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El “arte cuántico” de Luis La Rosa

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Por KATHERINE CHACÓN

Desde que Einstein llevó adelante sus descubrimientos en el campo de la relatividad y describió los «cuantos» ―pequeños paquetes de energía transportados por la luz―, la física cuántica ha venido transformando el mundo en que vivimos. La física tradicional estudiaba el comportamiento de la materia y estableció leyes predecibles centradas en la razón lógica. La física cuántica, con nociones como el espacio-tiempo o la naturaleza dual de la luz, hizo de la incertidumbre una variable a considerar, y nos enfrentó a la asombrosa realidad del cosmos.

El trabajo del artista venezolano Luis La Rosa (Caracas, 1972) parte del estudio de la física cuántica y de la pulsión que sus interrogantes generan en el imaginario colectivo e individual. Su lenguaje acude a la geometría, que reinterpreta en pinturas, esculturas e instalaciones para aludir al cosmos, a las teorías que tratan de explicarlo, y a su exploración.

En 2019, concibe sus series Photons y Super symmetric, con las que inaugura sus «hipótesis plásticas», imágenes-modelo de los fenómenos u objetos de desconocida apariencia descritos por la física cuántica. La Rosa utiliza el dinamismo visual de los poliedros para otorgar fisonomía a estas partículas de energía, valiéndose de su vocabulario formal asentado en la geometría y en la perspectiva. En la serie Super Symmetric trabaja con formas ovoidales con las que representa partículas infinitesimales que se desplazan en el espacio. El artista lleva al extremo juegos representativos en trompe-l’oeil en piezas como el díptico Super Symmetric Particles, en el que coloca una elipse azul hecha en acrílico frente al cuadro, engañando la percepción del espectador ya que el ovoide sólo puede ser advertido si se mira la obra desde un flanco.

Partículas tridimensionales

Paralelamente a estos trabajos pictóricos, La Rosa desarrolla una serie de esculturas que dan cuerpo tridimensional a sus «hipótesis plásticas». Utiliza dos láminas de aluminio cortadas con láser de idéntico diseño geométrico, cuyos vacíos rellena con resina sintética. Las piezas se arman ensamblando en “X” las dos planchas.

Estas esculturas vienen a ser una bisagra dentro de la producción del artista, pues articulan sus pasadas experiencias geométricas con las instalaciones que realizará posteriormente. La realidad fáctica de los experimentos realizados en el laboratorio suizo CERN ―donde colisionan partículas para comprender las formas fundamentales de la energía y la materia, actuó como un detonante imaginativo que llevó a La Rosa a plantearse el formato tridimensional. Diseñó estas obras según patrones geométricos y guardando el principio de simetría axial, en el que el eje ―donde convergen las líneas de fuerza formales y estructurales de cada una de ellas― sugiere una movilidad rotatoria, enfatizada por el reflejo especular que el aluminio pulido produce en todas las caras.

Las limpias líneas del diseño y el perfecto acabado de estos trabajos pueden llevar a que sean percibidos como piezas abstracto-geométricas. Es esta confrontación entre su forma «moderna» y la narrativa contemporánea que las sustenta, la que crea interesantes tensiones de significado, estableciendo contraposiciones y solapamientos entre elementos que remiten al pasado y aquellos que hablan del tiempo actual y su proyección al futuro.

Pinturas negras

Los agujeros negros han fascinado a la ciencia desde que investigadores como Stephen Hawking y Roger Penrose adelantaron su descripción teórica. Han sido explicados como regiones del espacio que, debido a la inmensa concentración de masa que contienen, producen una extraordinaria fuerza de gravedad, la cual es capaz de absorber todo aquello que se acerque a su umbral, ya sea materia, luz o el propio tejido espacio-tiempo. Esa fuerza inconmensurable genera en los ámbitos cercanos un campo gravitatorio de gran potencia. Se cree, además, que cada galaxia tiene un gran agujero negro central, lo que les otorgaría a éstos un papel determinante y aún por estudiar dentro de las dinámicas del cosmos.

En 2020, La Rosa desarrolló una serie de piezas en las que plasmó una especie de imaginería cósmica basada en sus indagaciones e intuiciones sobre la configuración de los agujeros negros, la dinámica de sus campos gravitatorios, y el efecto que éstos ejercen en el centro de las galaxias. De allí surgieron obras como Gravitational Field, Ultramassive Black Hole devouring Matter, y la serie Supermassive Black Hole, elaboradas con pintura acrílica, resina epóxica, vidrios reflectantes y clavos, sobre paneles de madera de mediano y gran formato. Son piezas de disposición bidimensional en las que la textura y los relieves son determinantes, ya que subrayan el carácter envolvente y dinámico de estas «vistas del cosmos». El artista se enfocó en ubicar materiales que le permitieran lograr acabados que expresaran la absoluta obscuridad de los agujeros, la energía que gira en sus alrededores, y la extraordinaria radiación que se desprende de ellos ―esta última obtenida mediante la inclusión de pequeños trozos de vidrio reflectante que sobresalen de la superficie y parecen flotar como miríadas de puntos lumínicos—.

Instalaciones

En 2021, La Rosa emprende la realización de instalaciones, piezas de gran formato en las que ensambla objetos prefabricados de fácil acceso en el mercado. Gravitational Wave Sensor, la primera que realizó, es una especie de pirámide convexa construida con cestas de alambre usadas como soporte para plantas de jardín, en cuya cara más ancha colocó discos de material plástico brillante. A pesar del aspecto sofisticado de este «artefacto sideral», su elaboración deja ver el trabajo manual y las simples soluciones implementadas. La práctica de La Rosa se interesa justamente por poner en relieve las tensiones que se generan entre estos campos altamente sofisticados del conocimiento y la tecnología, y el quehacer humano, caracterizado por su permanente lucha contra la precariedad. Por esta razón, para el artista es importante hacer uso de técnicas de ensamblaje sencillas, materiales comunes y artefactos de uso cotidiano, algunos de ellos relacionados con la tecnología doméstica. En Multiverse, por ejemplo, utiliza soportes para bicicletas y luces de anillo para videoconferencias, un artículo que se popularizó durante la pandemia del coronavirus. Aunque la palabra «multiverso» atañe al conjunto de muchos universos existentes, La Rosa simplifica su significado estableciendo una contraposición de realidades, colocando los círculos ―figuraciones de universos― como focos de un aparato cuyo funcionamiento y fin desconocemos. Interstelar está inspirada en las Cámaras de cromosaturación de Carlos Cruz-Diez. La Rosa usó softboxes en los que colocó un sencillo dispositivo de luces LED de colores para crear un penetrante efecto cromático, y activar, al mismo tiempo, la constante transformación de la pieza y del espacio que la rodea.

La obra de Luis La Rosa actualiza la relación histórica entre arte y ciencia, trayendo a la reflexión problemas que conciernen a nuestro tiempo, como la confrontación entre la dimensión humana y la incomprensible magnificencia cósmica, la convivencia de la alta tecnología y las limitaciones materiales en las sociedades, y la reevaluación de la imaginación frente a descubrimientos que permiten, cada vez más, dar rienda suelta a lo inimaginable.

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