Papel Literario

Cinco preguntas a Caresse Lansberg

por Avatar Papel Literario

Por NELSON RIVERA

—A finales de los 80 y comienzos de los 90 la revista ESTILO registró, en el universo de las artes visuales venezolanas, un amplio movimiento de jóvenes artistas, una especie de vanguardia creativa e innovadora. Tres décadas después, ¿existe hoy algo equivalente?

—Sí, existe. Hoy en día las vanguardias se dirigen a crear modelos que escapen de los cánones tradicionales, pero de acuerdo con lo que estamos viviendo, quizá son de más bajo tono, de bajo volumen porque los problemas son diferentes a los experimentados por las vanguardias del siglo XX. El encierro, la pandemia, el temor a enfermarse y a morir se añade a los cambios tecnológicos que avanzaron demasiado rápido y volaron con todo, pero también han generado nuevas plataformas a los artistas que las utilizan. En la actualidad, los temas son más individuales, cerrados, más personales quizá, pero con una poderosa plataforma tecnológica que permite a los artistas a proyectarse en todas partes para que su obra sea conocida inmediatamente. Han tomado posesión del mundo de las redes sociales y también utilizan esos medios para su creación.

Lamentablemente en este momento no contamos con ninguna plataforma de apoyo institucional por parte del Estado, lo que tenemos son iniciativas privadas, como un mecenazgo que funciona con sus propios fondos para preservar la memoria cultural, por ejemplo, la Fundación para la Cultura Urbana. Estas instituciones privadas juegan un papel muy importante en la difusión de ideas, proponen exposiciones, publican libros de artistas, en fin. Hay otras importantes iniciativas, aunque muy localizadas, como las galerías de la Hacienda la Trinidad, el Centro de Arte Los Galpones, las galerías Freites, Beatriz Gil, D’Museo, GBG Arts, Grupo Odalys, Ascaso, Carmen Araujo, Espacio Zero y otros espacios que promueven a sus artistas, los exponen y los llevan a ferias internacionales con mucha dificultad. Son los espacios alternos que han surgido posterior a la debacle de los museos, espacios que se mantienen y difunden la creación y quizá son pocos para la cantidad de artistas buenos que deben mostrar. Pero los tenemos.

—¿Cuál ha sido el impacto de la revolución digital y las nuevas tecnologías en las artes visuales venezolanas? ¿Están siendo incorporadas a la conceptualización y a la realización de las obras? ¿Quiénes destacan al respecto?

—El uso de las nuevas tecnologías y de nuevos medios tecnológicos en Venezuela ha sido un hecho histórico; nuestro país fue quizás el primero en Latinoamérica cuyos artistas comenzaron a destacarse por el uso y la exploración de los nuevos medios y tecnologías y con ello causaron impacto en las artes visuales venezolanas. Empezamos en el siglo pasado con Soto con el cinetismo y Cruz-Diez con su teoría del color, que fueron pioneros en la incorporación de los avances científicos, pero a medida que evolucionaron las nuevas tecnologías sus obras se revelaron absolutamente novedosas en la incorporación y planificación digital de las piezas, por ejemplo, en la manera como Soto realizaba los cubos de Nylon y sobre todo Cruz-Diez, que dio un cambio en la creación de la obra de arte con la utilización de sus teorías del color de manera digital.

Hay un conjunto de artistas vivos que reciben un reconocimiento considerable en la actualidad, que se han destacado desde que comenzaron las nuevas tecnologías y la revolución digital. Además del uso de las redes sociales, son artistas que integraron la parte digital incluso antes de que se tradujera en nuevos medios. Podemos decir que nuestros artistas responden a una tradición de innovar e integrar estos medios emergentes, así como nuevos conocimientos científicos.

La mayoría de los artistas comparten sus procesos creativos a través de las redes, como es el caso de Antonio Briceño, que difundió a través de su Instagram y de Facebook el proceso creativo de su Tarot. Otros artistas comparten sus diarios de imágenes a través de FB o IG y otras redes.

Con la pandemia tomó fuerza la modalidad de las exposiciones digitales. Ya existían, pero la pandemia contribuyó a consolidarlas. Nunca sustituyen a la exposición original, pero te permite entrar en otro campo de relación con las imágenes y sobre todo admite replantear el proceso creativo. Por ejemplo, una exposición por Instagram determina que las obras tendrán un formato específico y los textos una extensión limitada. Los medios digitales plantean nuevos retos a los artistas.

Una buena cantidad de artistas destacan en estos momentos por su trabajo con lo digital y lo científico que integran los nuevos medios, entre ellos se pueden mencionar a Yusef Mehri, Magdalena Fernández, Pedro Morales, Nela Ochoa, Elías Crespín, entre tantos otros.

—Se repite que una parte de los artistas venezolanos han emigrado en la última década. ¿En su experiencia qué impacto podría tener esto en las artes visuales venezolanas?

—Históricamente Venezuela es un país de grandes logros en las artes visuales en el siglo XX, mucho de eso se debió a las migraciones de artistas venezolanos, como el grupo de los disidentes, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez y otros, a los centros de creación y proyección del arte moderno que era en ese momento París y posteriormente a Nueva York. Ellos se identificaron principalmente con las tendencias abstractas, de manera que hay un precedente muy importante y no solo en Venezuela, la idea de ir a los grandes polos internacionales del arte es común a todos los países. Soto, Cruz-Diez, Alejandro Otero y Víctor Valera no eran los únicos artistas del planeta que estaban en París en ese momento, había artistas de otros países, sobre todo de América Latina, porque hay una tradición, los artistas van a crecerse en los polos de arte, ya sea París, Nueva York o Berlín; es un tema importante de tratar porque no solo fueron ellos.

En los 70, 80 y 90 se produjeron distintas olas de viajes de formación para distintas generaciones de artistas. Esto sucedió gracias a la apertura y la situación de bienestar para la clase media en desarrollo que se vivía en Venezuela en esos años, así como la excelente labor del programa de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, que becó a muchísimos artistas. Gracias a esos viajes los artistas regresaron al país con unas bases sólidas tanto de estudios como por sus propios talentos. Eran circunstancias muy diferentes, en aquel momento los artistas salían por formación y siempre tenían presente regresar a Venezuela y no perdían el contacto con el país. Aquí tuvieron grandes oportunidades de exhibir sus obras, ya que había una importante y robusta plataforma institucional que eran los museos.

En los últimos años han salido artistas, entre los que hay casos realmente dramáticos. La mayoría de ellos salen muy jóvenes recién graduados de la Reverón, artistas que tenían una proyección a futuro muy interesante y que ahora no la tienen porque no hay instituciones. Siendo artistas, se van a Perú, a Ecuador, Argentina o México, a países que no son polos de proyección del arte. Muchos de ellos desviaron sus carreras o tuvieron que dejarla en suspenso, unos se fueron a sembrar en granjas de agricultores en México y Colombia, o a trabajar como meseros en cafés de Argentina. Según María Luz Cárdenas, “La muerte de un artista es como la muerte de un ángel, deja un hueco negro en el espíritu”. ¿Cómo está nuestro espíritu en Venezuela? Los que vivimos las últimas décadas del siglo pasado sabemos lo que se ha perdido. ¿Qué hubiera sido de las carreras de tantos artistas jóvenes si hubieran contado con los recursos y medios para llevar su vida en el país?

Por supuesto, el impacto en nuestro arte lo vemos, en temáticas de exilio y muerte, en las historias de éxito y fracaso. Y lo seguiremos viendo en el futuro por venir, del cual no tenemos ninguna certeza, y menos con los escenarios sumados por la pandemia y el estado general del mundo.

—Quiero preguntarle por el estado del mecenazgo como soporte para el trabajo de los artistas venezolanos en las últimas tres décadas. ¿Ha sido relevante? ¿Ha tendido a debilitarse? ¿El Estado participa de algún modo?

—El mecenazgo existe, cada vez que una persona o institución apoya la obra de un artista o creador está siendo un mecenas. Y no, el Estado no participa. Podemos, quizás, sólo exceptuar su apoyo a El Sistema, que es un proyecto de grandes logros, heredado de gestiones gubernamentales anteriores, al que se han dado en mantener. Pero en las Artes Visuales, en el estado en que se encuentran los museos, eliminaron esa posibilidad. No podemos olvidar que el arte es libertad. Traduce lo que vivimos, y una agenda artística sin compromiso político, supeditados ideológicamente, no es posible. En el siglo pasado el sueño de todo artista era exponer en la GAN, el MBA o en el MACC o en otros museos del país que eran parte de una red de museos muy robusta. Los museos ofrecían a los artistas una plataforma estupenda para mostrar su obra con libertad y sujetos a una tremenda exigencia. Con curadurías de nivel internacional y muestras que representaban hitos. Eran museos que además traían exposiciones y a artistas de afuera, integrándose a la agenda del arte internacional. Hoy día eso no existe. La actividad es precaria.

En Venezuela tuvimos a personajes maravillosos como Hans Neumann, quien creo el Instituto de Diseño Neumann de donde salieron muchos de los mejores artistas de nuestra generación, la Fundación Polar, que donó al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas una sala que lleva su nombre. Mecenazgo a nivel particular como el de la familia Vallenilla, quienes donaron una colección de obras de Pablo Picasso al MBA a través de la Famba (Fundación amigos del MBA) y algunas otras fundaciones de amigos adscritas a los museos, que en ese momento jugaban un papel muy importante generando fondos con eventos y otro tipo de actividades para la adquisición y mantenimiento de las colecciones. Hay iniciativas muy interesantes llevadas a cabo por organizaciones como VAEA de Alí Cordero, de coleccionistas y particulares que de manera privada y discreta llevan registros de obras, crean catálogos y respaldan exposiciones. Muchas galerías han tomado ese rol también.

—La Fundación Cultural ESTILO ha creado recientemente Amigos con ESTILO, un programa de captación de fondos. ¿A quiénes está dirigido? ¿Cómo opera? ¿Qué destino tendrán los recursos que se recauden?

—Amigos con ESTILO es un nuevo programa de la Fundación Cultural ESTILO. Consiste en un sistema de financiamiento apoyado en las contribuciones de nuestros amigos y lectores a través de diferentes modalidades. Amigo Lector, Amigo Leal, Amigo Fan, Amigo Benefactor y Amigo Mecenas.

Los fondos que se recauden irán a la Fundación Cultural ESTILO, que con ellos financiará su proyecto principal, que es la revista Estilo/online, y otros proyectos como un premio de arte contemporáneo para artistas emergentes que será anunciado el 26 de noviembre en la galería Freites, que es nuestra aliada. Los fondos financiarán una expansión en la plataforma tecnológica de la revista, aumento de remuneración para colaboraciones, mayor actividad en redes, y que solventará gastos de hospedaje, plugins, traducciones, entre otros. La revista ha crecido de manera orgánica y exponencial, a pesar de su frecuencia semanal, goza de más de 150.000 lectores, lo cual es un logro increíble si consideramos que al empezar teníamos 50. Lo recaudado nos permitirá también organizar actividades que nos den sostenibilidad en el tiempo como talleres, clases y seminarios, residencias, exposiciones.