Por GUILLERMO MENESES
Entre los cuentistas venezolanos, Armas Alfonzo es el que ha pretendido crear una técnica que puede pasar como expresión natural de un “contador de cuentos” salido de nuestro pueblo. Eso ha dicho de sí mismo alguna vez y es posible que haya dicho verdad; pero no menos cierto es que esa búsqueda de expresiones sencillas, naturales y populares está muy lejos de la facilidad folklórica que, en otros cuentistas, se confunde con la despreocupación y el desparpajo de quienes,
por ignorancia, menosprecian los obstáculos que todo arte opone a quien pretende servirse de él, sin amor y dedicación. Armas Alfonzo es cuentista vocacional y por ello se exige la naturalidad aparente que conviene a sus historias. El mundo venezolano que se enreda en los cuentos de Armas Alfonzo es violento, oscuro, recio, brujo: multitud de fantasma, de ánimas en pena, de caballos y santos, de aparecidos y monstruos, empujan las figuras de sus personajes, encontrados en los recuerdos, en las calles de las aldeas, en las chozas campesinas, en las anécdotas y leyendas, bajo los rasgos de un inmigrante, de un peón, de un soldado, de una madura mujer virgen. Armas Alfonzo merece la atención de la crítica. Su obra tiene la reciedumbre que soporta el paso del tiempo.