Por IVÁN MÁRQUEZ NEGRETTI
Infancia y adolescencia
A los seis años Pompeyo Márquez quedó huérfano de padre, Octavio Márquez Fuenmayor, un general “chopo e’ piedra”, quien devino en ganadero. Pertenecía a una familia “acomodada” de Cumarebo, estado Falcón. Era amigo de Vicencio Pérez Soto, gobernador del estado Bolívar en los años 20. Octavio Márquez obtuvo una concesión para criar ganado en la Isla de Orocopiche, situada en medio del río Orinoco, entre Ciudad Bolívar y Soledad, éste último un poblado ribereño del estado Anzoátegui a donde trasladaba las reses para la venta.
Su madre, Luz María Millán, al quedar viuda, en vez de migrar a Cumarebo con los tíos paternos de Pompeyo que tenían suficientes recursos económicos, optó por venirse a Caracas con sus parientes Millán. Octavio Márquez había dejado una herencia e incluso documentos de propiedad de unos terrenos en Anzoátegui donde luego se descubrió petróleo, títulos que se perdieron en manos de unos vivos que engañaron a su madre. Acompañó a su madre en Orocopiche el tío José Dolores Millán, “Yoyo”. Con el producto de la venta del ganado y de la embarcación que usaban para el traslado de las reses, Yoyo compró una bodega en la caraqueñísima parroquia San Juan, sector el Guarataro, esquina de La Florida, a la que bautizó “La Popular”.
Esta decisión de optar por Caracas en lugar de Cumarebo marcó el destino de Pompeyo: quedó a cargo de su madre y del tío Yoyo, quien le inculcó disciplina y espíritu de trabajo. A la edad de seis o siete años, al regresar de la escuela, Pompeyo tenía que acompañarlo en la bodega y en las vacaciones le montaba un carrito para la venta de “raspao”: el producto de la venta iba a una alcancía para costear los útiles escolares. “Para que aprendiera el valor de las cosas”, le decía. A los once años hizo la primera comunión.
Pero la bodega quebró y todo cambió, y su madre, sus hermanos José León, Luz María y él comenzaron a dar tumbos por la parroquia y terminaron viviendo en una casa de vecindad, a pocos metros del Circo Metropolitano, lo que le permitió, a corta edad, entrar en contacto con el boxeo y las corridas de toro.También estaba cerca de una sala de billar donde lanzaría sus primeras carambolas. En una entrevista que le hizo Mariahé Pabón en 2004, ella escribió: “Pobre y soñador, su trabajo solo le alcanzaba para mantener a la familia, para ver una corrida se conformaba con que dejaran puerta franca para ver el último toro o el último inning del partido de pelota, aunque sí veía completas las peleas de boxeo por su amistad con los boxeadores como El Culi López, campeón peso mosca. En el cine veía películas de vaqueros y sus ídolos eran Chaplin, Cantinflas y El Zorro”.
No fueron fáciles esos años —recuerda Pompeyo—, debía ayudar a su madre y empezó a trabajar a los 13 años, todavía bajo la dictadura de Gómez: primero en un mayor de medicina como repartidor en bicicleta, “que aprendió a manejar a fuerza de golpes”; luego en las “boticas” Los Angelitos y Los Palos Grandes, todas en la populosa parroquia San Juan.
Inicios de su actividad política
El 17 de diciembre de 1935 muere el dictador Juan Vicente Gómez y lo sucede Eleazar López Contreras. En los primeros meses de 1936, comenzaron los mítines en el Circo Metropolitano, a los que asiste con su amigo Juan Molina y escucha por vez primera de los oradores conceptos tales como latifundio, libertad, democracia, pueblo, sindicatos y partidos, en el verbo encendido de Jóvito Villalba —quien presidía la Federación de Estudiantes de Venezuela, FEV— Rómulo Betancourt, Carlos Irazábal, Miguel Otero Silva, entre otros. Pompeyo cargó en hombros a Jóvito cuando salió en libertad de la cárcel de El Obispo y muchos años más tarde sería su consuegro.
A los 14 años Pompeyo comienza a participar en las turbulencias de los nuevos días. Y a éstas siguieron las semanas ejemplarizantes que marcan sus inicios como estudiante, con ese primer año de bachillerato que después no podía desarrollarse debido al vértigo de la lucha: Juan Molina, Mercedes Lobatón y él acudieron a la sede de la FEV y recibieron un botón y la simbólica boina azul que rememoraba las jornadas estudiantiles del año 28. De allí en adelante se convirtieron en activistas, vendían el periódico de la FEV, La Voz del Estudiante, repartían volantes, pegaban afiches, participaban en las asambleas que llenaban el local la FEV, apoyaban la huelga petrolera.
Su abuela Lucinda o “la vieja Chinda”, como él la llamaba, le había aconsejado: “Rodéate de gente inteligente y con pendejos ni a misa”. Pompeyo tomó ese consejo como una premisa para toda su vida y en ese momento concreto buscó a personajes con quien mantuvo una amistad que se prolongó en el tiempo: Arístides Beaujón, secretario de la Universidad Popular, que mantenía una estrecha relación con los sindicatos a través de una brigada alfabetizadora a la cual se incorporó; a Ramón J. Velásquez, “una referencia en la FEV y un erudito de la historia, un personaje de suma perspicacia política demostrada a lo largo de su vida intelectual y en el desempeño de funciones de gobierno y Estado”, escribió Pompeyo en su libro Pompeyo Márquez contado por sí mismo (Ediciones Fundación Gual y España, 2011): “Un día, Enrique Tejera y otros compañeros repartíamos volantes cuando una camioneta de la policía frenó y sus funcionarios nos detuvieron, pero éste que era todo un ‘patiquín’, circunspecto, se hizo el loco y silbando siguió su camino.”
Se trataba del manifiesto de protesta por el asesinato de Eutimio Rivas a manos de la policía cuando asaltaron la sede de la universidad, y “ésta fue la primera dosis de cárcel, que en este país parece ser la iniciación de todo combatiente”, dice Jesús Sanoja Hernández en su artículo “La odisea de Pompeyo Márquez” (revista Elite 1958). Agrega:
“En cuatro años es encerrado dos veces; conoce varias prisiones; un día está en la Comisaria de El Conde y otro en El Jobito en Apure fronterizo, adonde fuera enviado un 1° de enero por órdenes de Pedro Estrada y el Bachiller Castro. Corría el año 1939, el mismo que en septiembre vería estallar la guerra mundial. La cárcel, con sus vueltas regulares, llena muchos julios —semanas de exámenes— y los estudios quedan paralizados. Más, al igual que en el viejo principio de la química, en la vida, en la plenitud del hombre que se da a una causa, nada se pierde, todo se transforma. El álgebra elemental y la biología de Cendreros se apartan y dieron entrada al libro vivificante de la acción callejera, del periodismo político, del aprendizaje rápido, variable, tenaz. Se nutriría con los primeros libros, esos que arrojan luz repentina o que encienden pasiones heroicas incontenibles. Todos los alimentos que pide una vida que ingiere y asimila todas las confluencias que accidental o vocacionalmente se unen en los lapsos de formación fueron recibidos por Pompeyo y dejados así, en simiente y precedentemente, para después brotar digeridos y determinantes en los años en que la lucha fortifica al hombre, en que la serenidad se junta a lo combativo, en que la experiencia se suma a la perspicacia”.
El confinamiento en El Jobito
Volvamos sobre el confinamiento de El Jobito, Puerto Páez. Pompeyo había sido detenido en la esquina de Cruz Verde pegando un afiche de Suárez Flamerich, quien era candidato a concejal por Santa Teresa, en noviembre de 1950. Lo llevan a la prisión conocida como el Garage de Palo Grande, a cargo de Pedro Estrada y el bachiller Castro, y lo incomunican en los calabozos. Pedro Estrada le había dicho a mi mamá: “¡Ese carajito me tiene hasta la coronilla!”. Se encuentra con Salvador Navarrete, que había sido detenido porque era quien le manejaba el vehículo a Guillermo Mujica, dirigente comunista, fundador de las primeras células del PCV. También estaban recluidos allí Miguel Ramón Volcán, un dirigente comunista que se había formado en Francia y en España, y Antonio Evora, dirigente sindical del Departamento Vargas. Estaban incomunicados y casi no se veían. Transcurrieron dos meses. El padre de Guillermo Mujica, quien estaba en la lista para ser confinado en Puerto Páez, estaba muy grave y escogen a Pompeyo para completar el cupo. En la madrugada del 1 de enero, los trasladaron a Maracay y al siguiente día volaron hacia Puerto Páez.
En 1937, López Contreras creó la Guardia Nacional e instaló una Comisaría en esa pequeña población, situada frente a Puerto Carreño, llano adentro en la desembocadura del río Meta en el Orinoco.
Su madre le envía una carta a Miguel Ramón, a quien ella conocía y les recomienda a él y a Salvador que lo traten como a un hijo… y ellos lo asumieron como tal y le organizaron un calendario de clases intensivo, mañana y tarde de martes a domingo.
Dada la importancia de este episodio para el tema que nos ocupa transcribo la narración de Pompeyo en el libro ya citado:
“Comienza una nueva vida. El confinamiento consistía en que podíamos pasear por el pueblo de 8 am hasta las 7 pm. Había una edificación conocida por los pobladores como la ‘casa de los confinados’. Allí nos llevaban la comida que era enriquecida y mejorada por Miguel Ramón Volcán, excelente cocinero y a quien todos los lunes le enviaban un ‘barco’, una caja con comestibles procedente de Caracas. Miguel Ramón era de una familia con ciertos recursos. Además, era un personaje para mí inolvidable por su bondad y su sabiduría, un erudito. Empieza con la historia del movimiento obrero, los ‘Principios de Economía Política de Segal’, la historia de la economía venezolana con énfasis en la explotación petrolera por parte de las compañías inglesas y estadounidenses. Tiempo después tuve en mis manos la obra de Luis Segal que mencioné y otra titulada Historia de la época del capitalismo industrial, en la cual se aborda lo relativo al movimiento obrero internacional; jamás se me olvidaron los nombres, de N. Freiberg y A. Efimov. Continuó Miguel Ramón abordando el tema del grado de explotación de los trabajadores y cómo Gómez había entregado esas concesiones, el saqueo de que era objeto Venezuela, el latifundio y la situación de la masa campesina, analfabeta y explotada. Estos dos temas jamás dejé de estudiarlos.
Clases de francés y de matemáticas. Y en la noche cuando éramos recluidos con la presencia de dos GN que dormían en la misma casa, narraba historias y cuentos que oía con fascinación. Todo esto descrito sin un apunte, sin un libro. Yo tomaba notas cuidadosamente. Tenía que rendir exámenes. Comienza luego con el marxismo y sus fundamentos en la economía inglesa, en el socialismo francés y en la filosofía alemana.
Nos hablaba de música, la diferencia entre una sinfonía y una ópera o una opereta o un ballet. Nos tarareaba a algunos de los clásicos rusos además de Mozart, Beethoven, Vivaldi, Don Manuel de Falla, entre otros. Una memoria prodigiosa. Una vasta cultura.
Fueron seis meses que me formaron en una disciplina, nunca más olvidada: el estudio, la lectura, el querer saber más y más. Hasta hoy, cuando más sed de conocimientos tengo”.
Otra de sus “universidades” transcurre en la cárcel de El Obispo (julio de 1939 – diciembre de 1940). La temible cárcel, de paredes amuralladas y planta pentagonal fue construida en 1936 en la parte alta del Barrio El Guarataro, cercana al sitio en donde estuvo la residencia de Mariano Martí, obispo de la capital.
Eran 15 prisioneros, entre ellos Pedro Elías Hernández, “un llanerazo”, quien llegó a ser magistrado de la Corte. Su calabozo era todo un centro cultural donde él tocaba cuatro, cantaba las coplas de Florentino y el diablo; les habla de Gallegos con gran emoción y les facilitaba los libros editados de la trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro, Canaima. Pobre Negro incentivó a Pompeyo a investigar sobre la participación de los esclavos de raza negra en la lucha por la independencia. Aun cuando perdió las fichas, luego pudo reconstruir lo relativo a la sublevación de los esclavos negros en la Sierra de Coro liderada por José Leonardo Chirino.
Adelanto una cosecha de esta etapa: al cumplirse en 1995 los 200 años de este movimiento preindependentista, los restos mortales de Chirino fueron trasladados al Panteón Nacional y el entonces presidente Rafael Caldera designó a Pompeyo Márquez como orador de orden en el acto. En la década del 50 participó con Guillermo Morón en la formación del Centro de Estudios Históricos Francisco de Miranda. El estudio de los movimientos preindependentistas como el descrito y el posterior a ese en 1797, que tuvo como centro La Guaira, lo inspiraron a constituir en 1984, con el apoyo de un granado número de profesionales y de la familia en pleno, la Fundación Gual y España, un Instituto de Cultura Política e Investigación Social.
Los sucesivos congresos de unidad de los PC de la región
Regresemos a 1947, cuando Pompeyo ya era miembro del Comité Central y del Buró Político del Partido Comunista y viaja a La Habana, invitado por Ladislao Carvajal, del Partido Socialista Popular, quien había jugado un papel importante en la reunificación del PCV; lo recibe Blas Roca, su secretario general, y le sugiere que conozca el funcionamiento de ese partido que fue el germen del Partido Comunista de Cuba. Pompeyo intervino en un homenaje a Julio Antonio Mella (1903-1929), un muy querido dirigente estudiantil cubano asesinado en México. Me detengo en este hecho por lo trascendente que tiene la identificación con Cuba en la formación de los líderes venezolanos, como Gustavo y Eduardo Machado, quienes vivieron algunos años en La Habana, y dejaron su impronta en esa isla, y luego en México, identificación no solo desde el punto de vista político, sino del cultural, que es lo que nos ocupa en este artículo que no aspira a ser una biografía.
Cuando la dictadura de Pérez Jiménez ilegaliza al Partido Comunista el 13 de mayo de 1950, Pompeyo figuraba, desde antes, en la Comisión encargada para preparar el paso a la clandestinidad. Entraría entonces en una etapa —ocho años buscado vivo o muerto por la Seguridad Nacional— que revelaría en él, y que descubriría para Venezuela, un gran dirigente. Adoptó entonces un seudónimo que lo hizo célebre, Santos Yorme, donde Santos remite al personaje galleguiano de Doña Bárbara, Santos Luzardo, y Yorme es un acrónimo de Pompeyo y Márquez. Pompeyo ostenta un récord en la seudonimia en Venezuela, con más de 19 seudónimos. Inicialmente solo firmaba con ese seudónimo los editoriales del periódico Tribuna Popular, clandestina, que circuló durante todo ese período, sin que la policía pudiese localizar la imprenta, que con mucho tino Pompeyo había instalado en un lugar que muy pocos conocían con antelación al decreto de ilegalización, imprenta donde también se imprimieron los volantes de la Junta Patriótica.
Pompeyo asume la secretaría general (e) del PCV
Jesús Faría, secretario general del PCV electo en 1951, es detenido y permanecerá preso hasta el 23 de enero de 1958. Gustavo Machado y Eduardo Machado fueron enviados al exilio, al igual que muchas figuras del ámbito político que adversaban al régimen. Pompeyo, con 29 años de edad, asume como secretario general encargado. Santos Yorme inicia un largo período huyendo de la policía, con escasos recursos pero con el apoyo de un aguerrido grupo de colaboradores que conformaban con él un equipo dirigente, que servían de correaje, o que garantizaban su seguridad viviendo los mismos riesgos durante ocho largos años.
Fueron muchas las mudanzas de un sitio a otro, y cada vez sus colaboradores trasladaban pesadas maletas de libros. La persecución se hizo extensiva a su círculo familiar: esposa y cuatro hijos. El constante asedio le obligó a llevarnos a todos con él. Habitábamos casas aisladas, sin vecinos, a veces en sitios de difícil acceso. Era la oportunidad para trasmitir a sus hijos todo lo aprendido con la invaluable participación de nuestra madre, maestra y profesora de geografía e historia. Criábamos lo necesario para nuestro consumo. Permanecíamos en esas viviendas a lo sumo un año. Mi padre dedicaba horas al estudio y a las labores de dirección, manteniendo el contacto con los otros miembros del Buró Político clandestino, al tiempo que sostenía entrevistas con los secretarios generales de AD en la clandestinidad.
Esos años transcurrieron en tensa calma, pero luego de un incidente en una de las “conchas”, que arrojó indicios de que nos había detectado la policía política, y ante la evidencia de tener nosotros que cursar estudios formales, optaron por enviarnos a México el año 1955, y de allí a la Unión Soviética. Transcurrido un año y unos meses en un internado a cuatro horas de Moscú, nuestros padres decidieron que retornáramos a México, donde recibiríamos la noticia el 23 de enero de 1958 del derrocamiento de la dictadura. Regresamos a Venezuela en febrero.
La familia retoma su vida en Venezuela en 1958
Pompeyo inicia su carrera como parlamentario en 1959, al resultar electo senador en las planchas del PCV por el Distrito Federal, carrera que abarca 25 años y que se interrumpe con el decreto de ilegalización del PCV y el MIR, a quienes se les acusa de “participar activamente” en el levantamiento de la Base Naval de Carúpano el 5 de mayo de 1962. Retoma su presencia en el Congreso con el MAS desde 1974 hasta 1983. Desde la tribuna parlamentaria desarrolla, a través de la Comisión de Economía del Senado, una ardua labor en pro de las cooperativas y otras formas de participación en la actividad económica de sectores hasta entonces al margen, y la integración no solo económica sino también cultural de los Estados fronterizos Colombia y Brasil. La pluralidad de su pensamiento se manifiesta en la consulta con todos los actores involucrados: profesionales de la economía, las cámaras binacionales, sindicatos, academias y movimientos de opinión, entre otros.
También la familia se adapta a la nueva era democrática que se abrió en 1958, después de años de persecución política y exilio. Había que empezar de cero. Buscar donde vivir, nosotros los hijos continuar estudios, y en el caso de mi madre retomar la docencia. Pompeyo se entregó de lleno a la actividad política y parlamentaria como ya narré.
Pompeyo era un enamorado de Brasil. A su regreso de participar en el XX Congreso del PCUS el año 1956, vuela de Francia a Brasil y allí permanece por unos días antes de pasar a Colombia, para luego cruzar la frontera a Venezuela con un pasaporte falso a nombre de Pedro Rosas.
Ese período no duraría mucho, la “fiebre” a que hice alusión, la crisis social y económica, la división de AD y las manifestaciones de distintas tendencias al interior de las FAN arrastraron al PCV y al MIR a la etapa de lucha armada insurreccional como vía para acceder al poder.
Prisión y fuga del Cuartel San Carlos
Pompeyo entra en su fase más intensiva de su formación al ser detenido el 15 de enero de 1964 y recluido en la prisión militar del Cuartel San Carlos, de donde se fuga el 2 de febrero de 1967, un martes de carnaval. Habían transcurrido 1.114 días, o sea 3 años y 19 días de su vida en la cárcel militar, cuando irrumpió en la boca del túnel, en la celda de Pompeyo, Teodoro Petkoff, García Ponce y Sáez Mérida, la voz del excavador Nelson López: ¿Dónde está Pompeyo?, preguntó. Según el plan, él sería el primero en salir gateando por el túnel, pero estaba ocupado guardando entre las ajustadas medias de várices los originales del libro que estaba por concluir, que tituló Imperialismo, dependencia, latifundismo (Ediciones La Muralla, 1968), y entonces entraron primero Guillermo y Teodoro.
Ese libro citado fue prologado por el economista Ramón Lozada Aldana y es producto de muchas horas de investigación. Ordena y analiza datos e informaciones sobre los nuevos problemas del agro venezolano. Mi madre colaboró ayudando a “recolectar bibliografía y transportar originales que manos amigas y algunas especializadas, revisaban y devolvían luego con valiosas observaciones”. Escribió también en este período Las vías de desarrollo, Hacia una patria libre y dos folletos: uno con el seudónimo de Carlos Valencia, titulado El gobierno de paz democrática: una política revolucionaria, (1965) y otro como Daniel Chirinos, Problemas candentes del movimiento revolucionario (mayo de 1966). Ya en la calle, publica el libro Reforma y Revolución (1968).
Es, sin duda, la época más prolífica de Pompeyo, quien aprovecha cada minuto para el estudio y la investigación, alternando, claro está, con decenas de artículos y correspondencias para exponer su criterio sobre el momento histórico y la necesidad de un cambio en la estrategia, lo que le llevó incluso a enfrentarse al propio Fidel Castro.
Cuando Pompeyo fue recluido en el Cuartel San Carlos alquilamos una casa en San José, para estar lo más cerca posible de la prisión que pasó a ser el centro de nuestras vidas. Tres años después, ante la inminencia de la fuga, la desocupamos para desaparecer sin rastro alguno. Las visitas semanales al Cuartel habían sido el momento propicio para llevarle nuevos libros y devolver los ya consultados. Para finales de 1966 teníamos una biblioteca de más de 400 volúmenes que habían sido leídos y fichados por mi padre en prisión… todo se archivaba en físico, había que resguardarlos. Tratamos de evitar lo que había sido una constante en su vida: a causa de las persecuciones policiales, él calcula se habían extraviado más de 4.000 fichas y unos 200 resúmenes de libros y cientos de libros.
¿Cómo permeó su dedicación al estudio a su descendencia y colaboradores cercanos?
Muchos de sus colaboradores agradecieron tiempo después sus enseñanzas, adquiridas a lo largo de 95 años de vida, tal como él decía: “En doce años de clandestinidad y ocho de prisiones”. Quienes trabajaron con él editando los más de mil números del diario Punto reconocen que fue una escuela para jóvenes estudiantes de comunicación social, hoy profesionales. Mi hermana Luz y yo asumimos la dirección de Editorial Punto, la empresa que constituyó mi padre para editar el periódico del mismo nombre. Suman unos cientos los que se formaron en las aulas de la Fundación Gual y España, que mi padre sostuvo hasta su último aliento.
A nivel familiar permearon a todos nosotros sus descendientes sus concepciones sobre las ideas de justicia social, libertad y democracia y la pasión por el conocimiento que tuvo él. Tres de mis hermanas fueron docentes y hoy están jubiladas, dos de ellas estudiaron en el Instituto Pedagógico de Caracas, de donde egresó nuestra madre: Tania es profesora de educación física, mención orientación, y Luz profesora de Biología; Natacha es egresada de la UCV en bibliotecología con postgrado en ciencias de la información; también yo estudié en la UCV Comunicación Social y realicé cursos de cine en Alemania.
Al momento de escribir estas líneas los cuatro hijos le habíamos sumado a Pompeyo y Socorro diez nietos y catorce bisnietos, entre ellos dos psicólogas, una licenciada en Arte, una ingeniera agrónoma, una arquitecta, un abogado, dos economistas, dos comunicadores sociales. Mi primer hijo, que lleva el nombre del abuelo, es licenciado en turismo. La lista de bisnietos profesionales es extensa: una licenciada en Comercio Internacional y Finanzas, una licenciada en Administración de Empresas, un ingeniero graduado en Francia, que además heredó la tradición artística de su madre Adriana, al igual que sus hermanos morochos, que están entre los más jóvenes bisnietos: ella estudia biología y el varón estudia Arte; otro bisnieto optó por estudiar Gerencia de Alimentos; dos nietos de mi hermana menor se perfilan como músicos en el conservatorio del Colegio Emil Friedman, además de la carrera que escojan, y otro es nadador de alto rendimiento que ya ha representado a Venezuela en competencias internacionales, su hermano menor desea ser médico.
Tres citas para concluir con estos apuntes, la primera de ellas reafirma la estrecha unión entre Pompeyo y Santos Yorme, dos caras de la misma moneda, expresión de lo que fue un colectivo dirigente en la época de Pérez Jiménez, “un ser colectivo”, lo denominó él. Se refiere a una reflexión que Pompeyo compartía, cuya autoría es de José Santos Urriola, profesor fundador de la Universidad Simón Bolívar:
“Parece indispensable que los estudiosos del hecho político se ocupen de indagar sobre la influencia de Rómulo Gallegos en el acontecer político de Venezuela. (…) A lo mejor así se comprueba que el fundamento ideológico de muchos de nuestros dirigentes de los últimos cincuenta años —y no por cierto los de un solo partido— descansa casi exclusivamente en las novelas de Gallegos”.
Las otras dos citas son reflexiones de un colaborador y amigo, y de un compañero y hermano de lucha muy querido:
“Pompeyo Márquez, además de participar como protagonista en tantos escenarios de la vida política contemporánea durante tantos años, el tiempo restante —sobre todo el de las cárceles— lo empleó en una tarea que no es tan corriente: estudiar, ser un esclarecido autodidacta, lo que lo ha llevado a escribir una veintena de libros, casi seis mil artículos, cientos de intervenciones partidistas, parlamentarias o ministeriales. No sólo se aferró a los libros sino a todo aquel que tuviese algo que enseñarle.
Impresiona su capacidad argumentativa, su brillante inteligencia política, pero sobre todo algo que es del cuerpo y del alma: su vitalidad sanguínea y a la vez abuelo arquetipal, es decir, de almacén de bondad y generosidad”.
Fernando Rodríguez en Tal Cual el 30-4-2007
“Pompeyo es quizás el último político activo de las generaciones a las cuales Venezuela debe la democracia y la sensibilidad social. Por eso las defiende tan fieramente. Porque la vida se le ha ido con el compromiso con la libertad y la justicia”.
Teodoro Petkoff en Tal Cual el 2-5-2007