magna encomienda:

¡Poetas del futuro! ¡Oradores, cantantes, músicos futuros! 

No es el presente el que me justifica ni el que asegura que yo esté un día con vosotros,

 Son ustedes, la raza nueva y autóctona, atlética, continental,

 la mayor de cuantas son conocidas; 

¡Arriba! 

Porque ustedes me justificarán. 

Yo no hago más que escribir una o dos palabras para el futuro, 

Sólo me adelanto un instante, para retornar luego a las

 sombras. 

Soy un hombre que, vagabundo, siempre sin hacer alto,

 echo sobre ustedes una mirada al azar, y sigo, 

Dejándoles la encomienda de probarla y definirla,

 Aguardando de vosotros la realización de la magna obra.

V

El múltiple Pessoa hubiera quedado arrobado de saber lo que un poeta venezolano, sin Cadenas, alcanzó,

He resuelto mis vínculos.

Soy uno.

Quizás lo sabe, lo canta y lo celebra. Pero, sobre todo, ¡brinda por él!


1 La mitopoeia (o mitopoiesis, del griego «elaboración de mitos») es un género narrativo en el cual el autor crea todo un conjunto de conceptos, regiones, personajes, sucesos, y arquetipos interrelacionados creando una mitología propia.

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