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Arte y acción en Alirio Oramas

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Una vez en París, donde viaja en 1951 luego de su premiación, prosigue su formación en la Academia La Grande Chaumiére. Entonces, imbuido en los intereses de la abstracción geométrica, realiza su serie Progresiones que expone en la Galería Arnaud en 1953, enfocándose en la idea de la progresión del color”

Por SUSANA BENKO

Es un acto generoso recordar a quienes se han ido. Hoy, en ocasión de los cien años del nacimiento del artista Alirio Oramas, es momento de hacerlo. Por fortuna, ha quedado su legado, tanto en obras como en acciones, pues, ha sido maestro de nuevas generaciones de artistas, un activo promotor cultural y ha quedado como referencia puntual en la historia del arte venezolano. 

Una vez una persona amiga me señaló que no todo en Oramas se circunscribía en la pieza Cometas y papagayos (1951), pintura con la que ganó, junto a otras tres obras, el Premio Nacional de Artes Plásticas en el Salón Oficial Anual de Arte Venezolano. En efecto, antes de ese año tuvo actividad memorable como también la tuvo después. Contaba apenas con 24 años cuando fue copartícipe en la fundación del Taller Libre Arte en 1948 y lo dirigió desde su inicio hasta 1951. En 1950, todavía estando en Caracas, participó en Los Disidentes, grupo de artistas reunidos en París, quienes promovieron a través de su revista -de mismo nombre- la importancia del arte abstracto. La conciencia de la modernidad estuvo muy presente en Oramas así como en los demás artistas de su generación. El deseo de renovar y actualizar los parámetros artísticos estaba ya signado desde los tiempos del Taller. 

Alirio Oramas fue un artista particularmente productivo. Su obra presenta varias fases y tendencias, propias de un artista en el fondo “investigador” de nuevos recursos y conceptos. Una vez en París, donde viaja en 1951 luego de su premiación, prosigue su formación en la Academia La Grande Chaumiére. Entonces, imbuido en los intereses de la abstracción geométrica, realiza su serie Progresiones que expone en la Galería Arnaud en 1953, enfocándose en la idea de la progresión del color. Una obra cuya peculiar sistematización interesó al arquitecto Carlos Raúl Villanueva como para invitarlo a elaborar, entre 1955 y 1957, cinco murales para el Proyecto de Integración de las Artes de la Ciudad Universitaria de Caracas. 

Si bien el arte informal estuvo en boga en varios países antes de los años sesenta, es a partir de 1961, que el abandono de la geometría y el uso de materiales no pictóricos, marcaron otra fase interesante en el proceso artístico de Oramas. Realiza pinturas muy texturadas integrando el collage y materiales diversos como nylon, papel periódico, trozos de blue-jeans y harapos de todo tipo. Pese a estas texturas extremas y las mezclas heterogéneas de materia y pigmento, en sus obras priva, sin embargo, un fuerte sentido de la composición. En el magnífico archivo visual que llevan adelante su hijo Sandro y su nieta Alejandra Oramas a través de Instagram (@aliriooramas), vemos, a modo de anécdota, una fotografía tomada por Emiliano Tolbe. En esta aparecen el artista junto a su esposa, Lucila Oramas, en el mercado de las pulgas de Porta Portese en Roma en busca de insumos para sus obras informalistas. Era 1963. 

Tres años más tarde, el artista participa en dos situaciones plásticas interesantes: la vuelta a la figuración y, a la vez, su coparticipación en el Grupo Expansionista conformado por artistas de tendencias diversas con el objetivo de expandir sus obras. En el primer caso, debemos mencionar la exposición El Edén de Adan, realizada en 1966 en la Galería 22. Presenta pinturas en torno a la imagen de las manzanas, además de realizar un performance y una instalación en la que invitaba a los participantes a comer manzanas para rememorar “El Pecado Original”. En las pinturas trabaja por vez primera la pintura al duco en spray utlizando plantillas y esténciles sobre maderas y lienzos, logrando transparencias y veladuras cuya apariencia es asociada a cierta simbología esotérica, incluso surrealista. 

Este tema lo pintó durante tres años más, aunque la referencia bíblica siguió presente en los eventos performáticos que realizó durante la década de los ochenta. Este sentido esotérico y místico, analizado por críticos como Juan Calzadilla, Víctor Guédez y Bélgica Rodríguez en diferentes medios, así como sus experiencias corporales, fueron revalorados y vistos en contexto en la exposición Alirio Oramas: del misterio a las revelaciones, retrospectiva realizada en la Galería de Arte Nacional en 2005. Fue una excelente ocasión para rescatar estos y otros tópicos de su amplia trayectoria. 

En el ensayo curatorial de dicha muestra, Félix Suazo hace una interesante relación entre el sentido ritual de Armando Reverón durante sus procesos creativos y la obra de Alirio Oramas. Dice: Atrapado entre la pintura y el cuerpo, las acciones de Oramas parecen recobrar la plasticidad histriónica de Armando Reverón, cuya casa-taller visitara a finales de los años cuarenta. De aquellos primeros contactos y de su labor al frente del museo que lleva el nombre del pintor de Macuto, proviene esa fascinación que lo acerca a la dimensión ritual del arte. Oramas fue, junto a su esposa, cofundador y primer director del desaparecido Museo Armando Reverón, cargo que ocupó formalmente de 1974 a 1977. Sin embargo, este matrimonio trabajó desde los años sesenta en el rescate de El Castillete, así como de los objetos de Reverón, llegándose inclusive a inaugurarse con la presencia de Juanita Mota, pareja de Reverón, El taller de Armando Reverón en el Salón de los Espejos del Concejo Municipal de Caracas en 1966. Vale la pena revisar las imágenes alusivas de todo ello en la cuenta antes mencionada, @aliriooramas, en Instagram. 

Veamos ahora, brevemente, lo que ocurrió un año después. En 1967, Oramas expone junto a Omar Carreño, Rubén Márquez y Andrés Guzmán en el Museo de Bellas Artes de Caracas. La exposición se llamó Obras transformables. Ellos, junto a otros artistas, conformaron el Grupo Expansionista creado en ese mismo año 67. La intención: crear obras que superaran sus límites, sea expandiéndose sobre el muro o bien transformándose por medio de la manipulación del espectador. Fue en esa exposición que publicaron su primer manifiesto, en el que se leen los siguientes objetivos: 1. Ruptura total con la pintura de dos dimensiones reales. 2. Creación de obras no figurativas, geométricas y transformables. 3. Intervención activa del espectador en la transformación de la obra. 4. Empleo de nuevos materiales adaptados a los fines expansionistas. 5. Constitución de centros de cooperación y de investigación estética en distintas ciudades del mundo. Los dos últimos puntos no los pudieron realizar. 

La pintura esotérica, de atractivos “espacios siderales” sustentada en formas y color, la continúa realizando entrados los años noventa. A ello se agrega la integración de objetos en pinturas de significación igualmente mística y misteriosa. Vista en su conjunto, cabe concluir, que la obra de Oramas abarca tantas facetas que bien mereció la retrospectiva en la GAN para observarla y analizarla en profundidad. Y es que transitó en la abstracción geométrica, en el arte matérico o informal, en la figuración con elementos surrealistas, en la abstracción esotérica, intervino objetos, realizó acciones performáticas e incluso instalación. Todo ello, más su rol como docente y gestor cultural al fundar espacios propicios para la creación, completan la visión que tenemos acerca de una personalidad libre, inquieta y creativa en búsqueda de una constante renovación. Precisamente, la condición esencial de todo artista innovador e impulsor del devenir del arte venezolano.

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