Apóyanos

¿De qué hablaban Marisol y Andy?

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Por JUAN CARLOS LÓPEZ QUINTERO

Nací artista. Después, tuve que explicarles a todos lo que eso significaba

Marisol

Existen unas fotografías de David McCabe tomadas en 1965 y en la mayoría de ellas Marisol y Warhol aparecen sentados en una terraza ante el monumental Empire State Building. Como se sabe, el estado de Nueva York tiene, entre sus muchos apodos, uno muy popular que data del siglo XIX: el estado imperial. Se trata de unas imágenes que muestran la ambición de ambos artistas en ocupar la cima de la nueva capital del arte. En una de ellas Warhol está de pie, con el brazo izquierdo alzado, en un gesto que recuerda los saludos a las masas de muchos presidentes norteamericanos, de manos de la “primera dama”, Marisol, sentada y cabizbaja.

La historia de Marisol y Warhol comienza en 1950, cuando la artista llega a Nueva York, si bien se conocieron doce años más tarde, en 1962. El interés de Warhol surge gracias a la vertiginosa fama que durante los años previos adquirió la artista en la metrópoli del arte contemporáneo. A partir de 1957, Marisol comenzó a ser muy apreciada y sus obras se empezaron a exponer en muestras colectivas con reconocidos artistas europeos y norteamericanos. Un buen ejemplo es la realizada en la galería Leo Castelli ese mismo año, en la que expuso junto a futuras promesas como Jaspers Johns, Morris Louis y Robert Rauschenberg, entre otros. Por si fuera poco, en esa prestigiosa galería hace su primera individual, en noviembre de ese importante año para la artista, y en 1958 presenta una de sus obras junto a trabajos de Alexander Calder, Joseph Cornell, Paul Klee y Pablo Picasso en la exposición Laughter in Art en el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad de Dallas, Texas. Un buen número de entrevistas y artículos sobre Marisol aparecieron en los años 1950 en las prestigiosas revistas internacionales Glamour, Vogue y Harper’sBazaar, al punto de que, en 1962, la revista Life, en el artículo “A Red-Hot Hundred”, la incluía entre los cien jóvenes líderes más importantes de los Estados Unidos.

Marisol, cuyo verdadero nombre era María Sol Escobar Hernández, nació en París, en 1930, de padres venezolanos. Al parecer, cuando tenía once años, presenció el suicidio de su madre, Josefina Hernández, ama de casa y amante de las artes plásticas. Su infancia transcurrió entre París, Caracas y Los Ángeles, antes de residenciarse en Nueva York. Más tarde, al inicio de su carrera artística, decidió llamarse Marisol, según declaró en una entrevista con Roberta Bernstein, para liberarse del poder de su padre, Gustavo Escobar, empresario de la industria petrolera.

Andy Warhola, por su parte, nació en Pittsburg, Pensilvania, en 1928, de padres eslovacos. Fue el tercer hijo de Andrej y Julia Warhola, quienes emigraron a los Estados Unidos a principios del siglo XX. Su padre, quien trabajaba en las minas de carbón, murió cuando el joven Andy tenía catorce años. La infancia de este no fue nada fácil, ya que en la escuela contrajo la enfermedad de Huntington o mal de San Vito, lo que, sumado a su aspecto físico —extremamente pálido, delgado y de cabellos casi blancos— dificultó la aceptación de su entorno. En 1949, a raíz de un error de la revista Glamour Magazine, en la que apareció como Warhol en lugar de Warhola, cambió su apellido.

La silenciosa Marisol comentó en una ocasión que había dejado de hablar durante nueve años después de la muerte de su madre y que a los veinte decidió hablar, pero solo para decir lo mínimo necesario. Siempre de solemnidad hierática e inexpresiva, como podemos apreciar en las películas silentes de Andy Warhol: Marisol-Stop Motion (1963) y 13 Most Beautiful Women (1964-1965), entre otras. Y porque ahorraba sus sonrisas como la estrella de la pantalla, fue considerada como “la Greta Garbo latina”.

También, a partir de 1961, será llamada “La cara detrás de la máscara”, después de asistir a un panel de discusión entre artistas participantes de una colectiva en la galería The Club de Nueva York, en la que se presentó con una máscara autorretrato; pero igualmente será conocida como la chica a la que le gustaban las fiestas. La misma a quien la crítico Gloria Steinem llamó “Beautiful enigma”, y que Warhol consideraba, en 1964, “the first girl artista with Glamour”, y sobre todo el modelo a seguir del artista como obra de arte. Algo que Warhol copió al pie de la letra.

Aun cuando Marisol se convirtió en su musa, Andy Warhol nunca asumió en su propuesta estética la autorreflexión explícita, existencial, de ella. Los autorretratos de la artista no son patentes exclusivas o distintivos de marca, como el sombrero y el chaleco de Beuys o las pelucas del mismo Warhol. Y no se trata de recalcar aquí una supuesta profundidad dramática de la obra de Marisol versus la superficialidad publicitaria y explícita de Warhol, pues al fin y al cabo los collages escultóricos de Marisol surgieron, según su confesión, como un juego divertido, ocurrente.

Sin embargo, es importante señalar cómo ella reproduce, sin cansancio, su entorno familiar e inclusive histórico personal y universal. Warhol, por su lado, evita su historia y la historia en general; lo suyo es el presente. Desde este punto de vista encarna el sueño americano y borra su pasado. Ella, en cambio y a pesar de su firme rechazo a las identidades nacionales —“Soy la venezolana, nacida en Francia y vivo en Italia; tengo un carro inglés con póliza de seguros suiza, y la gente me pregunta qué nacionalidad tengo”, como inicia el espléndido artículo de Sebastian Smee “Marisol losther mother as a girl. Sheneversold ‘Mi mamá y yo”— se presenta como una artista que asume —o sería mejor decir prosigue— un diálogo íntimo consigo misma y con la historia de las artes plásticas.

Las tres primeras muestras individuales de Warhol en Nueva York: Fifteen Drawings Basedon the Writingsof Truman Capote, en 1952; Studies for a Boy Book, en 1956, y A Show of Golden Picturesby Andy Warhol, en 1957, nos presentan trabajos de lo que se ha llamado el Warhol pre Pop. Será a partir de 1962, año en el que conoció a Marisol, cuando el artista despunte como el protagonista principal de la estética Pop. No queremos afirmar con esto que haya sido por la influencia de Marisol; sin embargo, y de acuerdo con la curadora en jefe del Museo Andy Warhol, Jessica Beck, obras de Marisol como John Wayne, de 1963, y Autorretrato mirando la última cena, de 1982-1984, inspiraron trabajos tan importantes del artista pop, como Doble Elvis (Ferus Tipe), de 1963, y La última cena, de 1986.

Por su parte, Emily C. Williams, en su esencial estudio de la obra de Marisol, Threads of Identity: Marisol´s Exploration of Self, expresa la injusticia mediática de la cual fue víctima la artista:

“Muchos de los artículos escritos sobre ella durante la década de los 60 se ocuparon de su apariencia exterior discutiendo su aspecto ‘exótico’, intenso, silencioso y su estilo de vida supuestamente glamoroso que incluía fiestas exclusivas de la ciudad de Nueva York. En lugar de centrarse en la calidad de su trabajo, se centraron en su grupo social, sus prendas de alta costura y su mística extranjera: Marisol esencialmente había asumido el papel de musa para sus compañeros masculinos y pasó a un segundo plano como artista. Muchos años después, en su entrevista con Cindy Nemser, Marisol comenta: ‘…en los años 60 los hombres no se sentían amenazados por mí, pensaban que yo era linda y algo misteriosa, pero no tomaban mi obra tan en serio. Hoy en día toman más en serio mi trabajo, pero no les gusto mucho”.

Si bien ella llevó una vida glamorosa y aparentemente despreocupada de su entorno, en claro contraste con la actitud militante y políticamente comprometida de los artistas de su tiempo, sus declaraciones fueron, en muchos casos, de una inteligencia desconcertante, sin por esto pretender demostrar un culto al intelecto. “Yo no pienso mucho —le dijo al crítico Brian O´Doherty, en The Times, en 1964—. Cuando no pienso, me vienen todo tipo de cosas”. (William Grimes. “Marisol, una artista que rompió fronteras alegremente, muere a los 85 años”, en el New York Times). Por otra parte, la complejidad de su trabajo —introspectivo, simbólico, artesanal, y a veces de un humor amargo, más que negro— supera la iconología decididamente superficial y comercial del llamado arte Pop.

En los Diarios de Andy Warhol, texto sin ningún tipo de confesiones personales, reflexiones intelectuales o algo similar, y que se reduce a un simple registro de cenas, fiestas y encuentros sociales, en el que, por lo demás, el artista se preocupa por detallar el costo de los taxis, de las cenas y las propinas, es sin embargo uno de los pocos escritos en los que se documenta una conversación entre Marisol y Warhol. La artista es mencionada en ocho ocasiones, la mayoría de las veces simplemente enumerándola entre un grupo de personas, pero en las páginas 386, 392 y 393 se registra un diálogo entre ambos. El martes 24 de abril de 1980, Marisol y Larry Rivers van al estudio de Warhol y ella lo invita a su fiesta de cumpleaños número cincuenta, en un muy sofisticado restaurante ubicado en Soho llamado Chanterelle, pero le pide que no mencione su edad a los invitados a la cena. El jueves 22 de mayo se celebra el cumpleaños en el distinguido local; allí se encontraban, entre otras personalidades, el compositor John Cage, la escultora Louise Nevelson, el pintor y escultor George Segal, y el bailarín y coreógrafo Merce Cunningham. Warhol escribe lo siguiente: “Le dijimos a Marisol que no debería decir su edad y así la gente nunca lo sabría y ella contestó que ya lo sabían porque estaba en todos los catálogos y repliqué que la gente no lee los catálogos, y ella entre risas comentó que entonces solo lo sabrían las cuarenta o más personas que estaban allí en la cena”.

Hay una entrevista realizada por Colette Roberts en 1968 para los archivos del arte norteamericano en la que Marisol responde sucintamente a las preguntas de la crítico de arte. Sus respuestas son totalmente inconsistentes y vagas; su voz es un susurro tímido, siniestro, casi infantil, a pesar de sus 38 años. Su tono es lo que define el psicoanálisis como un objeto de pulsión, algo que se distancia de toda naturalidad —si existiese alguna en términos de lenguaje—, que busca resaltar una diferencia, una distancia que no desea ser comprendida y que ignora toda coincidencia lógica o fortuita. No podemos asegurar que las conversaciones entre Marisol y Andy, muchas seguramente entre drogas y alcohol, fueron tan lacónicas, vacilantes e imprecisas como en esta entrevista.

Fue en ese colorido y enajenado escenario de numerosos encuentros, fiestas y celebraciones donde Marisol y Andy Warhol tuvieron momentos de intimidad, de silenciosas conversaciones, diálogos minúsculos sobre el papel del artista en la sociedad Pop que ellos enaltecieron. Fue allí, sin calurosas discusiones, cuando probablemente difirieron, sin dirimir sus distintas posiciones. Después de todo se trató de dos visiones, la pública y la íntima, entre la fama y el silencio, dos formas de eternidad artística en la nueva sociedad administrada de la segunda mitad del siglo XX, esa que aún persiste en nuestros días.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional