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Despolitización platónica y algorítmica actual versus el racionalismo kantiano como recurso hoy

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Por JORGE MACHADO

Difícil es la reflexión política contemporánea, pues los modernos conceptos de Estado, gobierno, poder, democracia, república, libertad y legitimidad palidecen, cada vez más, ante el agobiante neodiscurso postmoderno, en el que el relato ha sustituido los conceptos firmes, la utilidad a los criterios de validez, y la verdad no es necesaria, pues como reza la Obra Fragmentada, en el jardín Ezra Heymman, en la Escuela de Filosofía (UCV), ella “escapó desnuda” y no se le volvió a ver por Occidente.

El quehacer humano se ha vuelto difuso, escorzos de una sociedad que entiende poco, tolera mucho y está dispuesta a admitir, casi cualquier identidad, en nombre de un pacto de no agresión, fundado no en un contrato hobbesiano, sino más bien, en una difusa dignidad humana. Así, lo político hoy en día es ajeno, por no decir innecesario, a las grandes masas, contentas en el realce del algoritmo, una suerte de sex-appeal que les gobierna, incautos, cada vez más exentos de autonomía y racionalidad.

Este signo de despolitización no es nuevo, ya Hannah Arendt, en su escrito: La preocupación por la política en el reciente pensamiento filosófico europeo, da cuenta de un proceso de quiebre entre lo político y lo cotidiano, pues según su parecer: “El acontecimiento que inauguró nuestra tradición de pensamiento político fue el juicio y la muerte de Sócrates, la condena del filósofo por parte de la polis”, lo que enfatizó la desafortunada reticencia Platónica, a entender lo político como algo propio de todos los hombres, es decir, como un acontecimiento cotidiano a cualquiera, generando un cisma  despolitizante del ciudadano ateniense. En otras palabras, sin un sentido trascendental de lo cotidiano en la acción humana, el acontecimiento político se alejó definitivamente del quehacer de los ciudadanos atenienses, haciendo de este, algo propiamente de castas o linajes, selectos representantes de una humanidad idealizada, quienes estaban más allá de lo propiamente cotidiano, por lo que lo político no fue para todos, sino sólo para los mejores, los aristoi, Guardianes Superiores, cuidadosamente seleccionados, República que descotidianizó el hecho político, sustentándole en una lectura  absolutamente idealista de la justicia, el bien y la verdad.

Nuestros tiempos actuales son más oscuros que los de los atenienses, pues además del signo de descotidianización de lo político, se suma la incertidumbre al ver que “la verdad escapó desnuda”, como ya hemos señalado, sin mayor ideal que lo pragmático, ni palabra justa, que hoy se ha vuelto sólo útil, y menos buena, que se transfiguró solo en conveniencias, o verdaderas pues son muecas torcidas, de un mero acuerdo transaccional. Vivimos en tiempos despolitizados, de verdades líquidas y de premisas políticamente correctas en el desinterés por el otro.

Justificado entonces, en las líneas anteriores, está la premisa con la que se inició este artículo, a saber: “Difícil es la reflexión política contemporánea”, pues tanto sus conceptos, como su aptitud cotidiana son de una complejidad supina en el contexto filosófico que se ha expuesto. Sin embargo, difícil no es imposible, ya que encontrar algún resquicio de firmeza, que permita dotar de sentidos, objetivamente aceptables por todos, lo político, haciendo de esto un hecho cotidiano, aún es posible, si consideramos algunas de las lecciones, que pensadores como Immanuel Kant, mostraron hace casi tres centurias.

El pensador de Königsberg tuvo como objetivo fundamental de su proyecto filosófico, político y ético comprender gracias a un esfuerzo racional, sin recursos a ninguna autoridad superior más allá de la misma naturaleza humana, cuáles son las condiciones trascendentales en que se sostienen los juicios propios, de las valoraciones, prácticas y pensamientos de los seres humanos. En este sentido, el proyecto de Kant debe entenderse, como aquel que da cuenta, tanto del ejercicio de la recta razón al formular juicios, así como también del que muestra como opera la buena voluntad, al actuar guiada por la razón práctica. Aquí cobran sentido las palabras de Prauss, quien afirma que: “El adelanto decisivo de Kant (es), a saber, la comprensión de que el actuar en general puede ser posible o moral siempre sólo exactamente en la medida en que la persona sigue al actuar una ley que se impone para ello desde sí misma”.

En este sentido, la autonomía de la razón, naturaleza compartida por cada individuo, hace posible en Kant, una suerte de objetividad interpersonal, que permite tener una experiencia cotidiana a cada individuo racional, propia de su reflexión, proyectable sobre todas las esferas del quehacer cognitivo humano, siempre y cuando se respete las condiciones trascendentales del conocimiento.

Lo político, al igual que lo ético, no se excluye de esta posibilidad objetivamente, por lo que recurrir a las lecciones kantianas, nos permite hoy en día, salvaguardar los conceptos fundamentales de estas disciplinas en su posibilidad de conceptualización, pues, aunque ciertamente es imposible admitir hoy imperativos categóricos absolutos, lo político es comprensible y estimable, en todo su valor y objetividad por la racionalidad que compartimos.

Así, al entender a Kant se nos muestra que la cotidianidad de la comprensión del quehacer político es posible, salvaguardando su conceptualización, no como absoluto, sino como un ejercicio, no categórico, pero sí necesariamente racional, posibilitando la objetividad del hecho en cuestión. De  modo que, aunque no pueda afirmarse al igual que Kant lo hizo, en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, que:  “La voluntad es pensada como una facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes”. Si se puede admitir hoy, que la racionalidad es una condición humana insoslayable, que nos permite el ejercicio dinámico de la conceptualización y que este ejercicio es un espacio cotidiano de encuentro entre los hombres, que posibilita lo político racionalmente.

Así, el aporte de Kant a la difícil reflexión política contemporánea es la posibilidad de encuentro en la razón humana, condición necesaria para la construcción de conceptos firmes sobre nociones como: estado, gobierno, poder, democracia, república, libertad y legitimidad, superando el fantasma postmoderno y posibilitando lo político en lo cotidiano.

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