Por HERNÁN LUGO – GALICIA
El periodista suele estar preparado para ir tras las noticias que, en la mayoría de los casos, no son buenas y, por lo tanto, se deduce que es alguien muy fuerte.
Aquel 14 de junio de 2022, 166 reporteros no sabían que sufrirían la pérdida de uno de sus fieles amigos, compañero, jefe y buen venezolano.
Esa madrugada sintieron que son seres humanos a quienes el dolor les aflige; viene así, de repente, y que la coraza, forjada en las calles, es débil.
El último soldado del escritor Miguel Otero Silva (MOS) había optado por irse, luego de haber luchado por meses contra un cáncer fuera de su natal Venezuela.
Ese día, Argenis Martínez dio su último aliento en Francia, a donde tuvo que irse, como resultado del destierro que ha causado la tiranía del chavismo en su nación, y que se expresaba en 17 demandas contra El Nacional, último reducto de libertad que, al igual que Tal Cual y otras docenas de medios regionales, se niegan a ceder ante la barbarie de un sistema comunista represivo, burlesco y antihumano.
Desde 2014, se le obligó a tener el “país por cárcel”, pues debía presentarse ante los tribunales que le habían prohibido salir de Venezuela y, de alguna manera, condenarlo a no ver a su esposa, Mariana Otero, que estaba en Europa, y con quien tenía que comunicarse por teléfono.
Este pesar afectó su salud y poco pudo hacerse luego de que logró salir al reencuentro de los suyos en Francia.
La noticia del deceso fue anunciada en el grupo de periodistas que trabajó en El Nacional, en diversas épocas. No sólo rompió el silencio. Brotó el llanto.
“Que noticia tan fuerte”, escribió la periodista Elizabeth Araujo, quien -junto a Omar Pineda, su esposo- lo habían visto en Barcelona, España, y rogaban por su recuperación.
«!Qué triste noticia! Paz a su alma. Un tipazo, un tremendo periodista y un jodedor en todo momento!”, manifestó Norberto Méndez.
Era, a su vez, la impotencia de no poder despedir al compañero de redacción, al amigo y al Maestro del periodismo de opinión en Venezuela.
Un don de gente
Aún estaban fresca en la memoria todos los momentos en los cuales Martínez escribió en ese chat y prometía salir ileso para organizar una gran fiesta o un brindis, como siempre lo hizo en la redacción de la antigua sede del diario en el centro de Caracas, y en la nueva, en Boleíta, en el municipio Sucre, estado Miranda.
“Argenis era el alma de El Nacional”, coinciden en describirlo Ana María Matute y Víctor Hugo Rodríguez, VH, quien tenía en común con él el haber iniciado sus carreras periodísticas en El Nacional, en 1980, y quien se convirtió en su amigo, en su hermano, junto a otros como Jhonny Villaroel, quienes se identificaban entre sí como “socio”, debido a las aventuras vividas como reporteros y trabajadores del diario creado por MOS. A las mujeres las llamaba “viejas”, por cariño, y ellas le respondían: “Epa, Viejo”.
Y esa “alma” se construyó por años. Desde una silla de redactor, jefe de sección, jefe de redacción hasta en la vicepresidencia editorial de la empresa, por 4 décadas, por lo que en 2018 recibió el Premio Henrique Otero Vizcarrondo al periodista de mayor trayectoria en El Nacional.
Martínez nació en Maracay, Aragua, el 2 de noviembre de 1943, pero se trasladó a Caracas porque quería ser periodista. Allí, se graduó en la UCV en medio de la turbulencia política. Fue artífice de la resistencia urbana, y hasta estuvo en la clandestinidad por sus posiciones políticas.
En ese tiempo, formó parte de la revista Vea y Lea, la cual se auto-calificaba como “el equipo de las grandes verdades”.
Posteriormente, inició una vida profesional como reportero de El Nacional en el semanario Buen Vivir, la revista Escena, y en el Cuerpo C, junto a Pablo Antillano (que fue su jefe) y Rómulo Rodríguez.
La cultura de la Venezuela de los 70 y 80 fue narrada por él, con tino, con una redacción impecable, al punto de que fue señalado por el escritor Ramón J. Velásquez, en ese entonces director del medio, como “reportero especial”.
Luego fue jefe del Cuerpo B, que contenía las secciones de Política y Economía, y pudo detectar cómo se movían las estructuras de un país que, con el pasar de los años, cayó en manos de un militar barinés, que terminó por destruirlo.
“El soldado de MOS”
Las enseñanzas adquiridas le permitieron ser jefe de redacción, conocer a Venezuela en todas sus expresiones e introducir la automatización del impreso, junto a Víctor Suárez.
Y, en los últimos años, se encargó de dar la cara por El Nacional ante las demandas hechas por dirigentes del chavismo y las amenazas del gobierno que buscaban callar al periódico. Al final, el chavismo logró quedarse con la sede de El Nacional, más no doblegó el alma de Martínez, ni de los periodistas, que desde cualquier trinchera hacen honor al compromiso de defender la libertad y la democracia ante cualquier arrebato del poder.
“Argenis era el Alma de El Nacional. Conocía su funcionamiento, al personal, al obrero, y a los periodistas y nunca dejaba de reconocer el trabajo de todos. Era muy feliz cuando escribía la lista con los ganadores de los premios que creó para la redacción: en Semana Santa, la Lista de Judas; de Navidad, de Los Reyes Magos. Todos con una sana diversión y el propósito de integrarnos como familia en El Nacional, que compartiéramos, que olvidáramos los momentos dramáticos del país. Todo estaba bien pensado, porque él estudiaba quiénes debían ser reconocidos de manera jocosa y sin que se sintiera agredido”, expresó Ana María Matute, editora de la sección de Opinión.
La secretaria del SNTP, Ana Díaz, se une a lo expresado por Matute, y agrega: “Gracias por todas esas ocurrencias que nos alegraban en la redacción. Todavía guardo los escritos sobre lo mejor que nos dejó el año anterior, los propósitos del nuevo año, el referéndum bolivariano y los premios, etc. Perdemos una excelente pluma y un buen colega”.
En 2018, Villaroel, exjefe de Deportes, lo entrevistó y lo bautizó como “El soldado más disciplinado de MOS”, porque Mártínez se refería al escritor de Casas Muertas como “El Capitán”, a modo de respeto y admiración.
“Cuántas historias bonitas y divertidas con Argenis. Su lista de fin de año.
Yo tengo guardada aún la carta física que me escribió, firmada de su puño y letra, felicitándome por la cobertura que hice en Roma de la beatificación de la Madre María de San José. Que descanse, pero que siga riendo”, señaló Yelitza Linares, exjefa de Ciudad.
No un jefe, un líder
Martínez era un ser desprendido, sin amor a lo material.
Su pasión, el periodismo.
Su amor, la familia.
Su querencia, Venezuela.
A pesar de su puesto gerencial, siempre oyó y hasta apoyó al gremio de periodistas o de trabajadores cuando reclamaban la firma de sus contratos colectivos. El Colegio Nacional de Periodistas y el Sindicato Nacional de la Prensa siempre lo consideraron un aliado.
VH lo describe como una persona de carácter fuerte, pero no impositivo o mandamás: “Era fuerte, pero con una inteligencia muy especial. No era autoritario. Era disciplinado y aconsejaba a sus amigos, a los reporteros, sobre cómo hacer el trabajo y hasta pedía ideas. Fue un ser humano excepcional; siempre estaba dispuesto a ayudar”.
“En una oportunidad, tuve un accidente cerca de Palo Negro y él ubicó a su hermano y le pidió que me acompañara. Estando en shock, su hermano se presentó. Me preguntó si era VH y me dijo que Argenis le pidió que se pusiera a la orden”, relató.
Los periodistas que pasaron por diversas épocas por El Nacional dan fe de lo buena gente que era Argenis y el por qué nunca lo olvidarán. “Era muy colaborador, servicial y muy solidario”, recuerda la periodista Yanitza Peñaranda.
La reportera de Política Ascensión Reyes indicó que su don de gente buena quedó demostrada con hechos: “Allá en El Silencio, le daba real a los recogelatas para que en la noche cuando salíamos tarde no se metieran con las mujeres. La campaña a favor de Roland Carreño, que hicimos unos meses atrás, fue motorizada por él. Estaba muy preocupado por Roland”.
Carreño es un preso político del chavismo; acusado sin pruebas de desestabilización y objeto de torturas psicológicas en la cárcel de la policía política en Venezuela.
El genio de la mancheta
Las experticias de Martínez estaban en la elaboración de las manchetas y editoriales de El Nacional, caracterizados por ilustrar cuáles eran los errores que se estaban cometiendo en Venezuela y cuál era la salida para lograr el bienestar.
Cenovia Casas, exjefa de la redacción, tuvo la dicha de compartir en lo profesional largas y productivas jornadas; y, en lo personal, contar con su amistad y buena vibra:
“Siento mucha tristeza. Con Argenis se fue, no solo un gran profesional y colega, sino también una parte importante de El Nacional que vive y siempre vivirá en cada uno de nosotros”.
Casas destaca el aporte de Martínez al periodismo de opinión de Venezuela al escribir con precisión los editoriales y las manchetas. “Nadie como él hizo periodismo de opinión con certeza, rapidez e inteligencia. Incluso cuando viajaba por las vacaciones bastaba leerle los títulos de apertura, de primera y resumía aquellos hechos en tres o cuatro palabras. Se fue una cátedra de periodismo de opinión. Sus editoriales y manchetas (nadie como él para escribirlas) están allí para leerlos y pasar revista con ellos a la historia contemporánea de nuestro país, al menos de los últimos 25 años. Quienes vivimos con Argenis el cierre del periódico y fuimos testigos de cómo escribía en la hoja impresa de portada su mancheta diaria jamás podremos olvidarlo como periodista. Descansa en Paz, Martínez. Llena la eternidad de tu humor, sarcasmo inteligente e intelectualidad”.
VH señala que las manchetas de Martínez -que eran espacios editoriales que, con humor, sarcasmo o dura verdad- le explicaban al país lo que pasaba. “Tenía una capacidad de interpretar las noticias y resumirlas en una o dos palabras”, resaltó.
David González Travieso se imagina todas las historias que cada quien atesora sobre el aragüeño, al extremo de que se podía escribir un libro que pudiera dar luces sobre la Venezuela de las décadas pasadas. Incluso, contó un hecho que evidencia cómo actuaba Martínez: “El día que anunciaron la muerte de Hugo Chávez hubo una crisis con los carros del periódico y se generó un cuello de botella para salir a hacer recorridos en la ciudad. Argenis puso su carro a la orden. Quería salir a ver qué pasaba en las calles. Me convenció. Era un reportero nato. Quería salir. Esa noche fui a reportear haciendo equipo con él, que iba manejando. Fuimos al centro de Caracas, caminamos por aquí y por allá, fuimos a la Casa Bolívar, a la plaza Bolívar y hasta pasamos a recoger reporteros que se habían quedado varados para llevarlos a sus casas. Una experiencia que me habló de su vocación y humanidad”.
Los brindis de La Vieja
Martínez era parte de esa Venezuela que se formó entre los últimos años de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y la democracia, construida a partir de 1958.
Como aragüeño iba a Los Tigres en el béisbol criollo, aunque tenía una pasión por conocer los “averages” de los deportistas a los que admiraba.
“Mi maestro. Mi amigo”, lo detalló Matute, quien pudo darse cuenta de que era un gran compañero, un periodista de calidad. “Tenía una chispa muy especial. Un humor muy fino y, quizás se deba a su cercanía con Miguel Otero Silva”, dijo.
Miriam Cañas destacó cómo Argenis dedicó su vida a El Nacional: “Llenaba la redacción de risas y sabiduría”.
Edgar López confesó contarse entre los admiradores de Argenis: “Un tipazo y un gran maestro”.
La periodista de economía Katiuska Hernández recordó los bailes en la zona de diseño del antiguo edificio de El Nacional: “Mucha alegría y algarabía que compartimos con Argenis. Maestro y compañero. Sin duda nos deja un gran legado y muchos recuerdos. Su pluma crítica y suspicaz. Su tenacidad al escribir. Igualmente cómplice de los periodistas en el buen sentido con consejos, recomendaciones para poder abordar temas. Sus anécdotas. Muchos recuerdos. Una gran pérdida. Pero sigue vivo para nosotros”.
Y es que la sabiduría tiene sus cualidades, como la paciencia, enseñanza, honor y humor, lo que queda impreso en cada ser que tocó el aragüeño por su paso por estas tierras.
Martínez, soldado, socio y maestro, gracias por tanto.