Papel Literario

Carrera y la historia problema

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Por JORGE BRACHO

I

En unas palabras dirigidas en 1941 a un grupo de jóvenes que se iniciaban en el estudio de la historia, el historiador francés Lucien Febvre hizo una serie de recomendaciones para lograr del quehacer historiográfico resultados válidos y pertinentes. Una de ellas fue la de no eludir o temer a la cultura general, o mejor, asumir una actitud indagadora y de curiosidad persistente por el saber y los constantes descubrimientos de la ciencia. No sólo bastaba conocer, insistió, el correspondiente a la ciencia histórica sino el de las ciencias naturales y sociales. Aunado a esto indicó la necesidad de hacer una historia basada en la formulación de problemas e hipótesis. Disposición ésta que tenía como pretensión el distanciamiento de la pesada carga positivista y marxismo de estilo soviético de amplia preferencia entre pensadores a inicios del siglo XX.

Desde las postrimerías del siglo XIX una variedad de intelectuales, provenientes de distintas áreas del saber, criticaban a las narraciones históricas su fuerte inclinación por lo heroico, los conflictos bélicos y todo aquello relacionado con las instituciones y la edificación de las naciones modernas. En un principio fueron los originarios de Alemania, cuna de la historiografía moderna, luego se sumarían oriundos de otros espacios territoriales del sistema mundo. Como quiera que sea, la crítica de mayor relieve se centró en el papel de los héroes y la diatriba política en combinación con la sobreutilización del documento escrito como fuente única de estudio de la historia.

Frente a la herencia idealista, positivista y metafísica, propia del marxismo modelado, algunos historiadores, entre los de mayor renombre: Marc Bloch y Lucien Febvre, a los que se debe agregar Henri Pirenne y Johann Huizinga, comenzaron a transitar caminos diferentes al históricamente dominante en el campo de la historia. Una nueva definición, así como nuevos objetos de investigación ocuparon el quehacer del historiador. Fue así como otros campos del saber de la historia se iniciaron con la psicología social, hoy denominada de las mentalidades, y la cultura, generalizados con esta disciplina de las ciencias sociales. Fue así como la empequeñecida y malmirada historiografía cobró vigor. En la medida que avanzaba otra manera de apreciar lo histórico nuevos métodos, nuevas técnicas de estudio y diferentes temas de análisis le dieron cuerpo a un componente fundamental de la historia, es decir, el examen de lo que los historiadores habían relatado y figurado del pasado se abrió campo junto con la justificación de una nueva historia. El papel de la historia como forma de crítica social se ensanchó al lado de los avances de la cibernética y el estudio del lenguaje.

Desde este momento la historiografía, como un área del conocimiento, dejó de ser un mero nicho de la historia de las ideas cuya connotación no ha dejado de estar presente entre quienes dicen cultivarla en estos tiempos. Con Germán Carrera Damas y sus pioneros análisis acerca de la enseñanza de la historia de Venezuela, en los distintos niveles de instrucción, dio inicio al estudio analítico y problemático de la historiografía escolar. Sin embargo, en su curioso e indagador afán, lo extendió a la crítica de la historia académica y erudita. No sólo se conformó con el análisis del método, sino que fue capaz de visualizar otros problemas como el culto al héroe, problematizado con el proceso de edificación nacional y el uso político y legitimador de la historia. Aspectos a los que cabría agregar su búsqueda por encontrar una periodización idónea a la realidad latinoamericana y venezolana, en particular. Cuestión que atendió a partir de los estudios de Geoffrey Barracluogh y la necesidad de contextualizar la historia contemporánea con la reformulación del capitalismo de Estado y la nacionalización del petróleo en Venezuela.

II

La historia problema desplegada por Carrera expresa la fuerte inclinación que la historiografía comenzó a mostrar durante la centuria pasada. Sus incisivos y nada complacientes estudios lo llevaron a diferenciar una historia patria de una historia nacional, crítica y de filiación al dato y las fuentes. Condición que muchos de nuestros historiadores partidistas y partidarios de opciones políticas suelen desconocer. Si existen unos deudores con la historia crítica son aquellos que a cuenta del reconocimiento social y cultural se dedican a hacer de sus resultados lisonja, culto a la autoridad y la genuflexión ante el poder establecido. Nada más alejado de la historia problema extendida con su obra porque fue capaz de poner bajo su mirada crítica la historia académica a la que acusó de estar sometida al bronce y la polilla. Con lo que no sólo criticaba la dependencia hacia el texto escrito sino a la exagerada valoración de los denominados héroes de la patria y los convencionalismos provincianos.

Ahora bien, no me gustaría dejar de lado lo que acá he denominado historia problema cuyo vigor lo ha ofrecido Carrera a lo largo de sus estudios. Además, esto sirve de marco para rememorar lo que hace un momento expresé de lo recomendado por Febvre en 1941. La formulación de problemas e hipótesis de trabajo ha sido una estrategia a partir de la cual se buscó romper no sólo con la dependencia hacia lo escrito, también contribuyó a abordar nuevos temas y el reconocimiento que el objeto de estudio del historiador es una reconstrucción y no un dato dado definitivamente. Máxime aún, la problematización de la historia no sólo muestra la plétora de relaciones existentes alrededor del acontecimiento y los hechos de la historia, como mecanismo de alejamiento de causas únicas o unilineales, también cabe agregar que con esta nueva metodología se reconoce el papel del analista en la configuración y figuración historiográfica, tal cual como lo subrayó en su advertencia a los que llamó historiadores críticos.

Por supuesto, no se trata de dar la razón al historiador del lobby y la complacencia, de aquel que pervierte el oficio con la mera contemplación de lo acontecido para legitimar un presente y con ello ser objeto de reconocimiento. Carrera le dio cuerpo a la historiografía venezolana, algo que se le reconoce fuera de estas fronteras, aunque también dedicó una gran porción de su esfuerzo crítico a estudiar la Independencia y desmentir, por medio del examen de sus aspectos socioeconómicos, lo que la historiografía del bronce y la polilla y de complacencia con la autoridad establecida había divulgado como su ínsito propósito: la libertad y no el rompimiento del nexo colonial como motivación primigenia. O la aviesa intención por convencer, desde la más tierna edad, que los denominados patriotas lucharon por un ideal mientras los realistas lo hicieron por mero interés. Por esto recomendaba que todo estudio acerca de la Independencia debía estar acompañado por las versiones de José Domingo Díaz, Narciso Coll y Pratt y José Antonio Páez, entre otros.

III

Quizás el cultivo de la historiografía lo condujo a estudiar procesos históricos relacionados con la edificación del Estado Nación moderno en Venezuela. En lo que cabe recordar que sus argumentaciones, en este orden, no lo llevaron por el camino cuya veta habían abierto los militantes de la teoría de la dependencia y del marxismo soviético. Es innegable que muchas de sus reflexiones están basadas en el marxismo modelado, aunque sin la impronta soviética. Tampoco es insustancial el entendimiento, propio de la época, con el funcionalismo y el estructuralismo. Los conceptos de sociedad implantada y del criollo como dominador cautivo, en cuanto fenómeno psicosocial, dan cuenta de un acercamiento con la hermenéutica moderna y el giro lingüístico que, sin necesidad de ser precisados, forman parte de su mapa mental.

Esto nos conduce a reconocer un estilo de pensamiento abierto de opciones y síntesis, no de eclecticismo, palabra ésta de amplio uso entre quienes se cuentan como amigos del dogma y el culto a la autoridad para desacreditar la crítica. También es de notoria necesidad reconocer que para que un historiador logre alcanzar un cierto grado de abstracción, debe ser amigable con el saber, o mejor, comulgar con el saber más allá de su disciplina de origen. Creo que uno de los puntos a resaltar de la obra carreriana se encuentra en la constante búsqueda de explicar situaciones concordantes con los intentos de construir una república bajo un conjunto de categorías y marcos totalizadores propios de una historia problematizadora, cuyo propósito es el alejamiento de convencionalismos historiográficos y deudas pendientes con la autoridad. Es preciso rescatar el espíritu crítico de la historia, el que, tal cual lo ha demostrado Carrera, va más allá de lo que propiamente se reconoce bajo tal denominación porque los usos que se hacen de ella pasan por la esfera cultural y de las mentalidades. Con Carrera no sólo se inició el estudio científico de la historiografía al hermanarla su propulsor con una dimensión mayor, una formación económico social, la cultura en conjunto con las mentalidades y la ideología. También agregó la necesidad de ampliar el estudio de la historia con su reafirmación de la fuerte responsabilidad por parte de quien relata y narra lo acontecido.