Este egoísta amor
El miedo me vigila muy atento. Con un hambre feroz que solo se alimenta de inexactitudes inadmisibles en mi cuestionada existencia. Revive los temores de tiempos pasados que han puesto en evidencia la acostumbrada traición del olvido. Su inagotable ímpetu me arrastra por el suelo en esta ensordecedora soledad. Me toma de la mano para ponerme frente a sus verdades irrefutables. Su oscuridad ha llegado para nublar los ojos del corazón y ahí me veo en su designada esquina, sometido por la habitual lasitud que se esconde en ese rincón.
Ahora, me encuentro con un cuerpo que exorciza sus emociones: las lágrimas anticipan despedidas. Me someto a los más duros juicios de decisiones tomadas que no tienen un camino de regreso. Me veo minúsculo en un alma que se siente demasiado grande. Ocupo los pocos espacios de sosiego que me quedan, por metas inconclusas que ni siquiera me he dispuesto a comenzar. Estoy sostenido por cadenas que pesan todo mi pasado.
Y estás tú, con tu mirada liberadora del trance que ha demorado mi comienzo. Has forjado la valentía para despeñarme hacia el vacío del amor. Me convierto en la brisa huidiza que traspasa las redes del temor, para emprender esta travesía sin un destino definido. Estoy libre y condenado a la vez por ser esta, mi única salida.
Estoy en otro lugar. El viento que aquí se respira es más ligero. Tu noble paciencia me hace compañía en el infinito bastión que has erguido para proteger sueños que solo quiero hacer tuyos. Cuando me siento tentado a renunciar-me, sabes cómo extender los brazos para que mi cuerpo encaje sin mayor esfuerzo. Tiemblo en las noches taciturnas cuando saboreo tu ausencia y me ahogo en ese húmedo vacío. Has aprendido a ajustar tus latidos a la velocidad exacta de mi estado de ánimo.
Puede ser el sentimiento más egoísta, pero es el más sincero. De rodillas te pido que aceptes mi manera imperfecta de amar. Permíteme subyugar el tiempo para que cuente a nuestro favor. Esa será la batalla que libre por ti.
Mirko Maximina
Esculturas temporales
Un ejemplar de la obra Embracing Peace de Seward Johnson es el único motivo para visitar el Alamance Arts situado en la calle principal de la ciudad de Graham. El pequeño centro de arte y su vecino Museo de los Niños, igual que escuelas, universidades y bibliotecas a lo largo de Carolina del Norte, permanecen cerrados por orden del Gobernador. La pandemia todavía acecha a mediados de junio. La escultura de Johnson, de ocho metros de alto fechada en 2005, es uno de los varios ejemplares que reproducen las fotografías de Alfred Eisenstaedt y Victor Jorgensen sobre un marinero que besa a una enfermera el 14 de agosto de 1945 en Nueva York. El día que a Estados Unidos llegó la noticia de la rendición incondicional de Japón.
A dos cuadras de allí, en dirección al norte, se encuentra el centenario Palacio de Justicia del condado de Alamance. Un edificio de cuatro pisos que curiosamente es una isla en medio de la calle, hecho que lo convierte en una rotonda. Al lado norte del edificio se levanta una columna de nueve metros de alto sobre la cual, en posición de descanso, mirando al norte, con el pie izquierdo ligeramente adelante, con la culata del fusil apoyada en tierra, está la estatua de un soldado confederado. “Con agradecimiento al patriotismo, valor y sentido del deber de los valientes soldados del condado de Alamance” reza una de las placas situadas en la base del monumento inaugurado en 1914.
La estatua del soldado confederado de Graham está amenazada con ser derribada como ocurrió con otros monumentos confederados el 19 de junio en Raleigh. La noche del 20 de junio, con apenas cuarenta y cinco minutos de anticipación, las autoridades del condado decretaron toque de queda en Graham. Algunas escaramuzas menores durante el día les hicieron temer que esa noche se produjera un choque entre quienes defienden el monumento y aquellos que exigen su retiro.
El 31 de agosto de 2020 serán removidos del jardín del centro de arte de Graham las figuras metálicas del marinero y la enfermera, según lo convenido con el Seward Johnson Atelier propietario de la obra. La escultura confederada de mármol italiano no sabe si sobrevivirá a la ola que corre en Estados Unidos derribando estatuas.
Edgar C. Otálvora
Glosario del destierro: F
Familia. El exilio recompone los parentescos. Fortalece nuevos vínculos sin los lazos de la sangre. Amistades que jamás se hubieran juntado en el país de origen, de pronto adquieren un sentido nuevo en el centro de la ajenidad. El desarraigo inventa otras raíces. En ese nuevo país que es el exilio hay también nuevas relaciones que no parecen sustitutas ni juegos de familiares postizos. La distancia hace lo propio con los que están lejos: algunos pasan al olvido, otros quedan en ese lugar estático, intocable, de la memoria. Los amigos son la familia funcional en el exilio. Son los productos de esa fábrica de nuevos significados que se enciende al emigrar. Por eso se me antoja pensarlos como un molde nuevo: cuerpos llenos de memorias por construir, hábitos comunes, simulaciones en la soledad.
Fiesta. No hice reuniones, no organicé despedidas de lugares ni de personas. Un “orden secreto”, propio de las cosas a punto de desprenderse, se encargó de eso. El lunes me despedí de dos viejos amigos que salían del país el mismo día que yo. También vi a mi papá, duro y estático como una calavera. A todos, “por casualidad», los encontré ese día. Y era verdad: las despedidas tienen programas, ritmos, correspondencias. Piruetas ocultas. Mi cuerpo ido y el de ellos, los que se quedaban, comenzaban un baile. Una coreografía que aún hoy me persigue y me fascina.
Frontera. Una intuición de límites. No solo territoriales, sino corporales, lingüísticos, vivenciales. Pienso las fronteras bajo la idea de traspasos e hibridaciones. Un lugar que funde las puntas de lo que acaba y lo que inicia. Una frontera es un túnel espeso. Emigrar supone traspasarlo a ciegas, cumplir un itinerario donde todos los límites son burlados. La gran ruptura de los bordes. La disolución de las seguridades dentro de una zona de interpretaciones confusas, múltiples, contrastantes. Salir del país es vivir permanentemente en esa liminalidad donde los territorios, los cuerpos, las lenguas, son una zona de tránsito.
Fuga de cerebros. Una idea antigua que designaba la huida de personas capaces. La movilidad humana desde la perspectiva única del desangramiento: como si los más aptos fueran “propiedad” del país y se fugaran. Como si se tratara de un recurso natural que como el gas o el agua se escapa por las tuberías de la emigración. Jamás se pensó en la multilateralidad, en el derecho de las mentalidades a reproducirse de lado y lado, en la expansión de los límites de un país a través de sus diásporas profesionales, en esos otros retornos. La discusión puede encaminarse hacia un lugar más tentador: libre circulación de saberes, creadores transnacionales, intercambios, vaivenes.
Zakarías Zafra