La historia, el personaje, su construcción [continuación]
d.- Los prejuicios sobre el indio
En la construcción de doña Bárbara como personaje es posible advertir una identidad difusa, que oscilaría entre su condición de mujer indígena (“su origen se perdía en el dramático misterio de las tierras vírgenes”), perteneciente al pueblo baniva, una sociedad hablante de un idioma de la familia lingüística arahuaca que habita en la región del Río Negro (Loukotka 1968; Tovar y Larrucea de Tovar 1984), y de mestiza (“fruto engendrado por la violencia del blanco aventurero en la sombría sensualidad de la india”). Parecería corresponderse con la visión de una joven “mestiza”, pero esta categoría también resulta problemática. Muchos de los episodios de la vida de Barbarita coinciden con aspectos históricos y etnográficos de las poblaciones indígenas: uniones interétnicas, trabajo estacional fuera de las aldeas y reinserción en ellas, aprendizaje de saberes y haceres, etc. Aunque no está suficientemente descrito por ser un personaje secundario, la figura del viejo Eustaquio pudiera identificarse como un pariente ya anciano de la madre de Barbarita, encargado tras la muerte de la mujer de velar por la niña. Esta interpretación se ve reforzada por el hecho de que la tutela se ejerce incluso después de la salida de la aldea por presiones de sus miembros. Esto último también puede entenderse como un episodio etnográficamente fidedigno. En algunos casos, los miembros de una aldea que han vivido largos períodos fuera de sus comunidades no logran insertarse de manera absoluta, en parte debido al desconocimiento de normas tradicionales. Por su parte, los jóvenes que han superado la edad del primer matrimonio, que en circunstancias tradicionales suele ocurrir tras la pubertad, pueden generar conflictos cuya resolución se ve favorecida por un alejamiento, generalmente temporal.
También en la caracterización de doña Bárbara es posible identificar varios prejuicios sobre las poblaciones indígenas, especialmente en boga en la época de redacción de la novela. Entre esos prejuicios, muchos de ellos de origen colonial, podemos señalar la sensualidad exagerada, inferida por los europeos tras los primeros contactos con pueblos indígenas en el Caribe, tanto insular como continental, a partir de la desnudez de los indios o las vestimentas muy ligeras debido a los climas tórridos, y que en doña Bárbara tiene diversos componentes: el amor frustrado de Asdrúbal, la violación, la maternidad, la actividad sexual y el uso del sexo para obtener beneficios; la brujería, que es un aspecto fundamental de doña Bárbara, incluida la visión desdeñosa de sus conocimientos esotéricos y de la elaboración de hechizos amorosos; la rudeza o falta de sentimientos y cariño, manifestada en doña Bárbara en el desprecio a su hija y al amor declarado de Lorenzo Barquero (“―Yo estoy dispuesto a casarme contigo. [/] Pero ella le respondió con una carcajada”, 1ª parte, cap. III); la maldad, expresada en doña Bárbara principalmente en su avidez y su falta de ética para obtener riquezas, fines y propósitos; la violencia, estrechamente unida a la “maldad” y a los atropellos hacia las otras personas; y la astucia, como forma de viveza y sagacidad para obtener beneficios, incluso si ello supusiera atropellar los derechos y propiedades de las demás personas.
Doña Bárbara resume esos prejuicios sobre los indios: sensual en grado extremo; bruja y hechicera, capaz de convocar fuerzas malignas y desatar sus energías; ruda y hosca; mala, sin capacidad de albergar buenos sentimientos, entre ellos los derivados de los lazos parentales; violenta en grado extremo y astuta, sin principios éticos y capaz de manipular las leyes y normas sociales.
Reflexiones finales
La construcción de doña Bárbara como personaje parece guardar perfecta concordancia con los prejuicios más comunes y el imaginario de la sociedad venezolana, en general, sobre las poblaciones indígenas. Queda vista como una mujer sensual, hechicera, ruda, de mala índole, violenta y astuta. En la historia ficcional, hay antecedentes que se remontan a sus orígenes, niñez y juventud que ayudarían a explicar el énfasis en algunos de esos rasgos. Un aspecto interesante, más allá de los aspectos psicológicos del personaje en el contexto de los acontecimientos de la novela, es la elección de un origen indígena por parte del novelista para aproximarse al tema de la barbarie, si esa fue su intención consciente. El propio Gallegos ha sostenido al hablar de la novela Doña Bárbara: “Tal vez no les agrade a todos los lectores de este libro que yo les diga que sus personajes existieron en el mundo real” (Gallegos 1979: 3).
Un señor Rodríguez, a quien conoció en 1927 en San Fernando de Apure, junto al gran río llanero, fue quien le presentó a doña Bárbara y también a Lorenzo Barquero:
“―¿Ha oído hablar de doña…? Una mujer que era todo un hombre para jinetear caballos y enlazar cimarrones. Codiciosa, supersticiosa, sin grimas para quitarse de por delante a quien le estorbase y…
―¿Y devoradora de hombres, no es cierto? ―pregunté con la emoción de un hallazgo, pues habiendo mujer simbolizadora de aquella naturaleza bravía ya había novela. Como por lo contrario parece que no puede haberlas sin ellas―. ¿Bella entonces, también, como la llanura?
―Pues… ―repuso el señor Rodríguez, sonriendo, y dejándome hacer lo que me pareciese más natural y lógico, pues ya le habían dicho que yo era novelista”.
Y Gallegos insiste: “La mujerona se había apoderado de mí, como sería perfectamente lógico que se apoderara de Lorenzo Barquero. Era además un símbolo de lo que estaba ocurriendo en Venezuela en los campos de la historia política” (Gallegos 1979: 5). No obstante, la mujer real, histórica, que sirvió de inspiración al personaje ficcional no era indígena. Gallegos no se proponía escribir una novela sobre los indios, como sí lo haría, en cambio, en Sobre la misma tierra. La imaginación del narrador expresó, al plasmar el personaje, la conciencia social, los prejuicios, el imaginario sobre los indígenas: sensualidad, brujería, rudeza, maldad, violencia y astucia. Esos prejuicios e imágenes los proyectó sobre los tiranos de la política venezolana.
Se trató, obviamente, de una operación creadora totalmente inconsciente que no le resta méritos a Gallegos, ni como persona ni como narrador, solo reconfirma la existencia de prejuicios colectivos sobre el componente indio de nuestras sociedades, culturas e identidades latinoamericanas. El hecho de que el tema fundamental de la novela no sean los indios, a diferencia de otros movimientos literarios como el indianismo que presenta una visión idealizada del indio o del indigenismo que critica las situaciones de opresión de las poblaciones indígenas, no impide que Gallegos hable de los indios y de lo indio y vierta en su narrativa las visiones contradictorias del imaginario social sobre los pueblos indígenas (1).
Juan Liscano, un gran conocedor de la obra de Gallegos, ha afirmado que “Las novelas de Gallegos despertaron la conciencia del existir venezolano. En ellas quedaron plasmados tipos de nacionalidad y rasgos del carácter criollo” (Liscano 1973: 47). Asimismo señala que
“El tiempo histórico en que transcurre su novelística –salvando alguna excepción como Sobre la misma tierra– es el que precede a la Edad del Petróleo. Es el de una Venezuela agraria, pecuaria y feudal de haciendas, caudillos y caballos. Muchos aspectos de su obra ya no tienen vigencia, en un país transformado en sociedad de consumo por el ingreso de la renta petrolera, con una población cuadruplicada en medio siglo, donde la hipertrofia humana cubrió de cemento valles y antiguas haciendas. Pero más allá de los cambios del paisaje y de las costumbres, Gallegos intuyó rasgos esenciales del carácter venezolano, componentes de sus fuerzas contradictorias y tendencias negativas de nuestro ser” (Liscano 1973: 48).
Los prejuicios sobre los indígenas que se manifiestan en doña Bárbara pudieran interpretarse como una expresión de esas “fuerzas contradictorias” que se enfrentan en nuestras sociedades y culturas, en nuestras propias almas de “occidentales” pero quizá no tanto, es decir, muy particulares y sui géneris.
La frase final de la novela es muy reveladora si tenemos en cuenta las referencias a los indígenas y al origen de doña Bárbara: “¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña, tierra de horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera!…” (3ª parte, cap. 15, itálicas añadidas). ¿Quién es esa “raza”, ese grupo social? ¿Los llaneros? ¿Y los indios llaneros y de la selva contigua dónde quedan?
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Notas
(1) Sobre la misma tierra (1943) es la novela con mayor y más profundo contenido indígena en la producción narrativa de Gallegos. Hay diversas alusiones a temas indígenas en Cantaclaro (1934) y, principalmente, en Canaima (1935), pero en esta el meollo de la historia lo constituyen otros conflictos como la fuerza avasallante de la selva, el viaje psicológico del protagonista así como diversas críticas sociales.
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Reconocimientos
Agradezco los comentarios y sugerencias de Da. Rosalina García de Jiménez, de la Academia Venezolana de la Lengua, y de Da. Maricel Mayor Marsán de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
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Referencias
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Publicado en Baquiana (Miami, Estados Unidos de América) Nº 109-110 / enero-junio 2019 (versión electrónica: URL: https://baquiana.com/xx-109-110-enero-junio-2019-ensayo-ii/).
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