Por MARÍA TERESA BOULTON
Como todo personaje público la imagen de Armando Reverón es captada por fotógrafos que quieren conservar su imagen para la memoria del país o del mundo, lugares donde este personaje se ha desenvuelto. Sin embargo, fotografiar a Reverón fue un acontecimiento particular, no solo porque fue un pintor, artista excepcional, sino porque su vida, temperamento, costumbres, fueron también muy particulares. De hecho, mientras vivió a partir de 1920, en una suerte de choza-taller, en Macuto, llamado El Castillete, junto a su compañera Juanita y las muñecas que lo acompañaron hasta el final de sus días, fue una persona que produjo excepcional curiosidad. Luis Enrique Pérez Oramas (Armando Reverón, el lugar de los objetos, GAN, 2003), describe así la vivienda-taller que fue objeto de intriga e indagación para los que querían fotografiarlo y parte de la personalidad de Reverón:
“En ese sentido el caney de Reverón con su gruesas epidermis de piedra y su techumbre de frondosas sequedades, es como la torre de Montaigne entre nosotros: el sitio aislado, el huerto clausurado, el ameno lugar donde alguien puede convertirse en centro de sí mismo, en margen de todos, al margen de todos, para hacerse objeto de su propia obra y para producir, desde allí, una visión profusa y apropiada de su entorno: el mundo de las enramadas, la luz tras la enramada, el lugar de enunciación y surgimiento de la subjetividad moderna en cuanto que es lugar en el que las cosas se transforman el alteridades propias, haciéndose visibles a la vez que se hace visible el sitio de su aparición, la coordenada de sitio, la lógica de situación, el punto de vista como trascendental que las condiciona y, a la vez, como concretísima, granulosa localidad que las sobrepasa conteniéndolas”.
Ver, conocer, dejarse pintar por Reverón era todo un acontecimiento, que conjugaba el espectáculo teatral, la intriga, la admiración, la sorpresa… Quizás la colección de fotografías hechas a Armando Reverón y su entorno son objeto de estudio casi tan apreciadas como es su magnífica obra pictórica. Varias exposiciones fueron mostradas a partir de éstas y las colecciones de la Galería de Arte Nacional y del Archivo Fotografía Urbana, entre otras, conservan y mantienen cuidadosamente estas imágenes.
Los fotógrafos que han fotografiado con más amplitud a Armando Reverón son Alfredo Boulton y Victoriano de los Ríos. Comprenden estas imágenes desde su expresivo retrato hasta el registro del ambiente imprevisto donde vivía y trabajaba, así como los personajes que lo acompañaron, lo visitaron.
Según expresan los que escribieron sobre este artista, Alfredo Boulton, crítico, acucioso investigador y escritor sobre el arte venezolano y también artista fotógrafo, fue el primero en fotografiar a Armando Reverón. Desde luego, fue su admirador desde los primeros conocimientos que de este artista se tuvo. La luz fue lo que los unió en mutua comprensión, la luz que acompañó a Reverón en sus obras y sus diversos períodos como la toma fotográfica de Boulton, recordándonos que la palabra fotografía, proviene de las palabras escribir con la luz. En el libro que nuestro investigador y artista fotógrafo dedica al pintor, Reverón (Ediciones Macanao, 1979), con prólogo de Guillermo Meneses, las primeras páginas son dedicadas a las fotografías que Boulton le hizo al artista preparando con toda la teatralidad del caso el lienzo para pintar el retrato de Luisa Phelps en 1934. El libro contiene múltiples imágenes: expresivo retrato de Reverón, su hábitat, Juanita la compañera, las muñecas, los amigos que lo visitaban, las palmeras de Macuto, en fín todo aquello que rodeaba e inculcaba la singular personalidad incluyendo, como era natural, pues era un libro dedicado fundamentalmente a la obra pictórica, un retrato que Reverón le pintara a Alfredo Boulton.
Victoriano de los Ríos, de origen español, republicano, que llega a Venezuela en 1947, como Alfredo Boulton, se dedicó a captar los momentos, objetos, paisajes, personas que rodearon Armando Reverón. El archivo de este fotógrafo es quizás aún más extenso que el de Boulton. Juan Carlos Palenzuela, en el libro, Reverón, la mirada lúcida (Caracas, 2007), “La cámara de Victoriano”, expresa:
“Es evidente la admiración de Victoriano de los Ríos por Reverón, dado el carácter afectuoso de sus fotografías, el empeño en realizar una serie tan amplia y el valor estético que le permite trascender la inmediatez documental”.
También Reverón le ofreció una paleta como testimonio de su amistad. En las fotografías de Victoriano de los Ríos podemos apreciar los objetos, mitos, retratos a medio cuerpo, en medio del patio, fumando, con sombrero de pumpá, con animales domésticos… Juan Carlos Palenzuela añade: “Siempre tiene su mirada meditativa, profunda. Algunas fotos son hechas con su perfil a contraluz”. Las muñecas adornadas siempre presentes, con lazos, collares… También tiene su pecho descubierto, pantalones raídos, otras veces podemos verlo en algunas fotos elegantemente vestido, y Juanita su modelo favorita, posa a veces para las pinturas y fotografías con plumas en la cabeza, otras veces desnuda, en otras fotos se la ve en labores hogareñas. Lo central de su prolija obra fotográfica se puede ubicar entre 1949 y 1951. Todas las fotos suceden en torno a El Castillete.
Otros fotógrafos importantes de la época se interesaron por captar algo de la esencia personal que fue Armando Reverón, como Carlos Herrera con sus retratos expresivos, fotográficamente artísticos; Alfredo Cortina, que se interesa particularmente por el paisaje que envuelve a Reverón en el litoral; el artista pintor y muy amigo de Reverón, Angel Hurtado; Graziano Gasparini, que como arquitecto y restaurador estaba fundamentalmente interesado por la vivienda, El Castillete (lamentablemente destruído por el deslave de 1999), le dedicó una publicación con sus fotografías; Ricardo Razetti… De este último existen estupendas fotografías simbólicas pero una en particular se puede decir resume y expresan el estado anímico de Reverón como no habíamos visto en otros trabajos fotográficos. Se trata de El Diálogo, Reverón ante el espejo roto (1953) que describe a nuestro personaje de medio lado, quizás alucinado frente a un espejo roto. Esta es, sin duda, una magnífica fotografía alegórica de Reverón quien dejó que el mundo de su imaginario se colara por la grieta del espejo para apropiarse por completo de su realidad cotidiana. En 1953, Reverón ingresa al sanatorio donde un año después encontrará su muerte. Las fotografías que conocemos de esta época son las del periodista Jorge Humberto Cárdenas: su cadáver es fotografiado con Juanita su compañera y divulgado por el periódico El Nacional. Soledad López, aunque no fotografió personalmente al artista, fotografió uno de los elementos principales de su obra: las muñecas. Tantos otros, profesionales, amigos, artistas que conocieron a nuestro pintor y no podían menos que llevar un recuerdo gráfico de la sublime experiencia que fue conocer, visitar, hablar, con Armando Reverón.
Varias exposiciones fueron hechas con las fotografías hechas a Armando Reverón y su vida como obra asimismo excepcional. Una de éstas fue exhibida en la Galería de Arte Nacional en el 2007 y otra, recientemente, en la Sala El Archivo en la UCAB como parte de la alianza entre la Universidad Católica Andres Bello y El Archivo, titulada Fotografía Reveroniana: La construcción de un personaje (2024) y curada por Víctor Fuenmayor a partir del archivo fotográfico que de Reverón posee esta importante institución privada. Fuenmayor, que también prepara un libro del artista, relaciona los movimientos que acompañaban a Reverón antes de acometer una pintura como parte del “duende” que poseía, en una interpretación muy española –gitana– que envolvía a Reverón en sus experiencias pictóricas. Es a través de estos testimonios que hemos podido apreciar y rescatar la complejidad de la creación del artista y del entorno que lo cobijó produciendo lo que quizás es el artista de inspiración impresionista más reconocido de nuestro arte venezolano.
*Fotografía reveroniana: la construcción de un personaje. Curador: Víctor Fuenmayor. Universidad Católica Andrés Bello y El Archivo. Abierta hasta el 26 de julio en la UCAB.