En la antigüedad existió la antología y fue al principio, según su etimología, un florilegio de autores y textos. A manera de un bouquet, de un arreglo floral, los resaltaba para distinguirlos de los demás y llamar la atención sobre ellos, tal como ha seguido siendo la función de la antología en los tiempos modernos. Pero también sirvió, antes y ahora, para que se preserven los textos que de otra manera se habrían perdido. Incluso, ciertos escritos, desaparecidos sus originales y todas sus copias, solo se conservaron porque estuvieron compilados en la antología. La lectura, la crítica, los estudios literarios del presente emplean la antología como un instrumento para recuperar la memoria escrita, no solo la recogida en libros, y como disciplina de investigación de un cuerpo literario. Disciplina de investigación que, tal como supone la crítica, organiza una literatura, establece relaciones y jerarquías, averigua los orígenes y otorga la perspectiva del presente a los textos antiguos que lee otra vez, como es necesario, cada cierto tiempo. La crítica, dice Octavio Paz, no inventa una literatura, aunque pareciera que, hay que añadirle, está constantemente cerca por la necesidad de reinventar, en el presente, otra vez, la antigua literatura venezolana. No es posible darse por satisfecho con su organización hasta ahora. Crítica es aplicación de criterios. Los nuevos estudios literarios y la producción de conocimiento que se hacen mediante la investigación necesitan reordenar lo adquirido. Además, la antología recupera, como pasa con los textos costumbristas, el obstáculo de estar desperdigados en la prensa periódica de una época tan remota como siglo y medio, el tiempo en que comenzó a estructurarse, con la memoria nacional, la literatura venezolana. Los textos costumbristas son los antecedentes de la narrativa, de la crónica, del ensayo que florecerían después por otros caminos y singularidades. Antecedentes imperfectos, preformaciones que, por ejemplo, su lectura sociológica comienza por relacionar las vinculaciones entre el periódico, el público lector y los textos de los conformadores de la opinión pública con la crítica de la sociedad. Y, a la manera de los tiempos antiguos, los textos costumbristas son, por ejemplo, principalmente satíricos, humorísticos. Es sabido que el humor crea distancia y diferencia entre la realidad y su representación. Textos de emergencia que retóricamente ganan, como pasaba en la antigüedad, la benevolencia de los lectores mediante la exageración. El cuadro de costumbres se funda igualmente en lo pintoresco y lo criollo, base del costumbrismo, una tipicidad y una tipología. El costumbrismo es antecedente de la narrativa criollista y hasta de la posterior novela de la tierra que seguirá empleando el cuadro de costumbres, la escena popular, el léxico popular y florecerá todavía en el siglo XX representando un baldón para la modernidad que le sigue. Antecedente de la eclosión de la crónica urbana en los tiempos actuales. El costumbrismo, de hecho, es por naturaleza, una invención propia de la ciudad, la ciudad letrada, por decirlo con la terminología gongorista de esta época. La “antología particular” del Costumbrismo venezolano compilada por Álvaro Contreras y Carlos Sandoval, encargados de la selección, prólogo, notas y bibliografía, publicada por Fundavag Ediciones (2018) es, después de la antología que prologara Picón Salas en 1940, reimpresa el 80, la segunda que se edita en el país sobre esta materia. Setenta y tantos años más tarde se hacía necesario volver sobre el asunto toda vez que la literatura “nacional” ha cambiado, como son distintos los estudios literarios en la actualidad. La vuelta al asunto ha estado motivada por una necesidad crítica del presente, por una revisión del pasado remoto y mediano a fin de vislumbrar el nuevo tipo de relaciones que tiene con la actualidad y su actualidad propia del tiempo. Ha habido sobre el tema el acercamiento teórico finisecular de Francisco de Sales Pérez en 1895, las precisiones de Alba Lía Barrios (1985), Javier Lasarte (1998) o Douglas Bohórquez (1999) en el siglo XX. Esta nueva antología, que se hace llamar “muestra”, reúne veintitrés autores de veinticuatro textos y proporciona trabajos y escritores que habían pasado al olvido al encontrarse perdidos en periódicos y libros de difícil ubicación. El trabajo sobre los periódicos viejos va rescatando poco a poco una verdadera imagen del país. Autores “nuevos” gracias a este hallazgo, que por otra parte, confirman la continuidad del tema antologado. El repertorio de escritores conocidos hace el canon del costumbrismo. Discute si los textos costumbristas deben llamarse cuadros, relatos, acuarelas, bocetos, crónica o “género” de costumbres para concluir que texto costumbrista es una composición en la que se detallan comportamientos tipificadores del orden social y que usando herramientas propias del cuento, del ensayo o del teatro crea el efecto de lo ficticio, la libre especulación o lo dramático, todas manifestaciones creativas. Discute asimismo si debe llamársele “tendencia” por su naturaleza para definir finalmente el texto costumbrista como expresión en prosa que solía valerse de herramientas o recursos de la literatura para galvanizar sus intenciones satíricas “para responder a necesidades de corrección civil a través de la denuncia abierta o solapada. Una tendencia, en fin, que dibujó buena parte de nuestra incipiente vida republicana a medio camino entre el deseado progreso y la realísima barbarie”. Sobre tales presupuestos se construye una remarcable y certera antología, no una antojología de caprichos, sino una estudiada y ponderada selección de un corpus muy grueso, rica en aciertos metodológicos, cuyos textos abren nuevas sugerencias acerca de la realidad nacional del siglo XIX y que leídos en conjunto, unos después de otros, pero todos como piezas del mismo libro, forman un cuerpo literario. Álvaro Contreras, docente e investigador, ha publicado volúmenes sobre el archivo criollista venezolano del siglo XIX en De la ciudad letrada al museo silvestre, el relato policial, la experiencia decadente de Pedro César Dominici. Carlos Sandoval, por su parte, ha propuesto en su libro Servicio crítico la índole de lo que quiere ser su empresa crítica de investigador y su experiencia como antólogo del cuento fantástico venezolano del siglo XIX, del relato venezolano del 2000 al 2012, de la Propuesta para un canon del cuento venezolano con Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares, además de haber participado con otros numerosos autores en la Suma del pensar venezolano publicado por la Fundación Polar y trabaja en el establecimiento de una canon para la novela venezolana. Enhorabuena esta nueva antología que viene a ratificar la calidad de los estudios literarios de estos tiempos, sus aportes actuales en distintos campos.
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