Por EVARISTO MARÍN
Laguna de la Arestinga /llena de ostras y manglares/ navegando en tus canales/ viene la Virgen del Valle.
El piragüero de Chacachacare y La Arestinga, Chelique Sarabia, cantor de sueños y de muy románticas tonadas para esta tierra prodigiosamente musical levó anclas hacia la eternidad en el muy reciente 16 de febrero. Estaba por cumplir 82 años. El país que acarició con sus versos y sus canciones, le dijo adiós desde los azules de Lechería, cuando estaba próximo el festejo de Carnaval, en medio de los fuertes oleajes y vendavales de la cuaresma del 2022. Para llorarlo en silencio, la poetisa zuliana Soledad Morillo Belloso bordó en un pañuelo con dedal y sedalina las ocho letras de una sola palabra: Ansiedad. Esa fue la más internacional y famosa de sus muchas canciones.
Tal vez estén llorando mis pensamientos/mis lágrimas son perlas que caen al mar/ Y el eco adormecido de este lamento/ hace que esté presente en mi soñar.
Abrumada hasta el llanto y como ella misma describe, sin cartas de navegación en su memoria, Soledad Morillo Belloso se preguntó en medio de su gran pesar “cómo se canta un adiós a alguien que nos llenó la vida con su música”.
Con Chelique Sarabia se le fue a Venezuela un gran protagonista musical. Su creatividad puede definirse como colosalmente espectacular. Compositor prolijo, en este país, mi país, tu país, deja más de 800 canciones, registradas con su nombre en la Asociación Venezolana de Músicos y Compositores. Pocos han logrado semejante proeza. Escribió la letra del himno de Caracas y la música y la letra del himno del Municipio Diego Bautista Urbaneja, en homenaje a Lechería. Eso nos habla de un legado inmensamente admirable.
Jesús Enrique Sarabia Rodríguez nació margariteño, entre el verdor y la fragancia de los mameyes de La Asunción, cuando Europa estaba estremecida por los bombardeos y cruentos combates de la Segunda Guerra Mundial, en 1940. Era 13 de marzo. Caía una ligera llovizna y el día levantó con cielo muy plomizo, en aquel primer amanecer, pero nada de eso contuvo la presencia de parranderos familiares para celebrar el feliz acontecimiento. “Los miáos con ron Chelia eran casi siempre muy abundantes por los recién nacidos”, nos cuenta, desde su exilio en Bogotá, su gran amigo, Gonzalo Oliveros Navarro, en alusión a una costumbre muy arraigada en La Asunción y en todos los pueblos de la Margarita.
En una época de mucho éxodo hacia los campos petroleros, cuando nació Chelique, su padre, Santos Sarabia, notable improvisador de versos de galerón, formaba parte de los primeros pobladores de San Tomé, el más grande campamento de la Mene Grande Oil Company. El muchacho comenzó a crecer en las tierras petroleras de Anzoátegui y a Pancha, la madre maestra, Francisca Cirila Rodríguez, le encantaba ponerlo a declamar versos. Esas eran sus primeras tareas escolares. Una señora que trabajaba como doméstica en la casa le regaló su primera bandolina cuando tenía solo ocho años.
No se exagera al tenerlo, con Hernán Gamboa, entre los jóvenes petroleros que le dieron fama musical al campamento de San Tomé, sin olvidar por ello que su identificación y apego con Margarita fue algo que siempre estuvo muy ligado a su existencia. Quizás por eso, cuando sintió que se aproximaba su vejez, Chelique buscó la apacible orilla de una playa, en las costas de Anzoátegui, región que siempre tuvo como suya. Allí le llegó el final. La salud se le quebró en medio de diversas dolencias. Su contextura física, menuda y frágil, fue abatida en pocos meses con males respiratorios y un cáncer de próstata, entre otros fatales diagnósticos. “Soy margariteño de nacimiento y chamariapero de corazón”, decía de su afinidad con Cantaura, la antigua Chamariapa indígena, ciudad anzoatiguense que frecuentó y que oficialmente lo declaró alguna vez hijo adoptivo.
Músico, cantante, publicista, poeta, radiodifusor, aviador, marino. De todo esto fue. Pocos lo recuerdan en el rol de tripulante de un avión de Aeropostal en las rutas de la Gran Sabana, pero sí fue muy admirable su destreza marinera. Tal era su pasión por la música y por el mar que el camarote de su yate “Mamá Pancha” fue a la vez dormitorio y estudio de grabación. No es de extrañar que más de alguna canción o un gingle publicitario surgiera mientras se deleitaba al timón de su barco, entre Margarita y Lechería, su ruta de navegación predilecta.
Es bueno también conocer que con toda la merecida fama que le dieron sus canciones, sus derechos de autor nunca fueron la primera fuente de su sustento económico. Chelique se ufanaba de haber sido fundamentalmente un publicista exitoso. El estudio musical que le servía de oficina alterna, en Caracas, en sus tiempos de directivo de Corpa Publicidad y en la gerencia de producción de Radio Caracas TV, estaba dotado de los más sofisticados equipos. Allí grabaron discos completos, entre otros, sus grandes amigos Armando Manzanero y Marco Antonio Muñiz . De los estudios de Chelique surgieron gingles publicitarios de gran impacto electoral en las campañas de Acción Democrática. Sus vinculaciones con AD fueron muy fuertes, desde los días ardorosos de las protestas estudiantiles contra el gobierno militar de Pérez Jiménez, en 1957. Preso y expulsado a Curazao, cuando cayó la dictadura, el 23 de enero de 1958 acababa de regresar al país, de contrabando en un barco, y estaba escondido —con nombre falso— bajo la protección de unos familiares en Margarita, listo para volver a Caracas.
En 1973, Chelique adquirió mucha notoriedad como autor de la letra y música de “Ese hombre sí camina”, consigna considerada clave en la triunfante campaña presidencial de Carlos Andrés Pérez. Campañas de gran resonancia como aquellas de “Acude, te estamos esperando” y de “Venezuela, un país para querer” lo rodearon de gran prestigio como publicista y agrandaron su popularidad. En los comienzos de su exitosa actividad como productor de radio y televisión, “Ansiedad”, una de sus muchas canciones juveniles, lo hizo sorpresivamente muy famoso, en la voz de Nat King Cole y otros cotizados cantantes.
“Orinoco, río abajo, con la atarraya en la mano y la esperanza en el bote”.
Más que de la cautivante magia poética que las caracterizan, a Chelique le gustaba hablar de la historia y de los motivos que originaron sus canciones. Eso ocurrió con “Mi propio yo”, uno de sus temas más populares. “¿Por qué tus canciones son tan tristes?”, le preguntó un día, de zopetón, Rosa Virginia Chacín, una de las primeras y más jóvenes intérpretes de sus primeras composiciones musicales. Guardó silencio, pero no lo olvidó. “Estaba afeitándome, me acordé de eso y entonces cogí papel y lápiz y la escribí de un solo tirón”. Rosa Virginia primero y luego su hermana María Teresa Chacín fueron las cantantes que le dieron mayor popularidad a sus canciones. La afinidad y hermandad con ella fue siempre proverbial. “Las quiero como unos hermanas”, siempre se ufanaba en decir.
En un carro y en los pocos kilómetros que separan a Cantaura de San Tomé, escribió los versos de su célebre “Chinita de Maracaibo”. Para la época, solo había ido a Maracaibo muy fugazmente. “Cuando nos bajamos a echar gasolina en la estación de servicio de Bajo Hondo, a los versos de La Chinita solo le faltaban la música. Logré hacerla esa misma tarde”.
El lago te dio su voz/rumor de oleaje tranquilo/el Catatumbo su luz/con resplandores divinos.
La historia de “Ansiedad”, la canción que le dio mayor fama y popularidad, es de película. En los comienzos de su vida estudiantil en Caracas, en 1955, Chelique no se perdía una ranchera en el cine Ayacucho. Eso fue así desde su época escolar en San Tomé. Aquel film, Ansiedad, con Pedro Infante y Libertad Lamarque, le sirvió de inspiración para recordar a su novia y escribirle una canción de amor. Al cantante Rafael Montaño le gustó. Eso fue suficiente para incluirla en su primer LP, pero la popularidad para Chelique y su canción comenzó cuando Nat King Cole la cantó en el Show de Renny Ottolina, por Radio Caracas TV, y la incorporó con “Cachito, cachito mío” en su primer álbum latinoamericano en español. Chelique la había escrito en sus 15 años, “atormentado con mi novia lejos y deseoso de acariciarla”. Eso fue lo que le dijo en un foro periodístico con Alexis Rosas al recordar el acontecimiento.
“Este joven músico tiene una bellísima canción, si eso es lo que estás buscando”, le dijo Renny a Nat King Cole, al presentárselo en su estudio de Radio Caracas TV. Eso fue así. En la voz de Cole, “Ansiedad” fue muy pronto un éxito internacional. Que se conozca, hay casi mil versiones, en todos los idiomas.
Con su primera esposa, Dinohira Frontado, Chelique tuvo tres hijas, Dichel, Katheriney Whendy. Fue el feliz abuelo de nueve nietos y cinco bisnietos. Tras su divorcio, contrajo matrimonio hace 28 años con María de Jesús Sifontes. Los dos trabajaron juntos, desde 1976. Un día, ya divorciados ambos, Chelique le propuso matrimonio. Estaba en México invitado por Armando Manzanero y desde allá la llamó, en 1992. “Si no te casas conmigo, me quedó en México”, le dijo, risueñamente, por teléfono. Ese mismo año se casaron y mudaron de Caracas hacia Lechería. A Francisco Esteban y a María José, los dos hijos de Chucha, en un anterior matrimonio, los quiso como propios. El afecto fue recíproco. “Se amaron inmensamente, lo de Chelique y Chucha fue un amor eterno”, enfatiza, regocijado, un fraternal amigo de ambos, Gonzalo Oliveros.
Diestro con el arpa, el cuatro y la bandolina desde su adolescencia, su época juvenil de estudiante en Caracas, a partir de 1954, le abrió a Chelique un insospechado mundo como músico y cantante. Su porvenir musical comenzó a cambiar desde sus comienzos como bandolinista en el grupo del maestro Aníbal Abreu, en Radio Caracas Televisión. “Un día, Aldemaro Romero premió con aplausos mi interpretación de uno de sus valses”, se regocijaba en recordar, al rememorar aquellos primeros años. Luego, bastó incorporar a las hermanas Rosa Virginia y María Teresa Chacín a su conjunto “Alma Juvenil” y los primeros discos con las canciones de Chelique Sarabia, comenzaron a sonar exitosamente en la radio venezolana.
El Chelique de Orinoco Río Abajo, el cantante y compositor que llenó toda una gran época con sus bellas tonadas llaneras y plegarias musicales para la Virgen del Valle y La Chinita de Maracaibo, ha sido desde muy joven una celebridad. Navega muy airosamente en el alma musical de Venezuela.