Por JOSÉ TOMÁS ANGOLA HEREDIA
Con estas líneas cierro esta pequeña travesía por los meandros de un personaje mítico del teatro mundial: Macbeth. No fue sencillo vestirse con tamaña responsabilidad. Humildemente la asumí como un proceso de aprendizaje y reconocimiento. Aprender es reconocer de lo que eres capaz. Acompañado de un elenco talentoso y comprometido, el viaje fue más llevadero. Pero al final Macbeth es Macbeth. Su tortura, la esclavitud de su pasión por el poder, lo roe por dentro individualmente. Conversando con el sociólogo y politólogo Carlos Raúl Hernández, este me revela un dato histórico: Macbeth en realidad fue un gran rey en Escocia. Gobernó muchos años y fue querido por sus súbditos, hasta que llegaron descendientes del asesinado rey Duncan y le aplicaron el mismo mecanismo que el usó para llegar al poder. Ojo por ojo y diente por diente.
El medioevo fue una época en donde aún no salíamos de nuestra piel bestial para vestir la más civilizada dermis humana. Las guerras eran mandatos divinos. Se torturaba como castigo, y era lícito y asumido. No es posible juzgar moralmente aquellos seres con el baremo de hoy. Sin embargo el decálogo bíblico y la prédica cristiana, en ese momento, ya revolucionaban las mentes de los occidentales. Si Macbeth no los hubiese conocido, no habría sufrido ningún tormento psicológico. Es la culpa en su fuero interno lo que de antemano lo condena, es su debilidad lo que le impide el perdón. Con los arquetipos bíblicos se puede armar la galería de personajes de la obra. Macbeth es una suerte de Judas; Lady Macbeth trasunta a Salomé; Banquo es un Isaac que recibe el cuchillo de Abraham sin que intervenga el ángel; las tres brujas son la tentación de Cristo en el desierto, y acaso Duncan y Malcolm son dos caras de un mismo Jesús: el primero como cordero sacrificado, el segundo como Mesías que vence la muerte.
Mucho se ha especulado sobre las creencias de Shakespeare. Se dice que su padre fue un católico que debió apostatar cuando el anglicanismo se volvió ley en Inglaterra. Pero las obras de William guardan una reverencia velada hacia lo católico. Isabella, protagonista de Medida por medida, es la imagen de la pureza y para ello Shakespeare la hace novicia de un convento. Fray Lorenzo, es un buen franciscano que ayuda a Romeo y Julieta en su amor, mediando y casándolos en secreto. El fantasma del padre de Hamlet se haya preso en el purgatorio, y hasta que su hijo no haga justica él no podrá ascender. El purgatorio es una idea católica, por supuesto. En sus piezas esta cuestión sigue estudiándose y debatiéndose. Para mis fines actorales, el debate católico entre el perdón y la culpa me ayudó a descifrar el alma de Macbeth. No, no era un demonio. Era un hombre de su tiempo.
Notas al pie para el Macbeth que voy construyendo:
- Febrero de 2020: Al borde de empezar el ensayo general, me maquillo ante el espejo. Prefiero maquillarme yo mismo, que mi mano sea la que hagas las trazas, las manchas, las sombras en mi rostro, el de Macbeth. Por un momento me miro y aunque veo la máscara y me complace, trato de ir más allá. Ver en lo profundo de mis ojos el pálpito de Macbeth. Tras unos segundos, me inquieto. Sí, estás ahí. Ya nunca dormirás Glamis, ya nunca dormirás Cawdor. Macbeth, has asesinado al sueño.
- Febrero de 2020: ¿Por qué hacer en esta Experiencia Shakespeare a Macbeth, siendo una obra con tantas leyendas malditas alrededor? Conozco actores, amigos del medio que incluso no les gusta pronunciar el nombre. Mi querida y recordada Pilar Romero, Lady Macbeth en el montaje que hiciera Carlos Giménez con Rajatabla, se santiguaba cada vez que habla de ese personaje, y dejaba ver que su largo y doloroso padecimiento de salud había sido alentado por ese rol. A mí me acompaña una estampa de San Miguel, vencedor del demonio, del que soy devoto. Pero entiendo el cometido. En un momento del país donde el mal deambula por las calles, pinta las paredes, encala los techos, resuena en cada voz vomitada desde el poder. En tiempos donde el dolor es producto de la injusticia, de la violación de los derechos, del abuso, de la tortura y el asesinato, levantar el mal y servirlo sobre el escenario no es masoquismo. Es un acto de triunfo de la esperanza y la fe. En el escenario, al final, el mal es vencido, y cada vez que baja el telón en una representación de Macbeth, el demonio ha sido derrotado. Amén.
—¡Quede maldito para siempre el que se rinda! (Línea de diálogo final de Macbeth en la versión de León Felipe)
*Macbeth, de William Shakespeare, en versión de León Felipe, se estrenó el 22 de febrero en la Sala de la Asociación Cultural Hamboldt. Dirigida por Federico Pacanins, el elenco incluye a Sandra Yajure, Gerardo Soto, Valentina Garrido, Carlos Abbatemarco, Carlos Manuel González, José Antonio Barrios, Zair Mora, Silvia de Abreu, Juan Carlos Grisal, Andrea Mariña, Anakarina Fajardo, Rafael Gorrochotegui, Edisson Spinetti, Cipriano Castro, Orlando Villalobos y al propio José Tomás Angola en el rol protagónico.