Papel Literario

Aventuras para salvar un reino (fantasía para jóvenes lectores)

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Por MARCO AVENDAÑO

A los estudiosos de la literatura fantástica les complace repetir que el origen del género está en diversas mitologías, entre ellas, de forma muy destacada, las que provienen de la antigua Grecia, de las culturas nórdicas y de tribus o pueblos de otras regiones de Europa. Estas afirmaciones tienen un gran interés para los teóricos, pero en su formato narrativo actual —cuyas principales características ya explicaré— la novela fantástica que los lectores disfrutan en nuestros siglos XX y XXI provienen de La serpiente Uroboros, la novela que el inglés Eric Rücker Eddison (1882-1945) publicó en 1922, hace justo un siglo.

La serpiente de Uroboros marcó la trayectoria de lo que vendría después, porque fue leída por los tres grandes maestros del género: Robert E. Howard (1906-1936), que se suicidó cuando tenía apenas 30 años y que inventó decenas de personajes y escribió centenares de relatos, entre ellos, Conan, que ha sobrevivido en películas, videojuegos y juegos de mesa; John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), el creador de El hobbit, El Señor de los Anillos y de otras exitosas historias impresas o cinematográficas, y el extraordinario escritor irlandés Clive Staples Lewis (1898-1963), a quien debemos las monumentales Crónicas de Narnia.

Todo lo que vendría a continuación, La historia interminable de Michael Ende; la serie de La leyenda de Terramar, de Úrsula K. Le Guin; Juego de tronos, de G. R. R. Martin; La saga de Harry Potter de J. K. Rowling; El nombre del viento de Patrick Rothfuss; El ciclo Pendragón de Stephen Lawhead y La saga de Drizzt de R.A. Salvatore, entre tantos otros títulos, son continuadores, herederos con talento de las claves que aparecieron con claridad en La serpiente de Uroboros.

Claves narrativas

El lugar, el espacio donde se desarrollan las ficciones —como el mundo de Narnia inventado por C.A.Lewis, o el Castillo de Howard urdido por J.K. Rowling; los hechos extraordinarios que ocurren “naturalmente” en esa dimensión, que son maravillosamente distintos a las realidades terrenales; la omnipresencia de seres o criaturas malvadas, dotadas de una especial capacidad destructiva y armas de poderío siniestro, que tienen el objetivo de destruir ese mundo paralelo; la existencia de unos enigmas o unas pruebas o unas dificultades que deben resolverse o sortearse, para evitar la muerte y lograr que la vida continúe; y, el más imprescindible de los componentes, un héroe o un grupo de héroes que, a pesar de sus debilidades, luchan para impedir que la encarnación del mal cumpla con su cometido—son, enunciados de forma general, los elementos recurrentes que los seguidores del género fantástico encuentran en estos relatos.

La ficción creada por María Alejandra Ocando, la novela para jóvenes El astrolabio de la hadas (Editorial Caligrama, España, 2021) cumple, en buena medida, con todos estos requisitos. Y lo hace de forma precisa. No pretende renovar el género de la narración fantástica, sino hacer uso de sus parámetros del mejor modo posible. Y así crea un mundo, el Reino de Eala (Eala, por cierto, es el título de una canción de la banda española Celtian), que un mal día ve amenazada su existencia por un brutal engendro de nombre Eskol (nombre que en la tradición escandinava designa al lobo que persigue a la luna para devorarla), y al que hacen frente tres personajes: una suerte de antihéroe, Hefes (su nombre recuerda a Hefesto, el Dios griego del fuego); Cerín, concebido como una especie de bufón, pero en el fondo un personaje dotado de un peculiar sentido común; y Met, rey de un pueblo de gnomos, a quien su condición de gran señor no le impide interactuar con sus socios de sobrevivencia, Hefes y Cerín.

En estos tres personajes, más allá de sus inevitables diferencias, y en las curiosas interrelaciones entre unos y otros, hay un sedimento compartido. Aunque las apariencias no siempre lo muestren, en ellos subyace un pozo de compasión, de límites en sus conductas. Esto quiere decir que no están dispuestos a todo, a pesar de los riesgos que supone el que no logren alcanzar el astrolabio de las hadas. Son personajes que actúan sobre un trasfondo moral, sin ser moralistas.

La lectura de El astrolabio de las hadas me ha hecho pensar que se trata de una novela-proyecto: producto de una arquitectura narrativa y un cuidado diseño de los personajes, todo previamente planificado. La escritura de la autora, eficaz y precisa, se lee fluidamente.

La autora, María Alejandra Ocando, es psicóloga, poeta y autora de libros para niños. Ha ganado algunos premios literarios en el estado Zulia, lugar donde nació. El astrolabio de las hadas, su primera novela, es la parte I de una trilogía. Si tengo que resumir mi criterio en una frase, esta es: un buen producto de entretenimiento, concebido y escrito con dignidad.