
“Como yo y mi otro yo el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde son apócrifos entre sí. Antonio Machado y Juan de Mairena ni se diga. Si me apuras ahí tienes a Max Aub con Josep Torres Campalans así como a Rafael Bolívar Coronado, hijo celebrado de Villa de Cura y Luis Felipe Blanco Meaño, uno de sus seiscientos alter ego. Y ahí tienes a mi querido Rushdie”
Por ROGER VILAIN
“Yo soy yo y mis circunstancias”, sostuvo Ortega y Gasset, de modo que le tomo la palabra desde ya. Justo por mis circunstancias soy el que voy siendo, y el que voy siendo baila con el otro que me habita. Encarno a un heterónimo, a un apócrifo cuyo único talante es lo dual trocado en unidad.
Si lo anterior te llega a sorprender has empezado mal. El bueno de Pessoa, pongo por caso, vivió hasta las narices en lo mismo, así que nada que extrañar, cada quien coge a su cada cual y todos tan contentos. Ortega y Pessoa, Pessoa y Ortega pisándose como si nada los talones.
Soy un apócrifo absoluto, con lo cual sé que no digo demasiado. Voy a la universidad a diario, doy clases con la corbata puesta, pago todos mis impuestos, cumplo mis deberes religiosos y juego con el perro los domingos en el parque. Nada raro de momento. Entonces al salir de casa al despertar, luego de dormir como un lirón, me saluda el quiosquero de la esquina, pregunta de seguidas cómo terminó la juerga, da las gracias por los tragos y se despide tan campante y tan sonriente. Finjo asombro, respondo dos palabras por salir del paso y muy serio continúo de largo.
Como yo y mi otro yo el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde son apócrifos entre sí. Antonio Machado y Juan de Mairena ni se diga. Si me apuras ahí tienes a Max Aub con Josep Torres Campalans así como a Rafael Bolívar Coronado, hijo celebrado de Villa de Cura y Luis Felipe Blanco Meaño, uno de sus seiscientos alter ego. Y ahí tienes a mi querido Rushdie.
Rushdie relató su vida en cierto libro que si no sabías de su existencia corre ya a buscarlo. Lo tituló como su nombre: Salman Rushdie. ¿He dicho que contó su vida?, quizás sí, quizás no, ¿recuerdas el disco de Sabú? Heterónimo o apócrifo del escritor británico para esta biografía fue un tal Joseph Anton, quien figura como autor, heterónimo y apócrifo a su vez de Joseph Conrad, así como de Anton Chejov. Fíjate qué caso de libresca esquizofrenia llevada a extremos surrealistas. Salman Rushdie, Joseph Anton, el señor Conrad y el señor Chejov soplándose la nuca.
Lo que soy yo disfruto semejante realidad —guardando las distancias mía también desde la adolescencia—, y soy a estas alturas un apócrifo feliz, un heterónimo de cabo a rabo, con la salvedad a cuestas de que mi mano izquierda sabe lo que hace la derecha y viceversa. Gozo a plenitud, o como el arriba firmante o siendo el otro yo que vive en mí.
Pude averiguar que el gran Cortázar resultó un apócrifo de André Bretón, y en ocasiones al revés. Dime tú si no: Rayuela y la Nadja, tamañas pruebas de dos seres recíprocamente contenidos. La verdad es que todo heterónimo debería hacer de las suyas a placer, cuestión elemental para asir el hecho humano, ese psiquismo que tanto nos define. En cuanto a mí, me declaro el apócrifo más jaranero, más musical, más danzarín de estas regiones, y si llegas a dudarlo pregúntale a Johann Sebastian Mastropiero, heterónimo compositor de Les Luthiers.
En fin, repito que yo soy yo y mis circunstancias, alter ego puro y duro, heterónimo sin más, apócrifo viviente, asiento del otro que me habita. Y no faltaba más. Es que no faltaba más.
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