Su exuberancia
No es que el pulpo no te amaría –
no es que no intentaría abrazarte
con cada uno de sus finos brazos:
creo que serías igual que cualquier otro
para un pulpo. Pero las criaturas del mar,
al igual que el mar, no piensan
sobre sí mismas, o sobre ti. Se quedan flotando allí,
acunadas, incapaces de arder. Abandónate
al vaivén, los remolinos erizados, abandona
tus pesadas piernas a las praderas de algas
flotantes y siente
que el fitoplancton florece, rocío, espuma de
mar, percebes. En el oscuro reino bentónico, el necton resbaladizo se desliza sobre
las llanuras abisales: mientras flotas, siente
el afloramiento del frío, aguas profundas palpando
la piel estirada sobre
tu columna vertebral. Siéntete
asido y atizado. No, no es que el pulpo
no te amaría. Si pudiera tocarte,
si pudiera, cada uno de sus tres
corazones se volvería rojo.
¿Habrán de refutarme teólogos de fe alguna?
No el salmón azul. No su cabeza moteada.
Incarnadine, 2012
Invitación
Si puedo creer en el aire, puedo creer
en los ángeles del aire.
Ángeles, vengan a respirar conmigo.
Ángel del aborto, ángel de la alquimia,
ángeles de la esterilidad & los campos de batalla & la felicidad,
exhalen más cerca. Déjenme sentir
su aliento en mis dientes-
Los llamo, ángeles de embriones,
terremotos, ustedes, los del olvido-
sean complacientes: inclinen mi cabeza hacia atrás.
Ángeles de la infección, cubran mi boca
y mi nariz con su boca.
Inventos fallidos, alcen mi barbilla.
Ángeles de prostitución y lluvia,
ustedes, los de la verticalidad y la tristeza,
ustedes, que no toman nada, respiren en
mi silencio. Ustedes, que han limpiado sus labios
con fuego, no necesito conocer
sus rostros. No necesito
que tengan rostros.
Ángeles de insectos acuáticos, déjenme dormir
con el sonido de su respiración.
Ustedes, sin pulmones, hagan que mi pecho se eleve–
Sin ustedes, mi aire
sabe a nada. Por ustedes
aguanto la respiración.
Incarnadine, 2012
Anunciación oída desde la cocina
Les oía desde la cocina, hablando como si
algo importante había sucedido.
Yo lavaba las peras en agua fría, cortaba
sus moretones.
Desde mi lugar en el fregadero, pude escuchar
un vago zumbido de jet en lo alto, una aspiradora
encendiéndose al lado, el clic,
el clic entre cada toma.
«María, aléjate un poco de la cámara».
Había una suavidad en su voz
pero sin afecto, sin prisa alguna.
Había sonidos débiles
como nueces tiradas a la calle por los cuervos,
casi un roce
del campanil del porche-
En todas partes, ventanas entreabiertas rodeándome –
Mi piel viva en el trinar.
Incarnadine, 2012
Autorretrato con una abeja en mi boca
Dije que no, y entonces hubo un hervidero dentro de mí,
toda alas, inquieta-
Lujuria cruda de romance–
*
Tú te desnudabas, quitándote
los calcetines gruesos en los que sudabas.
No eras tú lo que yo había negado.
Olías a hierba cortada, tu espalda te dolía,
cerrabas los ojos por un instante
antes de que te besara en lo que creía era silencio.
Pero el zumbido comenzó, arriba se cernía
mientras buscaba tus labios, mientras te halaba hacia mí,
mientras sucumbía
a la fuerza de tus labios. . . .
*
Aunque te besé, por supuesto, el beso fue para ti,
y no por el dominio impuesto por aquellos labios.
*
Como una abeja en un tarro de cristal, mi mente zumba-
Pero la abeja está en mi boca.
*
A veces, el zumbido es tan quieto
que no sé si está ahí.
Lo he tentado a salir.
Deshierbando el jardín, froto mi mejilla
contra los pétalos de espesas venas, fragancias
alzándose como incienso.
Y sólo entran más, volando.
Sólo tengo que tocarte para que de pronto me alces
en la cuna de tus brazos, para entregarme por completo. . .
*
Te pierdo en el zumbido.
(Toda alas, inquieta,
y luego una especie de ira:
flor abierta, rosa del campo
un poco mustia y desatendida-)
*
Mira como un cuerpo casi puede llegar a tener alas.
Me recogen cual flor y me tocan, como si hubiera sido hecha para ellas.
*
¿Para qué fui hecha, entonces?
Granted, 2002