Buenas tardes, colegas, amigos y admiradores del Dr. Antonio Pasquali:
La presentación de este libro reviste un doble carácter:
Por una parte, se trata del ritual de exhibir una novedad editorial en el campo desertizado de las publicaciones impresas, y, por otra parte, de un acto político de quienes comulgamos en el ideario de unas comunicaciones públicas de carácter auténticamente democrático. Los fisgones sobran.
En la dedicatoria de este libro en memoria de Gisela Gil Egui, como si se tratara de un epitafio, Antonio rubrica: “Descansa en paz, Gisela. Nos inspiras para seguir luchando por el carácter público, universal, liberador y pluralista de las comunicaciones, y te recordamos con imperecedero afecto” (La devastación chavista, p. 8).
En esta formulación hallamos condensadas las líneas rectoras de investigación y acción no solamente de esta publicación sino del derrotero intelectual del profesor Antonio Pasquali y de su pensamiento político comunicacional.
Como todo texto, es susceptible de múltiples lecturas y mi propósito en este caso es sugerir algunas inspiradas en propuestas enfáticas del autor.
a) Un primer acercamiento puede ser el de las líneas de investigación urgentes para un cambio. Este “esbozo de investigación, como define el mismo, abre las compuertas a varias vías de escudriñamiento, que en nuestra historia investigativa, han sido tratadas espasmódica y fragmentariamente, y sin una visión complexiva.
Si de analizar una sociedad se trata, de poco ayuda atomizar de tal manera la vista microscópica de cada medio, que no nos permite llegar a una comprensión sintética.
Cuando en el ensayo Comprender la comunicación se afirma que “toda estructura social será el reflejo del sistema de comunicaciones en ella existente, de sus cierres y aperturas, de su permisividad o controles, de su desarrollo subdesarrollo” (p. 45, 1ra. ed. 1978), se nos está advirtiendo que la comprensión de la estructura social pasa por el análisis de las diversas relaciones –hoy diríamos también conectividades–, tanto físicas como mediáticas.
Transporte terrestre, vial o ferroviario, acuático o aéreo, comunicaciones postales, impresas o electrónicas, establecen infraestructuras de canalización y articulación social, sobre las que se enhebran las nerviaciones del poder, de la participación y del control social.
Por eso este esbozo de investigación nos pone en la perspectiva adecuada para comprender la descomposición social del actual sistema a partir de la destrucción de las plataformas que posibilitaban la integración del país.
Naturalmente, esta Venezuela desvertebrada, puede ser manejada más fácil y arbitrariamente por quienes han convertido esas infraestructuras, no en un servicio público, sino en dispositivos de control hegemónico y dominación social.
b) Otra lectura posible tiene que ver con el compromiso transformador de toda ética política. Ya no se trata de formular simplemente catálogos de principios para adormecer o tranquilizar las conciencias de los políticos o de los empresarios, empantanados en las ciénagas de la corrupción o del mercantilismo salvaje, sino de proporcionar agendas de acción que antepongan la atención de las necesidades ciudadanas a los repartos de cuotas de poder o de intereses parciales.
Luchar por un servicio público y universal supone embarcarse en acciones concretas para la implementación de políticas públicas inclusivas, que tengan en cuenta las asimetrías en el acceso y participación de los bienes simbólicos y/o culturales, a la vez que la liberación de los cortocircuitos y cierres que imponen las élites plutocráticas y hoy, sobre todo, las nomenklaturas burocráticas, escudadas en razones técnicas e ideológicas.
En este sentido hay que entender el persistente leitmotiv de Pasquali, cuando advierte que “el saber científico y la sabiduría moral avanzan a velocidades distintas” y revela que nunca como hoy la separación fue tan abismal (La devastación chavista, p. 9). Pues, precisamente, en medio de los mayores avances cibernéticos de la Sociedad Red nos encontramos con unas comunicaciones devastadas, pervertidas y retrógradas.
c) Por fin, la tercera aproximación posible nos introduce en la paradoja de que la utopía comunicacional y revolucionaria del socialismo del siglo XXI ha degenerado en una distopía, afín a la versión orwelliana de 1984 (La devastación chavista, p. 11).
Nunca, como en el imaginario de la utopía absoluta del Comandante Eterno, las masas empobrecidas se vieron transportadas al olimpo de la suprema felicidad, en una patria bonita, soberana, convertida en potencia mundial. Pero, al final de esta fábula, de cuyo sueño despertamos, nos encontramos con una hambruna pavorosa y entre los países más infelices del mundo, con una superinflación indetenible, que corroe especialmente los ahorros de la clase trabajadora y los ingresos de la pobrecía nacional.
La utopía absoluta sin riendas, ni contraloría social, nos tiene sumergidos en la reiteración de la fábula de La rebelión en la granja de Orwell, donde se impone el dominio absoluto de un grupo faccioso con pocas luces y menos moral, y se justifica la actual debacle y la caída por el desbarrancadero de la historia nacional con la letanía de la guerra económica y el anuncio de una inminente invasión.
d) Aunque este esbozo de Pasquali con una explosiva crítica pareciera abismarse en la frustración, a juzgar por el título, en realidad es una sacudida para estremecernos y levantarnos hacia una utopía relativa y posible, basada en criterios racionales y prácticos, ampliamente desarrollados en anteriores estudios.
El momento actual nos exige pasar de unas comunicaciones autoritarias con masas sumisas, cuyas bocas están cada vez más reducidas más a comer que a expresarse, a otras más dialogales, abiertas y democráticas, en que las cadenas no obliguen a callarse.
Este acto nos impele a levantar la voz unánime contra las amenazas prepotentes del amo y a promover una revuelta comunicacional.