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Democracia y crítica de las artes

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Por MARÍA LUZ CÁRDENAS

Con motivo del 50º Aniversario de AICA Venezuela, enfocaré mis palabras hacia la reflexión sobre ¿por qué estamos aquí luego de medio siglo?, ¿quiénes han permitido consolidar los espacios de la crítica de arte Venezuela?, ¿qué ha hecho posible el recorrido de cincuenta años de pensamiento e investigación de la obra de arte: sus entrañas y sus resquicios?

Estamos aquí, gracias a la labor de un grupo de pioneros que decidieron fortalecer la labor de la crítica y unir sus voluntades. Entre todos ellos que fueron tan influyentes y determinantes, quisiera destacar el riguroso trabajo de Alfredo Boulton, quien desarrolló las bases metodológicas para la investigación y crítica de la historia del arte venezolano; o a Miguel Otero Silva que desde El Nacional creó la plataforma necesaria para incluir el pensamiento crítico y cultural, y fijó las bases para la discusión crítica entre la Abstracción y la Figuración; o la polémica voz de Sofía Imber, de quien no solo aprendimos su visión disidente, sino que abrió espacios a los entonces críticos jóvenes desde su labor periodística en las páginas de El Universal; o las imágenes poéticas de Roberto Guevara, con una cátedra semanal de crítica, destinada a ampliar nuestra sensibilidad hacia la comprensión de la obra de arte, o Perán Erminy, de quien aprendimos a cuestionar las interpretaciones tradicionales, las verdades absolutas y ampliar los conceptos; o Sergio Antillano con sus generosas visiones del arte venezolano y estímulo a los críticos emergentes; o Rafael Pineda con sus rigurosos estudios históricos sobre la escultura en Venezuela; o Carlos Silva con una feliz manera de nombrar el arte a medio camino entre la poesía y la filosofía; o Roberto Montero Castro, palabra poderosa, profunda, implacable…

Quisiera destacar, en este sentido, el esfuerzo y compromiso que Bélgica Rodríguez ha proporcionado a AICA Venezuela para su posicionamiento nacional e internacional, hoy visto, por ejemplo, con el logro de la creación de AICA Latinoamérica sus programas de integración. Durante estos años de confinamiento, los programas y eventos jamás detuvieron sus acciones.

Y si nos referimos a lo que ha hecho posible el recorrido de cincuenta años de pensamiento e investigación de la obra de arte, lo debemos sin duda a un país en democracia que nos permitió una formación en libertad, con una prensa e instituciones libres que desde siempre nos dieron acceso a sus principios y parámetros. Nos formamos con el Cuerpo C de El Nacional, con la Revista Imagen, con la Revista Nacional de Cultura, con el Papel Literario… Crecimos profesionalmente en los Museos Venezolanos que fueron paradigma y ejemplo de calidad en el mundo… Hoy, en medio de la oscuridad profunda que enfrentamos, nos toca apoyar y defender esos espacios.

Gracias a las voces de estos maestros y al desarrollo de AICA Venezuela durante los años de la democracia, hemos aprendido que la misión de la crítica de arte es la de tender puentes y abrir diálogos imaginativos, ideológicos y reflexivos entre el espectador y la obra de arte; hemos aprendido que es preciso sobrepasar las capacidades de los sentidos para, así, ver más, oír más, sentir más, crear “crisis” —y en la crisis, se instala la crítica de arte; hemos aprendido que la krisiV  (crisis), y por ello la crítica, es un estado que sacude la estabilidad del sistema y conduce siempre a la toma de una decisión, abre un camino de múltiples opciones, y, en nuestro caso (el arte), ese camino está marcado por el diálogo; hemos aprendido que la crítica, el acto crítico, se instala en la duda, en la perplejidad, en la puesta en cuestión, y no en la necesidad de encontrar significados en la obra de arte; hemos aprendido que la labor del crítico de arte no será jamás una labor represora, represiva y castradora, que  funciona al servicio de las reglas de un sistema escaso, mediocre y de corto alcance; hemos aprendido que la fuente originaria del conocimiento verdadero no se encuentra en las leyes de la lógica, sino en la capacidad innovadora del ser humano de crear metáforas, analogías y modelos poéticos; hemos aprendido que la creación y la crítica son una y la misma cosa, pues  ambas se revelan solo cuando ponen en entredicho las verdades absolutas; hemos aprendido, finalmente, que el acto crítico es un proceso difícil, creativo y profundo, que tiene su fuente de poder en la obra de arte —ese espacio maravilloso que nos lleva hacia la transformación—; y en los artistas —esos seres extraordinarios que dan su vida y sus pasiones por el gesto creador.

De todas las labores que la vida me colocó para desempeñar, considero la de crítico de arte como el mayor de los privilegios. Me compromete enormemente pertenecer a AICA Venezuela, que hoy constituye una institución estable y atractiva, con una excelente posición internacional.

A los maestros, a las instituciones de la democracia, a la prensa libre, a los artistas, a la obra de arte… gracias, muchísimas gracias.

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