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Aforismos de Nicolás Gómez Dávila (1913-1994)

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Por NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

La filosofía honesta no pretende explicar sino circunscribir el misterio.

 

Hay hombres que visitan su inteligencia, y otros que en ella moran.

 

El demonio comprende todo, pero no puede crear nada.

 

Historia es lo que algunos hacen con las rutinas de otros.

 

Nada me seduce tanto en el cristianismo como la maravillosa insolencia de sus doctrinas.

 

El oyente atento es un futuro locutor que acecha a sus víctimas.

 

Toda civilización es un diálogo con la muerte.

 

La fealdad de un objeto es condición previa de su multiplicación industrial.

 

Envejecer es catástrofe del cuerpo que nuestra cobardía convierte en catástrofe del alma.

 

Solo las ideas salvan de los adjetivos.

 

Las musas del historiador son el Amor y el Odio.

 

¿Cómo puede vivir quien no espera milagros?

 

El público aclama la obra de obra de arte siempre que sea patentemente buena o patentemente mala.

 

La trivialidad es el precio de la comunicación.

 

Llamo mío, cualquiera que sea su dueño, lo que me parece evidente.

 

Cierta vulgaridad es necesaria a todo lo que quiera vivir.

 

La idea desarrollada en sistema se suicida.

 

Nada más difícil que impedirle a una idea salirse del lugar donde es cierta.

 

La palabra no fue dada al hombre para engañar, sino para engañarse.

 

Toda fórmula salva.

 

Lo que no es complicado es falso.

 

Ninguna idea que necesite apoyo lo merece.

 

Solo los personajes de novelas mediocres resuelven sus problemas.

 

Basta un solo discípulo para que el maestro prevarique.

 

El cadáver de un gran hombre solo se descompone definitivamente en manos de sus biógrafos.

 

Solo sabemos resolver los problemas que no importan.

 

El mal humor es el padre de la crítica literaria; la admiración no es más que la madrina.

 

Toda perfección colma y deprime.

 

Nadie es inocente ni de lo que hace, ni de lo que cree.

 

Capacidad destructora de la sonrisa del imbécil.

 

Un conflicto ridículo requiere soluciones grotescas.

 

La idea no es un espectro, sino un cuerpo verbal, denso, sonoro, luminoso.

 

Verdad es aquello que cualquier imbécil refuta.

 

Siempre se trata de un suicidio, cuando algo auténtico muere.

 

Para desafiar a Dios el hombre infla su vacío.

 

Hay individuos que tratan el universo con suficiencia profesoral.

 

La más execrable tiranía es la que alegue principios que respetamos.

 

La ley es el embrión del terror.

 

Los prejuicios defienden de las ideas estúpidas.

 

Un cuerpo desnudo resuelve todos los problemas del universo.

 

El demonio, actualmente, tiene forma geométrica.

 

Creyendo decir lo que quiere, el escritor sólo dice lo que puede.

 

La buena voluntad es la panacea de los tontos.

 

No rechazar, sino preferir.

 

El Occidente habrá muerto cuando deje de ser la presencia de Grecia en un alma cristiana.

 

No hay tanto opiniones estúpidas como estúpidos que opinan.

 

El demonio nos venció cuando permite que lo derrotemos con sus armas.

 

La sensación de lo infinito se consigue solo en lo inmediato.

 

Nadie debe condenar una sociedad cualquiera invocando meramente otra sociedad, pasada, presente o futura.

 

Humano es el adjetivo que sirve para disculpar cualquier vileza.

 

El léxico del verdadero escritor no está en ningún diccionario.

 

Mientras menos conozcamos su referente o su referido, más nos conmueve una metáfora.

 

Todo escritor comenta indefinidamente su breve texto inicial.

 

Llámase monismo la vana tentativa de ensamblar los rotos fragmentos del universo.

 

El místico es el único ambicioso serio.

 

Sólo hemos visto un urbanista genial: el tiempo.

 

La casualidad engendra las civilizaciones y la inteligencia las sepulta.

 

La humanidad no acumula soluciones, sino problemas.

 

El escepticismo no es la tumba de la inteligencia, sino la fuente donde se remoza.

 

Nihilismo, cinismo o bobería, son las alternativas políticas de nuestro tiempo.

 

Nuestros anhelos, en boca ajena, suelen parecernos una estupidez irritante.

 

Las razones de cualquier convicción parecen siempre lamentables al espectador.

 

El idealismo es una teología vergonzante.

 

El católico auténtico no está más acá de la blasfemia, sino más allá.

 

Nadie sabe exactamente qué quiere mientras su adversario no se lo explica.

 

El problema político tiene extrema importancia, las soluciones políticas ninguna.

 

El antiguo que negaba el dolor, el moderno que niega el pecado, se enredan en sofismas idénticos.

 

Todo artista refuta ampliamente al teórico que lleva consigo.

 

El imbécil es el que no percibe sino lo actual.

 

Sólo la sumisión a Dios no es vil.

 

La cultura literaria y filosófica, que fue hasta ayer el costoso orgullo de una clase, es hoy el negocio de un gremio.

 

Solo es noble lo que dura.

 

La virtud que no duda de sí misma termina en atentados contra el mundo.

 

Las revoluciones democráticas inician las ejecuciones anunciando la pronta abolición de la pena de muerte.

 

Mi semejante no es el que comparte mis conclusiones, sino el que comparte mis repugnancias.

 

Fe es lo que nos permite extraviarnos en cualquier idea, sin desasir la senda de regreso.

 

La soledad es el laboratorio donde los lugares comunes se verifican.

 

‘Revolución’ no connota hoy propiamente un suceso político, sino un vértigo, una convulsión emotiva, la embriaguez del alma invadida por las heces del ser.

 

Solo el texto mediocre se deja leer sin haber sido previamente adivinado.

 

En todo reaccionario Platón resucita.

 

Gran parte de la poesía moderna se resigna a parecer simplemente traducida.

 

Los ejemplos concretos son los verdugos de las ideas abstractas.

 

La inteligencia se arruina cuando quiere ser inteligente.

 

La nada es la sombra de Dios.

 

Se necesitó nuestra época para que el buen gusto se avergonzara de sí mismo.

 

El prejuicio de no tener prejuicios es el más común de todos.

 

Patrocinar al pobre ha sido siempre, en política, el más seguro medio de enriquecerse.

 

La inteligencia perezosa acaba abdicando en manos del técnico.

 

En inferior siempre tiene razón en las disputas, porque el superior se ha rebajado a disputar.

 

Solo lo trivial nos ampara del tedio.

 

Toda verdad va de la carne a la carne.

 

La inteligencia se enriquece solo con lo que se prohíbe.

 

La piedra acierta, cualquiera sea el sitio donde caiga.

 

Goya es el más vidente de los demonios, Picasso el cómplice.

 

El tiempo no respeta sino fragmentos, aún en las obras que transmite intactas.

 

La pelea contra el mal es hoy de retaguardia.

 

Orar es el único acto en cuya eficacia confío.


*Copiados del volumen Escolios a un texto implícito. Prólogo: Franco Volpi. Ediciones Atalanta, España, 2009.

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