Apóyanos

Crónicas del olvido: La mano segadora

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

POR ALBERTO HERNÁNDEZ 

1.-

La ofrenda del cuerpo. El cuerpo vital. El cuerpo del placer. El cuerpo épico desde el deseo. El cuerpo cósmico y erótico. El cuerpo en su todo como poética.

Desde el lejano silencio de José Lezama Lima, Luis Pérez Oramas toma estos versos para titular su libro: “Mano segadora/ que acaricia lo que nadie espera”. Y despeja toda duda acerca de lo que su cuerpo aspira a encontrar. O espera a ser en otro cuerpo.

Arropado por una selección de sus textos (1983-2012), realizada por el mismo Pérez Oramas, publicada por La Poeteca de Caracas/ Colección Contestaciones, junio 2022, este volumen consagra la poesía de quien fue parte protagónica en los días en los que aparecieron los grupos Tráfico y Guaire, de los que se desprenden poetas de significativo nombre hoy en Venezuela.

Esta recopilación o selección de poemas de los libros editados e inéditos confirma la convicción de un hombre que se dedicó a la poesía, pero también a otros asuntos relacionados con el arte. Desde su participación como curador de varias instituciones museísticas y salas de exposición del mundo, Pérez Oramas destaca y centra su poesía como destino al alcance de la mano de los lectores que desconocen el amplio espectro de su desempeño como gerente cultural.

Aquí están esos libros: “Salmos / y boleros) de la casa” (1983), “El largo viaje” (1985), “La gana breve” (1992), “B/M” (1991), “Doble siesta” (1994), “Balada de Joey Stefano” (1997), “Gacelas y otros poemas” (1999), “Prisionero del aire” (2008), “La dulce astilla” (2015) y “Animal vesperal” (2015-2021).

Cuenta esta antología con un epílogo de Adalber Salas Hernández y una suerte de prólogo/ biografía del mismo Pérez Oramas. Autobiografía que descubre muchos matices de la vida íntima y pública del autor.

2.-

El cuerpo del otro. El cuerpo uno en dos que maceran la carne: el deseo, la gratificación del placer como síntesis de una vida. 47 veces se menciona la palabra cuerpo en los textos recogidos en estas páginas. Es decir, el cuerpo como alteración del ánimo erótico. El cuerpo como ánima poética, como vida vivida con él en otro. Pero también el cuerpo como aposento, como casa, sustraída de su lejanía desde el primer libro que Pérez Oramas creó. Y así, la muerte, también como espacio donde el cuerpo vive.

Su cultura, su tránsito por el mundo de los libros, por el universo de otros paisajes, le ha permitido ahondar en la personalidad de sujetos que forman parte de la geografía clásica: griego y latinos protagonizan en sus versos aventuras y reflexiones que hacen de Pérez Oramas un mirador incansable.

En ese tono épico, griego, leemos “El largo viaje” (poema escénico en seis actos para una ópera sobre la Odisea). Y allí están Telémaco, Odiseo, Eumeo y Penélope en arias que reflejan el carácter universal de la voz del venezolano.

En su primer libro es la casa el personaje, la motivación, el lugar de origen, el ombligo de su mundo caraqueño. Declara el poeta que escribe canciones, de allí los boleros que el lector podrá sentir en cada destello de esta publicación.

Pero si el cuerpo y la casa se funden, las cosas ameritan un repaso desde su presencia real, desde sus proyecciones y sombras, así como el deseo palpita en cada mirada de joven, en cada sensación erótica.

Henri Matisse y Pierre Bonnrad establecen “correspondencia en tiempos de penuria y guerra”. Pérez Oramas se hace la voz de estos personajes y compone un poema/ horario, cuya cronología ubica a los hablantes desde 1927 hasta 1946. Suerte de diálogo en el que la pobreza, la miseria, el dolor, la enfermedad son parte de los sonidos del mundo, de la intimidad que quiebra muchas veces la razón.

El ojo de Pérez Oramas sabe retratar con la poesía el rostro de quienes lo han llevado a ser parte del mundo de la plástica.

3.-

En el poema “Doble siesta”, escrito en francés, como el autor lo ha especificado, y vista su versión castellana en el mismo volumen, el lector podrá atisbar la constante del cuerpo, el sueño y la muerte. Árboles, una naturaleza casi inexistente, pero precisa: “Fiestas flores fiestas siestas perdidas/ en tu cuerpo en el foso de tu cuerpo”.

Joey Stefano, una balada: es el poema del erotismo: “Tocaste/ derrumbado en una tarde sin ángeles/ el cuerpo tantas veces/ el cuerpo desvestido el desasido/ en un hotel de paso/ el detenido/ el que no cesa el paso/ en los pastos incendiados/ de mármoles erectos/ de aguas negras/ transparentes en tu boca/ en tu deseo”.

La insistencia:

“No sé/ si soy mi cuerpo/ tu otro/ no sé si tengo/ la música contada de mis días/ y al alba vuelvo/ con el amor vacío”.

Y en ese vacío:

“La muerte// Otra era la muerte/ otra vez la muerte// La muerte”, y antes:

“…las tres estrellas/ de tu pecho/ me asesinan”.

4.-

Salas Hernández afirma que “La poética de Pérez Oramas se debe a la voz perdida, la que coloca una trampa que sabe inútil de antemano (…) Cuerpo exacto que, desplegado sobre la página, nos es entregado en toda su singularidad. Mano que estrecha la nuestra”.

En efecto, este libro nos avisa de la entrega total del poeta al cuerpo del lector desde el cuerpo del otro. Y esa “singularidad” nos remite a los tantos referentes que deja entrever en su escritura: es cuerpo plural, pero también íntimo, sosegado, dilatado por la misma voz que lo recubre.

El mismo Pérez Oramas escribe en su prólogo: “Pudiera ser éste mi ´ars poetica´, toca la realidad deseosamente, su cuerpo más visible, con la sonoridad de la palabra”.

5.-

Claude Lorrain, Nicolás Poussin, entre otros, son los pintores que se hacen poemas parte de la voz/ paisaje de Pérez Oramas. El también llamado Claudio de Lorena expresa en ´El sermón de la montaña´, título que hace de la luz parte de ese espacio simbólico, ese “hueco sin fondo de muerte/ lleno de tarde para el sueño”.

Son las Gacelas, las de Tyler, las folladas, las que figuran fornicación y lujuria. Así también leemos las de Toulouse, Ovidio, las del Sendero vespertino y las de La noche larga, donde la poesía se aposenta, tibia, sensitiva, deseosa.

En ´Prisionero del aire´, vuelve una gacela, la de ´Hugo´, donde el cuerpo podría “repetir sus

olvidos”.

Los poemas “Familia” y “La tarde” aproximan al poeta al lugar afectivo y al tiempo de un yo que se acerca a Ramos Sucre: “Yo quisiera caminar de nuevo/los senderos de mi vida umbría/ volver a andar hacia la arena de los altos muros…”. La adjetivación evidencia ese acercamiento con el poeta cumanés. El yo insistente para cerrar el poema: “Yo quisiera andar de nuevo/ el paso lívido de mi vida sorda/ no para llegar a un sitio, sino a la tarde”.

Se llena de preguntas con “Poema de la ilusión”. Y la respuesta: “De miedo, de olvido, de fítles/ alimentos que se incendian/ en tu cuerpo”.

“La dulce astilla” es una metáfora que se sostiene en el deseo. Se recoge el tema en todos los poemas de este título: “Si pudiera oler como en la noche/ olían en tus manos/ saber ligero/ como el líquido furioso de tu orgasmo…”.

“Animal vesperal” sincroniza con los anteriores deseos. José Lezama Lima aparece en un reconocimiento en una segunda persona que lo acerca a “la mano segadora que acaricie/ lo que nadie espera”.

Y luego, para abrir una puerta de la primera casa del autor: Juan Sánchez Peláez junto Charles de Foucauld y un epígrafe de “Aire sobre aire”.

Siguen los países conocidos: Italia en Roma entre “sucios ángeles/ henchidos de terrestre semen…”. Y el país del perfume encontrado entre “mancebos del delfín de Francia”.

Todo el libro es un ahogo en el deseo. Una respuesta llena de cuerpos requeridos.

(***)

Inventario temático

El cuerpo:

“Estaba/ con su cuerpo por el río”.

“Y los cuerpos explotaron”.

“Y ahora pienso/ si todo no había pasado/ para el cuerpo”.

“el árbol estéril de mi cuerpo arrinconado”.

“leo mi futuro en otros cuerpos”.

“el pesado cuerpo que es mi alma”

“el aire de los cuerpos y el agua/ de las almas”

“en el cuerpo su presencia”

“en cada vigoroso cuerpo es ha partido y ha llegado”.

“para medir la ausencia que separa/ mi cuerpo de su sombra”

Quiero tener sus cuerpos, brillantes y precisos”

“para tenerla siempre disponible como el cuerpo”

“debajo de los cuerpos”

“que el cuerpo de estas bestias conservara”

“Yo te buscaba entre mi cuerpo/ y en los cuerpos que encontraba”

“será terco su cuerpo en la memoria”

“en queja el cuerpo”

“tuvo otro cuerpo en mí que el ruido…”

“y aparatos de colores para el cuerpo de los jóvenes”

“tu cuerpo una trinchera”

“de cuerpos con rabia, de cuerpos sin nombre”

“de tanto cuerpo desnudo…”

“Adentro están los cuerpos indolentes”

“en tu cuerpo en el foso de tu cuerpo”

“el cuerpo liso de la muerte”

“el cuerpo tantas veces”, etc.

La casa:

“Habitamos una casa…”

“Hay aquí una casa”

“arropado por mi casa”

“la casa/ la única ciudad que he conocido”

“al sábado propicio de la casa”

“Busco mi casa”

“o bajo el cuello traes la casa”

“Ahora tú me llamas casa”

“No solo tú buscabas casa”

“De no tener sitio haré la casa”

“los muros de mi casa de esperarte”

“la casa el jardín el desayuno”

“Estoy jamás en casa y suena/ el teléfono y nos llaman”

“y la casa/ es rosa”

“humo blanco en casa”

“de aquella casa en los colmos”

“de Naiguatá de vuelta/ a casa”

Las cosas:

“Quiero tomar las cosas en mis manos, que no escapen”

“Añoraré las cosas”

“la sombra de las cosas”

“comparar las pequeñas cosas/ con las grandes”

“Uno se interesa más/ en los objetos”

“¿Cómo son las cosas en tus insomnios?”

La muerte:

“para toda la muerte”

“la muerte enferma”

“Hablo de la muerte con mi más redonda letra”

“el cuerpo liso de la muerte”

“La muerte/ otra vez la muerte/ otra vez la muerte// La muerte”

“Es la muerte, esa vigilia seca”

“la muerte en nuestro cuerpo”

“de cuerpos sin muerte”

“esta muerte que no cesa”

“hasta la muerte”

“Y la muerte cavando lentamente”.

Los frutos:

“fruto maduro”

“un árbol seco que cuando ofrece sus frutos los da muertos”

“sin piedad, sin fruto prohibido todavía”

“en sus rondas, en sus frutos/ ya maduros”

“fruto secos”, etc, y árboles.

El yo que escribe:

“Escribo canciones (…) y no sé cuál es la música”

“Voy a escribir como Catulo, breve”

“Escribo para estar/ junto al tibio pulso de lo que hemos sido”

“Escribo/ para impregnarme de canciones solares”

“Escribo para sentir las manos”

“He escrito solo/ de ciudades y de cuerpos”

“Voy a escribir/ sobre la piel del viejo níspero”

“Por qué yo escribo/ tanto a la memoria de otros que se han ido”

El deseo:

“Buscándote aprendí que te deseo/ en la distancia”

“ni cesa en el deseo”

“y el deseo estaba”, etc.

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional