Por HAROLD ALVARADO TENORIO
Clarice [Chaiuya Pinkhasovna] Lispector [Chechelnik, 1920-1977] es quizás la narradora que mayores cambios, de estilo y asuntos, introdujo en la literatura brasileña de los años sesenta y luego, cuando fue traducida una década más tarde, en las literaturas latinoamericanas. Cuando apareció Perto do Coração Selvagem (1944), la primera de sus novelas, los regionalismos llegaban a su fin con la publicación de las obras de Borges, Ramos, Onetti y Amado. En su caso puede hablarse de una narrativa antes y después de Clarice Lispector. La ciudad fue el decorado de las vigilias de sus personajes y el lenguaje, la única realidad de su existencia. Los protagonistas van a asumir ahora sus destinos, se hacen personas que cuestionan sus formas de vida y sus relaciones con el poder y las instituciones, pero han de fracasar inexorablemente al encontrar como mayor obstáculo de sus vidas la imposibilidad de comunicación. La existencia irá por un camino y el lenguaje por otro.
Nacida en Ucrania, fue la tercera hija de una pareja que terminada la primera guerra mundial emigró a Moldavia y Rumania y más tarde a Maceió en Brasil, donde cambiaron sus nombres. Cuando la niña tuvo cinco años se mudaron a Recife, donde perdió a su madre, que había sido violada por soldados rusos que la contagiaron de sífilis. En Río de Janeiro leyó a Machado de Assis, Eça de Queiroz o Jorge Amado e ingresó a la universidad para estudiar derecho y ganó el premio Graça Aranha por su primera novela. Allí conoció a Maury Gurgel Valente, un diplomático con quien vivió hasta 1959, en los diversos destinos donde fue designado. Pasó largos periodos en Londres, París, Berna y Washington, capitales estas dos últimas donde nacieron sus hijos Paulo y Pedro.
De espíritu camaleónico, impar belleza y cordura impetuosa, con la separación regresó a Brasil y en Río, donde malvivía del periodismo dando consejos Sólo para mujeres en una columna firmada con seudónimo sobre recetas, hermosura, usanza y conducta, un día de 1966 se quedó dormida con un cigarrillo encendido en su mano causando un incendio que destruyó el dormitorio y lesionó gran parte de su cuerpo, en especial la mano derecha, que nunca recuperó su movilidad. Laceraciones que le llevaron a hondas depresiones por el resto de sus días. Murió a los cincuenta y seis años víctima de un cáncer en los ovarios. Fue inhumada en el camposanto israelita del barrio Cajú, envuelta en lino blanco luego de que su cuerpo fue vaciado y lavado por dentro y por fuera.
Perto do Coração Selvagem fue un arquetipo narrativo que Lispector usó para varias de sus otras novelas y cuentos. Tiene como personaje a Joana, que repasa el pasado y el presente intercalando recuerdos memorables al acaso. El narrador omnisciente resume de manera sucinta esas divagaciones mentales: la vida al lado del padre, los días que pasó junto a su tía, un profesor que le enseña a vivir, los avances y estragos de la pubertad, el internado, el matrimonio con Otávio. La odisea mental de Joana, saturada de desencanto y de esperanzas sin futuro, le lleva al adulterio y a la separación de su marido sin saber por qué lo hace: “Es curioso cómo no sé decir quién soy, piensa Joana. Quiero decir, lo sé bien, pero no lo puedo decir. Sobre todo, tengo miedo de decirlo porque en el momento en que intento hablar no sólo expreso lo que siento, sino que lo que siento se transforma lentamente en lo que digo. O, al menos, lo que me hace actuar no es lo que siento, sino lo que digo”. Las palabras son ilusorias, no pueden decir o dicen demasiado sobre el ser, apenas dejan una imagen provisional e ilusoria de la vida.
Publicada veinticinco años después, Uma Aprendizagem ou O livro dos Prazeres (1969) se ocupa de las dudas y ansiedades de Lóri, una profesora que siente por primera vez placer en una relación amorosa pero al tiempo tiene miedo de perder su identidad o el “respeto” que ha ganado ante los Otros. El desenvolvimiento de esta lucha es un lento y extraño aprendizaje a través del cual logra unir los extremos, antes irreconciliables, de su independencia (su vida personal) y la dependencia ineludible que establece el matrimonio o el amor.
Sus otras tres novelas tratan de la condición humana como un todo no escindido en sexos. Ahora la tesis central es la lucha del individuo contra la sociedad, salpicando los argumentos con raciocinios en apariencia contradictorios. A Maçã no Escuro (1961), A Paixão segundo G.H. (1964) y Agua Viva (1973) analizan la historia de seres hondamente preocupados con su relación con el cosmos. Personajes que parecen modelados en las figuras de la novela francesa existencialista, abocados a elegir un destino tras otro en el decurso de su existencia para poder creer que están vivos, encontrando todo lo que les rodea sin sentido, produciendo en ellos una náusea metafísica, intangible y nebulosa.
A Paixão segundo G.H. coloca a la protagonista durante un bello día en el último piso de un lujoso edificio de la Avenida Atlántica en Río de Janeiro mientras escudriña en la espartana habitación de la criada que acaba de marcharse. G. H. no descubre la mugre que espera ni desorden alguno, sino un trazo al carbón en la pared, misterioso y primitivo, que le parece una caricatura de sí misma, seguido de la aparición de una cucaracha que precipita su transición, en el tiempo y el espacio, hacia una comprensión de su situación en el cosmos, es decir, la situación de la humanidad toda, y al comer las entrañas del animal completa su trascendente desembarazo de los principios que se le habían impuesto. Lispector ofrece de manera oblicua un retrato del universo brasileño a medida que desenrolla el extenso monólogo. G. H. recapitula su vida, recuerda a su sirvienta Janair, a su amante, al hijo abortado, a sí misma y se obliga a engullir ese cuerpo que expele una sustancia blanca y se retuerce con sus patas y antenas.
Agua Viva, una de sus últimas novelas, continúa la búsqueda expresiva de A Paixão segundo G.H., intentando una ruptura total con lo que resta de convenciones narrativas. Tal es el esfuerzo de la anónima narradora y protagonista por hacerse más una pintora que una novelista que uno termina por creer que se trata de una obra de tesis contra la escritura. Lispector quiere ahora captar el instante, el momento en que una cosa se relaciona con otra, el momento intangible de la existencia. Agua Viva es el río continuo de la escritura, la mano que ya no puede detenerse, la acción misma de escribir por escribir, la escritura como ser autónomo en el mundo.
Como en sus novelas, los personajes de los cuentos de Laços de familia (1960) se encuentran siempre en el filo de la navaja, en ese punto donde tratan de mantener un equilibrio, entre lo que se cree que es la realidad y sus poderosas fuerzas imaginativas, que los desvían del curso normal de la existencia rutinaria de los Otros, la sociedad, y así son, los arrinconados, los separados, los apartados, los alienados por excelencia. En Amor, mientras ella regresa de hacer la compra ve a un ciego que se transforma en la aparición del mal; en Los desastres de Sofía una muchacha ve en el rostro de su maestro un vientre abierto en un quirófano; en El reparto de los panes una cena familiar se torna en una suerte de opresión, etc. De nuevo, la pesadilla de los protagonistas es la imposibilidad de comunicación: la sociedad (el lenguaje) es una barrera artificial que no debe ni puede vencerse. Estamos condenados a vivir nuestros pequeños mundos, exiliados del resto de la humanidad, incapaces de ser libres, incapacitados para dar y recibir.
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