Por MÓNICA PUPO
Charles Brewer-Carías, cuya leyenda se entreteje en las vastas selvas de la Guayana venezolana desde 1961, ha liderado con valentía y curiosidad 247 expediciones en los últimos 60 años, revelando los misterios más profundos de la naturaleza. A sus venerables 85 años, aún alberga la ambición de dar vida a diez nuevos libros, entre ellos uno que explorará las maravillas de Canaima. Sin embargo, es su más reciente creación, Plantas de los tepuyes (2023), la que brilla como una joya única en su corona de logros. En estas páginas se despliega el esplendor del mundo perdido, capturando la esencia y la gracia de las plantas, como las Heliamphoras, Rapateaceas, Chimantaeas, Orquídeas, Helechos, Droseras, Bromelias, entre otras, que habitan estas majestuosas mesetas. Este admirable trabajo ha sido posible gracias al apoyo de Giselle Petricca, vicerrectora administrativa de la Universidad Santa María y coeditora de la obra.
¿Cuál es el propósito principal de su libro Plantas de los tepuyes?
El propósito principal de mi libro es compartir, comunicar y dar a conocer plantas que nadie ha visto antes, así como aquellas que nadie que lea este libro verá jamás. También incluye plantas que nunca han sido fotografiadas ni dadas a conocer. Además, busca informar sobre la riqueza y biodiversidad que se está desarrollando en las cumbres de estos tepuyes. El suelo no permite el crecimiento de nada, generando una lucha constante por la supervivencia de todas las plantas y animales que habitan allí, lo cual resulta fascinante para alguien interesado en todo lo que existe.
Las plantas que habitan en las cumbres de estos tepuyes, en estas montañas de arenisca, enfrentan desafíos como la acidez del terreno, la falta de nutrientes y la gran cantidad de agua que cae, lo que permite una diversidad única. En este momento, se están desarrollando nuevas especies, lo cual es emocionante para cualquier evolucionista. En el libro, comparto información e imágenes de cosas que nadie ha visto antes, ya que botánicos como Bassett Maguire, Julian Steyermark, entre otros, nunca dejaron fotografías de ellas, solo información y taxonomía. Es por eso por lo que me pareció interesante mostrar la forma de estas plantas. No me considero ningún especialista, sino más bien un polímata que desea compartir información en diversos campos.
¿Cuánto tiempo le tomó escribir el libro?
Me llevó un año reunir las fotografías y el texto. Las fotografías tienen más de 50 años.
¿Viajó a Canaima en búsqueda de alguna planta crucial para la elaboración del libro?
Sí, una Rapateacea que crece en la playa, justo al lado del Salto El Sapo. Y yo sabía que crecía allí. Porque el botánico Thomas Givnish publicó un trabajo en el año 2000 sobre esa Rapateacea que crece en la zona arenosa de la playa. Obtuve una crítica en el libro diciendo que esa era una Araceae. Pero yo expliqué que era una Rapateacea, ya que había visitado el lugar siguiendo las indicaciones de Thomas Givnish, quien había publicado una fotografía de esa planta. El asunto es que sí, viajé allí para buscarla y fotografiarla.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que visitó Canaima?
Por lo menos 20 años.
¿Cuál fue su impresión al estar allí?
¡Extraordinario! Como siempre, el lugar es sumamente agradable.
¿Cuál es la condición actual de las plantas mencionadas en el libro?
En los tepuyes, las plantas están sujetas a diferentes cotas altitudinales, determinadas por el régimen adiabático, que es la variación de temperatura con la altitud. Estas plantas han evolucionado para adaptarse a estas condiciones específicas. Sin embargo, el cambio climático actual está causando un aumento de la temperatura, lo que podría obligar a las plantas a desplazarse hacia altitudes más altas en busca de temperaturas adecuadas para su supervivencia. Esto plantea el riesgo de que algunas especies lleguen al límite de altitud de los tepuyes y se extingan. En mi libro, propongo acciones para garantizar la supervivencia de estas plantas, como aprovechar las rampas de los páramos en los Andes para permitir su evolución y adaptación a las nuevas condiciones climáticas.
¿Han realizado investigaciones recientes sobre lo que ha mencionado con respecto a las rampas en los páramos?
¿Quién podría sugerir eso, Dios mío? Es terrible, ¿cómo podría ser factible? ¿Qué pasa con la biodiversidad, la seguridad, la gente? Nadie piensa en eso. ¿De qué está hablando usted?
¡Por supuesto, sería ideal! Claro que podría hacerse, es un recurso, sería algo extraordinario, bellísimo, como intentar resucitar un mamut o el lobo de Tasmania. Sí, podría hacerse. Conservar plantas que están en peligro de desaparecer. Pero ¿a quién se lo cuenta? ¿Quién tiene la capacidad de pensar en eso y quién podría financiarlo? Estamos viviendo en una época en la que lo que uno dice, lo que uno piensa, simplemente no tiene cabida porque no hay personas que lo comprendan. Dejemos eso ahí.
¿Qué función desempeñan estas plantas para los tepuyes?
Estas plantas no tienen ninguna función para los tepuyes; a los tepuyes no les interesa eso. Es a la planta misma a la que le interesa lo que ha hecho para poder mantenerse, las modificaciones que ha tenido que hacer para sobrevivir en un sitio donde no hay alimento, donde la tierra no es fértil. Para vivir, estas plantas requieren hacer cambios y modificaciones que ni ellas mismas saben, sino que van a ocurrir por casualidad; pero nadie sabe, ni la planta, ni qué color, ni qué forma, ni qué disposición, ni qué química. Son experimentos permanentes que están ocurriendo y por ese experimento permanente están surgiendo especies nuevas. ¿Dónde está la gente que las va a estudiar? Me angustia. ¿Dónde está la gente que puede determinar cuáles especies están y cuáles están evolucionando? Me angustia. ¿Dónde están las personas que están estudiando el ADN, la clave genética que tienen estas plantas? ¡No están! ¡No tenemos a nadie! No es que no les interese, sino que no entienden que les puede interesar. Estamos enfocados en otras cosas.
¿Cómo afecta la extinción de estas plantas a los ecosistemas locales?
Los tepuyes en sí mismos no se ven afectados por la extinción de estas plantas. Lo que se ve afectado son aspectos que aún desconocemos, elementos que no comprendemos por completo. Si todas las plantas de los tepuyes desaparecieran, ¿qué sucedería? No lo sabemos. ¿A alguien le importaría? A nadie, porque nadie las conoce. La importancia de toda la biodiversidad presente, ¿qué relevancia tiene? No lo sabemos, no la hemos comprendido. Desconocemos el significado que tiene la biodiversidad que habita en esos lugares. Quizás ese sea el destino que nos espera ante algunos cambios. Ha ocurrido en varias ocasiones la desaparición de una gran cantidad de plantas y, en algunas ocasiones, los tepuyes han logrado repoblar áreas a través de cambios en su cota altitudinal. Eso sí lo sabemos. Pero si toda esa vegetación desaparece. ¿A quién le importará? En esto estoy de acuerdo con mi hija Karen cuando dice: “Solo podemos defender aquello que conocemos”.
La idea de este libro es presentar las plantas de los tepuyes para que la gente comprenda que es algo que debería importarles emocionalmente, ya que no tenemos la capacidad para entender qué consecuencias estructurales podrían ocurrir en la naturaleza si estas plantas desaparecen.
¿Y cuándo menciona en el libro que la clave está en el polen?
La importancia del polen radica en la investigación de lugares donde se encuentran turberas, donde las plantas quedaron atrapadas dentro de lagunas. En esas lagunas, además del material vegetal, se acumula polen proveniente de las plantas circundantes, el cual se deposita en el fondo y no se descompone debido al agua ácida y la baja temperatura del ambiente. Más bien, se conserva como una especie de infusión junto con las hojas en el fondo de la laguna, sin descomponerse, pero generando un tipo de agua oscura característica de los tepuyes, similar a un té. Esta infusión es perfectamente bebible y, si se concentra y se le añade azúcar, tendrá sabor a té.
Cuando se realiza un estudio en estas lagunas, se perfora el fondo para extraer un núcleo de las plantas acumuladas, que pueden estar en descomposición o en proceso de momificación. Con este material, se puede determinar la edad de las capas de plantas utilizando el carbono 14, lo que permite identificar qué plantas estuvieron presentes alrededor de la laguna en diferentes periodos de tiempo. La clave reside en el análisis del polen, ya que, al estudiarlo, se puede conocer qué tipos de plantas rodeaban esa laguna en el pasado.
¿Contó con algunos recursos y colaboraciones necesarias para llevar a cabo esta investigación?
La investigación en sí misma no. Este libro es el resultado de cientos de expediciones, pero hubo un evento muy significativo que posiblemente sea el más crucial para la existencia del libro. Sucedió después del incendio en mi casa debido a un cortocircuito en la biblioteca, donde perdí 6.500 libros y un cuarto de millón de diapositivas. En ese momento, una persona desconocida se ofreció a ayudarme y le propuse escribir un libro. Esta persona, Giselle Petricca, se convirtió en mi coeditora clave y la razón por la cual este libro existe. Además, conté con el apoyo de mi familia, todos mis hijos María Margarita, Carla, Charles y John, especialmente mi esposa Fanny y mi hija Karen, así como la ayuda de personas como el naturalista Javier Mesa, quien tomó magníficas fotografías durante las expediciones. Estas personas fueron fundamentales para la realización de este libro único.
¿Y la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales?
No.
¿Por qué aparece en la portada?
Porque quise expresar mi agradecimiento hacia la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, quienes siempre han sido atentos en mantenerme como director de expediciones de la sociedad. Decidí hacerles una correspondencia incluyendo su nombre en la portada del libro como muestra de reconocimiento.
Hubo una anécdota importante, triste y deprimente. La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales me pidió que, como individuo, presentara un trabajo para considerar mi ingreso. Inicialmente, indicaron que bastaba con un documento de 30 páginas, pero consideré que era adecuado ofrecerles una obra de mayor envergadura. Sin embargo, después de presentar Plantas de los tepuyes y que muchas personas lo vieran, alguien señaló: “Este libro tiene unos errores”. Me pareció sumamente interesante. Quiero dejar claro que me interesa mucho corregir cualquier error que pueda existir.
Me mandaron unas hojas con correcciones: “Hay una especie botánica que tiene una letra de más”, eso se corrige. “Hay otra especie botánica que tiene un nombre que ahora lo cambiaron”, se corrigió. ¿Por qué no escribe los nombres científicos de esas semillas que muestra allí? Escribo los nombres científicos, ¿cuál es el problema? Aquí están todos.
Las cosas que dijo la Academia son todas especialmente pesadas. Una de ellas era que yo considero que Sir Robert Schomburgk había sido el primero que había visto un tepuy, y les expliqué que sí, ellos me contrariaron y me dijeron que no, argumentando que fue Humboldt, pero mantuve que fue Sir Robert Schomburgk. Fue el primero en describir una cadena de tepuyes orientales en su obra A Remarkable Range of Sandstone Mountains in Guiana, publicada en 1840. Aunque Humboldt vio el cerro Duida, lo definió como un volcán, no como un tepuy.
En cuanto a la descripción precisa de un tepuy, es Sir Walter Ralegh quien la hace por primera vez. Aunque no le dio un nombre específico, describió sus características, como sus paredes verticales y su cima plana. Además, Schomburgk fue el primero en hacer una descripción geológica detallada. Sin embargo, una miembro de la Academia, en particular, no estuvo de acuerdo con esta visión.
Tampoco les gustó que escribiera el nombre de Ralegh en vez de Raleigh. Prefiero respetar la forma original en la que él mismo firmaba su nombre, como se puede ver en sus biografías y cartas originales. Incluso, en la biografía escrita por V. T. Harlow en 1928, se muestra un retrato de Ralegh con la ortografía sin la «i». Por lo tanto, considero importante mantener esa fidelidad a la historia y la toponimia original. Entonces les pareció muy, ¿cuál es la palabra? Pretencioso, presuntuoso. Y dijeron, no aceptamos el libro. Les mandé 14 páginas de corrección. 14 páginas, aquí están. Todas las correcciones que ustedes me proponen están hechas. No la revisaron, porque yo era muy prepotente.
¿Cómo se sintió con esta respuesta?
Siento mucho que ellos no hayan entendido esta obra, es una obra única. Siento muchísimo que hayan perdido esa oportunidad de adornarse con este libro. Lamento que ninguno de los miembros de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales puedan hacer una obra similar, lo siento mucho. Nos encontramos ante actitudes de mezquindad y envidia que yo no estoy por analizar, ¡ni me interesa en lo absoluto! Simplemente lamento enormemente que hayan dejado pasar la oportunidad de enriquecerse con este libro. Esa es la frase final.
Mi deseo era que la Academia tuviera en sus manos la mejor obra publicada en el país en términos de estilo y detalle. La Academia merecía ese nivel de respeto, y este libro fue el resultado de mi dedicación y esfuerzo. Por lo tanto, cuando cuestionaron la calidad del libro, me quedé estupefacto, porque la verdad es que ninguno de los que estaban ahí podía juzgar el trabajo que tiene ese libro. Acepté sus correcciones y las incorporé en la impresión final.
Después de recibir la carta en la que expresan su rechazo debido a que su «trabajo no alcanzaba el nivel académico comúnmente aceptado para la incorporación a la Academia», ¿está considerando presentar la versión en inglés de Plantas de los tepuyes a alguna universidad internacional?
No. Un editor extranjero de Inglaterra considera que es la obra editorial más importante que se haya publicado sobre la flora de los tepuyes. Creen que es algo extraordinario, así que me pidieron que les hiciera la versión en inglés.
¿Cómo se siente con el libro?
Me siento muy agradecido con todas las personas que han tenido la oportunidad de ver el libro, así como con aquellas de todo el mundo que lo consideran una obra única. Aunque algunos no lo hayan entendido, estoy convencido de que es una obra maravillosa que será tema de conversación por muchos siglos. Esto no es una pretensión, sino una realidad. Estoy realmente orgulloso de mi obra, la cual considero histórica y única en su género. No hay ni habrá otra igual. Yo nunca hablo con modestia sin ninguna molestia, creo firmemente en el valor de esta obra, que perdurará en el tiempo.
¿Podría compartir sobre lo que está escribiendo actualmente?
¡Claro! Sobre Canaima el lugar y los demonios.
Habla Giselle Petricca
Giselle Petricca es vicerrectora administrativa de la Universidad Santa María y coeditora del libro Plantas de los tepuyes junto a Charles Brewer-Carías.
¿Qué le motivó a colaborar específicamente con Charles Brewer-Carías en este proyecto?
Lo que me llevó a colaborar con Charles en este proyecto fue, primero, conocer la calidad de su trabajo, su seriedad, profundidad y precisión, así como el amor con el que realiza cada expedición y dibuja cada planta. La pasión que lo lleva a dominar incluso las lenguas indígenas para llevar a cabo sus investigaciones de manera integral. Los riesgos físicos que asume para descubrir nuevas cuevas. Su dedicación a la divulgación del conocimiento y la preservación del medio ambiente, todo esto de manera absolutamente desinteresada. Segundo, el incalculable valor científico de sus expediciones y los conocimientos recopilados. Tercero, la repercusión que puede tener este proyecto en el corazón humano, confiando en que cuando el hombre conoce algo a fondo, es más probable que lo aprecie en su justa medida y, sobre todo, lo cuide. Cuarto, mi infinito amor por Venezuela y la contemplación de sus tesoros. Quinto, quiero fomentar la investigación y la divulgación científica desde la universidad venezolana. La Universidad Santa María está más comprometida que nunca con este país y su gente, tanto es así que acabamos de reinaugurar nuestro núcleo en el Amazonas. Y sexto, soy partidaria de los homenajes en vida y quiero que todos podamos reconocer los logros de Charles y agradecer en persona.
¿Cómo se siente al haber sido parte de un proyecto que contribuye al conocimiento y preservación de la naturaleza?
Participar en este proyecto como amiga de Charles y vicerrectora de la Universidad Santa María me llena de alegría y orgullo. Me hace sentir inmersa en una aventura en el mundo perdido, tal como lo imaginamos los venezolanos que hemos estado expuestos toda la vida a las imponentes imágenes de los tepuyes, sus misterios y maravillas. Gracias a personas como Charles, siento que apoyar este proyecto desde la universidad cumple con los sagrados deberes de la academia.
¿Qué espera que la gente aprenda o entienda mejor después de leer este libro?
Quisiera que la gente se maravillara con la creación divina y la riqueza de la flora venezolana, que comprendieran el delicado equilibrio de la naturaleza. Deben saber que lo que tenemos en Venezuela no es solo único en nuestro país, a veces es único en un solo tepuy, para que perciban la fragilidad de la existencia de cada especie o espécimen. Ya sea por amor, miedo, orgullo, admiración, culpa, fascinación, vergüenza u otra razón, deseo que protejan estos especímenes. Para quienes no tengan la oportunidad de ver las plantas de los tepuyes en persona, la Universidad Santa María quiere llevarlas a sus hogares a través de las fotos de Charles y sus colaboradores. Quiero que los lectores se deleiten con cada página y que cultivemos el sentido de venezolanidad. Estoy segura de que lograremos admiración a nivel mundial.
¿Cuál sería su mensaje para aquellos que estén contemplando respaldar un proyecto de divulgación científica similar en el futuro?
Si tienen la posibilidad de hacerlo, deben hacerlo. Como ya mencioné, es crucial enseñar, ya que solo se valora lo que se conoce y solo se cuida lo que se valora. Hemos permitido la degradación de nuestro hermoso planeta debido a la falta de planificación y los intereses económicos descontrolados. Ojalá la conservación se convierta en una tendencia, ojalá pronto se vuelva un tema viral y ojalá dejemos de ver la desaparición de especies vegetales y animales, preservando así el equilibrio de nuestro planeta. Para aquellos que divulgan información científica, en mi opinión, es fundamental hacer que el contenido sea atractivo e interesante. La divulgación debe ser creativa. Y creo firmemente que este libro, Plantas de los tepuyes, resulta irresistible.
Respecto al incidente relacionado con la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, ¿cuál es su respuesta ante esta situación?
Creo que no están en posición de desperdiciar los conocimientos de Charles Brewer-Carías, ni su capacidad para la divulgación y la enseñanza. Todos deberíamos reconocer lo bueno en los demás y colaborar con humildad y generosidad, especialmente cuando el conocimiento del que hablamos es un tesoro mundial.
¿Cuál fue el aspecto más gratificante o emocionante de participar en la creación de este libro?
Lo más emocionante de formar parte de este proyecto es, sin duda, compartir con Charles Brewer-Carías. Poder escuchar a este magnífico narrador, un increíble contador de historias a la altura de Humboldt. Ser parte de un pequeño fragmento de su biografía. Conocer a personas increíbles que rodean a Charles. Ver cómo mi hijo quiso representarlo en el colegio, cuando todos querían ser Messi o Shakira. Ir al sur de Venezuela con una nueva perspectiva, al punto de fotografiar una planta que Charles no tenía en su archivo y añadirla al libro. Con este proyecto, me convencí de que Venezuela es la parte favorita de la creación de Dios. Es un proyecto lleno de alegría, belleza y generosidad en cada aspecto. Y lo más increíble de todo es poder decir que el mismísimo Charles Brewer-Carías me hace chocolate caliente cuando voy a su casa.
¿Hay algún otro comentario que le gustaría añadir sobre el libro y su autor?
Los animo a adquirir esta joya de libro, no solo para maravillarse con su contenido, sino también para contribuir a nuevos proyectos de divulgación científica de la Universidad Santa María.