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Cristóbal Holzapfel, ningún límite es el último

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Por NELSON RIVERA

Las cosas están determinadas por sus límites. Por la posible racionalidad de los límites. Más: conceptos y definiciones suponen límites. Nuestra relación con el mundo y las cosas del mundo exige límites entre unas y otras. El reconocimiento de cada persona, el reconocimiento de lo peculiar, ocurre a partir de sus límites. Los contrastes otorgan nitidez a las cosas. La delimitación hace posible la distinción. Solo amamos lo que distinguimos. Amamos lo individual (Holzapfel nos recuerda el vínculo profundo que existe entre singularidad e infinito). Pero este enunciado no es definitivo: hay una voluntad presente en el ser humano de romperlos, porque después de todo límite siempre hay ‘algo’, otra posibilidad, más allá. Cabe pensar entonces: salvo la muerte, ningún límite es el último para el hombre. En definitiva, todo límite es frágil. Todo límite vive acechado por su posible rompimiento.

Los dos extremos están presentes en la condición humana: mantenerse dentro de ciertos límites y también transgredirlos. Hay una tendencia delimitadora y una tendencia al quebrantamiento de los límites, esta última causada por la ‘sensación de limitación’, que a menudo agobia a personas y sociedades. Vivimos entre delimitaciones y “deslimitaciones”. 

Una dialéctica: la sensación de limitación incita a traspasar los límites. Deslimitar (desdibujar los límites); extralimitar (conquistar nuevos espacios); desmarcar (romper un compromiso: poner en debate la identidad); translimitar (establecer nuevos límites que equivalen a la implantación de un nuevo orden): todas son posibilidades de la actitud transgresora. El hommo ludens pone en cuestión nuestro vínculo con los límites. La iteración lúdica convierte los límites en un campo de posibilidades. Los relativiza.

Cristóbal Holzapfel, también autor de Crítica de la razón lúdica, sugiere el estimulante vínculo que hay entre la ausencia de límites y lo fácil, y la existencia de límites (obstáculos) y lo difícil. Aunque la modernidad ha establecido la facilidad como una de sus premisas, vencer las dificultades excita y gratifica al ser humano (la invención de los deportes es la invención de un conjunto de dificultades —límites— que deben ser vencidos —quebrantados—). Si existe una vocación por lo fácil, también lo contrario: existe un vínculo sustantivo con lo que reclama esfuerzo. Eros nos invita a doblegar las dificultades y a romper los límites. Esto es vital: “la proyección del  mundo estaría indisolublemente ligada a lo difícil”.

Ya lo sabemos: el exceso de límites (prohibiciones) genera su contrario: un deseo de desconocerlos o quebrantarlos. Es constitutivo al ejercicio del poder, delimitar. Al delimitar, se excluye. Se ejerce alguna forma de violencia. Todavía más: delimitar puede ser equivalente de extralimitar, es decir, puede significar una ampliación de la delimitación. Incluso las costumbres establecen límites.

Sujetos delimitados

Somos seres delimitados. El ejercicio de la razón se expresa en la cadena de delimitaciones que establecemos a lo largo de la vida. Los límites no son solo externos: son, en lo primordial, internos. La representación que nos hacemos del mundo es también la representación de los límites de ese mundo.

Holzapfel recuerda que Foucault habría señalado que tras la idea de que ‘Dios-ha-muerto’, la trasgresión de los límites ha adquirido el carácter de lo ilimitado “porque autoriza una profanación sin objeto, una profanación vacía, replegada sobre sí misma, cuyos instrumentos no se dirigen a nada diferente de ellos mismos”.

La mente no solo limita y delimita, también se extralimita. La complejidad que se deriva de las facultades y posibilidades de racionalizar, imaginar, soñar, fantasear, percibir, distorsionar, acertar, errar, reconocer, desconocer y tantas otras, generan procesos, también de mucha complejidad, donde la delimitación deriva en una trasgresión, que puede causar una deslimitación y, a continuación, una extralimitación. El paso —el salto— de la extralimitación a la translimitación supone el establecimiento de un nuevo orden, a una nueva configuración de las cosas. La actitud translimitadora aparece tras un cambio (radical) de actitud ante los límites. Pueblo y naciones, muchas veces a lo largo de los tiempos, han impuesto cambios producto de una respuesta radical a los límites. 

El último límite

La cuestión de los límites está en relación sustantiva con la muerte. Desde esta perspectiva, el ser humano sería un condenado. A ese imperativo han respondido las religiones señalando la existencia de un más allá. Han respondido al enigma que surge de la pregunta sobre lo que hay más allá del límite.

A ese límite se corresponde otro: el de la plenitud del ser (“ese límite único e incomparable deslumbra y aterra y da lugar a la creación artística”). Holzapfel se pregunta (nos pregunta) si delimitación, deslimitación, extralimitación y translimitación, no son más que estrategias con las cuales intentamos afrontar la ilimitación del universo, del ser pleno, del ser en estado de plenitud. 

En alguna parte de su ensayo, añade: “Una manera de acortar aquella distancia inconmensurable y que no guarda ninguna posible proporción, es representarse la ilimitación, la eternidad, el infinito, como algo determinado: el destino, la providencia, la gracia, lo divino o Dios mismo. Probablemente tan solo el destino, por ejemplo al modo cómo se hace presente en la tragedia griega, conserva su distancia, su lejanía infinita y su total desproporción frente a los asuntos humanos”. Pero esto no debe hacernos olvidar que no es posible vivir en lo ilimitado. La condición humana es indisociable a los límites, aunque pulse hacia su quebrantamiento.

Coda

Lo anterior no es más que una selección parcial (posiblemente arbitraria: quizás un desconocimiento de los límites que establece el género de la reseña) de las muchas ideas que se suceden y encadenan en De cara al límite*. A medida que escribe, Cristóbal Holzapfel (Chile, 1953) habita. Puebla su ensayo. Introduce problemáticas afines o contiguas a la cuestión de los límites (como la condición discontinua del ser humano); incorpora los aportes de otros pensadores que enriquecen el tema (Fink, Jaspers, Heiddeger, Schopenhauer y otros); se sirve de episodios de la literatura (Zweig, Kafka, Balzac y más), para cumplir con su afán de clarificar y hacerse comprensible. Insisto: estas líneas no deben leerse como un resumen sino como una invitación a leer a Holzapfel.


*De cara al límite. Cristóbal Holzapfel. Ediciones Metales Pesados. Chile, 2012.

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