Por TARCILA BRICEÑO
Un año antes de su muerte, Mariano Picón Salas selecciona y recopila varios ensayos que salen publicados posteriormente con el título Suma de Venezuela, ese nombre deja ver la visión integradora y de síntesis que quería dar sobre el país. Sin proponérselo, culminaba un proyecto que había desarrollado durante toda su vida, explicar nuestro ser como sociedad desde una perspectiva global de la cultura.
Picón Salas perteneció a un grupo de intelectuales venezolanos, de las primeras décadas del siglo XX preocupados por comprender nuestra sociedad como pueblo, como país, como nación. Hablamos de Laureano Vallenilla Lanz, Augusto Mijares, Cesar Zumeta, Antonio Arráiz, Mario Briceño Iragorry, Enrique Bernardo Núñez, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, entre otros.
Ese afán por comprender el país, por explicar nuestro pasado en función del presente, fue la constante que definió gran parte de su oficio como escritor, como historiador y como maestro. No por casualidad su primer libro, de los 20 años, tiene por título Buscando el camino. Ya se manifestaba, como lo señalara Augusto Mijares, la angustia de encontrarse a sí mismo, de aprender, de dar respuesta a distintos interrogantes que le acompañaron siempre. Y posiblemente eso nos explica por qué, en su temprana estadía en Santiago de Chile, decide estudiar Pedagogía en Historia. Como él mismo refiere en Regreso de tres mundos, libro autobiográfico escrito en los últimos años de su vida: La idea de estudiar Pedagogía en Historia acaso enrumbaba por un camino útil mi nostalgia de desposeído o convertía mi insuficiencia en deseo de servir a los demás…”. La historia para él era un camino para explicar nuestro comportamiento como sociedad. Por eso proponía que se estudiara no solo por sus acontecimientos políticos, sus héroes y sus batallas, como hicieron los clásicos del siglo XIX, sino que había que conocerla a través de las más variadas expresiones de la cultura, en la suma de las cosas menudas pero trascendentes en el devenir de una comunidad. Mariano Picón Salas fue un ferviente practicante de la historia cultural. Especialidad que en las primeras décadas del XX poco se nombraba ni se ejercía en nuestro país. En esa época se trataba de una nueva propuesta de hacer historia. Llama la atención que, aún en los años sesenta, poca receptividad tuviera esa invitación en el mundo académico que estaba muy imbuido por una parte de la historia tradicional, y por otra de los planteamientos teóricos del materialismo histórico.
La escritura en Picón Salas estuvo permanentemente acompañada de la vocación de enseñar, de educar, como otra vía para ayudar a entendernos y reconocernos. Él mismo confesaba: Tanto como escribir he amado mi profesión de maestro. Por eso lo encontramos frecuentemente dictando conferencias, dando cursos, escribiendo artículos en los periódicos, buscando orientar, trasmitir conocimientos y promover la reflexión. La pasión por enseñar estuvo ligada a la de aprender, él cuenta que, en aquella misma ciudad de Santiago, trabajando en la Biblioteca del Instituto Nacional, donde tuvo a su alcance la más variada colección de libros y mapas sobre temas americanos, fortaleció su amor y su interés por el mundo hispanoamericano, que luego se convirtió en una perspectiva singular para mirar nuestro acontecer nacional articulado con el de toda América y de Europa. No en forma aislada ni desde Europa sino conformando lo criollo, la impronta de lo autóctono, de la avasallante naturaleza de lo americano sobre el europeo.
En esa búsqueda no sólo se enriquece con lecturas sino con frecuentes viajes que hiciera a Norteamérica, Puerto Rico, México y Europa. En casi todos dicta charlas, cursos, indaga en los archivos y sobre todo trata de pulsar las diversas culturas. Pero no pierde el rumbo, el viaje a México sería definitorio en su indagatoria e interés por lo americano. Sin perder la atención de lo venezolano, lo plasma en su obra consagratoria, De la Conquista a la Independencia, Tres siglos de historia cultural, publicada en 1944 por el Fondo de Cultura Económica, con prólogo de Pedro Henríquez Ureña. Como advertencia al comienzo del libro, el autor plantea sus interrogantes: ¿Cómo se forja la cultura hispanoamericana; qué ingredientes espirituales desembocan en ella, qué formas europeas se modifican al contacto del Nuevo Mundo, ¿y cuáles brotan del espíritu mestizo? El mestizaje lo llamada transculturación, el barroco americano, el proceso de formación del alma criolla, son tópicos fundamentales en este libro.
Después de la muerte de J. V. Gómez, se despierta un vivo interés por la reconstrucción de nuestro país que se hizo sentir en la vida política, económica e intelectual, así como en planes y propuestas. En lo que atañe a Picón Salas, en 1936 regresa a Caracas y desarrolla una importante actividad cultural que bien correspondía con su formación y sus aspiraciones de enseñar y de educar. Promueve la fundación del Instituto Pedagógico de Caracas, y con ese fin trae la primera Misión Chilena, que dio inestimables frutos en la labor docente. Él mismo dictó cursos en esa casa de estudios. Funda la Revista Nacional de Cultura y dirige el Archivo Nacional. Pronto es llamado a la vida diplomática, pero sin alejarse de sus inquietudes intelectuales continúa publicando. En 1946 sale una magnífica biografía de Miranda, personaje enigmático, que revivía en él, ese destino errante, de trotamundos que también le había tocado transitar.
En el año 1948 se publica en Caracas un libro cuyo título es sumamente ilustrativo, Comprensión de Venezuela, obra que recoge 11 ensayos escritos en diferentes momentos, sobre el proceso histórico venezolano, entendido en el sentido integral de la palabra. Como él mismo lo dice en el prólogo, confidencialmente escrito en Bogotá en un momento traumático de la historia de Colombia por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, no hay que engañar al país, sino ayudarlo y comprenderlo. Por eso a lo largo del libro encontramos la palabra problema, planteada como un interrogante sobre lo que se esperaba en el futuro y a las tareas que tenía pendiente el país en ese momento.
Después del 18 de octubre, se realizaron por primera vez elecciones universales y directas, que llevaron a la cabeza del gobierno la figura representativa de un insigne escritor y educador, Rómulo Gallegos. Para muchos era la expectativa del comienzo de una Venezuela democrática y moderna, que había que ayudar a construir. Por ello la fecha de publicación de este libro es muy significativa, como dice Guillermo Sucre en el prólogo, para Picón Salas se trataba de un momento de entusiasmo y de esperanza en los valores de convivencia, de un país regido por el pensamiento civilista y no por los viejos caudillos militares. Esperanza que muy pronto se desvaneció.
Comprensión de Venezuela comienza con una breve visión geográfica, muy lejos de las descripciones tradicionales y manualescas, para ofrecernos un espacio vivo, poblado por gentes comunes o notables que van dejando una impronta a su paso. Logra descalificar el viejo mito que signaba las tierras tropicales y cálidas, como suelo infecundo, inhóspito y de pueblos perezosos, en unas deliciosas páginas que él titula Signos del calor. Paradójicamente, don Mariano, que provenía de las tierras frías merideñas, elabora todo un discurso convincente de la cultura del calor, que se fue desarrollando desde los años coloniales por tierras de Coro, El Tocuyo, Carora, pasando por los llanos de Barinas, San Carlos hasta llegar a la Guayana. Sin dejar a un lado Maracaibo, Margarita y Cumaná. Picón Salas tiene la virtud de establecer las más disímiles relaciones que le dan una interpretación interdisciplinaria a su argumentación. Con mucha gracia se pasea por los lugares del calor humado, como lo llama, la Casa de las Ventanas, la Casa de la Blanquera, el Palacio de Pumar y allí como en un gran tapiz, la vida de los llaneros, el general Páez, Bolívar, las montoneras. Va apareciendo en sus páginas la conciencia de la territorialidad, de la pertenencia y de la convivencia pacífica.
Comprender el país, explicarnos nuestro proceso histórico, pero no para la simple erudición sino para despertar una pragmática de ciudadano, de habitante creativo que promueva el bienestar común. Ese fue el mensaje permanente en la obra de ese insigne escritor. En Auditorio de juventud, conferencia que dictara por los años cuarenta, refiere que alguien, una vez le preguntó: qué era lo que él creía necesario modificar en Venezuela para adaptarnos a los nuevos tiempos. Y él más que para hacer una frase respondió que lo que primero necesitábamos cambiar era nuestra alma; concretamente aquella alma con que los venezolanos se oxidaron, renunció y prolongadamente se desengañaron, en el bochornoso sopor de la tiranía. Se refería a las tres décadas de letargo y desencanto que habían marcado la vida de los venezolanos bajo el gobierno de Gómez. Para no quedarse en la pura retórica, Picón Salas va trazando una ruta, un camino signado por tres palabras: Cultura, Organización y Entusiasmo. Cuando habla de cultura incluye la educación, como base fundamental de la formación de un pueblo. Reclama una política cultural que nos enseñe qué somos. Se trataba de una cultura viva, de una nueva capacidad organizativa y de promover al estilo de los griegos antiguos, la virtud, la areté, el valor de meterse dentro del país, en la más encendida entraña de sus necesidades y problemas.