Por JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Creo que la alegría no es más que una elevación sobre un descenso.
El mundo no envejece, rejuvenece con los siglos.
Cada día hemos de vencer con las ideas de cada día.
El segundo es casi siempre el primero.
El menor llevará siempre contra sí el remordimiento de los peores.
Nada está más lejos de una cosa que aquella que se le parece.
Hoy lo de hoy.
A donde llegue, pero sin prisa.
Si la corrección no es posible, al menos la conciencia plena del defecto.
Lo pensado bien por la mañana, qué bien se siente por la tarde.
Un vocabulario rico, pero de hoy.
Hay que sentir agudamente las ideas, meditar despacio los sentimientos.
Escribir no es hablar.
Pensamiento que debe volver, volverá.
¡Este afán de simultanear la curva y la recta!
Cuando me limpio los dientes me parece que estoy aseando ya mi muerte.
Yo he conseguido una ventaja: ¡empiezo a callar!
Tengo por cabeza un calidoscopio.
He tenido la tristeza de vivir cerca de toda suerte de hombres imbéciles.
No des tu esfuerzo más que a lo permanente.
Me gustaría que lo mío quedase para siempre como una hermosa ruina.
No hemos venido al mundo para vivir, sino para descifrarlo mientras vivimos.
Para ser guía después de muerto hay que tener una vida sin gloria.
Poesía, estado de gracia.
Una poesía directa, completa, natural. Y, a veces, sobrenatural, que es también natural.
Mi reino está en lo difícil.
Mis dos solas armas: tiempo y silencio.
No comprenso más que una crítica: la autocrítica.
Eternidad es fuga momentáneamente detenida.
Cuando sientas prisa anda más despacio.
Dando vueltas a nuestras ideas solemos encontrar el centro del círculo ideal perdido.
Toda la vida no es más que un ‘mientras tanto’.
Alto es siempre profundo. Profundo no es siempre alto.
Dios es el instinto.
Creo en un dios inmanente. No sé si lo descubriré en mi propia vida.
Qué difícil unir lo suficiente con lo necesario.
El más fuente será el que concentre más su idea en el presente.
*Tomados de Ideolojía (1897-1957). Metamorfosis IV. Juan Ramón Jiménez. Reconstrucción, estudio y notas de Antonio Sánchez Romeralo. Editorial Anthropos, España, 1990. El volumen, que reúne más de 4.000 aforismos, distribuidos en unas 140 series temáticas, fue publicado más de tres décadas después de la muerte de su autor (1968)