Por ANDREA RONDÓN GARCÍA
Es de las obras que casi siempre estará presente en las recomendaciones de lecturas liberales. Es un clásico por su propuesta liberal y por su autor, Friedrich A. Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974 y uno de los máximos representantes de la Escuela Austríaca de Economía del siglo XX.
Este libro se publicó en 1944, en una época en la que no estaban bien vistas las críticas al socialismo. Recordemos que para ese entonces la Unión Soviética formaba, junto con el Reino Unido y los Estados Unidos, una alianza contra el régimen nazi. Era una etapa de censura bajo la cual se intentó silenciar obras como La rebelión en la granja de George Orwell.
Camino de servidumbre también sufriría una suerte similar. Este es un libro político, empleando las propias palabras de su autor, que hasta ese entonces sólo había publicado en temas económicos. Le traería cierto desprestigio en su área pero aun así él continuó con la divulgación de esta empresa. Un ensayo magnifico que muestra la calidad y fortaleza humana de Hayek lo encontraremos en El llamado de la tribu de Mario Vargas Llosa, una suerte de autobiografía intelectual.
Es un libro que busca advertir de los riesgos del socialismo a los países libres del mundo, por eso su famosa dedicatoria: «A los socialistas de todos los partidos» (Camino de servidumbre [Traducción de José Vergara], Madrid, Unión Editorial S.A., 2008, p. 64).
¿Por qué se llama así? Porque a lo largo de este libro se plantean preguntas sobre la compatibilidad entre la planificación centralizada de la economía y el Estado de Derecho y si la planificación centralizada de la economía degenera en un totalitarismo en lo político. La respuesta es que la planificación centralizada de la economía no es compatible con el Estado de Derecho; que con esta planificación se eliminan las opciones del individuo y se queda a merced de los monopolios gubernamentales y, tal vez lo peor, la persona se acostumbra a no tener opciones, olvida que las tiene y cae casi inevitablemente en servidumbre. Una mejor traducción del título de esta obra es Camino a la servidumbre.
A lo largo de quince capítulos y una serie de documentos que se agregaron a las siguientes ediciones, Hayek expone su idea central, esto es, su crítica a la planificación, la cual considera que lleva inevitablemente al totalitarismo. Esta idea central es fundamentada con sus reflexiones sobre (i) la evolución del socialismo y su uso de la palabra libertad para su discurso (capítulo II); (ii) el concepto mismo de socialismo como un método para alcanzar fines como justicia social, igualdad y seguridad, y en el que se elimina la propiedad privada de los medios de producción y en el que se crea un sistema de economía planificada (capítulos III, IV y V); el control económico al final no sólo se limita a lo económico sino que afecta nuestros fines, nuestro proyecto de vida (capítulo VII); la imposibilidad del equilibrio entre libertad y planificación, entre otras reflexiones.
Sobre los efectos del control económico, destaco uno de los pies de página más llamativos de esta obra en el que se advierte sobre el control de cambio: «En ninguna parte se ilustra mejor que en el ámbito de los intercambios con el exterior la extensión del control sobre la vida entera que confiere el control económico. A primera vista, nada parece afectar menos la vida privada que la intervención oficial de las operaciones sobre el cambio exterior (…) Y, sin embargo, la experiencia de la mayoría de los países continentales ha hecho que la gente culta considere este paso como un avance decisivo en el camino del totalitarismo (…) Cuando el individuo ya no tiene libertad para viajar, no tiene libertad para comprar libros o periódicos extranjeros, cuando todos los medios de contacto exterior pueden limitarse a los que aprueba la opinión oficial (…) el dominio efectivo de la opinión es mucho mayor que el que jamás ejerció ninguno de los gobiernos absolutistas de los siglos XVII y XVIII» (Camino de servidumbre, pp. 181-182).
Es un libro emblemático por muchos motivos, incluso algunos lo llaman icono cultural. Generó reacciones de parte de los socialdemócratas de la época, como era de esperarse. Pero también ha sido objeto de críticas por parte de liberales. La crítica principalmente se debe a sus consideraciones sobre la capacidad de la democracia de frenar la intervención estatal y su tolerancia al Estado en ciertas áreas.
El capítulo IX es un ejemplo de ello cuando señala que: «No existe tampoco razón alguna para que el Estado no asista a los individuos cuando tratan de precaverse de aquellos azares comunes de la vida contra los cuales, por su incertidumbre, pocas personas están en condiciones de hacerlo por sí mismas» (Camino de servidumbre, pp. 210-211).
Pero para ser justos, varias de las críticas que le fueron formuladas a Hayek fueron resueltas en obras posteriores como Los fundamentos de la libertad (1960) y La fatal arrogancia (1988).
Para mí, Camino de servidumbre es una obra que trata de dar respuesta a los errores de una época al destacar que el fascismo no era la representación de un capitalismo moribundo y de advertir a los países libres (fue escrito pensando en Reino Unido) de los peligros de las concesiones al socialismo.
Ciertamente algunas reflexiones de este libro hacen ver a Hayek más tolerante hacia el Estado que otros autores de la Escuela Austríaca de Economía. Incluso, en el foro liberal algunos comentan que el Premio Nobel de Economía fue otorgado a Hayek (y no a Mises, por ejemplo) por ser el austríaco más «potable» de todos. Sin embargo, considerando el contexto en el que fue concebido Camino de servidumbre, no cabe duda que es una obra que representa una parte importante de la filosofía liberal y cuya lectura sigue siendo recomendable (por no decir obligada) aun en el siglo XXI.